Diego de Olmedilla

Creador del Método Thinking para adelgazar
Diego de Olmedilla, que acaba de publicar '¿Cuántas calorías cuesta la felicidad?', nos habla de su método de crecimiento personal para liberarse de la adicción a la comida y de la carga física y emocional que conlleva.
Diego de Olmedilla, creador del Método Thinking para adelgazar
“La obesidad produce un sufrimiento brutal, sobre todo a las mujeres, no solo porque esté peor visto socialmente en ellas, sino porque las mujeres se exigen más a sí mismas”

05/05/2016

Diego de Olmedilla, creador del Método Thinking para adelgazar, acaba de publicar su segundo libro ‘¿Cuántas calorías cuesta la felicidad?’ (Editorial Espasa, 2016), en el que explica las fases en las que se divide el proceso de crecimiento personal que deben desarrollar las personas que sufren adicción a la comida y desean liberarse del peso físico y emocional que eso supone. Diego, que habla desde la experiencia de haber conseguido adelgazar con su método los 50 kilos que le sobraban, afirma que la obesidad es un gran problema que no se puede resolver con soluciones mediocres, y que para acabar con el sobrepeso es necesario combatir el hambre emocional, el hecho de comer para llenar vacíos, y aprender a cuidarse y a quererse a uno mismo.

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Portada '¿Cuántas calorías cuesta la felicidad?'

Eres el creador del método Thinking, ¿cómo se te ocurrió esta estrategia para perder peso?

Yo he tenido el problema de la obesidad toda mi vida. Desde muy pequeño recuerdo haber ido a médicos que me daban pastillas, me ponían a dieta…, me volvían loco, básicamente. Y hasta que cumplí 45 años mi vida ha sido un continuo deambular de dieta en dieta, de nutricionista en nutricionista, de endocrino en endocrino…Y yo me preguntaba cómo era posible que siendo una persona normal, que se ha enfrentado a la vida y a problemas personales, y ha sacado una carrera y una familia adelante, no era sin embargo capaz de enfrentarme a las ganas de comer. En aquel entonces, para acallar un poco mi conciencia, yo iba a un centro de acogida de enfermos terminales de sida a echar una mano, y un día estaba con un pobre chico llamado Andrés, al que menciono en mi primer libro, y con el que charlaba, le ayudaba a comer, a incorporarse, etcétera. Llegó su madre y a él le entró un ataque de tos tremendo, que por suerte los médicos lograron neutralizar, y la madre, que estaba llorando muy abatida, le dijo ‘si yo te lo he dado todo, si no he hecho más que esforzarme para que tengas una vida normal –él no pertenecía a una familia desfavorecida– al igual que tus hermanos, ¿cómo has llegado a esto? ¿Por qué te pinchas?’ Y él contestó ‘porque cuando me pincho es como si tuviera un orgasmo a través de todos y cada uno de los poros de mi cuerpo, y aunque también sé que cuando me pincho estoy dando un paso hacia la muerte, no puedo parar’.

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Es una dualidad, eres consciente del daño que te hace, pero continúas haciéndolo…

Efectivamente, pero no puedes parar porque tienes una adicción. Yo me fui de allí en shock; fue una experiencia difícil, pero sobre todo muy instructiva porque analicé lo que había dicho Andrés, sobre todo el ‘no puedo parar’, y pensé ‘yo soy un gordo ilustrado; lo sé todo sobre regímenes, nutrición, ejercicio…, porque llevo toda mi vida con ello. Mi carrera verdadera ha sido la nutrición, aunque no sea un nutricionista con título, sin embargo, mi problema también es que no puedo parar, porque lo que tengo es una adicción…, y en eso Andrés me abrió los ojos. Nadie me había hablado de la adicción a la comida como tal. En España ni un solo médico se había referido a ello. No saben, lo siento, pero no saben, y se lo he dicho a la cara a todos después. Saben mucho de nutrición, del aparato digestivo…, pero si esto fuese un problema solo de nutrición no habría ni un gordo.

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En el primer mundo sufrimos de hambre emocional. El primer mundo está enfermo por excesos y eso debería crearnos un problema de conciencia, pero un gordo está tan enfermo como un muerto de hambre, entre comillas, porque no puede parar, porque a nadie le gusta estar así, a nadie le gusta tener 50 kilos de más y que le señalen por la calle. El mundo del obeso es un colectivo muy maltratado, porque tú ves a un cojo, a un sordo, o a un ciego, y te apiadas de él, te conmiseras de alguna manera; sin embargo, a un gordo le señalan por la calle y dicen ‘mira ese tío cerdo como se debe poner’.

En el primer mundo sufrimos de hambre emocional. El primer mundo está enfermo por excesos y eso debería crearnos un problema de conciencia, pero un gordo está tan enfermo como un muerto de hambre, entre comillas, porque no puede parar, porque a nadie le gusta tener 50 kilos de más y que le señalen por la calle

Y también puedes pensar que no tiene fuerza de voluntad…

Y sin embargo no es un tema que se gane por fuerza de voluntad. Y podría poner muchos ejemplos de gente famosa y con brillantes carreras. Fíjate en Helmut Kohl, el canciller alemán, con el destino de Europa en sus manos, y el pobre pesaba 200 kilos. ¿Acaso no tenía fuerza de voluntad ese hombre? Esto no tiene nada que ver con la fuerza de voluntad; de hecho, a este tema por la fuerza no le ganas. Es mucho más serio. Cuando yo me di cuenta de que lo que tenía era una adicción, y de que lo que tenía era hambre emocional, empecé a buscar soluciones por ahí. Entonces en España nadie hablaba ni del hambre emocional, ni de la adicción, ni de nada similar. Ahora dicen que sí, pero es mentira, lo digo porque tengo ya 52 años y he tenido la posibilidad de consultar a los mejores médicos en la especialidad, y nadie me ha hablado en mi vida del hambre emocional, ni de la adicción a la comida.

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Pero los médicos sí tienen claro que el alcohol causa adicción, y probablemente esta sustancia estimule en el cerebro mecanismos de recompensa similares a los que estimula la comida.

Exacto, y que la heroína. A otra escala, pero es lo mismo. Cuando comes determinadas cosas, no todas, lo que ocurre es que –para resumirlo– se liberan las famosas hormonas, o neurotransmisores, de la felicidad; dopamina, por ejemplo. Y es exactamente lo mismo que sucede cuando un drogadicto se chuta; a otra escala, pero lo mismo. Y la gente come porque tiene vacíos; pero son vacíos afectivos, o de otra índole (laboral, existencial, familiar…), y comen para llenar esos vacíos o para tapar cosas que desean ocultar. Es hambre emocional. Que estoy nervioso o me siento desasosegado por alguna cosa…, mi tendencia entonces será comer.

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¿Y eso también les ocurre a los niños? ¿Tenéis niños entre vuestros pacientes?

Sí, tenemos algún adolescente, pero tienen un tratamiento diferente. No se someten a las terapias de grupo con nosotros, o sea, con los adultos, sino que involucramos a sus familias, lo cual suele ser bastante difícil, pero ese es el trabajo que hay que hacer, mucho vivirlo en familia, mucha de comprensión, explicar bien que la comida forma y deforma, y que puede ser tu mayor aliado o tu peor enemigo. Y es que un gordo se cree que la comida y la bebida son el único amigo (o el mejor amigo) que tiene cuando sale, y sale precisamente para ponerse morado a comer y beber.

Adictos a la comida

En la sociedad en la que vivimos tenemos por costumbre celebrarlo todo con comida y bebida, pero dices que la razón por la que una persona está gorda es que su relación con la comida es adictiva, ¿es así en todos los casos?

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Sin duda puede haber algo genético, un mal funcionamiento de la glándula tiroides, un metabolismo más lento…; hay muchos factores que influyen en la obesidad, pero al final se resume en cuántas calorías entran y cuántas salen. No es tan sencillo como esto, porque hay mucho otros factores, pero hay algo de contabilidad.

Después de ver a muchos psicólogos encontré a una persona que me ayudó, que sí supo entender lo que me pasaba, y me di cuenta de que efectivamente era un tema básicamente emocional. Me empecé a involucrar en el mundo de las adicciones, estuve en Inglaterra estudiando en una clínica, y observé que allí todas las adicciones se trataban con terapia de grupo; curiosamente, en las terapias de grupo había adictos a diferentes sustancias o trastornos, pero no había ninguno adicto a la comida, porque tampoco allí lo consideraban una adicción (te hablo de hace siete años). Había adictos al juego, al sexo, al alcohol, a la droga, a Internet…, pero ninguno a la comida.

Yo empecé a montar terapias de grupo en España, e indudablemente se trata de un problema de salud que requiere la intervención de un médico, es un problema de nutrición que requiere de un nutricionista, es también un problema emocional, por lo que necesitas psicólogos, y es un problema de sedentarismo que precisa también la ayuda de un entrenador físico. El ser humano ha nacido para moverse, y hasta hace muy poco el hombre comía para moverse y se movía para comer. Éramos nómadas y nos alimentábamos con alimentos naturales, y la comida procesada nos está matando.

El Método Thinking nació hace cinco años como un modelo bien organizado. Previamente yo había experimentado con un Thinking de andar por casa, y comprobé que tenía buenos resultados, así que me asocié con unas personas, montamos un equipo profesional, se creó una estructura administrativa con un planteamiento serio, y actualmente en el centro trabajan médicos, nutricionistas, psicólogos, entrenadores personales, coaches –porque  el coach hace un papel fundamental, sobre todo en la última fase del programa–, y expertos en mindfulness.

¿También utilizáis el mindfulness en vuestra terapia?

Sí, hacemos mindfulness y mindful eating. Mindful eating es una asignatura obligatoria, por decirlo de alguna manera, es como una clase que se llama ‘a comer se aprende comiendo’. El gordo devora, deglute, traga como un pavo, no ha acabado un bocado cuando ya tiene otro preparado. Busca otras sensaciones, no es muy hedonista a pesar de lo que pueda parecer, o se jacte de ello. Yo también decía ‘es que me encanta la comida, me encanta comer’, pero muchas veces lo que buscaba era llenar la panza con determinadas cosas. En un ataque de hambre, o de ganas de comer, si te doy un apio me lo tiras a la cabeza, porque lo que quieres es un bollo industrial o algo con grasa. Y es que la harina es adictiva, y combinada con sal, grasa y azúcar, es una bomba de relojería. Los productos extruídos, como los panchitos, las patatas fritas, y similares, tienen una serie de componentes que son adictivos.

En un ataque de hambre, o de ganas de comer, si te doy un apio me lo tiras a la cabeza, porque lo que quieres es un bollo industrial o algo con grasa. Y es que la harina es adictiva, y combinada con sal, grasa y azúcar, es una bomba de relojería

Pero fíjate que si haces el ejercicio del mindful eating con un producto de esos su degradación en boca es desagradable porque se le va quitando el maquillaje de las sustancias que le han añadido y queda la esencia, y la esencia normalmente es porquería. Sin embargo, la gente flipa con la experiencia de comer una manzana en la clase por primera vez; no dan crédito del sabor de la manzana, no se pueden creer que esté tan rica. Y cuando hacemos el mismo experimento con una chuche acaban comprobando que la degradación en boca es asquerosa, pero un gordo obvia este paso, lo que hace es lubricar bien el alimento para tragarlo, pero no lo tritura, porque necesita llenar el estómago con compulsividad, y por eso no mastica.

Además, cuánto más rápido comes, más cantidad comes.

Efectivamente, pero con este ejercicio los pacientes tardan siete minutos en sentir saciedad, algunos nueve minutos. Eso de que la saciedad llega a los 20 minutos no solo lo pongo en duda, sino que puedo demostrar que no es así, que si lo haces bien llega mucho antes. No hay nada en este mundo más importante que comer desde el punto de vista de la supervivencia, excepto respirar. Alimentarse, descansar, cobijarse, e interactuar con miembros de tu especie son las claves para sobrevivir. Comer es fundamental y, sin embargo, no le damos importancia. La pausa para comer debería ser importantísima, pero comemos delante del ordenador cualquier cosa, y a toda pastilla. Y comer es un placer cuando se hace pausadamente, dándote cuenta de qué te estás comiendo, por qué has elegido este alimento y no otro, y qué beneficios va a obtener tu cuerpo con esa comida.

¿Cuánto tardan más o menos vuestros pacientes en completar el método y perder el peso que les sobra, o en llegar al punto en que vosotros consideréis que ya están preparados para afrontar su problema por sí solos?

Es dificilísimo determinar un periodo de tiempo concreto porque aquí no vienes a adelgazar –que también, pero se trata de una consecuencia del trabajo–, sino que vienes a destruir una mala relación con la comida, a desintoxicarte, porque tus órganos están sometidos a trabajos forzados. Yo les digo que vienen de vacaciones, que por fin le van a dar descanso a su cuerpo, que le van a dejar de machacar. Venir a Thinking es como ir a la playa a que te cuiden, a que te cuides. Esto no es un drama; al revés, aquí vienes a descansar, a darte una tregua, a recoger lo que habías olvidado, que eres tú, a salir del abandono en el que te habías sumido. Y es que una persona gorda se olvida de sí misma, y de repente el día que se ve le entra el pánico, y es muy difícil recuperarse. Hay que empezar por un proceso de destrucción –que está más definido en cuanto al tiempo que requiere–, pero luego hay que sumarle el proceso de construcción, que es más complicado. Yo no creo en el mantenimiento. Tú te quitas 10 kilos, 15, 20 o 30 y, después, ¿toda la vida a régimen? Me parece un precio muy alto por vivir. Un buen proceso no dura menos de un año. Eso no significa que no hayas alcanzado tu peso mucho antes; la gran mayoría no ha tardado más de siete meses, aunque es cierto que ha habido procesos más largos porque hemos tenido pacientes que han perdido 100 o 120 kilos, pero si tiene que perder, por ejemplo, 50 kilos, puede perderlos en siete meses. Y eso no es nada si te paras a pensar que en solo siete meses puedes al menos salir del riesgo médico que te provoca el exceso de peso. La reconstrucción mental es más complicada, pero este es el proceso que hay que seguir.

Hay personas que se hacen una reducción de estómago, y con el tiempo tienen que venir a Thinking. La cirugía es más cómoda porque el paciente no necesita hacer nada ni salir de su ‘zona de confort’. Es cierto que cuando tienes una adicción hay momentos en los que flaqueas y puedes fallar, pero aquí hay un equipo para ayudar a superar esos momentos. Todos los días hay terapia de grupo, y te relacionas con personas que tienen el mismo problema que tú, y nadie se avergüenza. La gente que viene a Thinking cree que viene a adelgazar, pero en realidad viene a dejar de sufrir. La obesidad produce un sufrimiento brutal, y todavía más a las mujeres que a los hombres. No solo porque esté peor visto socialmente en ellas, sino porque las mujeres también se exigen más a sí mismas. La imagen en un hombre molesta, pero en una mujer duele. Esto crea muchos problemas, y hay gente que no sabe qué hacer y está desesperada. Y se trata de personas válidas para todo en la vida. Les genera mucha frustración y una bajada en picado de la autoestima, y acaban escondiéndose.

Aquí no vienes a adelgazar –que también, pero se trata de una consecuencia del trabajo–, sino a destruir una mala relación con la comida, a desintoxicarte, porque tus órganos están sometidos a trabajos forzados

¿Y también se sienten culpables por no ser capaces de hacer nada para evitar estar así?

Tienen muchos problemas de conciencia, de personalidad, de todo. Lo del gordito feliz es mentira. Hay que convivir con uno mismo y hay que enfrentarse a la vida, así que te pones una careta, pero lo cierto es que, en primer lugar, no te gusta estar a solas contigo. Es un problema súper complejo, y el Método Thinking, que sin duda es un método de crecimiento personal, ayuda a solucionar el problema a medio y a largo plazo, porque una de las cosas que nosotros sabemos positivamente es que la vida está llena de estímulos, y a lo mejor consigues quitarte todos los kilos, cambiar tu actitud, modificar tu conducta, incluso romper la adicción, pero el adicto es crónico, y esto hay que decirlo. El que es adicto, es adicto para siempre. Se convive muy bien con la adicción, porque si no la estimulas en exceso no pasa nada, y se puede comer de todo, pero en su justa proporción. Y eso se trabaja aquí también, cómo son las porciones adecuadas, y cuesta comprenderlo, porque cuando nos gusta algo nos llenamos el plato, que es lo que suelen hacer las personas con este problema.

Entre los pacientes que habéis tratado, ¿ha habido también casos imposibles, personas a las que no habéis podido ayudar con vuestra terapia?

La imposibilidad no está tanto en la terapia, sino en ellos. En primer lugar hay un problema indudable, y es que el coste es elevado, porque aquí ven al paciente cinco profesionales unas dos veces al mes cada uno, lo que supone entre ocho y diez visitas al mes. Todos los días hay terapia de grupo (con tres horarios diferentes para que resulte más fácil asistir), incluso vía Internet, por videoconferencia. Y también tenemos gimnasia todos los días en el centro. Y esto tiene un precio elevado porque los costes son muy elevados. El plan superior, que llamamos plan verde, y que incluye todo esto, cuesta 550 € al mes. Hay que tener en cuenta que si vas a una consulta de medicina privada, no te cuesta menos de 150 € la sesión, y la de un psicólogo o un nutricionista tampoco suele bajar de 60 €, y aquí, como decía, tienes entre ocho y diez visitas con este tipo de profesionales cada mes.

Esto puede ser o la mejor inversión que hagas en tu vida, o un coste. El fracaso viene muchas veces por no poder sostener los costes, aunque ofrecemos otras modalidades más asequibles en las que el precio mínimo es de 80 € al mes, pero son únicamente para seguir una dieta. Y luego hay personas que lo que no quieren es dejar de comer; creen que quieren, tienen la idea de que quieren, pero entre tener la idea de que quiero, y quiero, hay un abismo, muchas veces insuperable. Cuando te das cuenta de que eres tú el que puede iniciar ese proceso de cambio, ayudado por nosotros, primero te relajas, te sientes capaz, te sientes persona, te sientes útil, empiezas a recuperar tu autoestima. A los pacientes que completan un proceso de crecimiento personal como este les digo que lo pongan en el curriculum, porque creo que dice mucho de una persona haber superado un problema tan profundo como este.

Terapia online y ciberthinkers

Antes has mencionado que también ofrecéis terapia online, ciberterapia, ¿cómo funciona? ¿Tiene los mismos resultados que la presencial?

La ciberterapia está funcionando muy bien. A mí me hacía muchísima ilusión, porque aunque no soy de la generación de los nativos digitales, veo hacia dónde va el mundo y me encantaba la idea de darle un vuelco a este tema y llegar a cualquier sitio del planeta, porque el Método Thinking lo puedes hacer estés donde estés. Y hemos invertido en un sistema que nos permite hacer videoconferencias con cualquier parte del mundo. Para nosotros es muy importante la protección de datos, necesitamos que el sistema ofrezca una calidad muy alta y también una seguridad muy elevada. Y nos han desarrollado un sistema que es francamente bueno. Tenemos horarios que cubren cualquier franja horaria en el mundo. Un horario de las seis de la tarde en España es perfectamente practicable para usuarios de Latinoamérica, e incluso para Oriente. Pero también tenemos horarios de mañana, de un poco más tarde.

¿Y todos los pacientes que asisten a esta terapia son cibernautas, o se combinan con pacientes en terapia presencial?

En este caso todos son cibernautas asistiendo a las sesiones con los terapeutas que se encuentran en el centro; todo a través de videoconferencia, que es un medio fantástico porque todos nos vemos las caras. Esto une mucho, y entre los pacientes surgen amistades. Tenemos también montado un chat de Whatsapp, uno para cada grupo y cada etapa que atraviesan, porque no es lo mismo estar en la fase de liberación, que estar en la de consolidación o de construcción; en esas diferentes etapas no se mezclan. Y el grupo de Whatsapp ayuda un montón; es interactivo, y se ayudan mutuamente. Yo estoy siempre, me da igual la hora, siempre contesto porque para mí esto es vocacional, y estoy muy involucrado porque yo mismo lo pasé muy mal, y sé lo que es estar agobiado por esto, así que en la medida en la que puedo doy siempre respuesta. Y cuando doy yo el grupo –Thinkingline se llama; llamamos thinkers a los que asisten a la consulta presencial, y ciberthinkers a los de la consulta virtual–, les meto mucha caña. Mientras que cuando una persona que no ha vivido el problema le dice a un gordo determinadas cosas le está insultando, yo a un gordo le puedo decir muchas cosas, y a mí es muy difícil que me la cuelen. Es cierto que todo el mundo te puede llegar a engañar, pero aquí lo que hay es buena voluntad; el que viene aquí lo hace con honestidad, y aunque te quiera decir una mentirijilla, le miras y se lo ves en la cara.

Aquí vienes a tomar consciencia de cuál es tu problema; eso lo primero. De cómo ese problema te excluye de la vida, de la sociedad, de ti mismo… Y una vez has tomado consciencia de cómo te coarta, y de qué armas y qué capacidades tienes para combatirlo, es cuando podemos empezar a ponerle soluciones. Cuando acepto puedo mover ficha, cuando estoy en el papel de resignación, lo que adopto es un papel de víctima, y desde ahí no me puedo mover. La aceptación es el punto de partida. Pero cuántas veces has oído a un adicto decir ‘yo puedo dejarlo cuando quiera’, hasta que se dan cuenta de que no pueden, y de que necesitan ayuda. Hay que ser muy humilde también para pedir ayuda. A todos nos gusta dar porque dar te pone en una posición de poder, mientras que recibir significa que tienes una carencia.

Lo primero es tomar consciencia de cuál es tu problema; de cómo ese problema te excluye de la vida, de la sociedad, de ti mismo… Y una vez has tomado consciencia de cómo te coarta, y de qué armas y qué capacidades tienes para combatirlo, es cuando podemos empezar a ponerle soluciones

Los ciberthinkers, además de realizar la terapia de grupo, ¿asisten a las sesiones con los psicólogos, los nutricionistas, etcétera?

Sí. No tienen una sesión inicial con el médico del centro porque es complicado, y lo que hacemos es derivarles a su médico. Y si los resultados de las pruebas que nos envían son normales, es decir, si no tienen mayores complicaciones de salud, comienzan la terapia. Si tienen complicaciones mayores, como enfermedades asociadas, entonces sí que se tienen que poner en contacto con nuestros médicos porque hay que tratarles de una manera diferente. Nosotros siempre recomendamos a los ciberthinkers que se hagan análisis, y a partir de ahí empezamos a trabajar. Aquí tenemos consultas permanentes y cada 15 días visitan al médico. El ciberthinker tiene otro precio más ajustado, lógicamente, son 200 € al mes. Y también existe otra posibilidad más económica que consiste en no ver a ningún especialista, recibir un plan de alimentación, y asistir a la terapia de grupo online. Pero no es para todo el mundo, y cada persona tiene también que comprender qué es lo que necesita.

En la primera entrevista con el paciente, ¿vosotros también le orientáis sobre la terapia más adecuada en su caso particular?

Sí, nosotros siempre le damos una orientación y, por supuesto, tenemos una ética. Quiero decir que si yo considero que una persona no necesita el plan verde no le digo que lo haga para facturar. Thinking nace con una clara vocación de ayuda, aunque no pueda permitirme el lujo de hacerlo gratis, porque todos vivimos de nuestro trabajo. Pero es un método que nace después de haber comprendido bien que existe una vía para dejar de sufrir por el exceso de peso, y créeme, se sufre mucho, y en la soledad del gordo hay mucha lágrima.

En nuestros grupos aflora el ser humano, con sus grandezas y sus miserias, con sus limitaciones y sus capacidades maravillosas. Con su imaginación, con sus bloqueos, con su creatividad. Yo cada día que vengo aquí aprendo una lección de vida, y eso no tiene precio. Es un trabajo precioso, del que me enorgullezco enormemente porque sé que de alguna manera estoy ayudando. 

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