Héctor Grijalva

Médico neurólogo y psicoterapeuta Gestalt, autor de ‘Meditación Azteca’
El Dr. Grijalva, neurólogo y psicoterapeuta Gestalt, explica en su nuevo libro cómo practicar la meditación azteca, una actividad al alcance de todos, que produce mejoras a nivel físico, psicológico, y emocional.
Dr. Héctor Grijalva, autor de ‘Meditación azteca’
“La meditación provoca cambios fisiológicos: reduce el ritmo cardiaco y respiratorio, disminuye la tensión arterial, produce relajación muscular… Lo interesante es que también se ha comprobado que ocasiona modificaciones en el ADN”

12/11/2015

Héctor Grijalva Tamayo, médico neurólogo y psicoterapeuta Gestalt, es un experto en meditación, una actividad con la que todos podemos mejorar nuestra calidad de vida. El doctor Grijalva, que ha sido coordinador estatal de salud mental en Aguascalientes (México), donde reside en la actualidad, y que fundó y dirigió tres centro para la prevención del suicidio, acaba de publicar Meditación azteca (Plataforma Editorial, 2015), un libro que, según su autor, “es un manual para que cualquier persona, sin tener ningún entrenamiento previo, pueda meditar en casa”, escrito con un lenguaje sencillo, y que propone un tipo de meditación que invita a integrarse con la naturaleza, como hacían los aztecas, para resolver mejor los problemas cotidianos.

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Portada 'Meditación Azteca'

Su libro se titula ‘meditación azteca’, ¿qué características diferencian a esta terapia de otros tipos de meditación?

Tradicionalmente, cuando escuchamos la palabra meditación conectamos con disciplinas asiáticas; la diferencia es que la meditación azteca no tiene que ver con religión. Es una actividad que hacían los aztecas en su casa, no en los templos, algo completamente cotidiano. Además, no hay que tomar ninguna postura forzada para meditar, los aztecas lo que hacían era sentarse en el piso, casi siempre sobre una estera de palma tejida, y apoyaban su espalda en algo de madera, ya fuese un tronco, o una pared hecha de madera o de roca, porque buscaban siempre el contacto con la naturaleza. Hay una característica muy notable, y es que los aztecas tenían un incienso que se llamaba copal, pero no lo usaban para meditar, sino que ese incienso solo se quemaba para los dioses en el templo. En casa solían poner una vasija con frutas o con flores para percibir aromas de la naturaleza. Esas son algunas de las diferencias esenciales.

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Supongo que entonces, lo ideal sería que la meditación azteca se realizase al aire libre, bien en el jardín o terraza de la casa, o en el campo, un parque…

Sí, sería lo mejor. El libro es un manual para que cualquier persona, sin tener ningún entrenamiento previo pueda meditar en casa. No solamente se busca el bienestar en general, sino que alguno de los ejercicios que propongo, y en los que se mencionan ciertos animales, son para resolver problemas específicos. Por decir algo, alguna persona puede necesitar resolver el desapego con los hijos, o tolerar mejor su frustración, o reducir su agresividad, o utilizar mejor su fuerza; y entonces se toma alguno de los modelos que explico, y basta con leerlo, sentirlo, y eso puede ayudar, porque son ejercicios dirigidos a asuntos concretos.

El libro es un manual para que cualquier persona, sin tener ningún entrenamiento previo pueda meditar en casa, y algunos de los ejercicios que propongo son para resolver problemas específicos, como tolerar mejor la frustración, o reducir la agresividad, o utilizar mejor la fuerza

Dice entonces que cualquier persona es capaz de aprender a meditar siguiendo estas instrucciones, ¿también es bueno para los niños?

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Sí, se puede hacer con los niños, porque como ellos tienen mucha facilidad para identificarse con los animalitos, y una gran capacidad para la fantasía, les resulta muy sencillo, y se les puede enseñar a controlar sus impulsos, a manejar cualquier asunto que uno piense que está resolviendo mal el chiquillo. Se le ayuda haciéndole sentir ese animalito, y para ello se le cuenta una especie de historia breve. El ejercicio es muy sencillo, y consiste en ver las cualidades, las destrezas que tiene un animal, y que el pequeño las adopte como suyas, porque los animales no tienen defectos, son sus características solamente.

Los aztecas lo hacían de esta manera: cuando un niño nacía el padre ponía alrededor de la casa un círculo de ceniza, y a la mañana siguiente revisaba a ver cuál era el animal que había dejado su huella en ese círculo de ceniza, y al niño le ponían el nombre. Por ejemplo, si la huella era de un conejo, entonces el niño tenía un nombre y además se le llamaba tochtli, que significa conejo, y se le hacía sentir que él tenía las características del conejo, que es un animalito muy laborioso, muy trabajador, muy familiar, al que le gusta trabajar en grupo, que es muy solidario… Se le destacaban siempre las ventajas. Cuando el chico llegaba a la adolescencia, podía cambiarse el nombre si él ya se identificaba con algún otro animalito que era su nawal, su protector o animal totémico.

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¿Es cierto que la meditación puede producir cambios en el individuo no solo a nivel psicológico, sino también fisiológico?

Que la meditación provoca cambios fisiológicos es algo que se demostró hace muchos años: reduce el ritmo cardiaco y respiratorio, disminuye la tensión arterial, produce relajación muscular…, pero lo interesante es que recientemente muchos investigadores han comprobado que ocasiona modificaciones en el ADN. Los que hemos meditado durante mucho tiempo sabemos que es evidente que la persona cambia, que puede mejorar mucho su estilo de vida, y cambia su personalidad, su manera de responder…, mejora. Ahora ya sabemos que es real, y que es algo que sucede a nivel intraneuronal.

La meditación cambia el cerebro

El cerebro es plástico y continúa cambiando durante la vida adulta. ¿Actividades como la meditación pueden influir en la plasticidad del cerebro y mejorar, por ejemplo, la memoria o la capacidad de atención y aprendizaje?

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Definitivamente sí. Muchos de los premios Nobel que se han otorgado en los últimos 20 años tienen que ver con investigaciones en el campo de las neurociencias, particularmente a nivel del interior de la neurona, y han probado que el cerebro está en constante cambio, en constante adaptación. Esta neuroplasticidad, que ya demostró la doctora Levi-Montalcini –que recibió el premio Nobel por sus investigaciones sobre el crecimiento de las neuronas en 1986–, es la que garantiza que podamos seguir aprendiendo toda la vida, aun cuando el cerebro esté anciano, y conservar la memoria de lo aprendido. Ya no podemos aceptar esto que decían muchas personas: ‘es que así nací, y así soy y seré para siempre porque no puedo cambiar’. Esto no es real, porque todos podemos cambiar, y la meditación es una estrategia, un instrumento para el cambio, muy noble, muy suave y delicado, que se puede hacer en casa, y que solo necesita la voluntad de hacerlo y un poco de tiempo para dedicárselo.

Todos podemos cambiar, y la meditación es una estrategia, un instrumento para el cambio, muy noble, muy suave y delicado, que se puede hacer en casa, y que solo necesita la voluntad de hacerlo y un poco de tiempo para dedicárselo

¿Y habría que meditar a diario?

No, no necesariamente. Cuanto más se haga, mejor; cuando uno entra en ritual, en costumbre, lo que nos pasa a los que solemos meditar es que si no lo hacemos todos los días nos sentimos mal, pero no es obligación, y se puede hacer cuando se dispone de tiempo. Sé que a veces las actividades diarias lo sustraen a uno mucho, pero lo ideal es hacerlo siempre en un momento en el cual ya no hay compromiso: por la noche, por la tarde, cuando han terminado las labores y uno ya se va a retirar. A algunas personas les gusta hacerlo por las mañanas, y en el caso de tener tiempo y oportunidad de hacer ejercicio y, por ejemplo, salir a correr temprano, ese sería un buen momento, y si están en un parque o en un jardín se pueden recostar contra el tronco de un árbol. La meditación azteca dura poco; con unos cuantos minutos es suficiente.

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¿Ha comprobado en sus propios pacientes los beneficios de la meditación?

Yo soy médico neurólogo y comencé a hacer psicoterapia cuando veía que a algunos de mis pacientes que acudían por enfermedad neurológica, enfermedad cerebral, como epilepsia, o migraña, no resolvían su angustia, porque aunque se les diera un buen medicamento y la enfermedad se controlase, la angustia y la depresión no se resolvían, y yo sentía que necesitaba hacer algo más. Cuando empecé a hacer meditación y a hacerla con mis pacientes me di cuenta de que el resultado era otro, y llegué a ver pacientes con migraña a los que se les quitaba definitivamente, a pesar de que muchos de ellos habían recibido la indicación de su propio médico explicándoles que la migraña es para toda la vida, o epilepsias que se han solucionado. Es impresionante el cambio que se produce, y yo no tengo ninguna duda al respecto, porque he meditado durante muchos años y también he comprobado los efectos beneficiosos de esta actividad en mis pacientes.

Cuando empecé a hacer meditación y a hacerla con mis pacientes llegué a ver personas con migraña a las que se les quitaba definitivamente, a pesar de que muchas habían recibido la indicación de su propio médico explicándoles que la migraña es para toda la vida

En la presentación de su libro menciona haber recurrido en su consulta particular a las técnicas hipnagógicas, ¿en qué consiste esta técnica?

Hipnagógica significa una hipnosis que no es profunda. Hay muchas técnicas, pero se pueden clasificar dos grandes campos de hipnosis: la hipnosis clásica, en la cual el paciente se queda dormido y el terapeuta le habla al oído, y se espera que tenga un mensaje subliminal que siga atendiendo cuando despierte; y la hipnosis ericksoniana, que consiste en que el paciente no está totalmente dormido, sino en trance, una especie de sueño ligero, no muy profundo, en el que el paciente está relajado y no se puede mover, pero está consciente y escucha, e incluso puede hablar; eso es hipnagógico.

La meditación que hacían los aztecas es hipnagógica porque ellos mismos recitaban ciertos versos, ciertos cánticos, o la practicaban también con la ayuda de un familiar o un amigo que les leía las características del animal totémico, y entraban en un trance. En el libro aparecen algunos poemas rescatados de la cultura azteca, porque los aztecas eran muy poetas, lo eran todos sus grandes emperadores. Escribían mucha poesía, y en la conversación diaria su lenguaje era muy poético. Y repitiendo estos poemas con un ritmo muy particular entraban en trance hipnagógico, en esa especie de duermevela, muy ligerita, en la que la persona ni está totalmente dormida, ni totalmente despierta.

Ellos no utilizaban ningún tipo de droga ni sustancia alucinógena, ¿verdad?

No, los alucinógenos los utilizaban exclusivamente los sacerdotes, los curanderos. En la sociedad azteca había médicos, que hacían cirugía, utilizaban medicamentos, aplicaban yesos en casos de fractura…, y había curanderos o hechiceros, a los que se llamaba hombres-medicina u hombres-sanadores, que eran una especie de psiquiatras, porque trataban de aliviar enfermedades mentales, y ellos sí utilizaban los alucinógenos: los hongos, el peyote, todo tipo de hierbas alucinógenas, particularmente los cactus como el peyote, el mezcal, y la enorme variedad de hongos que producen estados delirantes.

Pero para meditar no se usaba nada, solamente el recurso de la poesía, el cántico, y la repetición de los relatos breves que he mencionado. La música de los aztecas era muy simple y únicamente utilizaban instrumentos de percusión y viento, flautas de caña, caracoles, tambores de madera o elaborados con la piel de algún animal… En la mayoría de las ocasiones, como se meditaba en casa, se hacía en silencio, aunque en el campo podían aprovechar el sonido del agua de un arroyo o del viento entre los árboles, pero básicamente se trataba de una actividad para practicar en silencio. 

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