Iván Ballesteros

Biólogo experto en inteligencia emocional, y autor de 'Quiero aprender cómo funciona mi cerebro emocional'
Iván Ballesteros, biólogo experto en inteligencia emocional, nos explica qué ocurre en nuestro cerebro cuando nos emocionamos, y cómo podemos lograr el equilibrio entre mente racional y emocional.
Iván Ballesteros
"La educación en emociones es muy importante. Conseguir entender, regular y construir un bienestar emocional adecuado es algo a lo que no podemos renunciar, pues sin este equilibrio es muy difícil encontrarse bien consigo mismo y con los demás"

14/09/2017

Las emociones constituyen un rasgo evolutivo que nos proporciona información relevante acerca de los cambios que se producen en nuestro entorno, y ha contribuido a que los seres humanos, entre otros mamíferos, nos adaptemos mejor a ellos. Iván Ballesteros, biólogo y doctor en Farmacología y Terapéutica Humana, investigador de la neurobiología de las emociones y experto en inteligencia emocional, ha publicado recientemente 'Quiero aprender cómo funciona mi cerebro emocional' (Desclée De Brouwer, 2017), un libro en el que nos explica las emociones desde el punto de vista de la biología, de una forma amena y fácil de comprender, porque la conducta, la forma de interactuar con los demás y de tomar decisiones o afrontar los problemas, los recuerdos, y hasta la salud, están firmemente vinculados a nuestro cerebro emocional.

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Portada 'Mi cerebro emocional'

Dices que las emociones constituyen un rasgo evolutivo que surgió en nuestros antepasados mamíferos para adaptarse mejor al entorno. ¿Tienen entonces los animales emociones?

Sí que las tienen. Tienen estructuras cerebrales como el sistema límbico, que se activan ante estímulos emocionales. Una de las emociones que más se ha estudiado en mamíferos es el miedo, cuyo patrón neurobiológico está muy conservado entre especies.

¿Hasta qué punto influyen nuestras emociones en la toma de decisiones?

Se cree que influyen mucho a la hora de ayudarnos a decidir en un amplio número de situaciones. Por ejemplo, cuando tomamos una decisión arriesgada, como aquellas asociadas a la pérdida de dinero, la activación de la amígdala de nuestro cerebro emocional va a ser determinante para decidir una cosa u otra. Pero, además, la emoción parece influenciar muchas de nuestras decisiones del día a día. Existen estudios que le dan mucho valor al componente inconsciente de nuestra mente como valor predictivo de si, por ejemplo, seguiremos junto a nuestra pareja en el futuro. Hay cosas que nuestro cerebro conoce aunque no las pensemos activamente, entre ellas la emoción, y estas cosas nos ayudan a tomar decisiones.

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¿Y en nuestro estado de salud? ¿Es posible que el bienestar emocional, las emociones positivas, faciliten la curación de una enfermedad o el alivio de sus síntomas?

Primero decir que no creo que existan emociones positivas o negativas. Las emociones son neutras, y las experimentamos porque nos proporcionan información acerca de cambios en nuestro entorno, aunque algunas emociones como la alegría nos son más agradables de sentir que otras. Cuando hablamos de bienestar emocional lo hacemos pensando en el equilibrio emocional, en un estado en el que no existe carga emocional. La carga emocional de la tristeza sería la depresión, mientras que la de la alegría sería la euforia. Esta carga emocional depende tanto de la intensidad de la emoción como de su duración en el tiempo, y el bienestar emocional se construye en base a nuestra inteligencia emocional: capacidad para regular la emoción, relativizar, ser optimista, ser proactivo...

Las personas que presentan un estado de bienestar emocional más elevado son más longevas y tienen mejor salud que aquellas con peores estados de bienestar emocional

Dicho esto, no hay una posición clara acerca de si nuestro estado de salud puede verse influido directamente por el bienestar emocional, pero lo que sí sabemos es que el bienestar emocional es un buen predictor de buena salud. Se ha observado que las personas que presentan un estado de bienestar emocional más elevado son más longevas y tienen mejor salud que las que presentan peores estados de bienestar emocional. Todo esto se ha estudiado en personas mayores a las que se monitorizó tanto su salud como su estado emocional durante varios años. Un ejemplo de estos estudios sería el ELSA (English Longitudinal Study of Aging).

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Cómo entrenar nuestra inteligencia emocional

¿En qué consiste la inteligencia emocional, y qué beneficios aporta?

Nosotros nos emocionamos y sentimos la emoción en nuestro cuerpo. Estas sensaciones son captadas por la mente, y elaboramos pensamientos sobre ellas. Cuando pensamos la emoción, generamos sentimientos. Hay muchas formas de pensar la emoción, tantas como maneras de ver el mundo; algunas de esas opciones son más adaptativas para nosotros que otras, y algunas pueden ser más o menos acertadas. A la manera en la que pensamos la emoción y actuamos ante ella se la denomina inteligencia emocional, al igual que a la manera, a la destreza, a la rapidez o exactitud con que resolvemos una ecuación matemática, la denominamos inteligencia lógica.

La inteligencia emocional ayuda a nuestro cerebro racional a entender lo que está pasando en nuestro cerebro emocional, y nos permite elaborar conductas para afrontar o cambiar determinadas situaciones

A partir de aquí, podemos entender que el beneficio de la inteligencia emocional es claramente adaptativo, porque una mayor inteligencia emocional nos va a permitir adaptarnos mejor a los cambios, al entorno, y nos va a proveer de un mejor estado de bienestar emocional. Podemos decir que la inteligencia emocional ayuda a nuestro cerebro racional a entender lo que está pasando en nuestro cerebro emocional. Además, nos permitirá pensar acerca de las situaciones emocionales concretas y elaborar determinadas conductas para afrontarlas o cambiarlas.

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¿Cómo podemos entrenarla?

Este tipo de inteligencia se puede entrenar, pero este entrenamiento tiene que ser muy experiencial. Nos tenemos que exponer a emociones, sentirlas, entender qué significan, trabajar nuestra mente racional. Esto ya lo hacemos todos los días, pues siempre estamos emocionándonos, pero también hay talleres especializados en los que se generan entornos seguros para que podamos experimentar la emoción con otros participantes. Estos talleres son vivenciales y suelen durar unos tres o cuatro días, lo que permite una inmersión profunda en nuestras emociones. En ellos se piensa continuamente sobre la emoción, y esto es entrenamiento puro y duro. Es como ir al gimnasio.

Emociones adaptativas

¿Hay emociones 'malas', que debiéramos luchar por erradicar, o todas nos sirven para algo?

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Como comentaba antes, no creo que haya emociones buenas o malas; todas nos traen información. La emoción no se puede erradicar, simplemente ocurre. Lo que sí es interesante, es reflexionar acerca de momentos en nuestra vida que se repiten, y que además no son adaptativos para nosotros o nuestro entorno. Si identificamos esas conductas y situaciones que no nos gustan podremos trabajar proactivamente para cambiarlas. De hecho, existen estrategias psicológicas específicas para afrontar cada problema, y un buen trabajo psicológico repercutirá en las emociones asociadas al problema a trabajar.

Algunas de las situaciones que vivimos se permanecen en nuestra memoria como grabadas a fuego. ¿Las emociones asociadas a las experiencias influyen a la hora de recordarlas más y mejor?

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Sí, la emoción influye en nuestra capacidad para almacenar recuerdos. Biológicamente, la memoria se encuentra en una estructura denominada hipocampo, que está muy próximo a la amígdala cerebral, y cuando la amígdala se activa ante la emoción modifica la capacidad del hipocampo para registrar memorias. Dicho de otra forma, los recuerdos que tienen un componente emocional se registran mejor, y esto es muy fácil de entender porque si nos ponemos a recordar nos daremos cuenta de que nuestros recuerdos más vívidos están asociados a emociones.

Los recuerdos que tienen un componente emocional se registran mejor, y si nos ponemos a recordar nos daremos cuenta de que nuestros recuerdos más vívidos están asociados a emociones

Cuando hablas de las funciones de la amígdala cerebral pones el ejemplo de un individuo que no es capaz de sentir miedo, ni de experimentar los síntomas que provocan las situaciones potencial o realmente peligrosas. ¿Puede constituir la incapacidad para sentir miedo un riesgo en sí misma?

Si no sentimos miedo nos convertimos en personas temerarias; no evaluamos los riesgos que pueden acarrear determinadas situaciones. Cuando hablo en el libro de “Juan sin miedo” lo que se observa también en este tipo de personas que tienen incapacidad para experimentar miedo es un incremento de sus ingresos en hospitales. Es decir, si no sentimos miedo, asumimos muchos más riesgos en nuestra vida, lo que se traduce en una mayor probabilidad de que suframos accidentes. El miedo, en positivo, es la emoción más adaptativa que existe.

El miedo, en positivo, es la emoción más adaptativa que existe

Plasticidad cerebral y modificación de conductas

Dices que la plasticidad cerebral se mantiene durante toda la vida, y que aunque siempre seremos capaces de generar nuevas sinapsis, cada vez nos cuesta más porque tendemos a aprovechar las que ya poseemos. ¿Qué beneficios tiene seguir creando sinapsis? ¿Podemos hacer algo para mejorar esa plasticidad cerebral cuando ya somos adultos?

Crear nuevas sinapsis es una función biológica que no podemos controlar, pues es intrínseca al funcionamiento de nuestro cerebro. La función de nuestro sistema nervioso es la de permitirnos interactuar con nuestro entorno y, dado que el entorno cambia continuamente, nuestro cerebro también necesita reorganizarse y para ello crea y destruye sinapsis continuamente. El no hacerlo nos condenaría a no poder adaptarnos a los cambios, lo que sería tremendamente perjudicial para nuestra supervivencia.

Ampliar nuestros aprendizajes vitales de manera continuada nos va a permitir mantenernos en un estado cerebral activo, lo que nos puede proporcionar muchas satisfacciones, porque el cerebro está para usarlo

Abrirse a nuevas experiencias, aprender nuevas cosas, reevaluar nuestras creencias, buscar nuevas formas de resolver los problemas y optimizar continuamente nuestro trabajo diario, leer, escuchar música, ver películas, aprender otro idioma, viajar, diversificar nuestras relaciones sociales… Todo esto va a poner a nuestro cerebro en situaciones de continuo aprendizaje y adaptación, lo que repercutirá en nuestra plasticidad cerebral. Parece sencillo, pero en general tendemos a hacer siempre lo mismo. Me gusta poner aquí el ejemplo de ir al gimnasio, porque muchas veces no nos apetece y nos puede resultar agotador porque requerimos de energía para trabajar nuestros músculos. El cerebro es igual que un músculo, y cuando aprende y repite algo que nos aporta un beneficio aceptable para nuestra vida no nos apetece cambiarlo, pero en nuestra mano está decidir intervenir para hacerlo. No creo que tengamos que estar continuamente sometidos al estrés del cambio, no creo en la “vigorexia cerebral”, pero pienso que ampliar nuestros aprendizajes vitales de manera continuada nos va a permitir mantenernos en un estado cerebral activo, lo que nos puede proporcionar muchas satisfacciones. El cerebro está para usarlo.

La historia de Phineas Gage, el obrero cuya personalidad cambió (para mal) tras sufrir un accidente que dañó su lóbulo frontal, demuestra que nuestras emociones y comportamiento pueden alterarse al intervenir sobre el cerebro. ¿Podría producirse también un cambio positivo, por ejemplo la cura de una adicción, si fuésemos capaces de modificar el área cerebral involucrada en esa conducta?

Esta pregunta es muy interesante. Actualmente estamos aprendiendo cómo funciona nuestro cerebro, pero aunque parezca que sabemos mucho sobre esto, aún queda un gran camino por recorrer para comprender toda su complejidad. En la última década, la investigación en neurociencia está empezando a contar con iniciativas muy prometedoras, la 'BRAIN initiative' americana y el 'Human Brain Project' europeo son dos plataformas que están desarrollando estudios cooperativos entre muchos laboratorios de investigación a escala global, y que intentarán aportan más luz sobre cómo funciona nuestro cerebro. Teóricamente, si conseguimos entender muy bien el funcionamiento del cerebro podremos desarrollar nuevas estrategias terapéuticas para combatir los trastornos mentales, y entre estas posibilidades terapéuticas podría incluirse lo que comentas sobre modificar la actividad específica de un área cerebral para corregir una conducta perjudicial.

Si conseguimos entender muy bien el funcionamiento del cerebro podremos desarrollar nuevas estrategias terapéuticas para combatir los trastornos mentales

Esto requiere de una gran inversión de dinero y de capital humano, pero estoy convencido de que los beneficios superarán ampliamente a los costes y podremos contar con una nueva terapéutica del siglo XXI para el tratamiento de las enfermedades mentales. Además de la investigación, creo que es muy importante la educación en emociones. Conseguir entender, regular y construir un bienestar emocional adecuado, es algo a lo que no podemos renunciar, pues sin este equilibrio es muy difícil encontrarse bien consigo mismo y con los demás.

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