Dra. Rafaela Santos

Neuropsiquiatra y presidenta del Instituto Español de Resiliencia
La Dra. Santos, neuropsiquiatra y experta en estrés postraumático, nos habla sobre la resiliencia y cómo podemos desarrollar esa capacidad –que en algunos es innata– para afrontar y superar las experiencias difíciles.
Dra. Rafaela Santos
“Hay que trabajar el desarrollo de la resiliencia como la capacidad de saber afrontar las adversidades de la vida y fortalecerse; no solamente resistir, aguantar, sufrir…, sino aprender que forman parte de la vida”

18/11/2015

La Dra. Rafaela Santos, presidenta del Instituto Español de Resiliencia y de la Fundación Humanae, y miembro de la Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático, participó como ponente en la última edición de El ser creativo, hablando de su especialidad, el cerebro humano. Esta especialista en neuropsiquiatría, es autora de Levantarse y luchar (Conecta, 2013), un libro en el que ofrece herramientas prácticas para afrontar y superar experiencias difíciles, y está convencida de que todos podemos desarrollar la resiliencia y aprender a aprovechar nuestros recursos para resolver los problemas y encontrar nuevos objetivos. Hablamos con la Dra. Santos sobre las características de las personas resilientes y cómo podemos adoptar la actitud adecuada frente a las adversidades.

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Tu ponencia en la última edición de El ser creativo versaba sobre el cerebro y sus laberintos. Ayudarnos a salir del laberinto, ¿es tarea de la psiquiatría o de la psicología?

Me invitaron a hablar sobre el cerebro, y si me hubieran dicho ‘el cerebro es un misterio’, o ‘los misterios del cerebro’, habría dicho ‘no’, ‘no es un misterio’, porque el cerebro es algo que se puede estudiar, se puede cuantificar, se puede medir, y quizás no sabemos muchas cosas todavía, pero es una ciencia, no un misterio. Sin embargo si me dicen ‘el cerebro es un laberinto’, eso sí es cierto, porque precisamente cuando te metes en un laberinto lo que ocurre es que te desorientas o te pierdes, y para eso hace falta el estudio del cerebro, la psiquiatría… para ayudar a la gente a salir cuando se ha perdido. Y es un laberinto apasionante.

“Actualmente mucha gente acude a la consulta del psiquiatra porque está perdida, porque está desorientada en cuestiones de la vida. A lo mejor en relaciones de pareja, en relaciones con los hijos, en el trabajo, o porque han tenido pérdidas”

El oficio del psiquiatra –psique significa mente, y tría orden– es poner orden en la mente. Muchas veces ese desorden viene causado por patologías, y tenemos que dar fármacos, medicación, hacer un buen diagnóstico…, pero hoy mucha gente viene a la consulta porque está perdida, porque está desorientada en cuestiones de la vida. A lo mejor en relaciones de pareja, en relaciones con los hijos, en el trabajo, o porque han tenido pérdidas, pérdidas importantes que afectan, porque en primer lugar el aspecto emocional es muy importante en los seres humanos, y el cerebro tiene mucho que ver en las emociones, ya que hemos descubierto la parte emocional del cerebro, que hace 20 años no conocíamos.

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¿Sería conveniente que los que nos consideramos ‘sanos’ también consultáramos alguna vez al psiquiatra?

Yo creo que se ha dejado de ver ya al psiquiatra como al médico de los locos. Actualmente la psiquiatría y la psicología aportan mucho a la salud mental, y muchas personas vienen a la consulta porque necesitan ser más felices, algo que es muy importante para cualquiera. Uno de los programas en los que estamos trabajando es el desarrollo de la resiliencia, como la capacidad de saber afrontar las adversidades de la vida y fortalecerse, no solamente resistir, aguantar, sufrir…, sino aprender que forman parte de la vida, y que cuando uno conoce el potencial de su cerebro, no tiene que tener miedo.

¿Y cuáles son las aplicaciones de la neurociencia a la psicología?

Ahora se están trabajando mucho las terapias de tercera generación, que para la neurociencia son muy interesantes, porque lo que vemos es que el cerebro está demasiado estimulado, en continua activación, y viene muy bien utilizar algunas técnicas que le hagan pararse un poco, recuperar el sosiego, no solamente con el descanso que proporciona el sueño, sino con el mindfulness, con las terapias de tercera generación, de aceptación y compromiso, que permiten que el cerebro no esté tan activo, sino que se frene. Simplemente practicando lo que yo llamo la respiración observada, que es una respiración profunda, serena, tranquila; solamente respirar adecuadamente ya serena el sistema nervioso central. El sueño reparador hace que el cerebro se recupere, pero también le podemos ayudar con este tipo de terapias.

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A lo largo de tu carrera profesional habrás visto muchos casos de personas con traumas asociados a experiencias desagradables, ¿has observado reacciones muy diferentes frente a una situación similar?

Cuando el estrés que sufre una persona está por encima de sus capacidades de poder asumirlo puede sufrir una patología con mayor facilidad, no solo psicosis, sino cualquier tipo de trastorno mental. Yo pertenezco a una sociedad científica especializada en estrés postraumático que creamos en el año 2000, y he presidido durante ocho años hasta hace 15 días, y hemos observado que ante un acontecimiento traumático, que por otra parte todos vamos a pasar a lo largo de la vida por distintas experiencias difíciles que son potencialmente traumáticas –como mínimo de dos o tres nadie se va a librar (dolor, enfermedad, muerte de seres queridos…)– algunas personas sucumbían y teníamos que ayudarlas psiquiátricamente a recuperarse porque estaban rotas. Pero también hemos visto personas que, de una manera espontánea, crecían, e incluso se producía un crecimiento postraumático, porque después del trauma parecía que eran mejores, más fuertes, y podían afrontar sin miedos el futuro. Queríamos comprobar si ese crecimiento que se da de forma natural en algunas personas se podía desarrollar, y hemos visto que todo el mundo tiene ese potencial dentro, pero que es necesario aprender a desarrollarlo, y no lo llamamos crecimiento postraumático, sino resiliencia, para que la palabra no se asocie a un trauma, ya que la resiliencia la puede desarrollar cualquier persona sin haber sufrido ningún trauma.

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El poder de la resiliencia

¿Qué opinas de la capacidad de resiliencia de los españoles frente a la crisis económica que todavía estamos atravesando? ¿Crees que hemos sabido hacer frente a los problemas, o nos quejamos demasiado y esperamos que las soluciones vengan de fuera?

Yo creo que el español tiene muchos recursos para levantarse y luchar. Lo que pasa es que como antes de la crisis hemos vivido unos años de bonanza y bienestar, en los que todo era más o menos cómodo, y aunque en distintos grados la mayoría de la gente tenía una vida bastante resuelta, en esas épocas de bonanza uno se relaja y se acomoda, y hace falta que llegue un momento más difícil para sacar el potencial que llevamos dentro. Creo que el español es resiliente, pero ahora tiene que aprender a desarrollar los recursos que posee. También es verdad que la actitud frente a los problemas tiene mucho que ver con la educación, y la educación que hemos recibido en los últimos años es muy sobreprotectora.

“Creo que el español tiene muchos recursos para levantarse y luchar, pero en los años de bonanza y bienestar uno se relaja y se acomoda, y hace falta que llegue un momento más difícil para sacar el potencial que llevamos dentro” 

Hablando de sobreprotección, ¿se puede educar a un niño para que se convierta en un adulto resiliente sin afectar a su ilusión infantil?

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Efectivamente. Un estrés tolerable, asequible para esa persona teniendo en cuenta entre otros factores la edad que tenga, fortalece la resiliencia y le convertirá en un adulto más fuerte y preparado para afrontar las dificultades. Sin embargo, cuando el estrés se hace demasiado grande o difícil de sobrellevar, como puede ser en el caso de un niño un abandono, un maltrato, miedos como los que le pueden producir el hecho de vivir en un entorno familiar desestructurado –en la sociedad actual las familias están muy rotas–, y le supera, entonces se hace vulnerable y eso afectará también a su vida futura.

¿Es posible medir la resiliencia que tiene una persona?

Nosotros tenemos una escala, que precisamente hemos presentado hace 15 días en un congreso internacional en el Colegio de Médicos, que mide la vulnerabilidad y la resiliencia. Esta escala la utilizamos desde hace cinco años en la clínica, y ahora la estamos desarrollando en una App que sirve también como herramienta de screening para grandes catástrofes; por ejemplo, un 11M donde hay un montón de gente afectada, y lógicamente primero hay que ocuparse de las personas con heridas físicas, pero luego tienes que plantearte a quién atiendes antes cuando te encuentras con 100 personas que necesitan apoyo psicológico, y con esta App en dos o tres minutos puedes dividir a los damnificados en tres grupos: muy vulnerables, normales y resilientes, lo que facilita la atención, por lo que la hemos presentado como una herramienta de screening para grandes grupos.

“La persona resiliente ve los acontecimientos o las dificultades de la vida como algo normal que forma parte de la existencia. No piensa qué mala suerte he tenido o ¿por qué me pasa esto a mí?” 

¿Cuáles son las principales características que tienen las personas que son resilientes y que necesitan adquirir las que no lo son?

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La persona resiliente ve los acontecimientos o las dificultades de la vida como algo normal que forma parte de la existencia. No piensa ‘qué mala suerte he tenido’ o ‘¿por qué me pasa esto a mí?’, sino que piensa ‘¿por qué no?’. Por ejemplo, hay personas que frente a un despido piensan ‘me ha tocado a mí’ y ‘voy a ver qué hago ahora’, y no ‘qué mala suerte, me han arruinado la vida…’. Y lo mismo en casos más graves como un accidente, o un diagnóstico difícil, incluso en diagnósticos como el cáncer, ya que consideran que es parte de la vida.

Y esa es la manera adecuada de gestionar estas situaciones; no mirando hacia atrás y lamentándonos por lo que hemos perdido, sino pensando que eso ya te ha sucedido y cómo puedes afrontar la vida con lo que te queda para seguir siendo productivo, feliz… Esa es la primera característica que vemos en la persona resiliente, y que tenemos que enseñar al que carece de ella, y se llama aceptación. El segundo paso sería planificar qué puedo hacer en la situación en la que me encuentro, y empezar a buscar los recursos necesarios; en esta fase afloran de nuestro interior capacidades que quizás estaban dormidas y que ante una dificultad empiezan a surgir; esa es la adaptación. Y el tercer paso, que en el tratamiento se individualiza dependiendo de la personalidad del paciente –como si se tratase de un traje a medida–, es el crecimiento; crecimiento hacia dónde quiero ir, qué otros objetivos me puedo plantear… Esos son los tres pasos o etapas fundamentales, aunque la escala tiene diez dimensiones que permiten saber en qué punto se encuentra la persona más vulnerable.

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