El bebé ni duerme ni deja dormir, ¿qué hacemos?

Actualizado: 9 de julio de 2025
Fiebre, hambre, calor, un pañal sucio… pueden hacer que el bebé se despierte por la noche. Esto es lo normal, lo que ya no es tan normal es que el bebé tenga dificultades para dormirse solo a partir de los seis meses, sufra frecuentes despertares nocturnos (de tres a quince veces sin que puede volver a dormirse sin ayuda), se despierte con cualquier ruido y duerma menos horas de lo que sería normal para su edad.
Qué pueden hacer los padres ante el insomnio del bebé
Las consecuencias del insomnio infantil saltan a la vista: irritabilidad y nerviosismo, casi siempre acompañados de llanto, posibles problemas de crecimiento, excesiva dependencia de quien lo cuida, etcétera, a lo que hay que sumar los síntomas de unos padres que tampoco descansan bien: agotamiento, sentimiento de culpa, sensación de estar haciéndolo mal, discusiones de pareja. ¿Qué hacer entonces?
Además, se puede:
El insomnio en bebés no es señal de que el niño tenga un problema de salud, sino de que necesita ayuda para desarrollar su capacidad de dormir de forma autónoma. Es un aprendizaje, y como tal, requiere acompañamiento, paciencia y coherencia.
El límite de los cinco años
Según los expertos, un niño que a los cinco años no ha superado su problema de insomnio tiene más posibilidades de padecer trastornos de sueño el resto de su vida que otro que duerma bien. Este umbral de los cinco años tiene base clínica, evolutiva y práctica:
A partir de los 5 años, la arquitectura del sueño de los niños se ha estabilizado casi por completo, asemejándose mucho a la del adulto. Además, el niño ha adquirido más autonomía para dormirse solo y regular su comportamiento sin depender tanto de rutinas impuestas por otros.
Antes de esa edad, los despertares nocturnos y los problemas de conciliación del sueño son muy frecuentes y, en muchos casos, considerados variaciones normales del desarrollo, no necesariamente patológicos. De hecho, algunos estudios apuntan que hasta un 30-50% de los menores de 5 años presentan despertares nocturnos habituales sin que ello implique un trastorno formal.
A los cinco años, el niño ya es capaz de comprender instrucciones, anticipar rutinas y aplicar técnicas conductuales que forman parte del tratamiento del insomnio, como el refuerzo positivo o las técnicas de extinción gradual.
Por otro lado, antes de los cinco años, la intervención se basa casi exclusivamente en el acompañamiento familiar, ajuste de rutinas y educación del sueño. A partir de los cinco, si persiste el insomnio, se pueden considerar estrategias más estructuradas —como la terapia cognitivo-conductual para el insomnio infantil—, y descartar otras causas médicas, como ansiedad, TDAH o síndrome de piernas inquietas.
Creado: 3 de enero de 2011