Orígenes y composición de la lavanda
Actualizado: 5 de septiembre de 2022
Planta típica del paisaje mediterráneo, la lavanda o espliego es un arbusto perenne con flores de color morado en forma de espiga. De la treintena de variedades que existen, la más conocida es la Lavandula officinalis o Lavandula spica.
Su vistosidad e inconfundible aroma hacen de ella una planta ornamental por excelencia, aunque también posee numerosas y muy beneficiosas propiedades tanto en el ámbito medicinal como en el de la cosmética.
Originaria de la cuenca del Mediterráneo occidental, entre los países productores de lavanda destacan lugares tan distantes como Francia –principal productor–, España, Bulgaria, Argentina, Japón o la India.
Su nombre deriva del latín ‘lavar’ y hace referencia al uso originario de la lavanda, que no era otro que el de emplearla para los baños como si de un jabón se tratara. De hecho, esta situación no ha variado mucho en la actualidad, ya que está presente en la composición de numerosos productos de higiene.
Composición de la lavanda
El principal componente de la lavanda es el aceite esencial, muy rico en alcoholes terpénicos tales como el geraniol o el linalol que son, junto con otros de sus componentes, los responsables de su principal propiedad, que no es otra que la de tener un efecto calmante.
Otro elemento destacado de la lavanda son los taninos. Se trata de compuestos fenólicos que están presentes, por ejemplo, en las uvas (y por consiguiente en el vino), en bebidas como el café o el té o en frutas tales como la granada o la manzana.
Los taninos son astringentes y antiinflamatorios, pero si tienen una propiedad realmente conocida es la de ser unos potentes antioxidantes. Esto es, se trata de compuestos que protegen las células de nuestro organismo de la acción de los radicales libres. Su acción reduce notablemente los efectos de la vejez y disminuye el riesgo de padecer patologías degenerativas tales como cáncer o alzhéimer.
Creado: 10 de noviembre de 2011