Inducir el parto o, lo que es lo mismo, estimular el inicio de las contracciones uterinas antes de que estas comiencen de forma espontánea, así como aumentar la intensidad, duración o frecuencia de dichas contracciones cuando el trabajo de parto sí se ha iniciado espontáneamente, podría estar asociado con un mayor riesgo de que el bebé sufra autismo.
Estas son las conclusiones a las que ha llegado un estudio llevado a cabo en Estados Unidos por un grupo de investigadores liderados por Simon Gregory G., del Centro Médico de la Universidad Duke de Durham (Carolina del Norte), y que se ha publicado en ‘JAMA Pediatrics’.
Los autores del trabajo se sirvieron del acta de nacimiento de 625.042 bebés nacidos vivos y bases de datos de investigación educativa de Carolina del Norte, para intentar determinar si los partos inducidos o prolongados, o ambas situaciones, podrían incrementar las posibilidades de que los niños sufrieran autismo.
Se observó, además, que la asociación entre inducción del parto y autismo era mayor cuando los bebés eran varones
Los resultados de esta investigación mostraron que aquellos niños que habían nacido mediante un parto inducido, o en el que se había producido una prolongación o aumento del trabajo de parto, presentaron un mayor riesgo de autismo, tras evaluar otros factores como la salud de la madre, o condiciones relacionadas con el embarazo o la situación socioeconómica. Se observó, además, que la asociación entre inducción del parto y autismo era mayor cuando se trataba de varones.
Los investigadores concluyen que se precisan estudios adicionales para comprender las posibles explicaciones de esta relación, analizando, por ejemplo, aquellas condiciones del embarazo que pueden influir para que sea necesario inducir o aumentar el trabajo de parto, así como los tratamientos que se emplean para ello.