Dra. Paloma Gil

Doctora especialista en endocrinología y nutrición y autora de 'Los niños sí comen verdura'
Para que la dieta de los niños sea saludable hay que elegir alimentos frescos y naturales y evitar los procesados. La Dra. Gil, experta en endocrinología y nutrición, explica qué deben y qué no deben comer nuestros hijos.
Paloma Gil
“Las grasas no saludables no solo aumentan el riesgo de tener un accidente cerebrovascular sino que, si hablamos de los niños, influyen en el desarrollo de su cerebro”

25/07/2018

Es fundamental que los adultos estén convencidos de lo importante que es que los niños coman bien, que estén informados y, sobre todo, que prediquen con el ejemplo, afirma la Dra. Paloma Gil, especialista en endocrinología y nutrición, colaboradora del programa La Báscula de Canal Sur, y autora de Los niños sí comen verdura (Libros Cúpula, 2018), un libro con el que pretende explicar a los padres qué deben comer sus hijos, y qué no.

PUBLICIDAD

Esta experta en alimentación infantil es consciente de que parte con desventaja frente a la “competencia desleal” de la industria alimentaria, que con su publicidad y su marketing hacen apetecibles productos que no deberían ser habituales en nuestra dieta. Y explica que el rápido paso de una sociedad en la que escaseaban los alimentos, a otra en la que hay un excedente, ha provocado que los niños “pasen de comer poco, a comer mal”.

Afirma, sin embargo, que es “optimista” y cree que caminamos hacia una sociedad más sana. Un proceso en el que nosotros, como consumidores, debemos tomar mayor consciencia de nuestro poder y asumir un papel protagonista para hacer cambiar a la industria alimentaria. El primer cambio comienza en casa porque si un niño come sano en casa “el día de mañana comerá bien y será un consumidor informado”. ¡Manos a la obra!

PUBLICIDAD


Los niños sí comen verdura

Los padres parecemos cada vez más preocupados por la educación de nuestros hijos pero, ¿crees que damos tanta importancia por regla general a la educación nutricional?

No. Es verdad que cada vez hay más información respecto a lo importante que es un buen desarrollo para los niños. Sin embargo, nos olvidamos de que dos de las cosas fundamentales para un niño son dormir bien y comer bien.

¿Por qué piensas que precisamente nos dejamos la alimentación en el tintero cuando buscamos que nuestros hijos se desarrollen bien?

No se le ha dado tanta importancia porque la sociedad ha cambiado mucho. Hace menos de 100 años la preocupación era que un niño pudiera comer. Sin embargo, muy rápidamente, ha empezado a haber no solo un exceso de comida, sino también un exceso de productos ultraprocesados que vemos como comida, pero que no lo son. Este cambio tan drástico ha hecho que los niños pasen de comer poco, a comer mal.

Cuesta hacer entender que en una sociedad con exceso de comida sea mejor que el niño no coma, a que coma cualquier alimento insano

Tu libro 'Los niños sí comen verduras' parte de tu formación como doctora especialista en endocrinología y nutrición, pero también de tu experiencia como madre de tres hijos. ¿Es difícil educar a los hijos en una buena nutrición en un contexto obesogénico como el que vivimos?

PUBLICIDAD

No, no es difícil. Lo que es fundamental es que uno esté convencido de lo importante que es que los niños coman bien, que esté informado y, sobre todo, que predique con el ejemplo. Lo que no podemos pretender es que nuestros hijos coman bien si nosotros no comemos bien.

En un fragmento de la introducción reconoces que te ha sido muy difícil hacer entender que es preferible que tu hijo no coma nada durante una comida, a que coma lo que le dé la gana, generalmente alimentos no saludables. ¿Por qué crees que cuesta tanto erradicar esa ida de “por lo menos así come algo”?

Creo que cuesta erradicar ese “por lo menos así come algo” justamente porque durante mucho tiempo el problema de la población en general ha sido el buscar comida, así que hoy cuesta hacer entender que en una sociedad con exceso de comida sea mejor que el niño no coma, a que coma cualquier alimento insano. Un niño no se va a desnutrir porque de vez en cuando no coma algo. Pero es cierto que los padres no pueden darse cuenta de esto hasta el momento en que lo ponen en práctica y ven que no es tan difícil, que un niño no se va a morir de hambre por no merendar. Los niños son seres inteligentes y van por objetivos. Si ellos saben que si se oponen a comer tú les das lo que quieren, siempre comerán lo que quieren.

Ningún padre quiere que su hijo enferme, sin embargo, con la alimentación actual les estamos dañando

De todas formas, lo que yo pretendo con este libro es informar a la gente, explicarles qué es lo que conviene a los niños, porque también es verdad que competimos contra una industria que mueve mucho dinero en publicidad, en marketing, en hacer que los productos que venden para los niños se compren más fácilmente, y que a ellos les encanten. Es una competencia muy desleal, y si no tienes la información adecuada es muy difícil convencer a tu hijo de que la galleta rellena de chocolate no le conviene. Ningún padre quiere que su hijo enferme, nadie hace daño conscientemente a sus hijos y, sin embargo, con la alimentación actual les estamos dañando.

PUBLICIDAD

Controlar el consumo de azúcar, grasas y sal en los niños

La mayoría de los niños españoles superan a diario las recomendaciones de la OMS sobre el consumo de azúcar. ¿Qué ejercicio recomendarías a unos padres para que sean conscientes de la cantidad de azúcar que toman sus hijos a diario?

Desde luego lo más fácil es leer las etiquetas de los envases e ir sumando gramos, porque verdaderamente la mayoría de azúcar que consumimos no es el que añadimos nosotros a los alimentos con la cucharita, sino que proviene de los alimentos procesados. Y hay gente que te dice, “claro, es que es tan difícil leer las etiquetas…”. Bueno, pues entonces la solución quizás pasaría por comprar menos productos envasados, ¿no? Por comer comida real, alimentos que existían ya hace 60 años. Ahí no te equivocas. Los yogures eran yogures, los dulces eran caseros, el tomate frito se hacía en casa sin azúcar. Hoy es infinito el azúcar que tiene todo.

El consumidor tiene que empezar a ser más exigente a la hora de comprar, porque lo que te ahorras en comida basura lo pagarás en salud

Las grasas trans han sido vilipendiadas, al igual que el aceite de palma. Mi sensación es que buscamos productos sin esos ingredientes, que sin embargo tienen otros igual de nocivos, como los azúcares. ¿Crees que falta formación nutricional para que sepamos leer las etiquetas, y de ese modo saber mejor qué comemos?

PUBLICIDAD

Sí, sí que hace falta, pero creo que más que informar a la población sobre los ingredientes y sobre las etiquetas, lo que debería hacerse es volver más a alimentos preparados en casa. La cuestión de las grasas que comentas, por ejemplo, también es muy importante, porque el problema de las grasas no saludables no es solo que puedas tener un accidente cerebrovascular, sino que si hablamos de los niños influyen en el desarrollo de su cerebro. El cerebro es un órgano que necesita de las grasas para un adecuado desarrollo, y si un niño consume grasas trans, esas grasas malas están compitiendo con las grasas buenas, de forma que el desarrollo cerebral de ese niño será peor.

De poco sirve que reduzcamos el uso de sal en casa si luego nuestros hijos se toman más de la que necesitan en un paquete de patatas fritas

Por eso creo que, además de más información, también habría que adquirir una mayor toma de conciencia para que los ciudadanos como consumidores hagamos cambiar a la industria alimentaria. Es decir, si hay algo que es malo para la salud, no lo vendas. Y mucho menos para los niños. Si lo vendes porque es más barato, encarece el producto y la gente sabrá lo que compra. El consumidor tiene que empezar a ser más exigente a la hora de comprar, porque lo que te ahorras en comida basura lo pagarás en salud.

PUBLICIDAD

La sal tampoco es inocua, pero prestamos menos atención a su consumo que al de azúcar, con lo cual también solemos sobrepasar los límites marcados por la OMS. ¿Qué consejos darías a unos padres para reducir la ingesta de sal?

Lo más importante es cocinar sin echar prácticamente sal, al menos para los niños. Pero volvemos a lo mismo que en el caso del azúcar: el problema no es tanto la sal que echamos a los alimentos, como la sal que ya llevan los alimentos procesados. ¿Cuántas veces, por ejemplo, no damos a un niño un paquete de gusanitos, lleno de sal, para que esté tranquilo? E igual que eso las palomitas, las patatas fritas, y todos los aperitivos salados. Así que de poco sirve que reduzcamos el uso de sal en casa si luego se toman más de la que necesitan en un paquete de snacks.

Y otra cosa muy importante que siempre me gusta recalcar respecto a estos ingredientes: las leyes deberían ser mucho más protectoras con el menor. ¿Cómo se permite vender a niños bollería o helados sin envasar, donde no puedes ver los ingredientes, como pasa en muchas cadenas de comida rápida? No sabes el azúcar que llevan, si están hechos con grasa de palma… Eso debería legislarse, y en todo caso que los productos vayan acompañados de carteles que alerten sobre su peligrosidad para la salud o que, por ejemplo, prohíban comprarlos a menores de 18 años. El niño debería estar protegido por los adultos.

Menús saludables para niños basados en productos frescos

Tenemos claro que lo ideal es que los niños coman frutas y verduras, pero muchos padres se quejan de que les resulta imposible hacer que sus hijos las coman e, incluso, que las prueben. ¿Cómo hacer apetecibles a los niños estos productos que deben ser la base de una buena alimentación?

La única manera de hacer que un niño coma bien es darle buena comida. Hay que planificar los menús partiendo de la base de que sean saludables, y esa comida reflejada en el menú es la que se le debe ofrece. Y habrá veces en que el niño proteste más, y otras en que lo haga menos. En mi opinión nunca se les debe obligar a que se lo coman, pero sí es verdad que al menos hay que animarles a probar. Es cierto que dependiendo de cada niño puede haber un tipo de verdura que les guste más que otro. Podemos favorecer esa preferencia, pero no debemos hacer un menú en base a sus gustos, sino en base a su salud.

Es decir, un niño debería comer legumbres al menos dos veces por semana, y verdura todos los días. Y si le gustan los purés, quizás dos o tres días podemos hacer puré, pero habrá otros en que se tenga que comer las judías verdes. No soy partidaria de esconder las verduras, pero hay que facilitar las cosas. Por ejemplo, si de primero hay espinacas que no le gustan mucho a tu hijo, de segundo le puedes poner algo que le encante, como un filete de pollo. Hay que hacer del momento de la comida algo agradable para todos, pero siempre pensando en la salud.

Antes me has comentado la importancia del ejemplo que damos los padres. ¿Hasta qué punto son importantes también los alimentos que pongamos a su disposición en casa?

En una casa un niño no debería tener a su disposición alimentos que no son saludables, de la misma forma en que no pones a su alcance medicamentos o alcohol. Un niño aprenderá a comer como come en su casa. Si en su casa come bien, el día de mañana comerá bien y será un consumidor informado. Al final, tú le vas educando en que hay ciertos alimentos que no son buenos para su salud y que no puede comer a diario. Luego irá a cumpleaños en los que se pondrá hasta arriba de comida basura. No pasa nada. Ese no es el problema, el problema es el día a día.

La industria nos pone en las estanterías los productos que nos gustan; de nosotros depende no comprarlos

De todas formas, estoy convencida de que poco a poco haremos una sociedad más sana. El boom de los productos procesados ha sido muy rápido, pero ya hay una campaña muy fuerte contra ellos, y poco a poco se van consiguiendo cosas, como que haya menos azúcares, que las grasas trans se eliminen, e incluso se prohíban en algunos países… Los profesionales médicos y los divulgadores estamos haciendo mucho al respecto, pero al final todo depende de los consumidores, que tienen todo el poder. La industria nos pone en las estanterías los productos que nos gustan; de nosotros depende no comprarlos.

Dices que los niños toman proteínas e hidratos en exceso, la mayoría de alimentos poco saludables, lo que provoca que se sacien y luego no coman la cantidad de vegetales necesarios. ¿De dónde deberían obtener los niños esas proteínas e hidratos?

Lo ideal sería que el niño, si no es un amante de la verdura, lo primero que coma sea la verdura, porque si le pones de primero un plato de arroz con pollo y de segundo verdura, lo más normal es que la deje. Normalmente no suele ser un problema que los niños no coman proteínas; es raro que a los pequeños no les gusten el huevo, las legumbres, el pescado, o un filete de pollo. El problema es que muchas veces para que el niño crezca le damos filetes de talla adulto, a pesar de que no necesita tomar tanta proteína. Lo mismo ocurre con los hidratos, que pueden ser muy saludables, pero lo primero siempre debe ser la verdura, que es lo que le aporta más nutrientes.

No debemos hacer un menú en base a los gustos del niño, sino en base a su salud

El dietista-nutricionista Julio Basulto suele decir que lo ideal es “más vegetales, menos animales, y pocos o ningún producto procesado”. Herederos como somos de la dieta mediterránea, ¿por qué crees que cuesta tanto aplicar estos principios?

Estoy de acuerdo con Julio Basulto, aunque no demonizaría a los productos animales, porque yo ahí rescataría el pescado –cuyo omega 3 es muy necesario para los niños y para su cerebro–, y los huevos, por ejemplo. Respecto a tu pregunta, te diría que se debe a intereses económicos. Nuestra dieta actual está llena de productos nuevos que no existían hace medio siglo –la mayoría de los cuales vienen del otro lado del continente–, se parece más a la dieta americana de hace 20 años, y nuestras cifras de obesidad son similares a las de los americanos. Es decir, hemos heredado las modas norteamericanas: los desayunos con cereales, el fast food

Nuestra dieta actual se parece más a la dieta americana de hace 20 años, y nuestras cifras de obesidad son similares a las de los americanos

Ahora nuestra dieta es mucho más universal. Nuestros niños comen igual que los niños de América o de Alemania. La globalización de la alimentación y de los productos alimenticios ha hecho empeorar la dieta. Los supermercados son iguales en cualquier parte del mundo. Lo único que cambia es el producto fresco así que, retomando la frase inicial, yo diría que más producto vegetal, más producto fresco, y menos producto ultraprocesado.

Y para terminar, ¿qué consejos darías a una familia que quiere cambiar sus hábitos alimentarios para empezar con buen pie su propósito?

Muy fácil. Que coman todos juntos y que coman lo que cocinan, comprando productos frescos, más vegetales y menos procesados. Que coman comida real. 

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD