Dr. José Ramón Germà Lluch

Director científico en el Instituto Catalán de Oncología y autor de 'Los siete pilares anticáncer'
El Dr. Germà Lluch, director científico en el Instituto Catalán de Oncología, explica en su nuevo libro cuáles son las medidas que debemos adoptar para prevenir el desarrollo del cáncer o afrontarlo mejor si aparece.
Dr. José Ramón Germà Lluch
“El estrés produce alteraciones en algunos neurotransmisores que pueden reducir la inmunidad del paciente. Esto no significa que el estrés sea capaz de inducir el cáncer, pero un cáncer incipiente se puede manifestar antes en situaciones de baja inmunidad y de mayor estrés”

03/02/2016

El cáncer sigue siendo una de las principales causas de muerte en todo el mundo, y en los próximos 20 años la OMS estima que se diagnosticarán 22 nuevos casos de cáncer. Solo en España, y según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), la prevalencia de esta enfermedad alcanzará un 12,6% en el año 2020, por lo que uno de cada tres españoles podría padecer una neoplasia a lo largo de su vida. Aunque el envejecimiento de la población y los avances en las técnicas diagnósticas influyen en el incremento de la incidencia de algunos tumores, el prestigioso oncólogo José Ramón Germà Lluch, director científico en el Instituto Catalán de Oncología, que acaba de publicar Los siete pilares anticáncer (Editorial Planeta, 2016), afirma que está en nuestras manos reducir esas cifras adoptando las medidas que recomienda en su nuevo libro, porque la mejor arma contra el cáncer sigue siendo la prevención.

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Una vez oí decir a un médico que a lo largo de la vida las células sufren cambios continuamente y cuantos más cambios más posibilidades hay de que se produzca un error que dé lugar a un cáncer. Si el cáncer está asociado a un proceso orgánico, ¿realmente podemos prevenir su aparición?

Sí, porque el envejecimiento no solo es el causante específicamente del aumento de las mutaciones del cáncer, sino que si esto se une a una vida con malos hábitos para la salud estamos multiplicando por un factor desconocido las probabilidades de aparición del cáncer. Puedo dar una cifra para que quede claro: en el año 2020 esperamos 17 millones de nuevos casos de cáncer, y si adoptáramos los hábitos saludables que ya conocemos (dieta adecuada, actividad física, no fumar…) reduciríamos esa incidencia en cinco millones de personas.

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Se dice que la actitud ante la vida y las dificultades es muy importante incluso en el caso de la salud, ¿influyen el estrés y el estado de ánimo en el riesgo de desarrollar cáncer o en las probabilidades de curación?

Lo que sabemos por evidencia científica es que los pacientes que tienen un cáncer y están con un síndrome depresivo profundo van a peor y tienen una tasa de mortalidad más alta. Eso no quiere decir que tengamos que estar en la tiranía del efecto positivo, es decir, que el enfermo tenga la obligación de aceptar su cáncer con alegría; nadie ha demostrado que eso mejore la tasa de supervivencia. Por otra parte, el estrés produce dos tipos de situaciones; una es que, en general, la gente estresada tiene un peor estilo de vida, y suelen ser personas que fuman, que tienen hábitos tóxicos, más tendencia a tener una dieta incorrecta, a comer fuera de casa, a ser más sedentarios. Por tanto, la base de los diferentes pilares en los que se sustentan los hábitos saludables sufre un pequeño terremoto y se caen. Pero, por otra parte, también sabemos que el estrés produce una serie de alteraciones en ciertos neurotransmisores, en algunas hormonas, que incluso pueden reducir la inmunidad del paciente. Esto no significa que el estrés sea capaz de inducir el cáncer, pero probablemente un cáncer que está incipiente se pueda manifestar antes en situaciones de baja inmunidad y de mayor estrés.

Sabemos por evidencia científica que los pacientes de cáncer que tienen un síndrome depresivo profundo van a peor y tienen una tasa de mortalidad más alta. Eso no quiere decir que el enfermo tenga la obligación de aceptar su cáncer con alegría

Dedica grandes alabanzas a la dieta mediterránea, aunque la Atlántica, o la que siguen los japoneses, por ejemplo, también parecen ser muy saludables. ¿Qué cualidades destacaría de la dieta mediterránea que la convierten en su opinión en la mejor de todas ellas?

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Desde mi punto de vista lo más importante de la dieta mediterránea es su enorme variedad: verduras, legumbres, todo tipo de cereales, fruta, frutos secos, toda la carne blanca, los diferentes tipos de pescado, el aceite de oliva –que es algo muy importante que no tienen por ejemplo en Japón, a menos que lo importen–; hay que recordar que España tiene 300 millones de olivos, es uno de los países con más potencia en la producción de aceite. Y luego los polifenoles de alguna copilla de vino.  Por tanto, si contemplamos globalmente ese prototipo de alimentación, se trata de una dieta tremendamente variada que permite hacer un gran número de combinaciones de alimentos. No es exactamente lo mismo que, por ejemplo, comer sushi de forma permanente.

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La dieta mediterránea es de una riqueza extraordinaria, y yo no entiendo bien por qué la estamos abandonando progresivamente, y sobre todo a mí me preocupa mucho –y lo explico en este libro que acabo de escribir– que se estén perdiendo los hábitos saludables en la infancia porque, si no, no entiendo cómo en estos momentos el 19% de nuestros chavales tienen sobrepeso, y un 9% son francamente obesos. Y eso lo va a pagar su salud cuando tengan 40 o 50 años con una tasa casi del doble de cáncer de colon y recto.

En estos momentos el 19% de nuestros chavales tienen sobrepeso, y un 9% son francamente obesos. Y eso lo va a pagar su salud cuando tengan 40 o 50 años con una tasa casi del doble de cáncer de colon y recto

Hablando de dieta, ¿cuál es su postura frente a las advertencias de la OMS sobre el consumo de carnes rojas y procesadas?

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La mía es muy sencilla: se pueden comer una vez a la semana; no hay ningún problema en tomar 300 o 400 gramos de carne o un platito de jabugo, pero una vez a la semana. A mí me gusta mucho decir aquello de ‘prohibido prohibir’, y honestamente creo que con raciocinio, y en la cadencia que señalo, no hay ningún problema en tomarse un buen chuletón. Ya sabemos que cualquier exceso hacia uno u otro extremo se acaba pagando de alguna forma.

He visto que defiende el consumo de vino, y en general los médicos son reacios a hacerlo por su contenido en alcohol. ¿Es cierto entonces que un consumo moderado es saludable?

Es saludable. Claramente. Existe una isla en Europa que se llama Icaria y que es una de las zonas del mundo con más centenarios; tienen prácticamente cinco veces más personas centenarias que cualquier otro lugar del mundo. Y una de las características especiales de esta isla es que producen un vino tinto con cinco veces más polifenoles que cualquier otro vino. El vino tinto –yo siempre digo que si se toma vino se intente tomar vino bueno, y cuanto más ecológico mejor– tiene compuestos que son antioxidantes, como el resveratrol, o los propios polifenoles, que ayudan. ¿Qué es lo que hay que recomendar? Yo siempre digo lo mismo: dos copas de vino en un hombre, y una sola en la mujer; cuando me preguntan por qué es porque las mujeres son acetiladoras lentas, es decir, que procesan el alcohol más lentamente que el hombre.

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Inmunoterapia y otros avances contra el cáncer

Aunque inicialmente la vacuna preventiva contra el VPH estaba indicada en niñas antes de su primera relación sexual, he leído que también puede ser recomendable en varones e incluso en mujeres adultas, ¿qué opina usted sobre eso?

Hay una serie de estudios en marcha, pero concretamente empezamos a saber algunas cosillas, y yo creo que dentro de cinco años aproximadamente vamos a tener un grupo de chicos en un prototipo de edades a los que vamos a vacunar. Sobre todo, para reducir un poco lo que consideramos el grupo de jóvenes que se infectan los unos a los otros. Con respecto a las personas mayores, hay algún estudio en estos momentos que señala que también en mujeres adultas de hasta 30 años, la vacunación puede ayudar, e incluso en algún estudio está empezando a hablarse de que la vacuna puede ser terapéutica en determinados casos de infección del virus del papiloma persistente.

Como usted afirma, las células tumorales se caracterizan por su capacidad para crear resistencias a la mayoría de los tratamientos farmacológicos y para ocultarse al sistema inmune ¿se ha comprobado ya si la inmunoterapia oncológica resulta eficaz para curar el cáncer?

La verdad es que yo creo que este es uno de los mayores avances que estamos viviendo en estos últimos tres años. Verdaderamente el haber encontrado una serie de puntos cruciales en los que la célula tumoral expresa unos receptores, por decirlo de alguna forma, que bloquean el que la inmunidad normal de un individuo sea capaz de detectar esas células tumorales, supone una gran revolución. El gran cambio es que hemos encontrado algún producto que bloquea específicamente ese prototipo de receptores y, por tanto, le quitamos el disfraz a la célula tumoral, que es detectada entonces por nuestras células inmunitarias, y entonces la destruimos. La gracia que tiene esta nueva inmunooncología es que algunos tumores que tienen poca respuesta a otro tipo de terapéutica, responden a la inmunoterapia. Entre ellos, por ejemplo, tenemos el melanoma maligno, el tumor más agresivo de la piel, pero también el carcinoma escamoso de pulmón asociado a los fumadores, que como todos sabemos tiene pocas terapias que sean efectivas.

Además de en estos tipos de cáncer, se está probando también en cáncer de riñón, en el que se ha demostrado que puede ser francamente efectivo, en cáncer de vejiga en el aparato urinario, y se van incluyendo progresivamente más tumores para producir respuesta a la inmunoterapia.

Algunos tumores que tienen poca respuesta a otro tipo de terapéutica responden a la inmunoterapia, como el melanoma maligno, el tumor más agresivo de la piel, o el carcinoma escamoso de pulmón asociado a los fumadores

Usted lleva cuarenta y dos años combatiendo al cáncer, ¿qué destacaría como un auténtico hito en el tratamiento de esta enfermedad?

La inmunoterapia puede ser uno de ellos, pero la vacuna contra el virus del papiloma humano puede ser otro, o la incorporación del fármaco cisplatino, a finales de los años 70, que logró que el 90% de los jóvenes de entre 16 y 34 años que morían de cáncer de testículo pasaran a tener una tasa de curación del 94%, demostrándose por primera vez que era posible que un tumor avanzado fuese curado con quimioterapia. Yo tuve la oportunidad cuando volví de Inglaterra de establecer la primera clínica que trataba a estos pacientes, y estaba acostumbrado a firmar un certificado de defunción en 9 de cada 10 de estos enfermos, y en estos momentos tenemos un 94% de curaciones.

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