La IA no mejora las notas y aumenta la brecha entre buenos y malos estudiantes

Profesora en el grado de Marketingel Máster de Emprendimiento Digital

23/10/2025
La inteligencia artificial (IA) tiene el potencial, nos dicen sus defensores, de democratizar el conocimiento y personalizar el aprendizaje. Con itinerarios diseñados específicamente para cada estudiante en función de sus objetivos y necesidades, esta herramienta, bien utilizada, puede resultar revolucionaria.
Pero ¿cuál es su impacto actual? ¿Está ayudando a los estudiantes a mejorar en su rendimiento académico? Pues según nuestro reciente estudio entre más de 200 universitarios, la respuesta apunta a que, de momento, no es así. La inteligencia artificial ha transformado la forma en que los jóvenes se preparan y aprenden, pero su impacto en el rendimiento académico es limitado y no necesariamente positivo.
La IA como compañera de estudio
La mayoría de los universitarios utiliza herramientas de IA para resolver dudas, resumir textos o generar ideas. Pero lo hacen de maneras muy distintas.
El estudio detecta tres perfiles de uso:
- Perfil estratégico y funcional. Utiliza la IA como herramienta para optimizar el estudio, gestionar mejor el tiempo, acceder a más información y mejorar su productividad, aunque no esperan necesariamente un impacto directo en las calificaciones. Supone el 41,18 % del total.
- Perfil instrumental y resolutivo. Refleja un uso claramente utilitarista, centrado en reducir el esfuerzo. Quienes forman parte de este grupo valoran la rapidez y la comodidad que ofrece la IA, pero suelen mostrar una comprensión más superficial de su potencial educativo. Son el 23,53 %
- Perfil cognitivo y explorador. Comprende a los estudiantes que emplean la IA con una orientación al aprendizaje. Usan estas herramientas para profundizar en los contenidos, mejorar su comprensión y desarrollar nuevas competencias. No buscan ahorrar tiempo, sino aprender mejor: son el 35,29 %.
Esta segmentación muestra que la IA amplifica diferencias entre los estudiantes: quienes ya tienen buenos hábitos de estudio la utilizan para aprender más, mientras que quienes no los tienen tienden a emplearla para reducir su carga de trabajo.
Aprender más rápido no es aprender mejor
El 70 % de los estudiantes encuestados afirman que la IA les ayuda a “estudiar más rápido”. Sin embargo, ese ahorro de tiempo no se traduce en una comprensión más profunda de los conceptos.
Las respuestas son inmediatas, pero también favorecen un aprendizaje mucho más superficial. Los estudiantes nos cuentan que su uso más habitual es “entender el tema sin leerlo todo” o “resumir lo importante en pocas líneas”. En otras palabras, las herramientas de inteligencia artificial acortan el camino, pero también el proceso que da sentido al aprendizaje.
La brecha digital dentro del aula generada por la IA
De esta manera, lejos de igualar oportunidades, esta herramienta puede ampliar la brecha educativa. Por ejemplo, hemos visto que entre los estudiantes con mejor rendimiento, el 72 % asegura revisar o contrastar siempre la información generada por la IA. Entre los de peor rendimiento, solo el 28 % lo hace.
El resultado es un sistema de aprendizaje desigual: los más críticos convierten la IA en una aliada, mientras que los menos preparados la usan como un atajo.
Una nueva cultura del esfuerzo
La relación emocional con el aprendizaje también está cambiando. Algunos estudiantes afirman que “ya no merece la pena romperse la cabeza si la IA te lo explica mejor”.
A esta afirmación se suman respuestas como “te lo da hecho” o “ahorra pensar”. Esta percepción, especialmente presente en el grupo instrumental y resolutivo formado por el 23,53 % de los estudiantes encuestados, muestra que el esfuerzo ya no se identifica necesariamente como parte del proceso formativo. En este contexto, enfrentarse a la dificultad, equivocarse o intentarlo varias veces empieza a verse como un obstáculo prescindible en un entorno cada vez más automatizado.
Así, la inteligencia artificial reduce la frustración, pero también el valor del error en el aprendizaje. En este sentido, el desafío para la educación superior ya no es solo enseñar contenidos, sino preservar el sentido del esfuerzo frente al de la inmediatez.
Inteligencia artificial, ¿qué puede hacer el profesorado?
Prohibir la utilización de herramientas de inteligencia artificial no es una opción realista. El reto en el aula consiste en guiar a los estudiantes hacia un uso crítico, ético y responsable de estas herramientas. La alfabetización digital no consiste solo en manejar herramientas, sino en saber preguntar, contrastar y evaluar la fiabilidad de las respuestas.
También será necesario repensar la forma de evaluar. Si la IA puede redactar un texto o resolver un caso práctico, habrá que diseñar actividades que pongan en valor cuestiones como la reflexión, la creatividad y la aplicación del conocimiento más allá del contenido.
Un aprendizaje más humano
La inteligencia artificial ha llegado para quedarse, pero su integración en la educación superior debería ser pedagógica y consciente. Es recomendable plantear actividades que inviten a contrastar las respuestas generadas por la IA con otras fuentes de información y a detectar errores o inconsistencias en sus explicaciones.
Esto no solo refuerza competencias clave como la capacidad de argumentar, sino que fomenta el pensamiento crítico frente a la tecnología. Aprender a identificar sesgos o respuestas incorrectas y ser capaces de corregirlos será tan importante como saber formular una buena pregunta.
El valor de la inteligencia artificial dependerá, por tanto, de cómo se utilice: como sustituto del pensamiento o como acelerador de nuevas formas de aprendizaje. Puede facilitar el acceso al conocimiento, pero solo la inteligencia humana transforma la información en comprensión.
Actualizado: 23 de octubre de 2025