Casi la mitad de los afectados por gota no está tratado adecuadamente

Expertos de la SORCOm recuerdan que sólo entre el 30% y el 50% de los afectados por gota recibe regularmente tratamiento para reducir el urato en sangre, y menos de la mitad controla sus niveles de ácido úrico.
Casi la mitad de los afectado por gota no está tratado adecuadamente

Expertos reunidos en el reciente Congreso de la Sociedad de Reumatología de la Comunidad de Madrid (SORCOM) han advertido sobre el aumento de los casos de gota por el envejecimiento de la población. De hecho, hasta el 5% de los varones mayores de 70 años puede sufrir esta patología, que es más frecuente en hombres. Se trata de una de las pocas enfermedades reumatológicas que se cura, aunque este hecho es aún muy poco conocido. La percepción del estado de salud de los afectados es de una pérdida aproximada de 20 años, en comparación con la población general

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La clave: reducir el urato en sangre

Sólo entre el 30% y el 50% de los afectados por gota –una enfermedad por depósito producida por cristales de urato úrico en el cuerpo, sobre todo en las articulaciones y los tejidos blandos– recibe regularmente tratamiento para reducir el urato en sangre. “Y menos de la mitad de ellos controla los niveles de este componente por debajo de las cifras óptimas”, según ha indicado el doctor Fernando Pérez-Ruiz, coordinador del Grupo para el Estudio de las Artritis Cristalinas de la Sociedad Española de Reumatología (GECACSER), con motivo del Congreso de la SORCOM, celebrado el 16 y 17 de diciembre.

“A pesar de ser una de las pocas enfermedades reumatológicas que se puede curar, todavía no hay una percepción de este hecho por parte de los pacientes y de algunos médicos”, ha advertido el especialista del Servicio de Reumatología del Hospital de Cruces (Vizcaya). Además, ha apuntado, las secuelas que pueden producirse por un tratamiento inadecuado o tardío pueden ser definitivas.

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La curación de la gota, a juicio de este experto, se sustenta en la consecución de niveles de uricemia en sangre bajos –no sólo normales– de forma mantenida, lo cual implica que el tratamiento debe prescribirse, cumplimentarse y monitorizarse de forma estricta durante años. Al inicio de la terapia pueden producirse ataques agudos en aproximadamente el 30% de los pacientes hasta el primer año y en menos del 5% el segundo año, y su frecuencia se reduce mediante una dosificación lentamente progresiva, junto con medicamentos para la prevención.

El doble de afectados que de artritis reumatoide

La gota es una enfermedad por depósito (de cristales de urato) que produce dolor e hinchazón articular brusca, en ocasiones con enrojecimiento local. Inicialmente las manifestaciones pueden ser intermitentes, pero con el paso del tiempo aparecen bultos por la acumulación de urato en la piel y las articulaciones y los síntomas pueden ser persistentes tanto por la inflamación crónica como por las lesiones de las articulaciones.

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Respecto a las causas, el doctor Pérez-Ruiz ha señalado que “probablemente exista cierta predisposición que se desconoce”. En concreto, se forman cristales de urato en los cartílagos, tendones o piel y, cuando éstos se liberan a las cavidades sinoviales (membranas que recubren articulaciones, bolsas y tendones), se produce una inflamación aguda muy intensa. La persistencia de los cristales provoca una reacción granulomatosa de cuerpo extraño (igual que una astilla o una espina) que invade y puede llegar a destruir los huesos y las articulaciones.

La gota es la forma de artritis aguda más frecuente en los adultos y afecta a entre 5 y 10 personas por cada mil habitantes, lo que representa el doble que la artritis reumatoide. Es más frecuente en hombres, pudiendo llegar al 5% de los varones mayores de 70 años; aunque también es común entre las mujeres tras la menopausia.

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La prevalencia se multiplica por diez en las últimas décadas de la vida (entre los 40 y 70 años) y se relaciona estrechamente con el envejecimiento de la población y el aumento de enfermedades asociadas, especialmente por los cambios en los hábitos dietéticos, la obesidad, la insuficiencia renal y la toma de fármacos diuréticos empleados frecuentemente para el tratamiento de la hipertensión arterial.

Actualizado: 7 de agosto de 2017

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