Mercè Conangla

Autora, junto a Jaume Soler, de Ecología emocional para el nuevo milenio
Mercè Conangla nos explica las propuestas de la Ecología emocional y cómo aplicarlas a los nuevos retos sociales con el fin crear un mundo interior y exterior emocionalmente más ecológico, equilibrado y armónico.
Mercè Conangla, autora, junto a Jaume Soler, de Ecología emocional para el nuevo
“Las emociones son tan importantes que proponemos que se declaren patrimonio inmaterial de la humanidad, porque su pérdida nos deshumanizaría”

03/02/2012

La editorial Zenith ha publicado recientemente ‘Ecología emocional para el nuevo milenio’, cuyos autores, Mercè Conangla y Jaume Soler, son los creadores de la Fundació Àmbit, que tiene como objetivo asesorar y formar a las personas para que aprendan a gestionar mejor sus emociones. Charlamos con Mercé Conangla sobre algunos de los principales conceptos reflejados en la obra, como el impacto que tienen las emociones y la forma de canalizarlas sobre nuestra calidad de vida y la de los demás, o el nivel de responsabilidad que debemos asumir sobre todo lo que sucede en el entorno. La autora explica que “este libro es la recopilación de nueve años de aplicar los principios del concepto ‘ecología emocional’ que sacamos en 2003, por lo que su estructura es producto de la experiencia” aunque, como añade, también “es una mirada al momento actual de crisis global que tenemos ahora”.

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Ecología emocional para el nuevo milenio

Han escrito mucho sobre el tema, imparten cursos y talleres e, incluso, recientemente han creado un máster, pero ¿podría explicar en pocas palabras en qué consiste la “ecología emocional”?

Hace referencia al arte de vivir una vida emocionalmente sostenible, es decir, que nuestra vida emocional, que de hecho es la que va a influir en todo lo que serán nuestras dinámicas de relación, nuestra calidad de vida y nuestro bienestar, sea una vida equilibrada, una vida armónica, una vida con unos territorios interiores bien cuidados, que disponga de energía limpia, renovable y sostenible para enfrentar estos retos. Que sirva como prevención para que este clima emocional que respiramos todos esté más limpio, no resulte tan tóxico como está siendo, y esto nos permita construir unos vínculos y unas relaciones basadas en el respeto y la responsabilidad, en lugar de la dependencia que a veces se da entre las personas. Se trata de canalizar esta energía de tal manera que mejore nuestra calidad de vida, aumente la calidad de las relaciones con los demás, y nos permita cuidar mejor de este mundo en el que vivimos.

¿Se puede considerar Ecología emocional para el nuevo milenio un libro de ‘autoayuda’?

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Desde mi punto de vista es un ensayo de divulgación psicológica. Sí que es verdad que los lectores lo podrían encontrar en la librería clasificado como un libro de autoayuda. A mí esto no me molesta porque considero que incluso un libro de poemas puede ser de ‘autoayuda’ porque si sabes descubrir en él algo que te ayuda a vivir mejor, ya te estás ‘autoayudando’, con lo cual para mí no es un término peyorativo, y parte de un principio que también defendemos en ecología emocional que es el de autonomía personal que dice ‘ayúdate a ti mismo y encontrarás personas que te van a ayudar, pero empieza ayudándote tú, no esperando que venga un salvador a arreglar tu vida y a salvarte’.

Ayúdate a ti mismo y encontrarás personas que te van a ayudar, pero empieza ayudándote tú, no esperando que venga un salvador a arreglar tu vida y a salvarte

¿En qué consiste el máster sobre ecología emocional, qué aplicaciones profesionales tiene?

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El máster es producto de siete años con un programa previo de formación en ecología emocional, o sea que no partimos de cero, sino que ya hemos experimentado los contenidos, y ha llegado el momento de llevar a cabo el máster. Ya tenemos 64 personas, profesionales procedentes de áreas muy diferentes, haciendo el máster. Lo han elegido por varios motivos: uno es que resulta muy vivencial, por lo que facilita el propio crecimiento como persona y ayuda a autogestionar mejor las emociones; pero, además, también tiene aplicaciones profesionales. De hecho, en el tercer capitulo del libro hay un apartado que describe los ecosistemas, y habla del ecosistema virtual, un mundo virtual que tenemos que aprender a manejar, del ecosistema salud, del ecosistema educación y del ecosistema organización. Aquí están las áreas en que un profesional puede aplicar los conocimientos adquiridos en el máster y trabajar, yo diría que como ‘ecólogo emocional’, porque participará en temas de prevención, de salud emocional, y también en algo muy nuevo que estamos trabajando que es el sello de calidad emocional para las organizaciones.

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Así como ahora hay normas ISO, sellos que garantizan que las tecnologías y los procesos en una empresa se realizan con calidad, nosotros proponemos muchas cosas nuevas en el apartado organizaciones; por ejemplo, cuando una persona entra a trabajar en una empresa, que en el contrato donde se estipulan las condiciones económicas, el horario, etcétera, firme conjuntamente con la empresa un contrato emocional. Además, estos profesionales que están realizando el máster podrán cooperar con los departamentos de recursos humanos en programas específicos de formación, o en el desarrollo de las organizaciones, o incluso como auditores para formar parte del protocolo que dicte que a una organización que cumpla unos requisitos determinados de salud emocional (en los que se analizará el funcionamiento de las áreas de ecología de esa empresa), se le pueda otorgar un sello que determine el nivel de calidad en este aspecto, y que se hará público.

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Personas tóxicas y personas emocionalmente ecológicas

El contacto con algunas personas genera malestar o inquietud, mientras que con otras ocurre todo lo contrario, que tras conversar con ellas te sientes más optimista y vital. ¿Debemos entonces procurar relacionarnos únicamente con aquellos que aporten algo positivo a nuestra vida, o también se aprende algo de la negatividad ajena?

Es una forma de funcionar contaminante. Hablamos de toxicidad emocional o relacional, y este fenómeno es tan importante que lo tratamos en un único libro, que se llama ‘Sin ánimo de ofender’, en el que hablamos precisamente de contaminación emocional porque hay mucho trabajo por hacer en ese aspecto. De hecho, se trata de una de las áreas de ecología emocional, y pertenece a los fenómenos que ocurren en el clima emocional, y en el de los vínculos también. De la negatividad lo que se aprende es a evitarla. Aunque una cosa es que una persona sea negativa, y otra cosa es que sea tóxica.

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El negativo no te aporta mucha vitalidad y agota tu energía, pero al menos no es una lluvia ácida. El tóxico es aquel que erosiona tu autoestima, que te echa un dardo que se te ha clavado aunque aparentemente no ha pasado nada. Que cuando tú quieres hacer una cosa o tienes una ilusión te la corta de raíz, para que tú desistas. Estas personas tóxicas no son amigos, es lo primero que diría. Y no hay que confundirlas con otras personas que sí son amigos, pero que atraviesan por una etapa de su vida, o tienen una serie de problemas, que hacen que no estén bien y, en un momento dado, lo comparten contigo; y se produce una situación sin alegría ni optimismo, pero de la que sí podemos aprender, y salir de estos procesos, tanto unos como otros, con mucho crecimiento personal; pero esto no es para nada lo mismo.

Hay un principio de las relaciones, el de la limpieza relacional, que dice: tenemos el deber de hacer limpieza de las relaciones ficticias, insanas, y que no nos dejan crecer como personas

Ecológicamente decimos que de las personas tóxicas nos tenemos que apartar. Quizá no hay muchos, y los hay en grados diferentes. En caso de que decidas no apartarte de una persona de este tipo por el motivo que sea, lo que aconsejamos es que cuando vayas a encontrarte con ella, lleves impermeable, botas y paraguas, para protegerte. Tú eres responsable de que te haga daño, y si permites que te haga daño sabiendo que es malo para ti, serías un irresponsable contigo mismo. Hay un principio de las relaciones, el de la limpieza relacional, que dice: tenemos el deber de hacer limpieza de las relaciones ficticias, insanas, y que no nos dejan crecer como personas. Quien toma la decisión de apartarse es muy sano porque te estás jugando tu bienestar y tu salud, no solo emocionales, sino también físicos. Si se produce un accidente nuclear, no iríamos a la zona de influencia, y nos marcharíamos tan lejos como pudiésemos porque nuestra salud física peligraría; por lo tanto ¿por qué no hacemos lo mismo con la salud emocional?

Somos seres multidimensionales, y además del cuerpo físico tenemos un cuerpo mental que hay que cuidar exactamente igual que el otro, y tenemos que asumir las consecuencias de nuestras decisiones. A veces no queremos tener pérdidas en el balance, no queremos prescindir de la relación con ciertas personas porque nos va bien en algunos aspectos; en ese caso tenemos que asumir el tóxico, y hacerlo con conciencia. Lo importante es ser consciente, y este libro quiere colaborar en el despertar para mejorar nuestro mundo.

La evolución humana se produjo en un contexto social; vivir en comunidad permitió a los homínidos protegerse, cazar, alimentarse mejor, y favorecer la procreación. La sociedad actual, por el contrario, está caracterizada por el ‘sálvese quien pueda’ en el que se incluye, como mucho, al núcleo familiar. ¿Significa esto que estamos involucionando?

Vivir en comunidad, efectivamente, es una estrategia adaptativa. Ahora falta red social, falta generosidad y hay mucha soledad. La estrategia egoísta es desadaptativa y nos destruye y, sin embargo, a una persona muy egoísta no se la considera enferma, y sería un enfermo; de hecho, tenemos una sociedad bastante enferma porque hemos construido reductos aislados y existen muchas personas a las que les faltan puentes para acceder a los demás.

Hay personas que no tienen nada para construir su vida, y esto genera violencia, porque cuando uno no tiene nada que perder opta por la solución violenta

Decimos ‘mientras yo vaya bien, los demás que se apañen’ y nosotros, como bien has dicho, florecimos como humanidad aprendiendo a cooperar, y ahora tenemos una especie de antivalores, que están apostando muy fuerte por esta sociedad tan individualista. Tenemos que volver a conectarnos a la austeridad, a gestionar mejor los recursos de todo tipo que tenemos a nuestro alrededor, a aprender a crear puentes con el otro, a ver que lo que al otro le pasa me afecta, porque esto es como una red neuronal, y lo que ocurre en un lado repercute en el otro, hay impactos globales.

Por autosupervivencia, incluso por egoísmo adaptativo, nos conviene que ‘el otro’ esté bien. Hemos construido una sociedad injusta en la que el 20% de la población dispone del 80% de los recursos; hay personas que no tienen nada para construir su vida, y esto genera violencia, porque cuando uno no tiene nada que perder opta por la solución violenta. Está todo tan entrelazado que hace falta que nos paremos, miremos a nuestro alrededor, y cultivemos un modelo de persona emocionalmente más ecológica, más sana. Es el modelo CAPA (creativa, amorosa, pacífica, autodependiente) que proponemos. Se trata de irlo aplicando, cada uno en su medida, en su pequeño hábitat, e irnos construyendo más creativos, más amorosos, más pacíficos y más autónomos; y así, con la suma de todos, a ver si decantamos la balanza.

Aprender a identificar las emociones

Las emociones son buenas y necesarias, y las negativas parecen cumplir una función similar a la del dolor que ‘avisa’ de que algo en el organismo va mal. Por lo tanto, no parece que reprimirlas sea la solución, ¿cómo podemos canalizarlas para que nos ayuden en vez de dañarnos a nosotros mismos y a los demás?

No hay emociones positivas, ni negativas, ni buenas ni malas; nosotros hablamos de emociones agradables o desagradables de sentir. También decimos que algunas emociones, aunque son pocas, no tienen utilidad, por ejemplo, del odio podríamos prescindir, no sirve absolutamente para nada; el resentimiento y el rencor tampoco. Son tóxicos emocionales, es como si en una cadena de montaje hay una pieza defectuosa o mal puesta, y surge algo que perjudica al medio, algo tóxico que va a parar a un río porque no se ha podido filtrar. Dicho esto, hay emociones negativas como el sufrimiento, la ira, el enfado, la tristeza, de las que podemos aprender. Por ejemplo, cuando siento ira porque quería algo y se ha interpuesto un obstáculo que me ha impedido conseguirlo, la ira me da energía para romper el obstáculo.

Lo primero que tengo que aprender si quiero gestionar estas emociones es a dar nombre a cada una de ellas, a identificarlas. A veces la gente dice ‘estoy mal, estoy fatal’, pero un fatal no es una emoción, fatal no se puede gestionar. ‘Fatal’ es un saco que hay que abrir para ver qué encontramos dentro: furioso, triste, solo, frustrado, sin esperanza, ansioso… Esto cuesta mucho porque hay gente que no sabe diferenciar ni distinguir la calidad de la emoción y, una vez conseguido, no se gestionan igual los celos que la envidia, y no es lo mismo sentir miedo, que rabia o ira.

La capacidad de gestionar de forma inteligente las emociones nos diferencia de los animales, porque hay emociones básicas, que nos permiten sobrevivir, como el miedo, que compartimos con ellos

Igual que aprendemos a leer, de pequeños deberían enseñarnos a distinguir nuestras emociones porque sería una ventaja evolutiva brutal. Las emociones son tan importantes que en el libro proponemos que se declaren patrimonio inmaterial de la humanidad, porque su pérdida nos deshumanizaría. La capacidad de gestionar de forma inteligente las emociones nos diferencia de los animales, porque hay emociones básicas, que nos permiten sobrevivir, como el miedo, que compartimos con ellos. Mientras ellos ‘reaccionan’, nosotros tenemos razón y criterio, y ahí radica la diferencia.

Cuando son muy fuertes en una persona, ciertas emociones, como los celos o la envidia, llegan a formar parte de su carácter e incluso condicionan su comportamiento. ¿Cómo se pueden eliminar emociones tan negativas, que además afectan a nuestra manera de ver la vida?

No se puede cambiar a las personas que son así, pero ellos, si quieren, pueden hacer bastante para cambiar. Los celos, básicamente, nos dicen que quien los siente habitualmente tiene una creencia muy enraizada que es la de que se puede poseer a alguien, y ahí está la raíz de sus celos: ‘tú eres mío y me tienes que pedir permiso si quieres salir sin mí, quedar con tus amigos…’; esto no se suele verbalizar así porque queda muy feo, pero es lo que piensan las personas celosas. Creen que si quieres a más personas les estás faltando a ellos, mientras que tú piensas que tienes capacidad para querer a muchas personas, y de forma diferente; pero la persona que es muy celosa está convencida de que se puede poseer a otro y, además, duda de su propia valía, de sus propios méritos, porque está tan asustado que cree que si tú conoces a otras personas vas a dejar de apreciar su valor. Ahí tiene mucho trabajo de mejora personal, pero si consigue mejorar y reforzar su autoestima progresivamente, comprobando que es alguien valioso, puede superar esto. Lo mismo para la envidia. Cada emoción tiene un tratamiento, o más de uno, que se puede aprender, y en la ecología emocional se trata de ver cómo sería una gestión adaptativa que favorece la salud y el equilibrio emocional de la persona, y cómo gestionando esas emociones desadaptativamente entramos en un campo de desequilibrio y enfermedad.

En numerosas ocasiones tenemos pensamientos positivos sobre las personas con las que compartimos nuestra vida, pero no los manifestamos, ¿deberíamos ser menos ‘pudorosos’ en este sentido y compartir con ellos las buenas sensaciones que nos transmiten?

Deberíamos ser más generosos afectivamente y estar repartiendo ‘caramelitos’ emocionales, no falsos, no hacer la pelota, pero cuando aparece un feedback positivo, verbalizarlo. Es como plantar una semilla que mejora el mundo. Cuando le dices a alguien de corazón ‘me ha encantado cómo has resuelto este tema’ le estás reforzando una conducta positiva que va a repetir, lo cual es favorable. Sin embargo, cuando somos escasos en regalar vitaminas emocionales y, sobre todo, cuando sólo decimos lo negativo y jamás felicitamos a los demás por sus logros o buenas intenciones, lo que hacemos es desnutrir y, al manifestar solo lo negativo, las personas se van quedando sin ánimo.

Las vitaminas emocionales me las tengo primero que dar a mí mismo, empecemos por nosotros mismos, reconozcamos lo que sí hacemos bien, démonos pequeños premios de intangibles. Y si lo hacemos con nosotros mismos, nos sentiremos después más capaces de dar estas vitaminas, estos abrazos, y estos reconocimientos verdaderos a los demás, llevaremos puesto el ‘filtro de lo positivo’, y esto puede mejorar muchísimo el clima emocional que respiramos, porque cuando nos comportamos así con otra persona, esta, sin darse cuenta, empieza a repetir la conducta de forma exponencial.

No somos conscientes del poder que tienen estas pequeñas cosas en nuestra vida. A veces, cuando acudimos a comprar a una tienda, pensamos ‘cómo me gusta esta chica que está despachando, qué amable es con la gente, da gusto venir aquí sólo por ver su sonrisa’, pero no lo decimos. Igual junto a esta chica está la persona que la ha contratado, y si tú le dices ‘me encanta venir aquí solo por verte sonreír y tu alegría’, nuestras palabras pueden causar un gran impacto positivo. Podríamos mejorar tantísimo nuestra vida y la vida de otras personas con cosas que aparentemente no cuestan nada… Es una pena que no seamos más generosos con estas vitaminas.

Aunque un niño sea muy inteligente, si no sabe gestionar adecuadamente sus emociones siempre estará en desventaja frente a otros que sí sepan hacerlo

Es más sencillo aprender a hacer las cosas bien desde el principio, que corregir los malos hábitos adquiridos a lo largo de los años. ¿Se pueden enseñar los principios de la ecología emocional en las guarderías y escuelas?

Por supuesto que sí. Los principios de la ecología emocional ya se están implantando en los colegios porque entre las personas que han seguido los cursos que hemos impartido hay profesores, y se han establecido numerosas estrategias basadas en los principios de la ecología emocional. Aunque un niño sea muy inteligente, si no sabe gestionar adecuadamente sus emociones siempre estará en desventaja frente a otros que sí sepan hacerlo; por eso es tan importante enseñarles cómo canalizar y gestionar el potencial emocional. Voy a poner un ejemplo: se utilizan botes, como los de mermelada, donde se guardan papelitos en los que se han escrito las buenas experiencias y los buenos momentos que viven los niños cada día; así, cuando se presenta una situación difícil, siempre se puede recurrir a leer esos buenos recuerdos que nos ayudan a superar las dificultades.

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