4 de abril de 2012

La exposición al amianto también perjudica al corazón

El amianto, un mineral muy utilizado en la construcción de edificios –y en numerosas actividades industriales- debido a su capacidad aislante y su resistencia al calor y al fuego, entre otras propiedades, fue etiquetado en 1978 como una sustancia peligrosa para la salud y cancerígena, aunque en nuestro país no se prohibió su uso hasta diciembre de 2001.

El amianto penetra en el organismo a través de las vías respiratorias y, a largo plazo –en ocasiones hasta 20 años después de la exposición al mismo-, provoca patologías pulmonares, algunas tan graves como el cáncer de pulmón o el mesotelioma pleural maligno. Ahora, un nuevo estudio realizado en Reino Unido, por un grupo de científicos del Laboratorio de Salud y Seguridad de Buxton, en Derbyshire, ha demostrado que este mineral también tiene serias repercusiones sobre la salud cardiovascular de los que lo inhalan, y aumenta el riesgo de sufrir una patología de este tipo.

Los trabajadores expuestos al amianto mostraron mucha mayor propensión a morir a consecuencia de una enfermedad cardiovascular que el resto de la población

Durante 19 años, los autores del estudio realizaron un seguimiento a alrededor de 100.000 personas que habían estado en contacto con amianto en el desempeño de su actividad laboral. En ese tiempo, fallecieron 15.557 personas, 4.185 a consecuencia de un fallo cardiaco, y 1.053 por ictus.

Aun teniendo en cuenta que alrededor de la mitad de los fallecidos eran fumadores, los investigadores concluyen que los trabajadores expuestos al amianto mostraron mucha mayor propensión a morir a consecuencia de una enfermedad cardiovascular que el resto de la población. Concretamente, los varones que habían trabajado en la eliminación industrial del asbesto, tenían un 63% más posibilidades de fallecer por ictus, y un 39% más por patología cardiaca. Mientras que las mujeres empleadas en la industria manufacturera tenían el doble de riesgo de morir por ictus y un 89% más posibilidades de sufrir un infarto de miocardio.

Los científicos creen que este incremento del riesgo se debe a que las fibras de asbesto inhaladas pasan a la sangre, y ejercen una acción inflamatoria sobre las arterias, favoreciendo el desarrollo de aterosclerosis, que conduce a una obstrucción de las arterias que tiene efectos nocivos sobre el corazón y el cerebro.

Actualizado: 1 de agosto de 2017