Dra. Rosa Molina

Especialista en Psiquiatría, máster en Neurociencias, docente y autora de ‘Tus microtraumas’
La experta en psiquiatría Rosa Molina, autora de ‘Tus microtraumas’, nos enseña cómo aprender a identificar, y recuperarnos, de esas pequeñas heridas emocionales que muchas veces pasan desapercibidas y que explican muchos de los malestares y actitudes de nuestro día a día.
Dra. Rosa Molina
“Recuperarse de un hecho traumático o de un microtrauma implicaría la capacidad de verbalizar nuestros sentimientos, de integrar en nuestra narrativa este hecho traumático y volver a ocupar el asiento del conductor en nuestra propia vida”

21/11/2023

Asociamos los traumas a las grandes catástrofes de la vida (accidentes de tráfico, atentados terroristas, violaciones, catástrofes naturales, etcétera). Sin embargo, según la doctora Rosa Molina, especialista en Psiquiatría en el Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, esa es una mirada reduccionista, “porque no todo hecho traumático de alto voltaje tiene que generar un trastorno de estrés postraumático”; y, sin embargo, hay traumas de menor intensidad (acoso verbal o laboral, rechazo, emigraciones…) que tienen el potencial de enquistarse y acabar afectando a nuestra salud mental. A ellos, precisamente, dedica su último libro, Tus microtraumas (Paidós), esta experta en neuropsiquiatría y psicogeriatría que divulga sobre salud mental en Instagram (@dr.rosamolina) y el pódcast De piel a cabeza. Se trata de un volumen concebido como una guía para aprender a identificar esas pequeñas heridas emocionales que muchas veces pasan desapercibidas y que explican muchos de los malestares y de los comportamientos y actitudes de nuestra día a día que nos impiden ser felices en el presente y mirar con esperanza al futuro.

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En el subtítulo de su libro puede leerse “cómo identificar tus heridas emocionales para que tu pasado no condicione tu futuro”. ¿Nos pasa mucho eso, que nos quedamos atascados en el pasado y no somos capaces de disfrutar del presente o de pensar en el futuro?

Portada "Tus microtraumas"

Sí, sí. Y esto se da de diferentes formas. Por un lado, gente que se queda atascada en el pasado, no avanza y rumia de una manera muy compulsiva y poco efectiva; y, por otro lado, gente que pasa de puntillas por su mundo emocional, cuando sabemos que en el fondo tapar o evitar emociones negativas no hace que éstas desaparezcan, sino que lo que provoca es que éstas se manifiesten a través de otros lenguajes, como por ejemplo el lenguaje físico y corporal.

Por eso decimos muchas veces que nuestro cuerpo es el escenario de nuestras emociones y que lo que no sale por un lado, sale por el otro; si no es con palabras, igual sale en forma de somatizaciones, de síntomas que se manifiestan en nuestro cuerpo como podrían ser dolores de cabeza, tensiones musculares, molestias gástricas, mareos, etcétera.

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Generalmente, cuando hablamos de cómo nos marca el pasado, solemos fijar la mirada en los grandes traumas de nuestra existencia. ¿Es una mirada demasiado reduccionista?

Actualmente tenemos dos miradas. Una que piensa en traumas únicamente asociados a grandes catástrofes, que efectivamente es reduccionista, porque hay otros tipos de traumas a lo mejor menos espectaculares que, sin embargo, también son capaces de generarnos un trastorno de estrés postraumático; pero por otro lado también, y sobre todo en las redes sociales, corremos el riesgo de considerar todo un trauma. Vemos a gente que a cualquier situación adversa de la vida ya le llama trauma, banalizando de alguna manera los cuadros clínicos reales.

“Sabemos que tapar o evitar emociones negativas no hace que éstas desaparezcan, sino que lo que provoca es que éstas se manifiesten a través de otros lenguajes, como el lenguaje físico y corporal”

Usted pone el foco en los microtraumas. ¿Cómo podríamos definir ese concepto de microtrauma?

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Con la idea de microtrauma nos referimos sobre todo a aquellos eventos que son más sutiles, que pueden pasar desapercibidos, que no son traumas de alto voltaje que ponen en peligro la vida y que, sin embargo, pueden tener el mismo impacto que un trauma mayor. Por ejemplo, la vivencia repetida de violencia verbal en el seno de la familia, los conflictos interpersonales como el acoso escolar o el acoso laboral, las humillaciones repetidas, las expresiones repetidas de rechazo, los procesos de adopción o migración, etcétera.

Con esto no quiero decir que todas las personas que migren vayan a desarrollar un trastorno de estrés postraumático, pero este hecho sí que puede actuar como un microtrauma y, por tanto, tener un impacto en las vidas de las personas.

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La clasificación en todo caso es difícil, porque no todo hecho traumático de alto voltaje tiene que generar un trastorno de estrés postraumático; ni, a la inversa, tampoco todo trauma pequeño va a ser algo banal que no va a tener impacto sobre nuestra salud mental.

Vemos a gente que a cualquier situación adversa de la vida ya le llama trauma, banalizando de alguna manera los cuadros clínicos reales”

Hemos visto cómo un hecho traumático de gran calado como la pandemia ha tenido un impacto notable sobre la salud mental de la población. ¿Los microtraumas tienen el mismo potencial para afectar a nuestra salud mental?

Es difícil compararlo con la pandemia, porque en ese contexto hubo mucha alarma sobre el potencial incremento de trastornos mentales, pero lo que han aumentado sobre todo son los cuadros adaptativos, no tanto el trastorno por estrés postraumático. En el libro me remito a una revisión de los atentados del 11M: se anticiparon un montón de trastornos de estrés postraumático, poniendo el foco en la vulnerabilidad del ser humano y olvidando que, en realidad, si algo caracteriza al ser humano es la capacidad de resiliencia. Al final, la mayor parte de la gente a raíz del atentado presentó síntomas transitorios de estrés traumático, pero la gran mayoría no desarrolló un trastorno.

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Evidentemente los grandes sucesos nos pueden impactar, pero trauma y evento traumático no quieren decir necesariamente que vayamos a desarrollar un trastorno. No hay una relación causa-efecto. Es todo más complejo. Influyen variables individuales, contextuales, relacionadas con los recursos que tengo a mi alrededor, etcétera.

“No todo hecho traumático de alto voltaje tiene que generar un trastorno de estrés postraumático; ni tampoco todo trauma pequeño va a ser algo banal que no va a tener impacto sobre nuestra salud mental”

¿El potencial de esos microtraumas para afectar a nuestra salud mental es mayor si se producen en la infancia y la adolescencia?

Lo que pasa en la infancia y la adolescencia es que esos microtraumas tienen el potencial de configurar un cerebro que todavía está en desarrollo. En ese sentido, no diría que un microtrauma en la infancia tiene un impacto mayor o menor, pero sí incidiría en el hecho de que en esas primeras etapas de la vida esos microtraumas tienen el potencial de configurar el desarrollo del cerebro. Al ser un órgano en formación, ese microtrauma puede influir en cómo se ve a sí mismo el niño, cómo interpreta el mundo, cómo ve a los demás y se relaciona con ellos, cómo confía más o menos en ese mundo y en esas personas que le rodean, etcétera.

“En la infancia y la adolescencia los microtraumas tienen el potencial de configurar un cerebro que todavía está en desarrollo”

De muchos de estos microtraumas supongo que no somos conscientes hasta que empiezan a generarnos malestar emocional o a dar una sintomatología de salud mental (y ni siquiera entonces).

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Efectivamente, a veces lo único que somos capaces de identificar son síntomas y un malestar que no conectamos con nada en concreto que nos haya pasado. En estos casos lo importante es hacer una consulta con un profesional, que nos lleve un poco del síntoma y de nuestras conductas –que muchas veces son conductas evitativas– a la narración de nuestra historia de vida para ver si la podemos describir de manera lineal y coherente o, por el contrario, presenta fracturas.

Cómo afrontar los microtraumas y recuperarse de sus efectos

A nivel político, precisamente, hay un concepto que forma parte del pan nuestro de cada día: el relato. Cómo nos relatamos una experiencia traumática o una herida emocional, ¿puede marcar la forma en que la afrontamos?

Desde luego. Al final es la historia que nos contamos de lo que nos ha sucedido: el tono, el matiz que le damos, sí que va a influir. El tema es encontrar una forma de narrarnos ese hecho traumático que sea comprensible y que no sea excesivamente culpabilizadora con nosotros mismos.

La narración de experiencias traumáticas es una herramienta poderosa, pero no puede convertirse en un recuento estereotipado de los hechos donde no haya una resonancia emocional. Por eso es importante contar con la compañía de alguien que nos ayude a expresar los hechos para reconstruir a partir de ellos una vida significativa y satisfactoria.

La narración de experiencias traumáticas es una herramienta poderosa, pero no puede convertirse en un recuento estereotipado de los hechos donde no haya una resonancia emocional

Dice en el libro que la recuperación de un trauma o microtrauma no pasa por “borrar” u olvidar los hechos dolorosos, sino por integrar esa experiencia en nuestra historia vital sin que nos despierte emociones negativas desproporcionadas. “Borrar” o hacer por olvidar un microtrauma, además de ser un imposible, ¿puede enquistar el problema?

Claro. De alguna manera actuaría como un cuerpo extraño en una herida. Si tú dejas ese cuerpo extraño ahí y se enquista, irá dando señales continua e intermitentemente. Yo me lo imagino como una especie de bolita que va circulando por nuestro cuerpo y que de alguna manera va dando la cara en forma de conductas, en forma de cómo nos comportamos, de cómo interpretamos la realidad, de somatizaciones, de fenómenos con la disociación.

Recuperarse de un hecho traumático o de un microtrauma, al final, implicaría la capacidad de verbalizar nuestros sentimientos, de integrar en nuestra narrativa este hecho traumático y volver a ocupar el asiento del conductor en nuestra propia vida. Porque de alguna manera cuándo algo se enquista y se oculta, no tenemos el control, de ahí esas reacciones desproporcionadas que no sabemos de dónde vienen y que son fruto de ese objeto extraño que circula libremente por nuestro cuerpo.

“El tiempo ayuda, porque todos los procesos emocionales necesitan de un tiempo para ser procesados”

¿El tiempo lo cura todo?

El tiempo desde luego ayuda, porque todos los procesos emocionales necesitan de un tiempo para ser procesados, valga la redundancia. Pensemos en el duelo por el fallecimiento de un ser querido. En tres días no estás bien, por muchas capacidades adaptativas que tengas. Tienes que pasar por un proceso de duelo, por una serie de etapas, hasta que pasado un tiempo el noventa y pico por ciento de la población supera ese duelo.

Muchas veces, para que las personas hagan frente a los problemas de salud mental derivados de sus traumas o microtraumas, se utilizan los conceptos de resiliencia y autoestima. ¿Pone eso demasiado peso sobre los hombros de los afectados?

Sí, sí, totalmente. El trauma es un campo muy complejo que depende de muchas variables (genéticas, de contexto, de momento vital en que se produce, de los apoyos que tengo cuando se produce, etcétera). Por eso yo reivindico el concepto de red-siliencia, porque estamos dentro de una red, y dependiendo de la red de apoyos que yo tenga voy a ser más o menos resiliente. Si tengo una buena red que valida lo que me ha sucedido, que me ayuda a comprenderlo, que me apoya y que me ayuda en mi proceso de recuperación, evidentemente es más fácil que salga bien parado de esa experiencia traumática que si no tengo todo eso.

Si, por el contrario, yo por ejemplo le cuento a mis padres una situación grave que me ha ocurrido y lo que recibo es una negación o una banalización, eso puede hacer de ese hecho algo más traumático.

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