Xavier Guix

Licenciado en Psicología, divulgador, fundador de ‘Bondad en Acción’ y autor de ‘El problema de ser demasiado bueno’
Xavier Guix, psicólogo, anima a dejar atrás “la mala bondad”, una mala concepción de lo que es “ser bueno”, que implica una cadena de comportamientos basados en el temor a la desaprobación de los demás y que impide a las personas ser ellas mismas.
Xavier Guix
“Cuando uno crece bajo el mandato de ser bueno se pasa la vida así, hasta que descubre que eso no le está beneficiando, sino que más bien provoca que la gente le utilice”

22/03/2024

Muchos niños y niñas en todo el mundo, todavía hoy, crecen bajo los mandatos de la obediencia y el portarse bien. Muchos de ellos, cuando lleguen a adultos, seguirán reproduciendo esos mandatos y actuando conforme a ellos, agobiados siempre por la posibilidad de no cumplir con las expectativas de los demás y ser rechazados. Esto es lo que el psicólogo Xavier Guix define como “la mala bondad”, una cadena de comportamientos basados en el temor a la desaprobación de los demás que impide a las personas ser ellas mismas. “Tarde y mal uno aprende que ser buenista no le aporta mejores consecuencias, sino las peores: ser para los demás una persona manipulable y usable”, sostiene Guix, que en El problema de ser demasiado bueno (Arpa) ofrece a los lectores pautas para descubrir y escapar de la mala bondad y, a partir de ahí, reencontrarse con uno mismo y tomar las riendas de la vida.

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En el prólogo, Jaume Soler y Mercè Conangla escriben que “el mandato de ser bueno se ha convertido en una herramienta de control y de poder sobre las personas”. ¿Cuánto de esta reflexión se esconde tras la escritura del libro?

Portada "El problema de ser demasiado bueno"

Bueno, esa reflexión es más sociológica y mi libro es más psicológico, pero sí que te puedo decir que nuestra generación, la mía y la de mucha gente antes, ha vivido en una dictadura y el tema de obedecer y portarse bien eran consignas necesarias, por así decirlo, para sobrevivir.

Por tanto, como te puedes imaginar, somos muchas las generaciones que hemos vivido épocas de constreñimiento a nivel conductual y eso, obviamente, genera una cultura de la obediencia y del portarse bien. Hoy en día ya no obedecemos a esas razones. Incluso nos permitimos discutir la autoridad, pero en cambio obedecemos a los algoritmos. Siempre estamos obedeciendo algún tipo de mandato o algún tipo de estructura de autoridad, sea ésta más o menos visible.

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¿Hemos confundido la bondad con eso que se ha dado en llamar buenismo?

Sí, sí, totalmente. Es un tema de educación. El hecho de no haberse trabajado emocionalmente, de no haber puesto la atención en nuestro desarrollo personal, ha ido provocando que se instauraran en las familias y en los niños desde pequeños ciertas consignas que son como un símbolo de que vas bien.

“Hoy en día nos permitimos discutir la autoridad, pero en cambio obedecemos a los algoritmos”

Fíjate que muchos padres, para poder señalar que tienen un muy buen hijo, lo hacen con un “es que es muy bueno”, “se porta muy bien”. Esto son señales como de bienestar del niño. En cambio, si tienes un hijo un poco revoltoso, ya es un problema. Es decir, que la medida que toman los padres para decir que todo va bien es que el niño sea bueno.

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¿Es difícil escapar y no caer en las redes de ese mandato del ‘buenismo’?

Es muy difícil. Cuando uno crece con ese mandato se pasa la vida así, hasta que descubre que eso no le está beneficiando, sino que más bien provoca que la gente le use. Tarde y mal uno aprende que ser buenista no le aporta mejores consecuencias, sino las peores: ser para los demás una persona manipulable y usable.

Qué es la mala bondad

Habla en el libro, en contraposición a la bondad, de la idea de mala bondad. ¿Cómo podríamos definirla?

La mala bondad tiene cuatro pilares: la obediencia desmedida, el portarse bien (ser complaciente con los demás), la angustia por no ser suficientemente bueno, que genera mucha culpa, y la ira reprimida, porque me trago todo lo que sea confrontativo. Y todos sabemos que el que se aguanta mucho al final estalla por una nimiedad. Si tuviéramos que resumir la mala bondad serían estos cuatro puntos, porque lo dicen todo.

“Los de obedecer y portarse bien son los mandatos que más recibimos y los que más nos calan. Las ideas de “complace” y “esfuérzate” son las que más han machacado a la gente”

¿Es cosa mía o los primeros principios que ha citado los interiorizamos desde la más tierna infancia?

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Ese es el mandato que más recibimos y el que más nos cala. Las ideas de “complace” y “esfuérzate” son las que más han manchado a la gente. Nos pasamos medida vida, desde bien pequeños, esforzándonos por complacer a los demás, hasta que llega un momento en el que te preguntas qué estoy haciendo.

Luego llega la angustia de no ser bueno, de sentir que no se cumple con esos dos mandatos anteriores y que puedes “ser rechazado”.

La culpa, al estar tan arraigada socialmente, la llevamos encima, como si fuese parte de nuestro ADN. Somos una sociedad de la culpa. En Oriente es más fácil ver sociedades de la vergüenza, pero la nuestra es una sociedad de la culpa, nos regulamos por la culpa. Por lo tanto, el hecho de anticipar una posible culpa es lo que hace que nos estemos auto observando constantemente para ver si nos estamos portando suficientemente bien.

“La culpa, al estar tan arraigada socialmente, la llevamos encima, como si fuese parte de nuestro ADN. Somos una sociedad de la culpa”

Y la auto observación continua va generando una angustia, porque nunca sabemos si nos estamos portando lo suficientemente bien, ya que los demás, por si esto fuese poco, nos dan con sus reacciones pistas de diferentes tipos: unos están normal, a otros les parece muy bien, y a otros muy mal. Uno se vuelve loco.

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El cuarto pilar es la ira contenida. ¿Qué consecuencias puede tener toda esa ira contenida?

La primera consecuencia es un sufrimiento para la propia persona, un sufrimiento que al ser sentido acaba convertido en un estado interior de densidad energética. Es decir, hay una acumulación de energía densa que acaba provocando enfermedades. Hoy sabemos que gran parte de las enfermedades psicosomáticas tienen que ver con la ira reprimida.

“Hoy sabemos que gran parte de las enfermedades psicosomáticas tienen que ver con la ira reprimida”

Hay unas cuantas cosas que aprendemos a reprimir desde niños: una es el dolor emocional, otra la tristeza y la última es la ira. Todo eso que nos guardamos influye en nuestra salud, en nuestra manera de vivir y, por lo tanto, va haciendo mella en nuestro cuerpo. Por eso, luego aparecen enfermedades psicosomáticas que son producto de la manera que la persona está viviéndose a sí misma.

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El camino hacia la verdadera bondad

Como ha comentado y explica en el libro, esa idea de ‘mala bondad’ se apodera de nosotros en la infancia. Como madres y padres, ¿qué podemos hacer por el bien de nuestros hijos?

Hay que observarlos mucho. Los padres deben proteger, cuidar y marcar límites, pero también deben no intervenir excesivamente en las inclinaciones, las tendencias y las formas de expresión de los niños. Cada criatura tiene tendencia a acercarse a unas experiencias y a alejarse de otras, pero los padres, en lugar de observarlos y acompañarlos, lo que hacemos es moldearlos: queremos que las criaturas se amolden al modelo que hemos pensado para ellas. Y los niños intentan no decepcionar a sus padres, ser buenos, y ahí vamos desadaptando a las criaturas en lugar de ayudarles a que puedan desarrollarse plenamente.

Los niños intentan no decepcionar a sus padres, ser buenos, y ahí vamos desadaptando a las criaturas en lugar de ayudarles a que puedan desarrollarse plenamente

Y los que ya nos hemos criado con esos patrones de obediencia, mandato de portarse bien y angustia de no ser bueno, ¿tenemos solución?

Sí, claro que sí. Al final son una serie de programaciones que se han ido constituyendo desde pequeños y que están muy grabadas en nuestro cerebro, pero que no dejan de ser programaciones. Por lo tanto, igual que se crearon, se pueden destruir.

En el libro comparte una serie de pautas para dejar de practicar la mala bondad. ¿Por dónde empezar?

El sentido fundamental del cambio arranca cuando una persona decide que ya no quiere organizar su vida desde fuera, desde los mandatos externos, sino que quiere encontrarse consigo misma. Por ese camino empieza uno a recuperarse, a encontrar su propia brújula interior, que es la que valida su acción en el mundo.

“En la crisis de los 40 años uno se da cuenta que, habiendo obedecido todas las órdenes, habiendo hecho todo lo que tocaba, no acaba de ser feliz. ¿Por qué? Porque no se encuentra consigo mismo”

Mucha gente, en cambio, se queda atrapada en ese vivir según lo externo, buscando siempre la aprobación de los demás, construyendo su vida desde fuera. No es que pase nada, pero es una vida más empobrecida porque no depende de uno mismo.

¿Dejar de practicar la mala bondad es también una forma de encontrarse con uno mismo, con la persona que somos y que a lo mejor no nos han dejado ser?

¡Exacto! Eso suele ocurrir a la media edad, porque cuando uno no se ha trabajado antes, llega la famosa crisis de los 40 o los 50 y uno empieza a plantearse si lleva la vida que quiere, si tiene sentido vivir como vive… Uno se da cuenta que, habiendo obedecido todas las órdenes, habiendo hecho todo lo que tocaba, no acaba de ser feliz. ¿Por qué? Porque no se encuentra consigo mismo y hasta que no lo haga y pueda definir la vida que quiere, vivirá siempre con conflicto. Ahí es donde tenemos la tarea fundamental: volver al encuentro de uno mismo y a partir de ahí volver a armar una vida.

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