David Dorenbaum
28/01/2022
El doctor David Dorenbaum nació en Ciudad de México, pero hoy vive y ejerce en Canadá, donde es profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Toronto. Que, pese a la distancia, este psiquiatra y psicoanalista sea ampliamente conocido en España es fruto de un cúmulo de casualidades: gran amigo del prestigioso fotógrafo español José Manuel Ballester, Dorenbaum participó en 2014 en uno de los proyectos colaborativos del mismo, que consistía en fotografiar espacios de Segovia a los que la gente no tiene acceso. En uno de esos lugares, el milenario Monasterio de Santa María del Parral, de la orden de los Jerónimos, se hospedaron durante unos días Ballester y Dorenbaum. Mientras el primero fotografiaba, el segundo redactaba notas para un libro que se iba a publicar al respecto. Años más tarde, en 2018, la revista El viajero de El País le propuso a José Manuel un fotorreportaje sobre la visita al monasterio. David Dorenbaum redactó los textos, en los que invitaba a la gente “a que considerase visitar monasterios para limpiar el espíritu”. El artículo funcionó tan bien que Amelia Alocado, entonces responsable de El País Semanal, le invitó a participar en la revista en la sección de psicología. El resultado de esa participación es Divaneos, reflexiones de un psicoanalista para la vida cotidiana (Península), una recopilación de los artículos publicados en El País Semanal desde 2018 que está lejos de ser un libro de autoayuda. Como afirma Dorenbaum por videoconferencia, el libro “es una invitación al lector a que suspenda la vorágine de lo cotidiano por un momento y le dé el mismo peso a lo simple y a lo complejo”.
Sus divaneos hablan de temas muy diversos, pero todos tienen un nexo común. ¿Cómo elige el doctor Dorenbaum los temas de los que quiere hablar en sus artículos?
La verdad es que al principio me preocupó mucho qué escribir, cómo sostener el paso de publicación. Entonces me acordé de que Virginia Wolf escribió que sus textos los concebía caminando. Así que yo que soy un gran caminador de la ciudad de Toronto me puse a andar para ver si se me ocurrían cosas y me encontraba con temas. Así me fueron saliendo los textos, mientras caminaba, casi sin esfuerzo. Porque cuando tenemos esa libertad de asociación libre, que es en la que también se sustenta el psicoanálisis, salen ideas como mariposas, ideas que de otras maneras, si las tratásemos de forzar, no saldrían porque paradójicamente cercenaríamos la creatividad.
¿La publicación del libro es otro cúmulo de casualidades?
Estos textos estaban diseñados para volar, para escaparse, para esfumarse. Como esas mariposas que los observadores capturan con su red para luego soltar. Que se hayan juntado todos fue gracias al ojo de Oriol Alcorta Hojas, editor de Península, que me escribió por email para ver si habría considerado publicarlos en un libro. Fue el segundo efecto mágico: ver mi nombre en un libro publicado por el Grupo Planeta. La verdad es que conectamos muy bien y siento que tan autor del libro es él como yo.
“Muchos niños han expresado fobias y ansiedades tremendas a tener contacto con sus abuelos por miedo a matarlos. Imagínate el impacto que eso ha tenido: verse como un peligro a una edad en la que generalmente los niños toman riesgos y no tienen que preocuparse por ser una bomba peligrosa”
Es un proyecto de colaboración que no está concebido como un libro de autoayuda. En sus páginas no vamos a encontrar soluciones, respuestas a cómo vivir feliz, a cómo resolver nuestros problemas, sino una invitación al lector a que suspenda la vorágine de lo cotidiano por un momento y le dé el mismo peso a lo simple y a lo complejo. Cuando te pones en una situación equidistante de lo que más te está atormentando y de lo más simple, como el sabor de tu plato preferido, te das cuenta de que ambas cosas tienen la misma importancia.
Esa sección continuada en las páginas de El País Semanal y en la web del diario tienen una gran aceptación y repercusión entre los lectores. ¿Es una muestra cada vez mayor del interés que genera la salud mental?
Te agradezco la pregunta porque me da la oportunidad de reconocer que estamos siendo traspasados por algo muy complicado, que ha puesto mucho énfasis en la autoconciencia de nuestra salud en general. Y hablamos mucho de la salud mental, que es muy importante, pero fíjate que de alguna manera prefiero no hacer énfasis en la salud mental como algo separado de la salud corporal. Cuerpo y mente están integrados y eso es algo que intento enfatizar en mis artículos. Porque sí, hablo de psicología, pero también hablo de nuestras células porque en esencia somos como bacterias que respondemos a los cambios fisiológicos, químicos, de temperatura, a las invasiones de los virus… La salud mental es un componente esencial del total de nuestra salud.
Vivir la sencillez
La primera parte del libro, Vivir la sencillez, nos hace reparar en todas esas pequeñas cosas y acciones cotidianas que utilizamos / hacemos casi sin ser conscientes de ellas. ¿Prestamos poca atención a lo cotidiano?
Sí, sí. Hay cosas sobre las que no nos ponemos a reflexionar. Por ejemplo, el hecho de ir al cine. Y no me refiero a ver una película, que podemos hacerlo en casa, sino a esa sensación de estar en el cine, ese olor a palomitas, esa experiencia de estar en una sala oscura con otros desconocidos y que de repente se nos aparezca ese mundo lumínico. Esas pequeñas cosas se nos pasan muchas veces de largo.
“Prefiero no hacer énfasis en la salud mental como algo separado de la salud corporal. Cuerpo y mente están integrados y eso es algo que intento destacar en mis artículos”
También podemos decir que Divaneos es una reivindicación del poder de la introspección. ¿Qué nos puede aportar esa introspección en nuestro día a día?
Aquí entra en juego la idea del inconsciente, no solo del inconsciente freudiano, sino también el de los filósofos griegos, el inconsciente de la neurociencia, la idea de que en nuestro organismo hay fuerzas que gobiernan nuestra conciencia, nuestra percepción, nuestras sensaciones, y sobre las que no tenemos control.
“Lo complejo es un componente esencial de la vida. Somos seres mortales y eso en sí ya plantea una problemática muy importante”
Un ejemplo que cito siempre al respecto es el del enamoramiento. ¿Por qué nos entra el flechazo ante cierta persona y no ante otra? Y cuando lo hace, ¿por qué nos ruborizamos sin tener control sobre ello? ¿Qué parte de nuestro organismo sabe que es el momento de ruborizarse, de acelerar el corazón, de sudar? Te das cuenta de que hay mecanismos que nos orientan, que nos hacen reaccionar, que están totalmente fuera de nuestro control consciente. Y es muy importante empezar a entenderlos, empezar a desentrañar las claves a través de las cuales todos esos sistemas funcionan.
En ese vivir la sencillez habla recurrentemente sobre el poder de los libros y de la lectura. ¿Por qué deberíamos leer más de lo que leemos?
Por eso precisamente me he rodeado de libros para la entrevista (ríe señalando la biblioteca que tiene a su espalda). Cualquiera de estos libros es un mundo, es como estar en compañía de todas las mentes que los crearon, de todos esos seres humanos que han pensado, que han configurado ideas incorporando su experiencia personal. Fíjate que, si empiezas a leer sobre un personaje que está comiendo un durazno, en tu cerebro, si lo escaneamos, veremos que se activan justamente las mismas secciones que se activarían si fueses tú el que se come el durazno. Es increíble el poder de evocación que tiene la literatura.
“Hay mecanismos que nos orientan, que nos hacen reaccionar, que están totalmente fuera de nuestro control consciente. Y es muy importante empezar a entenderlos”
Tengo la sensación de que mucha gente ha aprendido de este poder durante la pandemia. ¿Nos ha empujado esta situación que vivimos a vivir más la sencillez?
Sí, desde luego. Pero también nos ha acercado a la segunda parte del libro, a lo complejo, a las fobias, por ejemplo. Hay gente que vive con terror a relacionarse con otros, a contagiar o contagiarse. En agosto hice una serie de cinco artículos que aparecen dispersos en el libro sobre el tema del veraneo a la luz de las limitaciones de la pandemia. En uno de ellos, entrevisté a la que era la directora de la Asociación Psicoanalítica Internacional, Virginia Ungar. Ella me dijo una cosa muy interesante: que, por ejemplo, en la pandemia, los niños han tenido que aprender a vivir con la noción de que son peligrosos, de que pueden transmitir un virus letal a los adultos. Muchos niños han expresado fobias y ansiedades tremendas a tener contacto con sus abuelos por miedo a matarlos. Imagínate el impacto que eso ha tenido: verse como un peligro a una edad en la que generalmente los niños toman riesgos y no tienen que preocuparse por ser una bomba peligrosa. Es un reto tremendo.
Convivir con la complejidad
La pandemia, precisamente, es un ejemplo de ese “convivir con la complejidad” al que se refiere la segunda parte de su libro. ¿Nos cuesta convivir con la incertidumbre, con la complejidad del mundo?
Fíjate que ese es un problema del que se aprovechan los recursos comerciales. Nos quieren vender felicidad, tratamientos, soluciones rápidas para problemas profundos… No es que yo sea escéptico sobre ser feliz y estar bien, pero creo que lo complejo es un componente esencial de la vida. Somos seres mortales y eso en sí ya plantea una problemática muy importante.
“Hay que darle valor a cada momento, ser gentiles con nosotros mismos y con los demás, tener actitudes en las que podamos incorporar los tiempos difíciles y los tiempos sencillos”
No quiero decir que tengamos que vivir con la espada de Damocles colgada sobre la cabeza todo el tiempo, pero sí darle valor a cada momento, ser gentiles con nosotros mismos y con los demás, tener actitudes en las que podamos incorporar los tiempos difíciles y los tiempos sencillos. Es muy importante que tengamos esa capacidad de balancear las fuerzas negativas y positivas.
Para encontrar un punto medio, entiendo.
Exacto. Y permitir esos bajones que experimentamos, esos momentos en los que una nube negra nos atraviesa. Reflexionar, tener la capacidad para hacer un ejercicio de introspección para ver cómo esa nube se va pasando. Y si sentimos que no pasa, es importantísimo pedir ayuda, movilizar otros recursos, porque a veces no somos autosuficientes.
“Tenemos que ser menos autoexigentes con nosotros mismos, lo que no quiere decir que no hagamos las cosas bien, hay espacio para hacerlas bien y de forma correcta, pero no tanto con esa exigencia perfeccionista”
No tenemos que ser tan autoexigentes con nosotros mismos. Que no quiere decir que no hagamos las cosas bien, hay espacio para hacerlas bien y de forma correcta, pero no tanto de forma perfeccionista.
En esa segunda parte me ha gustado mucho el artículo dedicado a la nostalgia. Yo me considero un nostálgico en mayúsculas, pero lo cierto es que la nostalgia no tiene muy buena prensa…
Tradicionalmente si decías que eras un nostálgico te señalaban: “Éste está aferrado al pasado, no vive el presente”. Pero yo le doy un giro, prefiero entender la nostalgia desde otro punto de vista. Hay estudios muy interesantes en la neurociencia que han documentado que la nostalgia es muy importante, esencial como parte de nuestra memoria operativa. Ulises, por ejemplo, en su Odisea, se nutría de la nostalgia para poder sobrevivir, para reforzar su capacidad de manejarse en esa crisis. La nostalgia es un mecanismo que nos puede ayudar, lo que no quiere decir que tengamos que estancarnos en el pasado.
Y para terminar, si tuviera que dar dos o tres consejos básicos para convivir y sobrellevar mejor la complejidad del mundo. ¿Cuáles serían?
Por un lado, ser conscientes de que contamos con recursos interiores muy valiosos. Hay muchas personas que están pasando por adversidades muy grandes, pero incluso en esos casos extremos es muy importante que se consideren esos recursos internos que nos pueden ayudar. Como organismos que hemos evolucionado a lo largo de muchísimas adversidades nuestros sistemas interiores –no solo nuestro cerebro– cuentan con recursos para ayudarnos a navegar en estas tormentas. Así que ese sería el primer punto, no devaluar la riqueza de nuestra interioridad.
“La nostalgia es muy importante, esencial como parte de nuestra memoria operativa. Ulises, por ejemplo, en su Odisea, se nutría de la nostalgia para poder sobrevivir, para reforzar su capacidad de manejarse en esa crisis”
El segundo punto serían las relaciones, que se han visto tan dañadas por estos confinamientos y aislamientos. Hay que encontrar maneras de comunicarse, de mantener nexos con otros. Y, por último, algo de lo que ya hemos hablado, esa capacidad de recrearse en lo cotidiano, en lo sencillo, y de aceptar que las dificultades son parte de nuestra vida.