Laura Rojas Marcos

Psicóloga y autora de ‘Convivir y compartir. Claves para relacionarte saludablemente con los demás y contigo’
La pandemia por COVID-19 ha afectado a las relaciones familiares y sociales. Laura Rojas Marcos nos propone revisar cómo nos relacionamos con los demás y nos da las claves para disfrutar de una convivencia saludable.
Laura Rojas Marcos
“En cualquier tipo de relación de convivencia, ya sea con familia, en el trabajo, en una comunidad de vecinos… el respeto del espacio es fundamental”

29/12/2021

Una buena convivencia no es fácil y cuando tenemos que compartir espacio surgen conflictos y desavenencias que pueden acabar con una relación de pareja o con los lazos familiares. La pandemia por COVID-19 nos ha obligado a pasar por un confinamiento estricto, ha supuesto una especie de paréntesis en nuestra vida y nuestros planes de futuro, y nos ha sumido en una situación de incertidumbre que ya dura casi dos años. Tal vez podamos sacar algo bueno de esta experiencia y la psicóloga Laura Rojas Marcos nos propone “hacer un poquito de 'limpieza', y no solamente de armarios” y revisar cómo nos relacionamos. Laura, que acaba de publicar Convivir y compartir. Claves para relacionarte saludablemente con los demás y contigo (Editorial Grijalbo), nos habla de los pilares en los que se deben basar unas relaciones saludables –el respeto, la confianza, el compromiso, o la capacidad de comunicación y de adaptarnos a los cambios, entre otros– y nos explica cómo desarrollar las habilidades sociales que nos van a ayudar a convivir con los demás y con nosotros mismos.

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El título de tu libro es ‘Convivir y compartir. Claves para relacionarte saludablemente con los demás y contigo’, y el primer lugar donde convivimos y compartimos es el hogar familiar cuando somos pequeños, ¿cómo se debe enseñar a los niños a hacerlo?

Convivir y compartir, libro de Laura Rojas

La gran mayoría de las personas crecemos en un entorno familiar, con cuidadores, y no deja de ser el primer escenario de nuestra vida y el lugar donde aprendemos a desarrollar, no solamente nuestras habilidades, nuestra autoestima, a descubrir quiénes somos, sino, sobre todo, es el lugar donde aprendemos a relacionarnos, a construir con otros, a compartir espacio, a comunicar, a saber cómo relacionarnos con los demás, a poder dialogar e intercambiar deseos, objetivos…, pero también es un lugar donde aprendemos qué es el desamor, a competir, y donde vivimos las primeras sensaciones de injusticia, sobre todo cuando hay hermanos y los padres tienen que compartir y distribuir su energía y su atención entre los hijos.

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El papel de los cuidadores es clave, y no me refiero únicamente a los padres, también a los abuelos, los profesores, los adultos que están alrededor, que son nuestros guías, las personas que nos enseñan, nos educan, nos forman en nuestras relaciones sociales, en cómo hacer amigos, en aprender a respetar y, sobre todo, en algo muy importante que es aprender a tolerar la frustración. Tolerar la frustración es una manera de aprender a controlar nuestros impulsos, a no decir todo lo que pensamos, a esperar turnos…

De niños, la mayoría aprendemos todo eso especialmente a partir del juego. De manera que es recomendable enseñar a través del juego –me refiero a juegos educativos, no a los de las maquinitas–, a través del contacto, de la coherencia, que es uno de los pilares de las relaciones en general y de las relaciones de apego. Es importante qué tipo de apego o relaciones de apego vamos a desarrollar: si van a ser seguros, o inseguros, y el papel de la coherencia es importante porque es ese equilibrio que existe entre lo que pensamos y sentimos, y las acciones que llevamos a cabo. Por ejemplo, a la hora de educar y comunicar aprendemos de nuestros padres y de nuestros profesores a ser coherentes, y también a ser consecuentes: cuáles son las consecuencias positivas y negativas de nuestras acciones.

Hay personas que no comunican, pero a la vez tienen muchas expectativas; y todo se convierte en un misterio, lo que es agotador para cualquiera

Esa es una de las 10 claves que menciono en el libro y que tiene que ver con la consideración, la cordialidad, y el aprender a comunicar bien, desde el sí y desde el no, lo que uno quiere, o no quiere, lo que uno necesita, lo que uno desea, y lo que uno no desea.

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Un problema que supongo que ha existido siempre en cierta medida, pero que ahora es especialmente preocupante, es el acoso escolar, ¿crees que enseñar a los niños a convivir y compartir de forma saludable podría acabar con esta lacra?

Esta lacra –y me encanta que uses esa palabra porque es terrible– es sumamente dañina, por supuesto, para la víctima de acoso de cualquier tipo, pero también es perjudicial para el que acosa, porque es un individuo que no se relaciona bien con los demás, no se respeta, y la consecuencia de ello va a ser la soledad, porque la gente no es tonta y al final te quedas solo.

La clave es la educación, y me refiero a la formación, educar a los hijos en el respeto, en aprender a comunicar, aprender a gestionar los conflictos, los desacuerdos y, sobre todo, a respetar y a no estigmatizar lo que uno considera que es diferente. Y digo lo que uno considera porque lo diferente, o lo que no es habitual, ya sea en determinados comportamientos o aptitudes, o hábitos, a lo mejor sí es habitual para otra persona; y por eso hay que aprender que todo es relativo y que lo diferente no es un enemigo, ni una amenaza.

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Los seres humanos no dejamos de ser animales; somos seres racionales, pero también muy irracionales, y tenemos rasgos de agresividad como todo animal viviente. El aprender a defendernos, a defender a otros, a proteger y a protegernos, es natural y entra dentro del instinto de supervivencia. Todo ser vivo tiene un instinto de supervivencia, ya sea consciente o inconsciente. Los seres humanos tenemos que poder defendernos, pero también tenemos que educar a los más pequeños para que aprendan a gestionar esa agresividad. Aunque la agresividad forma parte de nosotros y de nuestra biología, también tenemos la capacidad de aprender a gestionarlo. La clave, sin lugar a dudas, está en la educación y en tener en cuenta que hay un proceso de aprendizaje y que también está en nuestra naturaleza la competitividad, que entra dentro del instinto de supervivencia.

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Cuando uno analiza esa competitividad que tenemos todos y que hace que nos comparemos con otros, vemos que hay distintos grados de comparación: está el positivo y está el negativo, y hay distintas intensidades. Los niños y adultos que son agresivos y acosadores son personas que viven en un estado de inseguridad y miedo permanentes. Muchas veces esa agresividad surge de la propia agresividad que ellos han experimentado porque viven en un entorno que les produce mucha inseguridad. Si de niños se les enseña a comunicar y a gestionar esas inseguridades que son naturales en el ser humano, aprenderán a gestionar esa agresividad y que pegando, agrediendo o siendo hostil, no van a llegar a ningún sitio.

Convivencia durante la pandemia por COVID-19

¿Cuáles son los principales errores que cometemos a la hora de convivir y compartir con los demás?

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En primer lugar la falta de respeto, que es un mal comienzo. Dos, la falta de comunicación, y no me refiero solo a las formas, ni a si el estilo de comunicarse es agresivo, o no, sino también a la falta de comunicación desde el silencio, porque hay personas que no comunican, pero a la vez tienen muchas expectativas; y todo se convierte en un misterio, lo que es agotador para cualquiera, empezando por el que no comunica, que espera algo y vive en la frustración porque no se cumplen sus expectativas, pero tampoco las comunica. El silencio también es una manera de comunicar.

La mala comunicación también se asocia a la desinformación o la mala interpretación de los mensajes; por ejemplo, hay personas que tienden a pensar mal, que cuando les dicen una cosa piensan que lo que les están diciendo en realidad es otra y están continuamente interpretando. Pero tampoco debemos olvidar que a veces hay malentendidos, y los malentendidos son algo natural porque no siempre acertamos en nuestras palabras, o no siempre entendemos bien. El arte de la comunicación es fundamental.

Y lo que es muy importante en cualquier tipo de relación de convivencia, ya sea con familia, en el trabajo, en una comunidad de vecinos, cuando estás en la playa… es el espacio, el respeto del espacio. Eso que dicen de que la libertad de uno termina donde empieza la del otro es compartir ese espacio, y hay personas que saben compartir espacio y otras que no. Y eso también ocurre a la hora de comunicar, porque hay personas que expresan muy bien sus sentimientos, pero después no saben escuchar y ocupan todo el espacio.

Si crezco en un entorno donde desde chiquita me están diciendo que soy un desastre, voy a creer que haga lo que haga no va a servir de nada. Eso se llama indefensión aprendida

Uno de los grandes pilares, independientemente del grado o el tipo de relación que tengamos, es la confianza, que desempeña un papel esencial a partir del cual se puede construir todo lo demás: desde el compromiso, la comunicación, la cordialidad, la consideración, la colaboración… Un ejemplo: a lo mejor con un vecino no tienes mucha confianza, pero si se compromete a que te va a recoger el correo en tu ausencia y luego no lo hace, pierdes la confianza. En el caso de las amistades, mientras más intimidad exista, más confianza hay; ahora bien, a veces uno vive con la familia, donde hay una cierta intimidad de espacio, pero no la hay a la hora de compartir las emociones, ni los miedos, ni las inseguridades, porque no hay confianza.

El confinamiento ha puesto a prueba la capacidad para convivir de parejas, familias, compañeros de piso…, de todos aquellos que han tenido que compartir un espacio. ¿Qué lecciones nos ha enseñado esta convivencia forzosa entre cuatro paredes y en una situación de crisis sanitaria inédita en las sociedades desarrolladas?

Yo creo que hemos aprendido muchas cosas, tanto en positivo como en negativo, pero por mencionar una de las más importantes es a compartir espacio, un espacio que además estamos forzados a compartir y cuando no puedes salir tienes que organizarte. Ha habido muchas personas que han aprendido a colaborar y a contribuir; a repartirse las tareas y las responsabilidades entre todos, y ahí se ha visto también quién es quién.

Y es que cuántas madres profesionales se han encontrado solas y con una carga importante, aunque tuvieran pareja o hijos mayores, porque aunque previamente tuvieran ayuda, durante el confinamiento más duro no podía venir nadie y hay familias, o parejas, que compartían una serie de tareas, mientras que en otras se daba por hecho que lo hacía la madre, o las chicas de la casa. Desde el punto de vista de un psicólogo eso ha sido muy interesante. Cuando nos quitan una serie de ayudas, ¿al final quién se encarga, sobre quién recae la responsabilidad? Y lo han asumido sobre todo las madres.

Otra de las cosas que hemos aprendido es que las situaciones cambian de repente, de manera inesperada. Yo que estudio y trabajo mucho los cambios y cómo nos afectan creo que llevamos años viviendo en una sociedad del bienestar, y que aunque es muy bueno que podamos disfrutar de ello, también se han dado por hecho una serie de cosas y quizás hemos tenido que revisar no solamente esos derechos sino, sobre todo, nuestra responsabilidad en cuanto a los deberes y asumir responsabilidades, no solamente a nivel personal, sino también por el bienestar de nuestra familia y de la sociedad.

Los niños y adultos que son agresivos y acosadores son personas que viven en un estado de inseguridad y miedo permanentes

Ha influido también en cómo uno planifica el futuro. Se han producido unos niveles de ansiedad elevados en todas las generaciones y en todos los ámbitos, y nos hemos visto forzados a aprender a gestionar esa ansiedad y la incertidumbre. Ha habido un boom de personas que han sido conscientes no solamente de la importancia de la salud física, de la fragilidad del cuerpo, sino de la salud mental, y mucha gente que nunca había considerado la necesidad de buscar ayuda emocional, ahora han visto que la necesitaban.

Y la pandemia también nos ha enseñado la importancia de tomar decisiones y de hacer un poquito de limpieza, y no solamente de armarios. Poner en orden y limpiar a nivel interno es algo bueno para todos.

Relaciones tóxicas y ‘haters’ en redes sociales

¿Cuáles son las actitudes tóxicas que tú consideras que no se deben permitir en ninguna relación, ya sea de pareja, familiar, de amistad…, y cómo debemos actuar si las detectamos y nos están perjudicando?

Ahí estamos hablando sobre todo de esas relaciones tóxicas, de personas que nos hacen daño, y a la mayoría nos hacen daño personas que son agresivas –la violencia, la agresividad, la hostilidad, la burla, el chantaje emocional, las personas que castigan ya sea verbal o físicamente–, eso es inaceptable, pero también hay otros tipos de castigos emocionales o mentales, como son, por ejemplo, esos chantajes emocionales asociados a la culpa, los reproches, el rencor, que despierta lo peor del ser humano, o lo que se denomina la “ley de hielo”, que es el castigo con el silencio; no es que no te hable, sino que actúo como si no existieras. Una forma de ignorar que incluye no mirar a los ojos, pasar por encima como si viera a través de ti, como que no existes. Un abandono emocional total que nunca lleva a buen puerto. Es mejor decir “ahora mismo estoy enfadado, y no quiero hablar contigo”, que hacer como que no existes, y si te pasa algo no lo veo…, eso es terrible. Eso es maltrato psicológico.

Para evitar el ‘bullying’ la clave es educar a los hijos en el respeto, en aprender a comunicar y, sobre todo, a no estigmatizar lo que uno considera que es diferente

Estamos hablando de todo esto en relación con otros, pero la persona con la que convivimos desde que nacemos hasta que morimos somos nosotros mismos, y no nos elegimos, ni elegimos nuestros genes. A partir de ahí tenemos que construirnos, y aunque el entorno va a influir muchísimo, también tenemos unos genes y la capacidad para aprender.

En toda esa relación, ya sea constructiva o destructiva, todo parte en cómo relacionarme conmigo mismo, y eso se aprende en las relaciones que mantenemos con nuestros cuidadores y las personas de nuestro entorno durante la infancia, ya que la manera en la que nos hablan determinará cómo nos vamos a hablar a nosotros mismos después.

La pandemia nos ha enseñado la importancia de hacer un poquito de 'limpieza', y no solamente de armarios. Poner en orden y limpiar a nivel interno es algo bueno para todos

Si yo crezco en un entorno donde desde chiquita me están diciendo que soy un desastre, me voy a asociar con ese concepto de desastre y voy a creer que haga lo que haga no va a servir de nada. Eso se llama indefensión aprendida. Es pensar que no hay salida y para qué me voy a esforzar si voy a fracasar, y las dificultades en los estudios que tienen muchos chicos y chicas a menudo vienen por eso, porque han tenido una serie de problemas que no se han atendido, o porque partían de unos mensajes muy destructivos.

Muchas personas aprovechan el anonimato en las redes sociales para faltar al respeto y decir cosas que no se atreverían a decirle a nadie a la cara. ¿Cómo debemos enseñar a los niños desde pequeños a hacer un uso respetuoso y responsable de estas plataformas y a que se protejan ellos mismos de cosas que les pueden ocurrir en ellas?

Es una manera distinta de relacionarse que ir al parque a jugar, pero no debemos olvidar que también es una forma de relacionarse. La capacidad de socializar es innata en nosotros, venimos con esa carga genética social, pero en las redes sociales hay individuos que viven del odio –los haters u odiadores–, que necesitan crear malestar y atacar, siempre desde la cobardía, porque jamás dan la cara, y que tienen inseguridad, falta de autoestima, envidia… Son personas que se comparan y compiten con otros constantemente, y esa envidia que les desborda les lleva a querer destruir, en vez de utilizar el tiempo y toda esa energía para crecer o aprender a conseguir aquello que envidian.

Hay plataformas en las que se esconde gente muy destructiva, y esos son los que estarían en el patio del colegio haciendo bullying. Son los que pegan de manera psicológica –que a veces duele incluso más–, pero no se muestran, son muy cobardes, son personas que tienen problemas muy serios y necesitan crear problemas en otros, y entonces envenenan, son muy tóxicos.

Para enseñar a los hijos a usar las redes sociales uno tiene primero que aprender. Si no sabes, busca ayuda, busca a alguien de tu confianza que les pueda enseñar. A lo mejor los que somos más mayores y no hemos crecido desde pequeños con las nuevas tecnologías necesitamos ayuda de sobrinos, de los hijos de amigos, o hasta de nuestros hijos mayores, para poder enseñar a los más pequeños a saber detectar dónde está el peligro, y dónde no deben meterse, como ocurre con otros riesgos que no han dejado de existir, como las drogas y el alcohol.

Las redes sociales no son peligrosas en sí mismas, pero lo puede ser la forma de utilizarlas. Es bueno que dispongamos de las nuevas tecnologías y el acceso a la información, porque esto nos lleva a ser más libres y a tener nuevas y maravillosas oportunidades, pero debemos protegernos y no ser tan confiados, porque cuando nos relacionamos con alguien únicamente a través de las redes hay mucho que no conocemos; no dejan de ser extraños. Deberíamos quizás filtrar más, pero hay que aprender a filtrar.

A la persona que sí elegimos para convivir es a la pareja, pero incluso si no hay grandes desavenencias esta convivencia puede llevar a la rutina y al aburrimiento. ¿Qué podemos hacer para evitarlo y para mantener la ilusión?

Desde luego la variedad es fundamental: hacer cosas diferentes. La rutina no es un enemigo, nos da seguridad y una cierta estabilidad, otra cosa es la monotonía. La rutina es beneficiosa porque nos ayuda a estructurarnos, e incluso a llevar una vida saludable, pero dentro de nuestra rutina cuando llega el fin de semana a lo mejor podemos probar deportes distintos, o quedar con otras personas, por poner un ejemplo. Es decir, que haya también un poquito de variedad, porque eso es sanísimo.

En las redes sociales hay individuos que viven del odio –los ‘haters’ u odiadores–, que necesitan crear malestar y atacar, que tienen inseguridad, falta de autoestima, envidia…

También es importante aprender a salir de esa zona de confort y descubrir cosas distintas, que es algo que nos enseña a afrontar incluso lo desconocido, lo que es diferente, aquello que sentimos que no controlamos… Yo animo a las personas a que escuchen ese espíritu aventurero que tienen, siempre que no sea algo dañino para sí mismos.

Si hay algo que te da un poquito de susto, un poquito de vértigo emocional, tampoco lo tienes que hacer solo, ni afrontar momentos difíciles solo. Yo creo mucho en elegir a buena gente, pero a veces la pareja deja de funcionar y pasa de ser un ‘elegido’ a ser un ‘no elegido’, aunque ese ‘no elegido’ se quedará ahí para siempre cuando hay hijos y tendremos que aprender a convivir por su bienestar, ya que es necesario mantener una coherencia en la forma de educar y de transmitir los mensajes a los hijos.

Los buenos amigos son los otros elegidos importantes. Hay que saber elegir a buenas personas –que te quieren y quieren lo mejor para ti– y mantener la relación de amistad con ellas.

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