José Antonio Ruiz

Periodista, asesor político, docente en la Universidad de Nebrija y autor de ‘El último sapiens’
La manipulación genética está a las puertas de cambiar la especie humana tal y como la conocemos. Sobre los beneficios, riesgos y dilemas éticos que supone esa posibilidad hablamos con José Antonio Ruiz, autor de ‘El último sapiens’.
José Antonio Ruiz
“Por primera vez en la historia de la Humanidad el hombre está en condiciones de alterar deliberadamente el curso de su propia especie. No es ciencia ficción, es ciencia”

12/07/2022

Al otro lado de la línea teléfono, José Antonio Ruiz se empeña en dejar claro un mensaje: que no es científico y que si ha escrito un libro de divulgación científica lo ha hecho en todo momento desde su rol de periodista. Aunque hoy se dedique fundamentalmente a la docencia y la asesoría política, como buen periodista –ha sido jefe de informativos de la Cadena SER y ha trabajado como periodista invitado en el Servicio Mundial de Noticias de la BBC y en Radio Francia Internacional– no ha dejado espacio en ‘El último sapiens’ (La Esfera de los Libros) para las conjeturas y las suposiciones. “Cualquier especulación que he hecho la he convertido en pregunta para curarme en salud”, afirma a Webconsultas. En un libro extraordinariamente documentado, mejor escrito y avalado por personalidades médicas de reconocido prestigio como el doctor Juan Carlos Izpisúa y el profesor Pedro Guillén, Ruiz reflexiona largo y tendido sobre las implicaciones que el inicio de la manipulación genética en embriones humanos podría tener la nuestra especie. “Si mediante la manipulación genética empezamos a crear una estirpe diferente al homo sapiens, el homo sapiens comenzará inevitablemente a ser una especie en proceso progresivo y paulatino de extinción”, señala el autor, que pese a ello es partidario de no poner más límite a estos avances –por su potencial médico a la hora de erradicar enfermedades– que la dignidad humana. “A las enfermedades hay que tratar de hacerles frente por tierra, mar y aire”, apunta tajante citando al profesor Guillén.

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Una de las grandes preguntas que deja su libro es si se ha producido ya manipulación genética de la línea germinal (óvulos y espermatozoides) del homo sapiens.

Portada de ‘El último sapiens’, libro de José Antonio Ruiz

La bioquímica estadounidense Jennifer Doudna –galardonada en 2020 junto a la microbióloga francesa Emmanuelle Charpentier con el Premio Nobel de Química «por el desarrollo de un método para edición genética»–, ha escrito un libro y le han escrito unas memorias publicadas recientemente en España en las que ella afirma que desde el momento mismo en que supo de la existencia de experimentos de manipulación genética en la línea germinal en monos, dio por hecho que en algún momento se haría lo propio con seres humanos.

“Con la manipulación genética pasa lo mismo que con la energía nuclear. En sí no es mala, lo malo es el uso que pueda hacer un científico descabellado a la hora de crear deliberadamente, por ejemplo, personas infradotadas a las que convertir en esclavos”

De haberse producido, eso significaría que lo que se ha engendrado no es un homo sapiens 100%, sino que sería un homo mutante, un homo pos sapiens o como queramos llamarlo, porque se habría tocado la línea de la herencia genética. ¿Puede que esté entre nosotros una persona que ya no sea 100% homo sapiens, sino que pertenezca a una estirpe diferente?

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La verdad es que lo que cuenta en El último sapiens produce una mezcla de vértigo y miedo.

El doctor Juan Carlos Izpisúa confesó en 2017 a Iñaki Gabilondo que cada mañana al cruzar el umbral de acceso al laboratorio sentía vértigo, porque era consciente de lo que podía suceder. Manipular genéticamente embriones humanos es la decisión más importante y trascendental a la que se enfrenta la ciencia.

Manipular genéticamente embriones humanos es la decisión más importante y trascendental a la que se enfrenta la ciencia”

Lo es, entre otras cosas, porque estos avances plantean y plantearán en un futuro más o menos lejano importantes conflictos éticos.

Al final los científicos no son quién para decidir donde está la línea roja entre lo ético y lo no ético, la frontera entre lo permitido y lo prohibido en materia de manipulación genética de embriones humanos. Izpisúa siempre dice que gobiernos, políticos y organizaciones como la ONU y la OMS son los que tienen que decidir hasta dónde se puede llegar y qué líneas rojas no se pueden cruzar.

“Existe una necesidad inaplazable de abrir un debate a nivel internacional para decidir si procede o no dar el visto bueno a la modificación genética de embriones humanos”

Pero Izpisúa y muchos otros científicos son conscientes de que hay compañeros que no tienen ningún tipo de asidero ético o moral y que ejercen en países (Corea del Norte, Israel, China, Rusia, etcétera) donde, a diferencia de lo que ocurre en países democráticos no existen comisiones éticas. Va a ser muy complicado establecer un consenso mínimo a nivel mundial habiendo tal disparidad de criterios.

“Hoy se estima que existen 10.000 enfermedades monogénicas en el mundo. Es decir, que si fuéramos capaces de corregir un error en un único gen, seríamos capaces de erradicar 10.000 enfermedades”

¿En qué punto se sitúa usted?

Yo estoy muy de acuerdo con el planteamiento del profesor Pedro Guillén: a las enfermedades hay que tratar de hacerles frente por tierra, mar y aire. El único límite que se tienen que establecer los científicos es la dignidad humana. Con la manipulación genética pasa lo mismo que con la energía nuclear. En sí no es mala, lo malo es el uso que pueda hacer un científico descabellado a la hora de crear deliberadamente, por ejemplo, personas infradotadas a las que convertir en esclavos sometidos.

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Es decir, adelante asumiendo los riesgos.

Existe una necesidad inaplazable de abrir un debate a nivel internacional para decidir si procede o no dar el visto bueno a la modificación genética de embriones humanos. En el año 2000 se produjo la primera secuenciación prácticamente completa del genoma humano. Conocemos el libro de nuestra vida, nuestro alfabeto. De eso han pasado ya 22 años. Dicen los científicos que ya disponemos de las herramientas mínimas indispensables para manipular genética o epigenéticamente a un ser humano. El problema, claro, es que esas herramientas, como la tijera molecular (CRISPR), no están suficientemente perfeccionadas para evitar errores garrafales que se pueden cometer en un laboratorio.

“En el momento mismo en el que se toque y se altere genéticamente la línea germinal, cambiaremos las leyes de la herencia y ya no tendremos necesidad de esperar a que la naturaleza cambie el rumbo genético del ser humano. Estaremos en condiciones de jubilar a Darwin”

Dicho esto, hoy se estima que existen 10.000 enfermedades monogénicas en el mundo. Es decir, que si fuéramos capaces de corregir un error en un único gen, seríamos capaces de erradicar 10.000 enfermedades. Una cosa, claro, es decirlo, y otra muy distinta hacerlo, porque cuando se corta un gen no solo se corta ese gen, sino una secuencia completa de ADN, y es muy fácil meter la pata y crear, por decirlo de alguna manera, un monstruo.

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Estas últimas referencias a «seres infradotados» y «monstruos» me recuerda a un fragmento del libro en el que afirma que un día estaremos capacitados para crear superhombres. Me suena a Capitán América.

Arranco el libro diciendo que por primera vez en la abracadabrante historia de la Humanidad el hombre está en condiciones de alterar deliberadamente el curso de su propia especie. No es ciencia ficción, es ciencia, aunque realmente nos parezca ciencia ficción.

“Si mediante la manipulación genética empezamos a crear una estirpe diferente al homo sapiens, el homo sapiens comenzará inevitablemente a ser una especie en proceso progresivo y paulatino de extinción”

El último sapiens… cuestión de tiempo

“La especie humana tiene los días contados con los dedos del pie del temible pirata holandés Piet Heyn, alias Pata de Palo”, escribe en el libro. No es un mensaje muy halagüeño.

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Bueno, es que yo creo que es cuestión de tiempo. Estoy convencido de que, si se puede, se va a hacer. Es más, incluso aunque haya una prohibición expresa a nivel internacional. Siempre habrá un científico o un gobierno que se saltará esas normas. En el momento mismo en el que se toque y se altere genéticamente la línea germinal, cambiaremos las leyes de la herencia y ya no tendremos necesidad de esperar a que la naturaleza cambie el rumbo genético del ser humano. Estaremos en condiciones de jubilar a Darwin.

“A las enfermedades hay que tratar de hacerles frente por tierra, mar y aire. El único límite que se tienen que establecer los científicos es la dignidad humana”

Había escuchada frases parecidas a la que le citaba anteriormente en los mensajes más apocalípticos sobre el cambio climático y la gran extinción, pero para usted el fin de la especie humana tiene más que ver con los avances científicos.

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Hay varias conjeturas sobre el fin del ser humano. Dejando a un lado la posibilidad de una tercera guerra mundial, probablemente estemos asistiendo a la sexta extinción masiva, la primera provocada por el propio hombre. Por lo que a la genética respecta, el hombre está en condiciones o de garantizar la supervivencia de su especie o de autoextinguirse a sí mismo.

“La investigación biomédica está alcanzando tal velocidad de crucero que vivimos en una encrucijada. De un día para otro el mundo puede cambiar exponencialmente al cambiar la propia raza humana, la estirpe del homo sapiens”

Si mediante la manipulación genética empezamos a crear una estirpe diferente al homo sapiens, el homo sapiens comenzará inevitablemente a ser una especie en proceso progresivo y paulatino de extinción.

Digamos que la nueva estirpe creada acabará con el homo sapiens. La serie de HBO Westworld hecha realidad.

(Risas) Es imposible que no se te vaya enseguida la cabeza a esas referencias. El doctor Pedro Guillén dice que “el mundo va a dejar de ser muy pronto tal y como lo conocemos, y probablemente muy diferente al que jamás pudiéramos alcanzar a imaginar”. Esa frase la firmaría como periodista. La investigación biomédica está alcanzando tal velocidad de crucero que vivimos en una encrucijada. De un día para otro el mundo puede cambiar exponencialmente al cambiar la propia raza humana, la estirpe del homo sapiens.

Cada vez hay más gente concienciada con los problemas ambientales y climáticos y con el efecto que éstos tendrán sobre nuestra especie, pero no observo esa preocupación por el fin de la especie que usted plantea en el libro.

Es un tema lo suficientemente interesante, pero lo suficientemente poco atractivo por su complejidad para que la inmensa mayoría de las personas se preocupe por él y lo haga sin extraer conclusiones apriorísticas de que esto puede ser la composición mental de una persona que está regular de la cabeza (risas).

“En términos de enfermedad, ¿alguien puede discutir que se tomen decisiones que den pie a erradicar multitud de enfermedades que causan millones de muertes y dificultan la vida de millones de personas al año?”

Pero hay que poner encima de la mesa estos temas, asuntos lo suficientemente importantes para que nos inmiscuyamos todos dentro de nuestro nivel de conocimiento. Está claro que es más fácil que las personas de a pie se interesen por el partido de Nadal de Wimbledon que por lo que va a pasar con el homo sapiens de aquí a 500 años, pero como periodistas tenemos la responsabilidad de poner sobre la mesa estos temas para que la gente se percate de la importancia de los mismos.

De todas formas, tenemos claro qué podemos hacer para ralentizar los efectos del cambio climático, pero ¿qué podemos hacer como sociedad para evitar ese fin de la especie que vaticina? Pareciera que nada está en nuestras manos. Y luego está la otra duda: ¿realmente debemos hacer algo? Porque como usted mismo se pregunta en el libro: ¿Por qué tiene que resignarse el hombre a cercenar sus capacidades físicas e intelectivas, pudiendo mejorarlas?

Para mí sería una irresponsabilidad poner límites a los avances biomédicos, como una censura previa. Hay una ley económica fundamental que dice que cualquier cambio para mejor es un cambio deseable. En términos de enfermedad, ¿alguien puede discutir que se tomen decisiones que den pie a erradicar multitud de enfermedades que causan millones de muertes y dificultan la vida de millones de personas al año? ¿Alguien puede decir no a esa investigación biomédica? Yo personalmente no lo entendería. Soy partidario abiertamente de las aplicaciones médicas que puedan surgir de estas investigaciones en el ámbito de la manipulación genética.

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