José María Carrascal

Periodista, escritor, y autor de 'Todavía puedo'
A sus 87 años, José María Carrascal afirma –y demuestra– que los mayores todavía pueden hacer muchas cosas, y anima a sus coetáneos a que sean activos y aprovechen todo lo bueno que aún les ofrece la vida.
José María Carrascal
"Los mayores podemos todavía hacer muchas cosas, empezando por abrir los ojos cada mañana y contemplar el magnífico espectáculo de la vida"

15/03/2018

Reivindicar la capacidad de los adultos mayores no solo para seguir disfrutando de la vida, sino para hacerlo de una manera activa y provechosa, es uno de los objetivos del nuevo libro de José María Carrascal, Todavía puedo (Editorial Espasa, 2018), en el que también recuerda a los que se han convertido en unos viejos gruñones –un malhumor, dice, “ya criticado por los clásicos griegos”– que el mundo es hoy un lugar mejor para vivir que en su infancia y juventud, y que la suya es “una generación privilegiada”. Carrascal, periodista y escritor con una larga trayectoria profesional, y conocido sobre todo por haber ejercido como corresponsal en Nueva York para varios medios y por presentar y dirigir informativos para la cadena de televisión Antena 3, sigue todavía, a sus 87 años, colaborando como columnista en ABC, y afirma que en esta etapa “la principal prioridad es aprovechar la vida que te queda; es decir, la acción, no la contemplación”.

PUBLICIDAD


Todavía puedo

¿Por qué has decidido escribir 'Todavía puedo' y a qué tipo de público va dirigido?

Se me pide mi autobiografía, pero creo que más importantes son los acontecimientos de los que fui testigo, junto a las conclusiones que saqué de ellos. Concretamente, Todavía puedo es un alegato contra el lamento más común entre los mayores: “ya no puedo esto, ya no puedo lo otro…” . Cuando podemos todavía hacer muchas cosas, empezando por abrir los ojos cada mañana y contemplar el magnífico espectáculo de la vida.

Afirmas que España y el mundo son hoy lugares mucho mejores para vivir que en tu infancia, algo en lo que suelen coincidir los científicos. ¿Cuáles crees que son las principales ventajas de las que pueden disfrutar ahora los más mayores y que no tenían las generaciones anteriores?

PUBLICIDAD

No sólo lo dicen los científicos, sino también los economistas y cualquiera que tenga ojos en la cara y la mente sin prejuicios. La vejez, que empezaba a los 60 años en mi niñez, era una especie de trastero para los muebles rotos, y hoy los de esa edad, gracias al Imserso, bailan por las noches y se pegan unas cenas que no tenían en su juventud. Eso sí, a muchos les falta el calor y la proximidad de hijos y nietos que tenían antes, dada la dispersión de la sociedad moderna. Pero, ya se sabe, “no hay almuerzo gratis”, dicen los yankis.

Conforme uno va avanzando en la vida va descubriendo su enorme complejidad. Lo que parecía blanco o negro de joven, se da uno cuenta de que es gris

¿Y qué aspectos de nuestra sociedad crees que se deberían cambiar para que las personas mayores se encontraran mejor integradas, o tuviesen más posibilidades de transmitir su sabiduría y experiencia a las nuevas generaciones?

PUBLICIDAD

Quienes tenemos que integrarnos somos los mayores, ya que los jóvenes y los maduros bastante trabajo tienen con lidiar con el mundo cambiante en el que viven. Pero integrarnos no como protagonistas, que hemos dejado de ser, sino más bien como espectadores, lo que en cierto modo es una suerte, ya que la lucha por la vida se ha hecho tan feroz como en la prehistoria, al competirse en la “aldea global” en que se ha convertido el planeta. Ello trae ventajas e inconvenientes, como todo, pero mejor aceptarlo en vez de combatirlo, para no convertirnos en un viejo gruñón del que hablaban ya los griegos antiguos.

La vejez, que empezaba a los 60 años en mi niñez, era una especie de 'trastero' para 'muebles rotos', y hoy los de esa edad bailan y se pegan unas cenas que no tenían en su juventud

No todos los que pasaban de los 50 cuando se produjo la generalización del uso de Internet y dispositivos como los smartphones han querido o sabido aprovechar sus beneficios. ¿Cuál crees que es la mejor aportación de las nuevas tecnologías para la población general?

PUBLICIDAD

La tecnología electrónica y digital, como todas las anteriores (máquinas de vapor, electricidad, telefonía, radio, TV) supusieron un avance indudable en el confort y las posibilidades a nuestro alcance, pero cuando alcanzan un determinado nivel, ya no son tan prácticas. El mejor ejemplo es el automóvil. Cuando lo tenían pocos era una maravilla; hoy, conducir puede ser una tortura. Con Internet puede pasar lo mismo. Los avances técnicos tienen que estar a nuestro servicio, no nosotros al servicio de ellos.

La actitud frente a la jubilación y el envejecimiento

Algunas personas sueñan con jubilarse, mientras que otras ven la jubilación como una pesadilla. ¿Qué les dirías a unos y a otros?

Pienso que hay una especie de justicia poética: aquellas personas que tuvieron en su vida activa poder, fama, influencia…, sienten que se les ha arrebatado todo ello y sufren, incluso teniendo una vida acomodada. Los que, en cambio, han tenido un trabajo duro, sin brillo ni alta remuneración, elevan la cualidad de sus vidas, teniendo libertad, oportunidades –como los viajes de los que hablaba– y, en general, disfrutan más que los ex potentados, aunque estos sigan teniendo más medios.

Quienes tenemos que integrarnos somos los mayores, ya que los jóvenes y los maduros bastante trabajo tienen con lidiar con el mundo cambiante en el que viven

Un nuevo estudio revela que mantener una actitud optimista frente al envejecimiento puede ayudar a prevenir las demencias. ¿Qué recomendarías tú para conseguir un mayor bienestar emocional en esta etapa de la vida?

PUBLICIDAD

Para prevenir la demencia senil, nombre que se daba antes al alzhéimer, lo mejor que podemos hacer (y puede que lo único), es mantener activas las neuronas, esas células cerebrales encargadas de nuestra vida intelectual. Leer es el mejor y más ameno de los ejercicios mentales; si es en una lengua extranjera, por doble motivo. Pero también resolver crucigramas y otros pasatiempos más o menos complicados. También los juegos en los que hay que estar calculando nuestras bazas y las de los otros jugadores, como damas, ajedrez, dominó, cartas de todo tipo… O cualquier otro entretenimiento que no sea sentarse ante el televisor a absorber sin esfuerzo mental lo que nos muestra la pantalla.

Leer es el mejor y más ameno de los ejercicios mentales; si es en una lengua extranjera, por doble motivo

En cuanto a la actitud, una optimista, sin duda ayuda. Pero no basta.

Dices que lamentas no tener tiempo para disfrutar de los libros, cintas y discos que has acumulado durante décadas para la jubilación. ¿Han cambiado entonces tus prioridades ahora que estás jubilado y prefieres dedicarte a otras cosas en vez de relajarte y leer, escuchar música, o volver a ver tus series y películas preferidas?

PUBLICIDAD

Conforme uno va avanzando en la vida va descubriendo su enorme complejidad. Lo que parecía blanco o negro de joven, se da uno cuenta de que es gris. O sea, que amplía su capacidad de comprensión en ese sentido, se hace más tolerante. Pero las prioridades, es decir, lo que uno prefiere sobre el resto, pienso que se mantienen. Y las prioridades son algo personalísimo, intransferible.

En esta etapa la principal prioridad es aprovechar la vida que te queda; es decir, la acción, no la contemplación

En esta etapa, la principal prioridad, perdonen la redundancia, es aprovechar la vida que te queda, que es cada vez menos. Es decir, la acción, no la contemplación. Aunque de tanto en tanto hay que darse el gustazo de gozar de algo que te emocionó: una película, un concierto, un libro. E incluso, aunque no tenga tiempo para ellos, saber que los tengo a mano tranquiliza. Lo malo es que no pueda llevármelos consigo cuando llegue la hora para gozar de ellos en la tumba.

Desde la perspectiva que te han dado los años y la experiencia, ¿qué crees que es mejor, arrepentirse de algo que se ha hecho, o de aquello que se ha dejado de hacer?

Desde esta perspectiva pienso que, como dice el refrán inglés, “de nada sirve llorar sobre la leche derramada”. O sea, que está bien arrepentirse de algo que se ha hecho mal, e incluso es saludable, pues quien no se arrepiente seguro que vuelve a repetir el error. Pero tampoco se arregla nada lamentando aquello que se ha dejado de hacer. Además, ¿quién sabe si, de haberlo hecho, no hubiera cometido un error mayor?

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD