16 de abril de 2020

El distanciamiento social intermitente podría extenderse hasta 2022

Las medidas de distanciamiento social para detener la propagación del coronavirus podrían mantenerse de forma intermitente hasta 2022 si no se consigue desarrollar una vacuna o tratamiento eficaces contra el COVID-19.

Todos estamos deseando que acabe la cuarentena por coronavirus que nos mantiene confinados en casa, pero parece que el estado de alerta se prolongará todavía una temporada y, posteriormente, habrá que seguir manteniendo ciertas medidas de distancia social que ya se intentan aplicar cuando vamos a la compra o a nuestros puestos de trabajo. A este respecto, un estudio de la Escuela de Salud Pública de Harvard ha advertido que las medidas de distanciamiento social se tendrán que mantener de forma intermitente nada menos que hasta 2022 si queremos evitar que el SARS-CoV-2 continúe propagándose.

Las conclusiones del trabajo, que se ha publicado en Science, se basan en que todavía no hay tratamientos específicos ni vacunas contra el COVID-19, y que los servicios sanitarios y las unidades de cuidados intensivos (UCI) no tienen en la mayoría de países suficiente capacidad para hacer frente a los nuevos casos de infección que se producirían si se baja la guardia.

Eliminar las restricciones de movimiento y contacto social de forma simultánea podría retrasar el pico de la pandemia y agravar la emergencia de salud pública

De acuerdo a la información disponible sobre la transmisión del virus y las consecuencias de la enfermedad que provoca, los autores consideran posible que sea necesario mantener un distanciamiento social intermitente hasta 2022, a menos que se consiga desarrollar una vacuna o tratamiento efectivo, lo que contrasta con las intenciones de algunos gobiernos, como el de la Casa Blanca, que pretende volver a abrir Estados Unidos cuanto antes, aunque actualmente sea el país más afectado del mundo –más de 640.000 infectados y más de 28.000 fallecidos–, ya que estos expertos alertan de que si se levantan completamente las restricciones el virus reaparecería con rapidez.

Incidencia del COVID-19 y duración de la inmunidad

Los investigadores explican que eliminar las restricciones de movimiento y contacto de la población de forma simultánea es peligroso, porque si no se hace correctamente se corre el riesgo de que el pico de la pandemia se retrase y la emergencia de salud pública pueda agravarse todavía más.

Según ellos, antes de levantar el confinamiento y otras medidas hay que tener en cuenta una serie de factores, como la incidencia del COVID-19, que durante los próximos cinco años dependerá de si se vuelve una enfermedad de carácter estacional –como ocurre con la gripe–, algo que dependerá a su vez de cuánto dure la inmunidad provocada por la infección por coronavirus, así como de las unidades de cuidados intensivos de las que dispongan los distintos sistemas sanitarios.

Como ya se ha comprobado en países como China, Italia o Estados Unidos, incluso los sistemas sanitarios de naciones con suficientes recursos pueden verse saturados por la alta demanda de asistencia médica de pacientes con síntomas graves de COVID-19, por lo que para frenar la transmisión de la enfermedad son claves medidas como el rastreo de contactos con los infectados, las cuarentenas y el distanciamiento social.

Marc Lipsitch, profesor de epidemiología en la Escuela de Salud Pública de Harvard, y autor del estudio, ha explicado en unas declaraciones a la prensa estadounidense que si las autoridades se decantan por establecer un distanciamiento social intermitente que consista en dejar de aplicar las restricciones, e implementarlas de nuevo en el momento en el que se detecte un determinado número de casos o una saturación de las UCI, podría ser necesario continuar así durante varios años.

La inmunidad que genere el coronavirus es clave

En muchos de los potenciales escenarios pospandémicos analizados por estos científicos se estimó que el SARS-CoV-2 entraría en circulación junto a otros betacoronavirus en los próximos cinco años, posiblemente en patrones anuales, bienales o esporádicos.

Su periodicidad estaría asociada a la duración de la inmunidad que genere en los afectados; por ejemplo, si dicha inmunidad es de solo 40 días los brotes serían anuales, mientras que si la inmunidad es prolongada y dura dos años, los brotes serían bienales. En el mejor de los casos, si la inmunidad adquirida resultase permanente, el patógeno podría incluso desaparecer en los próximos cinco años.

"Incluso en el caso de una aparente eliminación [del virus], la vigilancia sobre el SARS-CoV-2 debe mantenerse, ya que un resurgimiento del contagio podría ser posible hasta 2024"

Los autores de la investigación también son conscientes de las terribles repercusiones que puede tener un distanciamiento social que se prolongue en el tiempo –incluso aunque sea de carácter intermitente– a nivel económico, educativo y social, por lo que insisten en la necesidad de realizar test de diagnóstico rápido capaces de identificar a las personas que hayan generado anticuerpos, y que permitan conocer el alcance y la duración de la inmunidad al coronavirus, ya que esos datos ayudarán a determinar la “dinámica pospandémica del virus”.

Una vez que se haya desarrollado una vacuna o un tratamiento efectivo sería posible disminuir la duración e intensidad del distanciamiento social porque con terapias eficaces se puede reducir la tasa de contagios y, por lo tanto, el número de pacientes que necesiten ingreso hospitalario o en una UCI, y la administración de la vacuna contribuiría a aumentar rápidamente la cantidad de individuos inmunizados, reduciendo así la duración del brote epidémico. A pesar de ello, los autores del estudio insisten en que “incluso en el caso de una aparente eliminación [del virus], la vigilancia sobre el SARS-CoV-2 debe mantenerse, ya que un resurgimiento del contagio podría ser posible hasta 2024”.

Actualizado: 4 de mayo de 2023