Alfredo Díez

Experto en coaching y autor de 'Nunca te rindas'
Este experto en liderazgo acaba de publicar ‘Nunca te rindas’, un libro con el que pretende ayudarnos a desterrar el victimismo y desarrollar la ‘personalidad protagonista’ que todos llevamos dentro para alcanzar nuestras metas.
Entrevista a Alfredo Díez, experto en coaching
“La persona víctima siempre quiere tener razón, mientras que la protagonista lo que pretende es tener resultados”

31/01/2013

Alfredo Díez, director de la escuela de liderazgo ADEN Barcelona y profesor de la Universidad de Barcelona, la Universidad de Lérida y la Universidad Pompeu Fabra, acaba de publicar ‘Nunca te rindas’, un libro con el que pretende ayudar a las personas a desarrollar la ‘personalidad protagonista’ que todos llevamos dentro.

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Este experto en liderazgo y coaching, explica que debemos eliminar el modelo de comportamiento automático de ser victimista, en el que culpamos de nuestros problemas y errores a los demás, y carecemos de la posibilidad de decidir, y sustituirlo por una actitud protagonista, en la que ‘el cien por cien de mis resultados dependen de mí mismo’. Y, para ello, nos propone un método de entrenamiento para adquirir y cultivar las habilidades –autonomía, optimismo, proactividad, flexibilidad, responsabilidad, compromiso y resiliencia– que nos permitirán convertirnos en los protagonistas de nuestra vida, asumir retos, enfrentarnos a las dificultades, y conseguir nuestros objetivos.


Nunca te rindas

¿Que puede aportar ‘Nunca te rindas’ a las personas que ahora mismo viven agobiadas por las consecuencias de la crisis?

Mi ilusión es que el libro sea un mensaje, una voz de esperanza en estos tiempos duros que estamos viviendo en España, y que pueda ser utilizado por la gente como un manual de trabajo personal. La idea del libro es poder colaborar y ser, más que nada, un despertador de optimismo, para que las personas que lo están pasando mal puedan ver en él un método factible que les permita superar los obstáculos que ahora se encuentran y ser proactivos frente a ellos, logrando así sus objetivos. La crisis lo que hace es volcar un manto de pesimismo sobre las personas y las organizaciones, y la idea es desactivar ese pesimismo con un método que las personas puedan implementar de cara a conseguir sus objetivos. Está bien decir que vamos a salir de la crisis, que es posible, y mantener la visión para salir de ella, pero el tema es cómo. Y el cómo está explicado en el proceso que propongo en el libro.

¿Se puede definir entonces como un libro de autoayuda?

Es un libro de autoayuda en tanto en cuanto la persona que debe ayudarse es uno mismo, porque lo que planteo es que uno mismo tiene que ser su propio entrenador. Para pasar de víctima a protagonista, la persona que lee el libro tiene que hacer el trabajo. Y todo depende del compromiso que tenga con sus objetivos. Si el compromiso es solamente ‘bueno, voy a intentarlo’ es posible que no lo logre. Si el compromiso con sus objetivos, con sus resultados y con el éxito, es un compromiso verdadero, al cien por cien, es muy posible que logre sus objetivos fácilmente. Todo está dejado al arbitrio de la persona que decide leer el libro y, o bien verlo tan solo como un pasatiempo, o bien estructurar su contenido para usarlo en su vida como un manual, y como una referencia de auto-entrenamiento para lograr sus objetivos.

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En el libro describe ‘la personalidad del protagonista’ y ofrece pautas para desarrollarla. Lo primero es saber si nos comportamos como víctimas o como protagonistas. ¿Cuáles son las principales características que distinguen a una persona que adopta el rol de víctima de otra que escoge el papel de protagonista?

En la vida diaria nos enfrentamos a múltiples desafíos, y solemos afrontarlos desde un modelo automático, inconsciente, heredado, y cultural. Es el modelo de comportamiento automático de ser victimista, en donde yo tengo cero poder de decidir, y siempre terceras personas son culpables de los no resultados, ya sea mi jefe, mi pareja, el gobierno, la economía… La postura protagonista es otra mirada de la realidad, más proactiva, donde el cien por cien de mis resultados dependen de mí mismo, y me pongo yo en primera persona: ‘yo soy el responsable’ de cada uno de mis resultados. El victimista, en cambio, habla de ellos: ‘ellos son los que no me permiten ser feliz’. Se trata de una diferencia significativa, muy simple, pero muy potente en los efectos que produce, de tal manera que la persona víctima habla de culpa cuando el protagonista habla de responsabilidad. La persona víctima siempre quiere tener razón, mientras que la protagonista lo que pretende es tener resultados.

Como la actitud –victimista o protagonista– es algo heredado, algo cultural y automático, el inconsciente del adulto actúa hoy en base a mensajes negativos y críticos recibidos durante la infancia

Usted explica que para tener una personalidad protagonista es necesario adquirir y entrenar una serie de habilidades –autonomía, optimismo, proactividad, flexibilidad, responsabilidad, compromiso y resiliencia–. ¿Cree que se podrían inculcar estos conceptos a los niños desde pequeños como una parte de su educación?

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Ojalá llegue el día en donde habilidades, comportamientos o actitudes protagonistas puedan formar parte del proyecto educativo de los colegios, porque ahí es donde haríamos un gran bien. Enseñar a la persona a ser autónoma, flexible, positiva, proactiva, responsable, comprometida y resiliente, y otras muchas habilidades que se podrían nombrar dentro de este ‘vaso medio lleno’. Como la actitud –victimista o protagonista– es algo heredado, algo cultural y automático, el inconsciente del adulto actúa hoy en base a mensajes negativos y críticos recibidos durante la infancia. Algo normal, porque antes nuestros padres y nuestros abuelos no sabían de esa forma de programar neurolingüísticamente nuestro cerebro. Pero hoy, con los avances en la gestión de personas de los que disponemos, y las posibilidades en el desarrollo del talento, podemos entender que todo lo que estamos ‘mamando’ de niños va a formar nuestro modelo mental de adultos, y nos va a permitir ser exitosos o ser fracasados, en el sentido de estar criticando y evaluando, en vez de estar actuando para obtener resultados.

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Hace unos años, una universidad americana sacó un informe donde establecía que en una familia tipo hay 14 mensajes negativos, pesimistas y de crítica, por cada mensaje positivo y de reconocimiento. Por lo tanto, estamos 14 a 1. Y los niños se crían en ambientes en donde el pesimismo, el victimismo, y la crítica están vigentes, por lo tanto, cuando son mayores tienen un modelo mental, un formato de visión, en donde solo ven críticas, justificaciones y excusas por no lograr sus objetivos, y se manejan en base a un lenguaje negativo. Mientras que en los hogares donde han podido educarse con mensajes positivos, proactivos y optimistas, esas personas tienen una visión de la realidad mucho más potente que las educadas en ambientes victimistas.

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Cómo puede el coaching ayudarnos con nuestras emociones

Muchas veces nos dejamos llevar por las emociones, lo que usted denomina forma de actuar o personalidad reactiva, y esto nos impulsa a cometer errores. ¿Se puede aprender a gestionar las emociones?

Sí, de hecho, la expresión ‘control emocional’ no me gusta mucho, porque hace referencia a que hay que limitar, y lo que hay que hacer con las emociones nunca es controlarlas, lo que supone taparlas, sino que las emociones se gestionan, igual que un río se canaliza para que vaya por diversos cauces. Las emociones hay que gestionarlas siendo asertivo, una habilidad muy difícil de conseguir, porque se trata de mantener un equilibrio entre la agresividad y la pasividad, y comunicar lo que una persona quiere, siente o desea, de un modo maduro, cercano, reflexivo y respetuoso. Y eso es muy difícil porque las tensiones nos hacen perder la posibilidad de ser asertivos.

Ser reactivo supone nublar mi mente con las emociones, y no tener la tranquilidad intelectual y espiritual para decir a otras personas lo que siento, lo que pienso, y lo que quiero de un modo respetuoso

Las emociones se desbordan en el ser humano, y lo convierten en una persona reactiva. Ser reactivo supone nublar mi mente con las emociones, y no tener la tranquilidad intelectual y espiritual para decir a otras personas lo que siento, lo que pienso, y lo que quiero de un modo respetuoso. Si no soy capaz de gestionar mis emociones, o bien soy agresivo y digo radicalmente lo que pienso sin preocuparme por el otro, o soy pasivo y me quedo con esa necesidad de comunicación insatisfecha, por contener las emociones dentro de mí, lo que también me produce un gran daño que es enfermarme; y ahí surgen las enfermedades psicosomáticas, por no saber comunicar lo que las personas desean, quieren o piensan de un modo respetuoso, reflexivo y maduro.

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Hay mucha gente que prefiere lo malo conocido a lo bueno por conocer… ¿Por qué cree que las personas, en general, somos tan reacias a los cambios y nos cuesta tanto modificar estas pautas heredadas?

Precisamente por esta estructura mental del ser humano que se aferra a lo conocido, a la ‘zona de confort’. Pero hoy en día el mundo cambia vertiginosamente, y la ‘zona de confort’ está desapareciendo; por eso vivimos en una sociedad en crisis de identidad, porque la ‘zona de confort’, que antes teníamos clara, hoy está desdibujada. Antes era una pareja, una casa, un trabajo para toda la vida… y en la actualidad está cambiando todo y hay que reinventarse, hay que salir de la ‘zona de confort’ y adquirir nuevos paradigmas. La gente que sabe construir paradigmas está sorprendiéndose y aprendiendo cosas nuevas constantemente, porque la única ventaja competitiva que tienen las personas y las organizaciones es continuar aprendiendo y, en el caso de las empresas, aprender mucho más rápido que sus competidores. Ese es el paradigma nuevo, el paradigma del aprendizaje continuo, mientras que el paradigma viejo es ‘me quedo con lo que sé, me quedo con mi know-how y lo abrazo’.

Pero es muy posible que ese know-how el día de mañana esté obsoleto, y por eso surgen el coaching, la programación neurolingüística, la física cuántica… Son todas disciplinas para fomentar el éxito personal, que eran desconocidas hasta hace unos pocos años, y las empresas poco a poco las están incorporando en sus desarrollos de formación directiva, porque entienden que es la única forma de equilibrar el dominio técnico con un buen dominio humano.

Antes era una pareja, una casa, un trabajo para toda la vida… y en la actualidad está cambiando todo y hay que reinventarse, hay que salir de la ‘zona de confort’ y adquirir nuevos paradigmas

Precisamente usted es experto en coaching, ¿puede explicar en que consiste el coaching? ¿Sirve en todos los aspectos de la vida: laboral, académico, relaciones personales…?

El coaching como disciplina consiste en desarrollar y expandir el potencial de las personas a partir de una metodología, a partir de un diálogo socrático, de una guía en el camino, ya que cada individuo tiene la capacidad de sacar mucho más de sí mismo; lo importante es que tenga la posibilidad de tener una persona que lo entrene, que le haga desarrollar su parte técnica y su parte humana al extremo.

Esta disciplina se puede aplicar a las personas, llevándolas a lograr sus objetivos, y se aplica también en las empresas, con la intención de ayudar al manager, al directivo, a que le haga coaching a sus empleados. Eso significa que ese directivo tenga no solo la capacidad de desarrollar su propio potencial, sino que pueda mejorar el potencial de sus subordinados.

Como el coaching sirve para mejorar el desempeño de la persona, se puede emplear en todos los ámbitos de la vida, no solo en el profesional; por ejemplo, en una relación de pareja se puede hacer un proceso de coaching para detectar cuáles son los problemas interpersonales que existen. Mejora el rendimiento cualquiera que sea este. Es una disciplina muy amplia.

¿Es la edad un obstáculo para cambiar de actitud ante la vida o, por el contrario, la experiencia de lo vivido puede ayudar a saber lo que uno realmente quiere conseguir y en qué se ha equivocado?

Las personas mayores, como decía, tienen paradigmas bastante estructurados internamente. Lo ideal es ayudar a las personas a romper esos paradigmas y a crear otros nuevos pero, a mayor edad, más difícil es trabajar esos estereotipos porque están tan arraigados, son tan culturales y tan automáticos, que a la gente le cuesta mucho más salir de su ‘zona de confort’.

Para mí también es más fácil trabajar con un chico joven y estudiar sus paradigmas, discutirlos y reformularlos, y hacer un buen trabajo de programación neurolingüística, que trabajar con directivos de 50 años, o con un jubilado de 70, que me dice ‘Alfredo, a esta altura ya ¿qué voy a cambiar? Sin embargo, mientras Freud decía que éramos de una determinada manera, y eso no se podía cambiar, su discípulo Jung vino a decir: nosotros podemos ser de una manera, pero nuestra infancia no nos condiciona, no nos determina, sino que cuando uno va evolucionando, a partir de los trece o catorce años, se desarrolla la personalidad y uno puede ser la persona que quiere y desea ser.

Somos los constructores y generadores de nuestra propia personalidad, y ninguna información genética podría hacerlo por nosotros

Ese cambio entre Freud y Jung es muy positivo, porque hoy las personas pueden construirse de modo autónomo, y pueden decidir quién quieren ser. Las metodologías del coaching, la programación neurolingüística y la inteligencia emocional nos permiten hacer un buen diseño personal y aplicarlo a nuestra propia realidad. Nosotros somos los constructores y generadores de nuestra propia personalidad, y ninguna información genética podría hacerlo por nosotros.

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