Dra. Carla Carolina

Odontóloga especialista en odontopediatría, dentista más valorada de España y autora de ‘Una sonrisa para toda la vida’
La dentista más valorada de España, Carla Carolina, experta en odontopediatría y autora de ‘Una sonrisa para toda la vida’, nos enseña a perder el miedo al dentista y a cuidar los dientes de niños y adultos para lucir una boca sana y bonita.
Carla Carolina
“En una boca ves cómo se cuida una persona, lo que come, si fuma…, pero también cuánto se quiere. Los dentistas han de valorar al paciente de forma integral”

22/10/2023

Reconciliarse con el dentista y encontrar nuestro “hogar dental” es posible. Carla Carolina se encarga de fomentar esa conexión, de establecer vínculos con sus numerosos pacientes, desde niños que van por primera vez al dentista, a adultos que ya tuvieron varias experiencias –algunas traumáticas–, tratándolos de manera integral. Su concepción de la odontología es alegre, empática y llena de mensajes enérgicos y muy saludables. Se autodefine como la “loca de los dientes” y esa bendita locura le lleva a trabajar duro desde su clínica Amaranta o sus redes sociales, lo que le ha llevado a ser galardonada 4 años como mejor dentista de España, pero también a involucrarse en bonitos proyectos como el de Vacaciones en Paz a través del que se realizan controles médicos y odontológicos a niños del Sahara. En su libro Una sonrisa para toda la vida (Lunwerg) nos sorprende con intensas vivencias propias e historias reales de pacientes para explicarnos las claves de su misión en la vida: crear salud oral (y general), llevándola al más alto nivel. La especialista, que también ha escrito junto a su hija Camila el libro infantil Mía cuida sus dientes para motivar a los niños a practicar el cepillado dental, nos explica los beneficios tanto físicos, como psicológicos, de tener unos dientes sanos y nos ofrece las claves del autocuidado.

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Has sido galardonada varias veces como la dentista más valorada de España, reconocimiento basado en las opiniones de tus pacientes y en los votos de tus colegas de profesión. Algo estarás haciendo bien, ¿no? ¿Cómo concibes tú la odontología y, concretamente, la odontopediatría?

Portada "Una sonrisa para toda la vida"

Soy muy intensa y me encanta dar todo lo mejor de mí en cada tratamiento: dar respuesta a cada consulta, cada detalle. Estoy ahí para resolver completamente cada duda que tiene el paciente (los padres). Me esfuerzo mucho desde el amor, la alegría, la paciencia y la empatía. Es como una misión de vida: crear salud y que la gente se cure de verdad.

La creencia y la imagen que se tiene de los dentistas es que estamos esperando a que la gente venga en muy malas condiciones para sacar dinero. Y no es así: queremos pacientes sanos, nos da alegría cuando alguien viene cuidado y no necesita demasiado trabajo. Además, el dentista puede identificar el estado del paciente si se dedica de verdad a verlo. Puedes intuir que algo ocurre si viene con la misma ropa, descuida su aseo personal, lo notas más callado o reservado... Si te preocupa un poco el paciente, hay que preguntar más allá de los dientes.

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Muelas fracturadas, dolores de cabeza, dolores de articulaciones, en la cara… vienen del estrés y la ansiedad y de otro tipo de procesos muy fuertes. Eso conlleva que el paciente apriete los dientes por el día y la noche, se cargue las muelas, le duela la cabeza y la cara… Y eso no se resuelve sólo con una férula de descarga. Tienes un montón de información para ayudarle y dirigirle incluso a otros profesionales si es necesario.

Estoy muy cansada de que nos relacionen solamente con la caries dental. No somos unos tapa-agujeros. Somos profesionales que vemos al paciente de forma integral. En mi gran proyecto, la clínica Amaranta, estoy reuniendo más profesionales que tengan esta misma actitud hacia el paciente. Me ha costado, pero estoy creando esa cultura.

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¿Cómo podemos superar esa aversión, o incluso terror, a ir al dentista? ¿Qué claves hay para encontrar ese ‘hogar dental’ del que hablas en el libro?

Normalmente los niños vienen muy contentos porque no tienen experiencia, pero los adultos podemos haber tenido algunas vivencias duras que arrastramos desde la niñez. En el libro cuento que todo esto se siente en el cuerpo: te dan mareos, sudores, vergüenza… Es un ciclo de ansiedad. Yo también hago manejo de conducta a los padres.

Así que lo que recomiendo es ir a un sitio en el que te sientas lo más cómodo posible, donde te escuchen. Un sitio de confianza en el que sabes que no te va a pasar nada malo, porque si no hay afinidad con tu dentista, la cosa no funciona. Es importante que el paciente pida lo que necesite: que diga si está muy nervioso o se siente mal, que necesita hablar un poco antes de empezar, que no reclinemos tanto el sillón porque le da angustia...

Antes de que una mujer se quede embarazada tiene que tener la boca perfecta porque después, durante la gestación, puede haber muchísimas complicaciones

Yo me adelanto a las necesidades de mis pacientes porque son niños y hay que explicarles las cosas muy bien y no engañarles. Pero con los adultos también deberíamos hacer un poco ese trabajo. A los dentistas que trabajan conmigo les digo que vayan paso a paso. Yo creo mucha relación con mis pacientes, porque veo a los niños desde pequeños y sus padres son como de mi familia. Vemos juntos crecer al niño.

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Aseguras que los dientes interfieren en el desarrollo integral y social del ser humano. ¿Qué implicaciones tienen? Por ejemplo, ¿qué relación hay entre la depresión y la salud oral, o entre la enfermedad periodontal y el embarazo?

Tú ves una boca y sabes cómo come esa persona, si fuma (aunque se cepille muy bien), si toma medicamentos, cómo se cuida y lo que se quiere. Alguien con depresión lo primero que descuida es la boca: la alimentación, hábitos nocivos como el consumo de cigarrillos, alcohol o ciertas drogas. Todo eso se nota en la mucosa oral. Hoy por hoy el dentista revisa la articulación, las mucosas, la lengua, la garganta, la respiración, la postura corporal… todo está relacionado con los dientes.

En cuanto a la relación entre la salud oral y el embarazo, está estudiado científicamente que las embarazadas con enfermedad periodontal avanzada segregan un tipo de hormona que puede provocar un parto prematuro (recién nacidos de bajo peso y baja talla).
La mujer que planifica tener un bebé también tiene que incluir la cita dental en esa programación. Antes de quedarse embarazada ha de tener la boca perfecta, porque durante la gestación puede haber muchísimas complicaciones. Y no tiene sentido llegar a eso porque la enfermedad periodontal se puede controlar perfectamente y muy rápido.

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También hay muchas mujeres que descuidan su salud oral durante el embarazo por los vómitos, las náuseas, porque repelen la pasta de dientes o no les apetece nada tocarse la lengua… cada embarazo es distinto. Esto puede provocar que se produzca gingivitis o enfermedad periodontal. Los controles odontológicos durante el embarazo también son importantes.

En el libro expones algo muy llamativo: la relación entre las pantallas y el bruxismo en niños. Evidentemente, los dientes y nuestro estado anímico tienen mucho que ver…

Estudios recientes, de hace uno o dos años, vinculan el bruxismo con las pantallas y el consumo de azúcar. El sistema de recompensa del cerebro se activa por el consumo de azúcar y por las pantallas. Si el bebé o el niño las usa justo antes de dormir, el cerebro se queda activo de todos esos estímulos y por la noche te pide más. Entonces, el rechinar los dientes es una forma del cuerpo de compensar esto. Simplemente cambiando esos hábitos (también el consumo de azúcar) en el niño, mejora.

Los niños tímidos, que no expresan muy bien sus sentimientos, suelen tener más predisposición para bruxar

Me gustaría contar también que cuando vino la pandemia era tremenda la cantidad de consultas de bruxismo en niños y al volver a la “vida real” empezó a bajar ese porcentaje de forma increíble. El tema emocional influye mucho. Cualquier cambio puede generar que el niño tenga una temporada de estrés y puede bruxar un poco por la noche para compensar.

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En mi experiencia clínica he notado que sobre todo los niños tímidos, que no expresan muy bien sus sentimientos, suelen tener más predisposición para bruxar. Cuando esto se alarga en el tiempo hay que buscar ayuda psicológica, de un nutricionista, o incluso de un otorrino, para valorar el tema de la respiración. Esta es la verdadera ayuda que le damos al paciente, no un aparato para los dientes.

Las claves de la caries dental

Háblanos un poco de la caries dental, a la que consideras tu archienemiga. No basta con “repararla” porque la enfermedad sigue presente, ¿verdad?

Creemos que el niño tiene una o tres caries; pero no, lo que tiene son lesiones producto de la caries dental, que es una enfermedad. Hace muy poquito que los dentistas sabemos cómo empieza a funcionar la caries: es un proceso de desestabilización del pH en la boca que afecta a todos los dientes. En cuanto comemos azúcares o carbohidratos fermentables en exceso, el pH oral baja y se crea un pH ácido que ataca al esmalte, que se queda sin defensas. Se pierden minerales, fosfato y calcio, y se producen los agujeros.

Con hacer un empaste al niño no se soluciona el problema. Tiene que comer mejor y cepillarse correctamente para que ese empaste dure y no se caiga, y para que el proceso de caries, que no se detiene, no produzca lesiones en otros dientes. La alimentación actual está siendo horrible. El azúcar es una asesina de dientes y de la salud en general. Hay ciertos alimentos que no pueden entrar en casa: bollería, zumos, yogures con azúcar… Los niños los pueden tomar esporádicamente, pero no podemos ofrecer a los niños de merienda chocolate, galletas, etcétera.

Los factores externos, sociales, y todo lo que involucra al niño y a la familia es lo que acentúa el riego de caries, más allá de la boca

Por tanto, tenemos que enseñar a comer, a beber agua con frecuencia, evitar alimentos cariogénicos (azucarados) y, por supuesto, el cepillado con flúor. Terapia de cuidados en casa, porque la caries dental se cura en la casa. Cuando el proceso de la caries está empezando, cambia hábitos y verás como no vas a necesitar un dentista.

Es difícil que los pacientes entiendan que la enfermedad sigue ahí y hacerles responsables, porque la curación depende de ellos. Enseñar es complicado porque en general los padres no admiten sus errores. Ya es hora de hacernos responsables de nosotros mismos, de cada decisión que tomamos. Ya basta de poner nuestra salud en manos de otros.

¿Hay una cierta predisposición genética a la caries?

Lo que se hereda realmente es un esmalte “defectuoso”, una predisposición a que sea más débil de lo normal. En esos casos podemos ver que la enfermedad avanza más rápido. Pero con los cuidados orales adecuados no tendría por qué haber caries dental, que puede afectar hasta al esmalte más bueno. Lo que sí se hereda son los hábitos. Si los padres comen sano y se cepillan bien, lo normal es que los niños estén bien.

Aunque claro, algunos factores aumentan el riesgo de padecer caries, como alguna toma de medicamentos, o un niño con diabetes que tienen que comer a las tres de la mañana (y a esa hora ya no se cepilla los dientes), o uno con autismo al que le cuesta más lavarse los dientes.
Los factores externos, sociales, y todo lo que involucra al niño y a la familia es lo que acentúa el riego, más allá de la boca.

Dientes infantiles: cuidar la boca desde que son bebés

¿Cómo son los dientes infantiles? ¿Cómo concienciamos a los padres de la importancia del cuidado desde bebés?

Las lesiones dentales en los niños avanzan con mucha rapidez y afectan gravemente. Muchos padres creen que los dientes de leche están ahí para que el niño se vea bonito. Pero no, los dientes de leche son como los dientes permanentes, tienen los mismos tejidos. La diferencia es que el espesor del esmalte, la capa blanca y dura que los protege, es súper delgadito. Ese esmalte tiene su criptonita en el ácido, que es la caries dental.

La caries dental, que es lo más común que vemos en bebés y niños pequeños, no es más que un pH ácido oral que acaba con el esmalte; le hace perder minerales y se forman agujeros gigantes. Esto progresa muy rápidamente: en 15 días el niño puede haber perdido el diente.

El azúcar es una asesina de dientes y de la salud en general. Hay ciertos alimentos que no pueden entrar en casa

La lesión se va haciendo más grande y el niño ya viene a consulta con dolor, en la guardería se burlan de él porque tiene los dientes mal, o incluso no pronuncia bien las palabras. ¡Pasa muy rápido y veo tantos casos! Y oigo mucho por parte de los padres “¡me arrepiento tanto de no haber venido antes!”.

Parte de la misión del libro es esta: si un pediatra, un profesor de infantil o un enfermero pueden detectar en un bebé esas lesiones pequeñas que están empezando, hay que alertar para que vaya de inmediato al odontopediatra. Hemos salvado la sonrisa de un bebé y la tranquilidad de unos papás.

Afortunadamente, ya estoy viendo muchas familias (papás jóvenes) con bebés sanos, que se preocupan y vienen a mí porque quieren aprender a cuidar los dientes y quieren que les enseñe cómo hacerlo. Esto me llena de alegría porque sé que ese es el futuro.

¿Hasta qué edad deben supervisar los padres el cepillado?

Depende del niño, pero lo que dicen los libros y los estudios científicos es que hay que hacerlo, más o menos, hasta los 8 años. A partir de entonces ellos empiezan a tener más madurez y también más motricidad fina para hacer un buen cepillado dental, con una buena técnica. Yo siempre digo: “cuando el niño escriba bonito”.

Las lesiones dentales en los niños avanzan con mucha rapidez y afectan gravemente. En 15 días pueden haber perdido el diente

Pero si vemos que a nuestro hijo le cuesta un poco más, o es un tanto más vago, siempre hay que repasar. Además, a veces atraviesan por etapas en las que pasan de cepillarse. Hay que tener en cuenta que los niños de 6 años ya tienen un molar que es para toda la vida y es una pena que a veces lleguen a mí con él destruido. Imagínate hacer ciertos tratamientos complejos, largos y aburridos, como una endodoncia, por ejemplo, a niños de estas edades.

Explícanos un poco por qué consideras que la lactancia es el primer tratamiento de ortodoncia.

Yo soy muy fan de la lactancia materna, que promueve el correcto desarrollo de la cavidad oral, del crecimiento de los huesos de los maxilares, tanto superior como inferior, y también una correcta respiración y posición de la lengua al tragar. Todo eso hace que el niño crezca con su tercio medio-inferior de la cara muy bien desarrollado. Si el hueso y la musculatura crece y se fortalecen correctamente durante esta primera etapa del bebé, lógicamente, cuando lleguen los dientes van a tener una casa gigante donde estar y no van a tener problemas.

Los bebés que no toman lactancia materna es probable que tengan más deficiencia de crecimiento facial, los huesitos son más estrechos y los dientes no caben. Ahí surge el problema de apiñamiento dental. La genética prima, pero la lactancia generalmente promueve el desarrollo correcto de los maxilares y del complejo muscular.

Cuando salen los dientes ¿duelen tanto como nos han hecho creer siempre? ¿Cómo podemos hacer más llevadero para nuestro bebé este proceso?

No está reportado en la literatura y los estudios que la salida de los dientes duela; de hecho, a los niños con 6-7 años les erupcionan los dientes y normalmente no se quejan de dolor. Clínicamente, llevo 20 años en esto y he tenido muy pocas consultas de urgencia porque el bebé tiene dolor porque le está saliendo un diente. Es un mito.

Pero sí que es una etapa que dura mucho: sale el primer diente a los 6 meses y se prolonga hasta los 3 años. Y durante ese tiempo el pequeño ya está en la guardería o gateando, se mete las manos en la boca y entra en contacto con un montón de virus y bacterias…
Entonces, muchas veces los papás se agobian y piensan que los dientes son los culpables de todo, pero no es así.

Los padres deben supervisar el cepillado, más o menos, hasta los 8 años. Yo siempre digo: “cuando el niño escriba bonito”

Sí es verdad que cuando el diente sale hay una pequeña reacción inflamatoria que es molesta, pero no es suficiente como para que dé fiebre, ni provoque diarrea, ni mucho menos enfermedad. Si el niño está irritable, no duerme, llora, tiene fiebre…, no son los dientes. Hay que ir al pediatra porque es otra cosa.

Para esas molestias, si el bebé ya tiene edad para establecer la alimentación complementaria y ya se sienta, le puedes ofrecer alimentos para estimularse. Mientras más mastique y estimule, el diente saldrá mucho más rápido. Darle analgésicos si está incómodo, alimentos fresquitos para aliviar la inflamación, mordedores o estimuladores de silicona…

Limpieza y cuidados de la dentadura

En general, ¿sabemos limpiarnos bien los dientes?

En consulta yo siempre les explico visualmente cómo se hace. Lo más importante es organizar la boca y no dejarse nada: empezar por un sitio y terminar por otro. Cepillarse es estar frente al espejo y hacer los movimientos conscientes del lavado de cada una de las partes de la boca.

La salida de los dientes no provoca dolor, fiebre, ni mucho menos enfermedad. Es un mito

Pero no todos los pacientes están abiertos a que les enseñen. Los adultos son muy diferentes a los niños, vienen con mucha prisa. Así que, aunque ellos no nos pregunten, nosotros debemos informarles.

En lo relativo a los productos de limpieza oral, existen pastas de todas las clases, colores y sabores, cepillos muy diferentes, hilo dental, colutorios… ¿Qué hay que tener claro a la hora de elegir?

Lo importante de la pasta de dientes es que tenga flúor (el mínimo para los adultos es 1.450 ppM). Luego el contenido de cada producto lo podemos valorar entre todas las clases: hay veganos, sin sabor, sin colorantes… Pero el elemento indispensable es el flúor. Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) sacó un comunicado diciendo que es esencial para el cuidado de los dientes.

El cepillo de dientes no puede tener un cabezal demasiado grande y las cerdas no han de ser ni muy fuertes, ni muy suaves. Lo que se recomienda para el cuidado diario de una persona sana son cerdas de fuerza media para barrer sin dañar los tejidos blandos. Y, por supuesto, una buena técnica de cepillado. Si no lo es, puedes hacerte daño en las encías, haber retracción, o simplemente no barres bien.

En cuanto a los enjuagues bucales, que no tengan alcohol; los que lo tienen ya prácticamente están en desuso, y no se recomiendan porque las mucosas pican o arden.
En definitiva, lo importante es usar los productos indicados, sean baratos o caros, o de un sabor u otro.

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