José María Ordovás
12/09/2013
La unión de nutrición y genómica ha dado como resultado una nueva ciencia: la nutrigenómica, que estudia la relación de nuestros genes con la alimentación, con el objetivo de diseñar dietas personalizadas que cubran las necesidades nutricionales particulares de cada individuo en cada etapa de su vida, para conseguir un mejor desarrollo físico y mental, y prevenir la aparición de enfermedades como la diabetes, la obesidad, o los trastornos cardiovasculares. Hablamos con José María Ordovás, experto mundial en la materia y director del Laboratorio de Nutrición y Genética del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos en la Universidad de Tufts (Boston), que próximamente publicará La nueva ciencia del bienestar, un libro con el que pretende aproximar la nutrigenómica al lector, explicando cómo esta ciencia puede contribuir tanto a la prevención como al tratamiento de muchas patologías crónicas no transmisibles como las mencionadas, que en la actualidad se encuentran entre las principales causas de muerte de la población a nivel mundial.
¿Podría explicar de forma sencilla en qué consisten la nutrigenómica y la nutrigenética?
Estos dos terminos son parte de un mismo objetivo que es el “comer como mandan los genes.” Desde un punto de vista purista, la nutrigenómica se refiere a cómo los componentes de los alimentos que consumimos interaccionan con el genoma, e inducen que ciertos genes se expresen y otros no. Por otra parte, cada individuo tiene un genoma diferente y, por lo tanto, esa interacción entre nutrientes y genes puede variar entre personas, y de ahí que una misma dieta o un mismo alimento tiene efectos diferentes dependiendo de quién lo coma.
¿Y cuáles son sus orígenes? ¿Por qué se empezó a investigar la relación entre nutrición y genes?
La pregunta deberia ser por qué no empezó a investigarse antes, ya que es lógico que haya tal comunicación entre nutrientes y genes. Los orígenes de la relación entre nutrientes y genes, por lo que respecta a las enfermedades comunes (trastornos cardiovasculares, diabetes…), se remontan a la decada de los 80, cuando empezamos a contar con tecnología -aunque muy primitiva-, para empezar a analizar las mutaciones del ADN humano. Incluso con las tecnologías de aquel momento era evidente que la genética podía explicar solo una pequeña fracción de esas enfermedades. Por otra parte, también observábamos que la respuesta a una misma dieta variaba tremendamente de unos individuos a otros, y eso nos llevó a pensar que había factores genéticos asociados con esa diferente respuesta, y de ahí nació la nutrigenética. Esta historia queda plasmada en un libro, que aparecera durante este mes, titulado La nueva ciencia del bienestar.
La verdad es que me cuesta llamar a un alimento 'malo'. Hay alimentos que son más nutritivos o sanos que otros, y todo depende de la dosis
Cada vez tenemos más información sobre alimentos ‘buenos’ y ‘malos’, pero muchas veces este tipo de calificaciones varían con el tiempo. ¿Ha podido determinar ya la ciencia la ‘bondad’ de algunos alimentos o tipos de dieta de manera irrefutable?
La verdad es que me cuesta llamar a un alimento 'malo'. Hay alimentos que son más nutritivos o sanos que otros y todo depende de la dosis. Además, como muy bien apuntas, hay que tener cuidado con lo que se dice, porque lo que es bueno hoy puede ser menos bueno mañana. Más que alimentos concretos, diríamos que existen patrones de dieta que son más saludables que otros. En nuestro caso es obvio que tenemos un patrón de dieta mediterráneo cuya bondad está cada vez más cimentada en la literatura científica.
Para que nuestros lectores sepan lo que come un experto, ¿nos podría decir cuáles son sus preferencias gastronómicas?
La verdad es que soy totalmente omnívoro. A uno le suelen atraer aquellas comidas que le recuerdan el pasado, esos gustos y sabores de la niñez. Pero la exploración de nuevos sabores es también satisfactoria. Así pues, como de todo lo que sea nutritivo, y de esto lo suficiente sin dejarme atraer por su abundancia. Por supuesto que los productos de la huerta o del mar, frescos y bautizados con un buen aceite de oliva, proveen una alternativa que no puede fallar. Pero eso no quiere decir que desprecie las carnes o los postres. Normalmente me gusta acabar con algo dulce y hay muchas maneras de hacerlo. Por otra parte, evito las calorias vacías, y además no me importa no comer si no tengo tiempo o necesidad, creo que no hay que comer porque toca. Eso debe tener algo que ver con la restricción calórica que tanto se predica.
Soy totalmente omnívoro, aunque evito las calorias vacías, y no me importa no comer si no tengo tiempo o necesidad; creo que no hay que comer porque toca
¿Y qué opina de tomar suplementos alimenticios a base de vitaminas, omega 3, isoflavonas, lecitina de soja…?
Eso es una decisión personal. En la mayor parte de los casos no hay evidencia científica sólida. Yo no los tomo, pero si uno se siente más seguro tomándolos y le produce menos estrés, pues no creo que hagan daño si se toman dentro de los intervalos lógicos. Al fin y al cabo, todos sabemos del efecto placebo. Aunque algo no tenga beneficio, si se toma con fe, pues algo hace.
Cada vez se comercializan más productos elaborados con ingredientes naturales como los antioxidantes, cuyo objetivo es retrasar los signos del envejecimiento o mejorar el aspecto físico, ¿cree que estos productos son efectivos?
La oxidacion es necesaria para los procesos biologicos, pero cuando no está balanceada puede inducir un envejecimiento menos saludable. De ahí que, en teoría, los antioxidantes deberían funcionar. Pero de nuevo su eficacia como anti-envejecimiento requeriría estudios con un gran número de participantes, decenas de miles probablemente, y de muy larga duración. Su eficacia dependerá: 1) del contexto en el que se toman, es decir, en píldora o como parte de alimentos, y 2) de las necesidades reales del individuo, que en parte vendrán definidas por su genética y su ambiente. Por lo tanto, no podemos hablar de si todos esos productos son efectivos o no. Algunos es probable que sí, pero depende de para quien. Esto es otra forma en la que la nutrigenética puede y debe ayudar.
Hace tiempo se pusieron de moda las dietas personalizadas basadas en el grupo sanguíneo del paciente, porque supuestamente hay alimentos adecuados o inadecuados según el tipo de sangre que tenga cada individuo. ¿Qué hay de cierto en esto?
Yo no he estudiado eso como parte de mi investigación y, por lo tanto, no puedo categóricamente inclinarme de un lado o de otro. Es poco probable que el grupo sanguíneo acierte con lo que le va a uno mejor o peor. Llevamos años trabajando en cosas que son mas científicamente sólidas, y sabemos de la complejidad que tiene identificar los alimentos más o menos adecuados para cada individuo, con algunas excepciones como es el caso de la intolerancia a la lactosa, por poner un ejemplo. En general hay poca fiabilidad en todas estas cosas que han estado en el mercado por algún tiempo.
Dieta, genética y enfermedad
En España hay muchas personas mayores de 75 años, que en su infancia y juventud sufrieron carencias alimentarias porque vivieron la guerra o la posguerra, y que sin embargo han llegado a estas edades con buena salud y no son obesos. ¿Qué ha pasado entonces para que justo cuando se dispone de medios económicos –al menos antes de la crisis– y de información sobre lo que debemos y no debemos comer, cada vez haya más niños y adultos con exceso de peso?
A principios del siglo pasado la esperanza de vida en nuestro país era como de 40 años, mientras que ahora es una de las más altas del mundo. Por supuesto que el condicionamiento genético hace mucho para llegar a edades muy avanzadas en buen estado, pero también hemos de tener en cuenta que la mortalidad infantil era más elevada y los que sobrevivían era porque tenían una mayor resistencia y, por lo tanto, era más probable que llegaran a edades avanzadas. Sabemos que la restricción calórica (pero no nutricional) está asociada en algunas especies con mayor longevidad, así que no es de extrañar que tengamos ese cuadro que pintas en tu pregunta. Además, es probable que con restricción calórica haya menor oxidación y, desde luego, menor obesidad, lo cual va a favorecer el envejecimiento saludable. El contraste actual se debe a muchas cosas y no siempre a la nutrición. Los estilos de vida son muy diferentes, incluyendo la inactividad, pero tambien factores como el estrés, la falta de descanso, y la cronodisrupcion, e incluso los contaminantes ambientales, pueden jugar un papel en el cambio que vemos. Con respecto a la nutricion per se, efectivamente tenemos mayor información, no siempre consistente o coherente, pero también tenemos una pérdida de las tradiciones. Lo que también está claro es que la educación está asociada con un menor sobrepeso y obesidad. La obesidad se ceba en general en los estratos con menor poder socioeconómico.
La educación está asociada con un menor sobrepeso y obesidad. La obesidad se ceba en general en los estratos con menor poder socioeconómico
En el caso del sobrepeso, diversas investigaciones han asociado una variante del gen de la APOA2 con la obesidad. ¿Es posible modificar esta predisposición genética a través de la dieta?
Esta variante es una de las muchas que hemos estudiado. Si conocemos la predisposición genética, y a qué gen se asocia, podremos eliminar prácticamente todo el exceso de riesgo genético mediante una dieta personalizada. En unos casos puede ser disminuir en lo posible la grasa saturada, en otros el aumento de los ácidos grasos omega-3, y en otros una mayor adherencia a la dieta mediterránea. La ventaja es que iremos a tiro seguro en lugar de como hasta ahora ‘a salto de mata’.
Si conocemos la predisposición genética, y a qué gen se asocia, podremos eliminar prácticamente todo el exceso de riesgo genético mediante una dieta personalizada
Además de la obesidad, otras enfermedades no transmisibles y que en parte se deben a una mala alimentación –trastornos cardiovasculares, cáncer, diabetes…–, han reemplazado a las enfermedades infecciosas como principal causa de mortalidad en los países desarrollados. ¿Estamos cerca de que se puedan diseñar dietas personalizadas para la prevención y el tratamiento de este tipo de patologías?
Quizá no estemos en el momento económico adecuado para adoptarlo de una manera generalizada, pero para personas con historia familiar de enfermedad o riesgo individual alto de algunas de estas enfermedades, la esperanza está a la vuelta de la esquina porque la investigación en este campo se está acelerando y la evidencia es cada vez más fuerte. De todas maneras, para la mayor parte de la población las recomendaciones sensatas pueden ayudar muy mucho a la prevención de las enfermedades, sobre todo si su implementación se hace temprano en la vida. No podemos esperar que surtan gran efecto cuando ya hemos caído presa de la enfermedad.
¿Está preparada la genómica nutricional y los profesionales de la salud para dar respuesta a esta necesidad?
Creo que hace falta educar a los profesionales de la salud en estos nuevos paradigmas; de otra manera, el público los puede dejar de lado y caer presa de cantos de sirenas que ofrecen soluciones que no existen y que son poco saludables.