Emilia Gómez Pardo

Doctora en Bioquímica y Biología Molecular, asesora y divulgadora científica y autora de 'Más vida, menos cáncer'
Bajo el paraguas de rigor que ofrece la evidencia científica, la divulgadora Emilia Gómez Pardo, autora de Más vida, menos cáncer, desgrana el enorme impacto de apostar por un estilo de vida saludable para prevenir el cáncer y vivir más.
Emilia Gómez Pardo, experta en nutrición y cáncer
“Solamente entre el 5% y el 10% de los casos de cáncer tienen una carga hereditaria, el resto son cánceres adquiridos. Y en esto tiene muchísimo que ver el estilo de vida”

17/05/2023

“Hoy, las mayores amenazas para nuestra salud no son tanto los microorganismos como nosotros y nuestras decisiones, así como la dificultad que tenemos para gestionar la abundancia. Abundancia de productos malsanos y abundancia de información no contrastada que no hace sino confundirnos”, escribe la divulgadora científica Emilia Gómez Pardo en la introducción de Más vida, menos cáncer (Arpa). En este libro conciso, ameno y bien documentado, bajo el paraguas de rigor que ofrece la última evidencia científica, Gómez Pardo, asesora científica en temas de prevención de la Fundación CRIS Contra el Cáncer, desgrana con sencillez el enorme impacto que tiene para nuestra salud el apostar por un estilo de vida saludable. “La prevención es difícil de trabajar porque es anónima, es hablar de un futuro que puede no existir y se trabaja con números y los números son muy ingratos”, reconoce la autora. En todo aquello que podemos hacer para prevenir el desarrollo de enfermedades como el cáncer, sin embargo, recaen todas nuestras esperanzas de vivir más y mejor. 

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“Nunca hemos estado tan preocupados por nuestra salud como ahora. Ser sano está de moda. Pero tampoco nunca en la historia de la humanidad ha sido tan difícil mantenerse sano”, escribe en la introducción. Interesante paradoja.

Portada "Más vida, menos cáncer"

Hay una razón y es que la salud se ha convertido en un producto comercial. Todos, de alguna manera, estamos preocupados por la alimentación saludable, por el ejercicio, etcétera, porque son cosas que están en el ambiente. Pero los retos a los que nos tenemos que enfrentar en nuestra sociedad son enormes. Tenemos jornadas laborales interminables que no nos permiten planificar ni nuestra alimentación ni nuestro ejercicio físico, nos enfrentamos a una abundancia de productos malsanos, a los que nos exponemos 24 horas al día; y a eso hay que añadir la abundancia de información, que no nos permite discernir entre lo que es un mensaje comercial y lo que de verdad es evidencia científica.

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Yo creo que, hoy en día, quien más quien menos conoce cuáles son los hábitos saludables para prevenir enfermedades. Sin embargo, seguimos fumando, bebiendo alcohol, siendo sedentarios, comiendo comida basura. “La prevención es ingrata y difícil de trabajar”, titulas un despiece de tu introducción.  

Muy difícil. Entre otras cosas por una característica del ser humano, que es la sensación de invulnerabilidad. Todos nos sentimos invulnerables y no lo somos. Todo lo contrario, somos muy vulnerables. Y el problema es que sí, que todos sabemos más o menos cuáles son los hábitos saludables, pero desconocemos por completo el impacto real que tiene sobre nuestra salud el hecho de elegir hábitos insanos. En el mismo momento en el que los elegimos. Comer mal hoy, tomar una copa de alcohol hoy, fumar hoy. Siempre pensamos en futuro. “Hoy esto no me hace daño, ya controlaré el lunes que viene, que por una vez no pasa nada”. El problema es que no es una vez. Ni de suerte.

“Solamente entre el 5% y el 10% de los casos de cáncer tienen una carga hereditaria, el resto son cánceres adquiridos. Y en esto tiene muchísimo que decir el estilo de vida”

Además, la prevención es difícil de trabajar porque es anónima. Cuando un medicamento cura a un niño, es muy fácil vender el éxito de ese fármaco. Pero la prevención es hablar de un futuro que puede no existir. Yo hoy tengo 62 años y estoy libre de cáncer, pero no puedo asegurar que eso sea porque llevo una vida sana. Nunca lo voy a poder decir. La prevención se trabaja con números y los números son muy ingratos.

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Como explica en el libro, un estilo de vida sano podría prevenir, por ejemplo, uno de cada dos casos de cáncer o el 80% de los casos de diabetes y de enfermedades cardiovasculares. ¿Cómo es posible que no nos baste con estos datos para ponernos en marcha?

Porque no pensamos que esos mensajes van dirigidos a nosotros. Pensamos que van dirigidos a los demás. Es así. No nos sentimos blanco de ese impacto. Por eso hay que insistir, insistir e insistir con la evidencia científica en la mano. Y luego también nos pasa que normalizamos cosas como que a partir de los 50 años es normal tener el colesterol alto, tomar estatinas, tener la tensión alta… ¡No es normal! ¡No hay que normalizarlo! 

“A partir de los 50 años es normal tener el colesterol alto, tomar estatinas, tener la tensión alta… ¡No es normal! ¡No hay que normalizarlo!” 

“Nos pasamos media vida arruinando nuestra salud y la otra mitad tratando de recuperarla”, cita al Premio Nobel Joseph Leonard Goldstein. ¿Podríamos decir que con la salud pasa como con las cosas que queremos o con la felicidad, que uno no las aprecia muchas veces hasta que las pierde?

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Es así, efectivamente. Valoramos la salud cuando la perdemos. Como afirma Goldstein, que fue pionero en vincular al colesterol como indicador de patologías cardiovasculares, a partir de la media vida es cuando empiezan a aparecer dolencias, achaques, etcétera. Y es una pena porque eso no ocurriría si nos cuidásemos. Pero si nos pasamos media vida pegando golpecitos a nuestra salud, pues cada uno de esos golpes dejan una marca. Nunca es tarde para cuidarse, pero esas marquitas ya las llevamos en la mochila, así que cuanto antes empiece uno a cuidarse, mejor. 

Mejor estilo de vida, menos enfermedades

Solemos atribuir enfermedades como el cáncer a la genética, pero hay un gráfico muy interesante en el primer capítulo según el cual la biología y la genética jugarían un papel secundario en el desarrollo de estas enfermedades. El factor primordial sería, con diferencia, el estilo de vida. Usted, de hecho, define al estilo de vida saludable como una potencial “polipíldora sin efectos secundarios”.

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Fíjate, en el caso del cáncer, solamente entre el 5% y el 10% de los tumores tienen una carga hereditaria, el resto son cánceres adquiridos. Y en esto tiene muchísimo que decir el estilo de vida. Al final, el cáncer y otras enfermedades como las cardiovasculares son el resultado de una complejísima relación entre tus características individuales, tu estilo de vida, factores externos y el azar, cuya influencia tampoco es desdeñable. Así que cuanto más sano sea tu estilo de vida, más impacto tendrá en tu salud.

“Está demostrado es que una mala calidad de sueño o dormir poco tiene mucha vinculación con el desarrollo de sobrepeso; y el sobrepeso está directamente relacionado con al menos doce tipos de cáncer”

Y cuando hablo de estilo de vida hablo de dos hábitos (alimentación y ejercicio físico) y dos comportamientos de riesgo (consumo de tabaco y alcohol). Cada uno de estos hábitos o cada uno de estos comportamientos de riesgo que decides no aceptar, suponen un impacto positivo en tu salud. Si los haces todos, es la polipíldora, que a diferencia del resto de píldoras químicas, no tiene efectos secundarios. Todos sus efectos son positivos.

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Ese estilo de vida, traducido en alimentación sana, ejercicio físico, control del peso, no fumar y no beber alcohol, constituye la base de lo que denomina una vida oncosaludable. ¿Cuáles de estos factores del estilo de vida tienen una mayor repercusión o influencia sobre el desarrollo del cáncer?

Hoy por hoy todavía el tabaco, que es responsable de más del 30% de los cánceres. Pero dicho esto, la alimentación tiene mucho que decir. Hasta el punto de que las investigaciones científicas ya señalan que uno de cada tres tumores se podrían evitar con una alimentación saludable. Los nutrientes que ingerimos a través de la alimentación tienen muchísimo que ver en que las células mutadas puedan progresar hasta provocar un tumor o no. Es decir, por un lado, está la capacidad de generar mutaciones en las células del tabaco, el alcohol o la carne procesada. Y, por otro, la alimentación que nos puede servir como factor de protección que repara mutaciones, que reconoce células tumorales y las elimina a través del sistema inmune, etcétera. En todos esos procesos que determinan el desarrollo o no de un cáncer, la alimentación tiene mucho que decir.

“La prevención es difícil de trabajar porque es anónima, es hablar de un futuro que puede no existir y se trabaja con números y los números son muy ingratos”

¿Y cuáles diría que son las confusiones más habituales respecto a estos hábitos saludables? Con el ejercicio, por ejemplo, tengo la sensación de que hay gente que se piensa que se pega una paliza un día y ya puede estar el resto de la semana tumbado.

Volvemos a la idea de lo que sabe o no la gente. ¿Tú te crees que la gente sabe que el ejercicio físico podría ayudar a prevenir al menos siete tipos de cáncer muy mayoritarios? ¿Qué una copa de alcohol al día puede incrementar y mucho el riesgo de cáncer? ¿Que el efecto beneficioso del ejercicio físico se pierde si tenemos grandes periodos diarios de sedentarismo? Yo creo que no. Ni siquiera el 100% de la población sabe que el tabaco provoca cáncer. Créeme.

En los últimos años también están apareciendo estudios que de alguna manera vinculan la falta de descanso o el estrés sostenido en el tiempo típico de nuestras sociedades con un mayor riesgo de desarrollar determinadas enfermedades. Usted no los cita directamente en el libro, pero ¿podríamos considerarlos unos pilares secundarios para un estilo de vida saludable?

Absolutamente. Cada vez hay más investigación y más evidencia del papel directo de estos hábitos sobre nuestra salud, pero aún hace falta más evidencia. Lo que sí se sabe es que, como dices, son elementos secundarios. Una situación de estrés o una situación de mal dormir o poco dormir influyen mucho en los hábitos de vida. Normalmente cuando uno está estresado come peor, hace menos ejercicio y tiene más propensión a comportamientos de riesgo como el consumo de alcohol o tabaco. Eso está demostradísimo. Y lo mismo pasa con el sueño. A peor descanso, peor alimentación y menos ejercicio físico.

“Los hábitos saludables no solamente minimizan los efectos secundarios del tratamiento del cáncer, sino que también tienen mucho que decir en el pronóstico de la enfermedad y en la eficacia de las terapias”

En el caso del sueño, además, lo que sí que está demostrado es que una mala calidad de sueño o dormir poco tiene mucha vinculación con el desarrollo de sobrepeso; y el sobrepeso está directamente relacionado con al menos doce tipos de cáncer.  

Cita un ejemplo en el libro de dos fumadores que más o menos llevan otros hábitos de vida saludables. Uno muere a los 50 años. El otro llega a los 80 años. ¿Cuánto daño hacen esos casos de personas que llegan a los 100 años afirmando que han bebido una copa de coñac o fumado un par de cigarrillos todos los días de su vida?  

Los dos extremos hacen el mismo daño. Tanto el pensar en esa persona que ha fumado y ha bebido cada día de su vida y pese a ello ha llegado a los 100 años; como el pensar en una persona que, llevando un estilo de vida saludable, muere de un cáncer siendo muy joven. Al final, en los dos casos, la traducción que hacemos es “no sirve para nada”, “da igual lo que hagamos”. No es verdad. Esos son casos extremos. El porcentaje mayoritario de las personas estamos en el medio, somos personas a las que nos marca más el estilo de vida que la genética. 

Este estilo de vida oncosaludable, ¿también es una polipíldora para las personas que ya han sido diagnosticadas de algún tumor?

También, por supuesto que sí. Cada vez hay más evidencias en ese sentido. Desde luego del ejercicio, pero también de la alimentación. Y no solamente para minimizar los efectos secundarios del tratamiento, sino que estos hábitos saludables tienen mucho que decir en el pronóstico de la enfermedad y en la eficacia de las terapias. Es un tratamiento coadyuvante muy importante.

Y, por supuesto, esa polipíldora también sirve para los supervivientes. Uno no se puede olvidar y una vez que ha superado el cáncer hacer como si no hubiese existido. En las tres fases del cáncer (prevención, durante y post) es importante mantener un estilo de vida saludable.

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