Amber Hatch
07/08/2019
Cuenta la escritora británica Amber Hatch que la maternidad y la escritura han sido su manera de encontrar “un lugar y un propósito en un mundo incierto”. Sobre todo la maternidad que, reconoce, implicó un cambió “tan sísmico” en su vida que la llevó a replantearse todas sus nociones previas sobre sí misma y sobre la forma en que interactuaba con el mundo. Entre esos replanteamientos se coló una profunda reflexión sobre nuestra vida ajetreada, hiperconectada y llena de estímulos visuales y auditivos. De esa reflexión surge El arte del silencio: una guía de inspiración fácil y práctica (Maeva, 2019), un libro en el que Amber nos invita a reconectar con nosotros mismos a través de la práctica del silencio, un arte que ante su escasez también corre el riesgo de ser mercantilizado, aunque como recuerda esta experta en mindfulness “para disfrutar del silencio no se necesita gastar dinero en sesiones de caminatas por el Sahara o en costosos retiros de bienestar”. A veces basta con poner el teléfono en modo avión e ir a dar un paseo por el barrio, ignorando los mensajes de “comprar, consumir, experimentar” y centrándonos en nuestros propios pensamientos. Y es que, como afirma Hatch, el silencio, aunque nos cueste relacionarlo, es también “una estrategia radical” contra el consumismo.
Vivimos en un mundo que nos somete a un constante bombardeo de imágenes y sonidos. En ese contexto, ¿es posible disfrutar del silencio?
Hoy en día estamos abrumados por el ruido, y me refiero al ruido en su sentido más amplio de estimulación. Pero sí, todavía podemos disfrutar del silencio, pero sólo si trabajamos en ello. Y para decidir trabajar en ello, lo primero que tenemos que hacer es valorarlo. Así que supongo que uno de los propósitos principales de mi libro es ese, inspirar a los lectores a valorar el silencio.
Te hacía esa pregunta porque en este mundo lleno de impactos audiovisuales, nos hemos acostumbrado tanto a su presencia que nos sentimos solos y nos aburrimos cuando no estamos expuestos a ellos. ¿Nos cuesta cada vez más aceptar y disfrutar del silencio?
Esa es una pregunta muy perspicaz. Es como si nos hubiese aterrorizado el aburrimiento. Cualquier pequeño espacio vacío en nuestro horario –como esperar en la caja del supermercado o para un autobús– nos hace buscar de forma inmediata un dispositivo electrónico, un café, o cualquier otra distracción para mantenernos ocupados. Recuerdo haberle anunciado a alguien que me iba a ir a un retiro de meditación y que esa persona me respondió que no lo hiciese porque me aburriría; ese es el nivel.
Crecemos con la idea de que el aburrimiento es un problema que debe ser arreglado
¿Qué hay al otro lado del aburrimiento? ¿Qué pasa cuando te dejas aburrir? ¿Qué queda? Estas son las preguntas que podemos explorar cuando permitimos que surja el silencio; pero es difícil hacerlo. Creo que la mayoría de la gente ni siquiera se da cuenta de que tiene miedo de aburrirse. Cuando los niños dicen "estoy aburrido" los adultos a su alrededor invariablemente sugieren actividades para que las hagan, así que crecemos con la idea de que el aburrimiento es un problema que debe ser arreglado.
Tanto ruido a todos los niveles y tanta dificultad para romper con él, ¿qué consecuencias puede tener para nuestra salud física y mental?
La sobrecarga continua de estimulación tiene un enorme impacto en nuestro bienestar físico y mental. Vivimos con una lista de tareas infinitas, con la sensación de que tenemos que producir todo el tiempo. Creo que esto contribuye en gran medida al estrés, que es uno de los principales asesinos porque exacerba todo tipo de trastornos de salud.
Aprender a disfrutar del silencio
Me gusta el concepto de “El arte del silencio”. ¿Aprender a disfrutar del silencio es un arte?
Se necesita práctica, porque al principio puede ser difícil cogerle el punto, y al final puedes acabar no consiguiendo nada después de todo. Creo que es una cosa experiencial: cuanto más contacto tenemos con el silencio, más entendemos por qué nos ayuda y más capaces somos de disfrutarlo. Es, a su modo, un hábito de la mente. Así que en el sentido de que tenemos que trabajar en ello, entonces sí, lo considero como un arte.
Cuanto más contacto tenemos con el silencio, más entendemos por qué nos ayuda y más capaces somos de disfrutarlo
Con el arte del silencio también te refieres a la necesidad de bajar el ritmo de vida. En este mundo loco y caótico, ¿cómo puede ayudarnos a disfrutar de mayor silencio bajar nuestro ritmo de vida?
Con el silencio todo funciona como un círculo virtuoso: cuanto más nos ralentizamos y más espacio reservamos al silencio, más lo apreciamos y más somos capaces de encontrar tiempo para ello. Pero, en realidad, incluso las personas con las vidas más ocupadas pueden encontrar tiempo para el silencio, incluso si estos momentos son solo cuestión de segundos.
Debemos ser más asertivos y poner límites sobre nuestro espacio personal para que no haya una expectativa de disponibilidad las 24 horas
A veces no podemos reducir nuestras responsabilidades y actividades, y puede haber etapas en la vida en las que las demandas laborales y familiares nos estiran hasta el límite, pero aun en esas circunstancias podemos seguir siendo disciplinados y abstenernos de añadir más estimulación aún a nuestro día a día.
“Una de las mayores amenazas para los momentos de silencio son las pantallas”, escribes. ¿Las nuevas tecnologías nos han alejado aún más del silencio?
Probablemente la propia naturaleza humana nos empuja a buscar cosas con las que distraernos, pero sí es cierto que en los últimos diez años más o menos el auge de las pantallas ha tenido un impacto tremendo. Es increíble la cantidad de cosas para elegir que tenemos a nuestro alcance (redes sociales, música, información, vídeos) y lo difícil que resulta alejarse de ellas.
¿Qué podemos hacer para no caer en la trampa de las pantallas?
Tenemos que aprender a ser disciplinados con las pantallas y procurarnos períodos de tiempo de silencio cuando las guardamos. Tenemos que aprender, por ejemplo, a reconocer cuándo la comprobación legítima de correos electrónicos se convierte en un desplazamiento sin sentido a las redes sociales.
Tenemos que aprender a reconocer cuándo la comprobación legítima de correos electrónicos en el smartphone se convierte en un desplazamiento sin sentido a las redes sociales
Tengo que reconocer que personalmente me resulta muy difícil resistirme a revisar mensajes, así que por eso rebajé mi smartphone a un modelo de tecnología antigua. Por supuesto que pierdo cosas con ello, pero a mí me encanta la libertad que me da no tener esos estímulos cuando estoy fuera, o dedicando tiempo a mi niño pequeño, porque no estoy constantemente comprobando las notificaciones.
Sé que resulta difícil para nuestra generación, porque el auge de las nuevas tecnologías nos ha tomado por sorpresa, así que tendremos que aprender algo de moderación por nosotros mismos, ya que no hay una generación anterior que pueda enseñarnos.
Una estrategia de vida que se aleja del consumismo
Como todo arte, a disfrutar del silencio se aprende, tal como dices. ¿Qué consejos básicos darías a una persona que quiere introducir más silencio en su día a día?
Hay solo una recomendación básica: empieza a encontrar y dedicar tiempo para el silencio en cualquier hueco o espacio libre que tengas. No hagas nada. Sé que ignorar los estímulos que nos rodean no es fácil, pero con un poco de práctica enseguida comenzarás a notar los beneficios que esos pequeños espacios de respiración te ofrecen. Deja tu teléfono en casa, saca a pasear a tu perro, y dedícate únicamente a andar y a escuchar, sin dejarte arrastrar por otros estímulos.
Has hablado de beneficios. Precisamente en el libro escribes que “el silencio es una estrategia de vida”.
Es que el silencio es una estrategia radical. Nos pasamos el día recibiendo mensajes para comprar, consumir, experimentar… El silencio es todo lo contrario de lo que indican estos mensajes. Se trata de abstenerse, de decir que no. Solo cuando permitimos el silencio podemos empezar a crear espacio para algo más especial, como lograr que la esencia de nuestro verdadero yo suba a la superficie.
Ignorar los estímulos que nos rodean no es fácil, pero con un poco de práctica se notan los beneficios que los pequeños espacios de respiración y de silencio nos ofrecen
Conocernos de esta manera y sentirnos cómodos con la persona que somos es quizás una de las cosas más importantes que podemos hacer.
Es difícil encontrar nuestro propio yo cuando parece que siempre necesitamos estar haciendo algo y con alguien. Tú, en cambio, recomiendas buscar espacios para la soledad. ¿Cuesta cada vez más encontrar esos espacios?
¿Te refieres a que cuesta más en términos de dinero?
No, no, a que cuesta más en general.
Sí, sí. Y también a nivel económico, porque siempre hay alguien que tratará de venderte algo, y al final el silencio puede ser mercantilizado, como todo lo demás. Pero para disfrutar del silencio no necesitamos gastar dinero en sesiones de tanques de flotación, o en caminatas por el Sahara o en costosos retiros de bienestar. Solo tienes que poner el teléfono en modo avión e ir a dar un paseo alrededor de tu barrio.
Para disfrutar del silencio no necesitamos gastar dinero en sesiones en caminatas por el Sahara o en costosos retiros de bienestar
Sí que es cierto que hoy en día la familia y los amigos parece que esperan poder quedar contigo en cualquier momento, pero creo que solo tenemos que aprender a ser más asertivos y a poner límites sobre nuestro espacio personal para que no haya una expectativa de disponibilidad las 24 horas.
Por último, me ha sorprendido que en un libro dedicado al silencio, tú recomiendes la escucha activa como estrategia. ¿Qué puede aportar esa escucha activa al arte del silencio?
Es que tenemos que aprender a dejar algo de lado nuestros propios egos y nuestras propias opiniones cuando escuchamos con atención a otras personas. Cuando realmente escuchamos, tenemos que estar dispuestos a cambiar de opinión, y esto tiene mucho que ver con el hecho de silenciar esa parte de nosotros mismos que busca la satisfacción personal. Es estando en silencio mientras escuchamos cuando no invadimos el espacio de otras personas. Las relaciones que se construyen sobre este respeto mutuo acaban siendo beneficiosas para todos.