Laura Vera

Psicóloga experta en desarrollo personal y autora de ‘La preocupación inútil’
Preocuparse es algo innato en los humanos, pero en ocasiones resulta inútil. La psicóloga Laura Vera explica cómo gestionar la preocupación para solucionar los problemas a los que nos enfrentamos sin amargarnos la vida.
Entrevista a Laura Vera, psicóloga autora de 'La preocupación inútil’
“Tendemos a evitar lo que nos preocupa, y eso no es bueno a largo plazo porque limitamos nuestra vida y enviamos un mensaje al cerebro de que esa situación es peligrosa y no somos capaces de afrontarla”

17/07/2019

Don´t worry, be happy (no te preocupes, sé feliz) es una de las frases más repetidas en todo el mundo cuando algo va mal, pero no es tan fácil evitar la preocupación, pues es un estado innato que nos ayuda a encontrar una solución a los problemas de manera anticipada, y que nos protege ante posibles situaciones adversas. Sin embargo, esto que suele ser un malestar temporal puede convertirse en un sufrimiento prolongado si no se sabe manejar correctamente. Para evitar esa cronificación, Laura Vera, psicóloga y autora de La preocupación inútil (Ed. Desclée de Brouwer, 2019), nos enseña cómo se puede gestionar este sentimiento de incertidumbre para hacer que dé sus frutos y no se quede rondando nuestra cabeza durante mucho tiempo. Según explica la experta, para conseguirlo el primer paso es comprender cómo funciona la preocupación, conocerla a fondo y averiguar cuál es su utilidad, en vez de intentar eliminarla. Para lograrlo, nos da consejos para enfocar mejor las preocupaciones desde un punto de vista emocional más sano y nos cuenta cómo simplificar las dificultades para superarlas y poder disfrutar más de nuestro día a día.

PUBLICIDAD


La preocupación inútil

‘La preocupación inútil’ es el título de tu libro pero, ¿cuáles son las características de ese tipo de preocupación?

La preocupación inútil la defino como una preocupación tóxica, en el sentido de que nos lleva a quedar atrapados muchas veces en ese pensamiento circular que es muy propio de la preocupación y que nos impide pensar con claridad. Se diferencia de la efectiva en que la útil o positiva es aquella que de alguna manera nos orienta a la acción, nos impulsa a buscar una solución a estar en modo alerta, es más adaptativa, de preparación para enfocarte a la acción. Lo contrario es quedarnos atrapados en ese pensamiento que al final no resuelve nada.

¿Dónde está el límite entre la preocupación efectiva y la inútil? ¿Cómo podemos darnos cuenta de que estamos siendo víctimas de esta última?

PUBLICIDAD

Hay que partir de la idea de que es un mecanismo natural: todos nos preocupamos. Hay situaciones de conflicto o problemas que hacen que aflore la preocupación, pero podemos darnos cuenta de que esto es inútil cuando detectamos que nos preocupamos de manera muy intensa, que nuestro grado de ansiedad es muy alto, que tenemos esa sensación de falta de control sobre nuestras preocupaciones y sobre nuestros pensamientos, como si nuestra cabeza fuera sola y no la pudiésemos controlar, con un pensamiento rumiante; en esos casos estamos siendo víctimas de la preocupación inútil.

¿Cómo nos afecta física y mentalmente ese pensamiento rumiante?

El pensamiento rumiante –también llamado circular– nos impide buscar soluciones constructivas, nos bloquea y nos provoca ansiedad. A nivel físico hace que nos fatiguemos mucho, porque cuando alguien lleva mucho tiempo dándole vueltas al mismo asunto sin llegar a ningún punto de resolución y no encuentra la solución al problema, se queda atascado en el mismo circuito una y mil veces. Y al final la sensación es como si hubiésemos corrido una maratón, nos afecta a la hora de coger el sueño y esto conlleva más problemas de salud.

El pensamiento rumiante –también llamado circular– nos impide buscar soluciones constructivas, nos bloquea y nos provoca ansiedad

Además, en la parte que afecta a nivel psicológico, el pensamiento rumiante es el que nos posiciona en el lado pesimista de las cosas, al no resolver, al no ejecutar, al no tomar decisiones y al estancarnos en el planteamiento, al final nos quedamos atrapados, muchas veces por miedo –por miedo a salir de la zona de confort–, y esto hace que nos posicionemos en el lado negativo y pesimista.

PUBLICIDAD

Problemas que se acaban resolviendo solos

Ante esta sensación de miedo muchas veces tendemos a no afrontar los problemas, pensando que se esfumarán solos, o los postergamos. ¿Es esto una buena opción?

Habría que distinguir, porque hay situaciones y temas que van tomando forma con el tiempo. Hay problemas que tienen que madurar y que en determinados casos se acaban resolviendo solos; yo creo que a todos nos ha pasado. En otros según transcurre el tiempo van introduciéndose nuevas variables en la ecuación, o nuevos matices que hacen que las cosas tomen otro rumbo. Todo eso puede pasar, y pasa, pero lo que está claro es que el miedo muchas veces nos hace evitar situaciones, para luego comprobar que en realidad no eran tan graves como habíamos imaginado.

Si desconfiamos de nosotros mismos y pensamos que no vamos a conseguirlo, jugaremos en nuestra propia contra

Sin embargo, cuando el miedo se desata la imaginación es muy potente y puede ser muy contraproducente. Tendemos a evitar lo que nos preocupa, y eso no es bueno a largo plazo porque limitamos nuestra vida y enviamos un mensaje al cerebro de que esa situación es peligrosa y no somos capaces de afrontarla.

Preocuparse

Este hecho podría estar relacionado con la confianza en uno mismo ¿es también decisiva la autoestima a la hora de preocuparnos?

PUBLICIDAD

Todo o casi todo está relacionado con la confianza en uno mismo o nuestra propia autoestima. Creo que cuando una persona confía en su capacidad para resolver un problema, cuando confía en tener recursos personales para hacer frente a una situación que le preocupa, es mucho más fácil manejar la situación. Sin embargo, si desconfiamos de nosotros mismos y pensamos que no vamos a conseguirlo jugaremos en nuestra propia contra.

Aprender a gestionar los pensamientos y a preocuparnos menos

Muchas veces nuestros pensamientos pueden convertirse en nuestro peor enemigo… ¿Cómo podemos aprender a gestionarlos?

Cuando hablo del tipo de distorsiones o de sesgos cognitivos que se producen y que son muy característicos de la preocupación, como el anticipar, especialmente los efectos negativos de una acción, nos adelantamos y la mente se proyecta hacia el futuro, anticipando lo que va a pasar, pero haciéndolo en negativo. En ese momento no tenemos en cuenta otros factores u otros matices dentro de la situación que pueden estar funcionando bien.

Es recomendable hacer una lista al final del día con todas esas cosas que me han ido bien o me han salido correctamente, aunque sean cosas pequeñas dentro de lo cotidiano

También tendemos a pensar de forma exagerada, catastrofista o generalizada, nos decimos: “si esto me ha pasado antes también me puede volver a pasar ahora”. En el libro doy claves para poder gestionar con efectividad este tipo de pensamientos. Por ejemplo, el pensamiento anticipativo negativo es uno de los más propios de la preocupación, y un ejercicio sencillo que puede ir bien para darle la vuelta es tratar de enfocar nuestra mente en todos los aspectos que están bien de nuestra vida, en todo aquello que no nos preocupa porque está equilibrado o funciona correctamente. Un ejercicio interesante puede ser volcar todo esto por escrito, porque escribir lo que pensamos en un papel nos obliga a divagar con claridad y a organizar.

PUBLICIDAD

Es recomendable hacer una lista al final del día con todas esas cosas que me han ido bien o me han salido correctamente en esa jornada, aunque sean cosas pequeñas dentro de lo cotidiano; hay que apuntar todo aquello que yo puedo agradecer. Este ejercicio ayuda a tomar conciencia y a enfocar un poco la mente en ese polo positivo de las cosas que sí funcionan y por las que no tenemos que preocuparnos, que son muchas, pero a las que a veces no prestamos atención y pasan desapercibidas.

Y ¿por qué crees que nos preocupamos tanto?

La preocupación forma parte de un mecanismo natural que todos tenemos. Y en esto hago mucho hincapié en el libro porque yo no vendo ninguna fórmula mágica, porque piso suelo muy firme y desconfío un poco de los que nos intentan vender la fórmula para alcanzar la felicidad. Yo no digo que después de leer el libro vayamos a dejar de preocuparnos. Eso sería mentira por una simple razón: la preocupación es un mecanismo que nuestra mente necesita poner en marcha para adelantarse a posibles amenazas y peligros en un intento de protegernos.

El cerebro está preparado y programado para pensar, tomar una decisión y ejecutarla, y no quedarse atascado en la preocupación

En realidad, la preocupación tiene una parte adaptativa, lo que pasa es que en ese proceso es fácil caer en la trampa mortal de ese pensamiento rumiante del que hablábamos antes. Otra cosa es cómo la gestionemos, y eso es lo que pretendo transmitir en el libro.

PUBLICIDAD

Entonces no merece la pena preocuparse por algo que no está en nuestra mano resolver, ¿verdad?

Eso es, es un punto muy interesante porque muchas veces nos preocupamos por cosas que escapan a nuestro control y tendríamos que preguntarnos qué grado de control tenemos sobre lo que nos preocupa, si el problema tiene o no solución, y si esta depende de mí, porque hay cosas que no tienen arreglo y aun así nos preocupamos, nos obcecamos y no dormimos pensando en qué podemos hacer. A veces hay situaciones que son lo que son y que, aunque no nos guste, tenemos que admitir y aceptar.

La preocupación es un mecanismo que nuestra mente necesita poner en marcha para adelantarse a posibles amenazas y peligros en un intento de protegernos

Dentro de esa aceptación de la que hablo en el libro se encuentran dos términos muy diferentes para mí, que son la aceptación en sí misma y la resignación. Esta última significa tirar la toalla y decir que aquí ya no hay nada que hacer, mientras que en la aceptación también hay algo de actitud proactiva, preguntándonos a nosotros mismos qué es lo que podemos hacer en esa situación, ya que puedo aceptar pero cuidar a la vez de mí mismo y de los demás, y puedo mejorar en algo la situación.

Pero si la resolución depende de mí, si tengo el suficiente grado de control, tengo que ocuparme de manera activa, no me puedo quedar atrapado en ese pensamiento circular, porque el cerebro está preparado y programado para pensar, tomar una decisión y ejecutarla, y no quedarse atascado en la preocupación. Creo que es muy útil hacerse la siguiente pregunta: ¿qué grado de control tengo?

Yo no vendo ninguna fórmula mágica porque piso suelo muy firme y desconfío un poco de los que nos intentan vender la fórmula para alcanzar la felicidad

Además, no podemos controlar el pasado ni el futuro, solo tenemos el ahora. ¿Cómo podemos centrarnos en el presente y qué beneficios tiene?

Esta es una de las claves para aprender a gestionar las preocupaciones, porque cuando nos preocupamos nuestra mente tiende a proyectarse hacia el futuro, mientras que otras veces, por ejemplo cuando sentimos culpa, nos vamos al pasado, y son dos momentos que escapan absolutamente a nuestro control. El pasado porque ya no lo podemos cambiar, solo aprender de él y tomar nota, y el futuro porque no sabemos lo que puede pasar, lo podemos imaginar, pero no tenemos la certeza. Ahí es muy importante la gestión de la incertidumbre, para tener el control atencional y poder atar la mirada o enfocarla al presente, que es realmente donde tenemos la capacidad para hacer algo.

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD