Diagnóstico de la mononucleosis infecciosa

El diagnóstico de la mononucleosis infecciosa se realiza generalmente mediante la evaluación de los síntomas del paciente y la realización de pruebas específicas para detectar el virus de Epstein-Barr (VEB). Además, el médico puede realizar un examen físico para buscar signos de inflamación de los ganglios linfáticos, el hígado y el bazo. También puede evaluar la garganta para detectar cualquier inflamación o enrojecimiento.

Este virus de Epstein-Barr (VEB) causante de la mononucleosis infecciosa puede aislarse en el laboratorio a partir de saliva, sangre periférica o tejido linfoide. La presencia de linfocitos T atípicos (linfocitos de Downey) superior al 10% también corrobora el diagnóstico.

También se realizan estudios serológicos para demostrar la presencia de anticuerpos heterófilos, como la prueba de Paul Bunnell-Davidson, para diagnosticar mononucleosis infecciosa.

Otra técnica más reciente para demostrar la presencia de estos anticuerpos es la de Mono Test (Hoff-Bauer). Estas pruebas contribuyen a diferenciar la mononucleosis de otras enfermedades que pueden presentar síntomas similares, como las causadas por citomegalovirus, virus de la hepatitis o del SIDA, toxoplama gondii, ciertos fármacos, etcétera.

Para confirmar el diagnóstico de mononucleosis infecciosa, el médico puede solicitar pruebas de laboratorio, como un hemograma completo (CBC), un análisis de sangre para detectar anticuerpos contra el virus de Epstein-Barr o una prueba de anticuerpos heterófilos, que puede detectar la presencia de anticuerpos que se producen en respuesta a la infección.

En algunos casos, se pueden realizar otras pruebas, como una biopsia del hígado o una tomografía computarizada (TC) del abdomen para evaluar el tamaño del bazo.

Es importante que los pacientes informen a su médico si han estado expuestos a alguien que tiene mononucleosis infecciosa o si han tenido síntomas de la enfermedad, ya que esto puede ayudar al médico a hacer un diagnóstico más preciso.