Dr. Ricardo Cubedo

Oncólogo médico, investigador y autor de ‘El órgano transparente: la inteligencia de tu sistema inmunitario’
El sistema inmunitario no deja de actualizarse y mejorar durante nuestra vida, afirma el Dr. Ricardo Cubedo, autor de 'El órgano transparente: la inteligencia de tu sistema inmunitario', que nos explica cómo funcionan nuestras defensas.
Ricardo Cubedo
“El sistema inmune es como el amor de una madre: tienes que portarte horrorosamente mal con ella durante muchísimo tiempo para que te abandone”

25/05/2023

El doctor Ricardo Cubedo, oncólogo médico e investigador clínico en el Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid) y el MD Anderson Cancer Center acaba de publicar El órgano transparente: la inteligencia de tu sistema inmunitario, (Editorial Larousse) en el que explica cómo funciona nuestro sistema inmunológico, al que llama metafóricamente “el órgano transparente” porque no lo vemos, no podemos señalarlo, pero nos protege cada día “de cosas muy serias, no solo del catarrillo invernal de turno”. Y lo mejor de todo es que, a diferencia de otros órganos, no deja de actualizarse y mejorar durante nuestra vida sin necesidad de que le dediquemos unos cuidados especiales. “El sistema inmune es el último bastión, resiste hasta el último momento”, afirma el experto que, aunque recurre de forma habitual al lenguaje bélico para explicar el funcionamiento del sistema inmunitario, recuerda que nuestra inmunidad depende más de los pactos y la diplomacia que del enfrentamiento, otra potente metáfora en estos tiempos de polarización y conflictividad a todos los niveles.

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Me ha gustado mucho la idea del sistema inmunitario como órgano transparente, como escudo invisible. Es una metáfora muy potente, pero me surge una duda: el hecho de que sea invisible o de que al menos tengamos menos consciencia de él que la que tenemos sobre el corazón o el cerebro, ¿nos hace descuidarlo más?

Portada "El órgano transparente"

Yo creo que no. Es más, sinceramente y aunque te sorprenda, creo que está muy bien descuidarlo, que no nos preocupemos excesivamente de él. Una de las razones por la que le he llamado transparente es porque no nos podemos llevar la mano a ningún lugar para señalarlo, pero otra más potente todavía es que nunca se estropea.

El 99,9% de las personas va a pasar su vida, al menos hasta los últimos meses de su vida, sin que le falle el sistema inmunitario, por lo menos a nivel de inmunodeficiencia. Otra cosa es que falle por exceso, por autoinmunidad; eso es diferente. Pero, resumiendo, es una parte del cuerpo que requiere poco cuidado.

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La historia de David Vatter que cuenta en la introducción, ese ‘niño burbuja’ que nació sin sistema inmunitario y que vivió 12 años encapsulado porque cualquier microorganismo podía matarlo, le hace a uno mucho más consciente de la importancia de ese escudo invisible que vela por nosotros.

Sí, claro. En otra parte del libro hablo también de la epidemia del SIDA de décadas atrás. Quienes la vivimos en zonas golpeadas, como fue mi caso en la zona sur de Madrid, fuimos plenamente conscientes de la importancia del sistema inmune. De repente empezamos a ver infecciones que recordábamos vagamente de los libros de la carrera de Medicina, que sabíamos que existían, pero que nunca habíamos visto.

El 99,9% de las personas va a pasar su vida sin que le falle el sistema inmunitario, es una parte del cuerpo que requiere poco cuidado

Y no venían de la jungla de Tanzania, venían de Parla. Y la única diferencia entre esas personas y yo es que ellos tenían un linfocito inactivo que yo tenía activo. Pero de esos virus que ellos se habían infectado, yo también estaba rodeado, solo que mi sistema inmune funcionaba perfectamente. Ahí te dabas cuenta de que durante cada día tu sistema inmune te protege de cosas muy serias, no solo del catarrillo invernal de turno.

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Nunca había reparado en esa idea de que el sistema inmune, a diferencia de otros órganos, no deja de mejorar durante toda nuestra vida. Es como un antivirus informático que no para de actualizarse.

Es así. Podemos decir que el cerebro se actualiza de una forma más analógica, más continua. Pero el sistema inmune, cada vez que genera inmunidad contra un nuevo germen, es como si instalase una versión nueva. A veces será una infección muy banal y será la versión 6.2 del antivirus, en vez de la 6.1. Y en otra ocasión será una vacuna o una infección importante y pasarás directamente a la versión 7.0. La del antivirus es una metáfora perfecta.

Sistema inmune innato y sistema inmune adaptativo

En el libro comenta que tenemos dos sistemas inmunes, el innato y el adaptativo. Antes hablábamos del sistema inmune con antivirus informático que no deja de actualizarse. Entiendo que lo que se actualiza constantemente es el sistema inmune adaptativo, ¿cierto?

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Correcto. Imagínate que de repente llegan a la Tierra unos extraterrestres con dos cabezas, cuatro orejas, cuatro ojos, dos narices, dos cuellos, etcétera, y tuvieran dos cerebros, uno para cosas sencillas como ver Netflix y hacer la lista de la compra; y otro para funciones más complejas; y que el pensamiento pasara de un cerebro a otro según la complejidad del asunto a abordar. Pues exactamente así funciona el sistema inmunitario. Nosotros no nos damos cuenta, pero está continuamente en ese juego entre lo sencillo (sistema innato) y lo complejo (sistema adaptativo).

Quienes vivimos la epidemia del SIDA de décadas atrás en zonas golpeadas, como fue mi caso en la zona sur de Madrid, fuimos plenamente conscientes de la importancia del sistema inmune

Antes comentábamos el caso del niño David Vatter. ¿Nació sin sistema inmune adaptativo?

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Así es. Tenía solo el sistema inmune innato, que es exactamente con lo que se quedaban los enfermos de SIDA, que es un virus diabólico porque lo primero que infectaba no era ni el pulmón, ni el intestino, sino directamente el linfocito T. Es como si empezase una guerra y lo primero que hicieses fuera bombardear los cuarteles generales. Todas las tropas locas como pollos sin cabeza, porque no tienen quién les ordene. Así que se tenían que defender con el sistema inmunitario innato, que da para muy poco.

Leyendo su libro me ha venido a la mente la serie ‘Érase una vez el cuerpo humano’, que representaba al sistema inmunitario como una especie de policías. Usted también utiliza conceptos como ejércitos o tropas de élite para referirse a nuestro sistema inmune.

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Uno intenta no recurrir a la metáfora bélica y policial, pero es muy difícil (risas). Y es que, al menos en la parte de agresión, esta metáfora se adecúa muy bien. Al final el sistema inmunitario tiene una parte que es muy fácil de ver: la bélica. Pero luego tiene una gran parte que no vemos que es la de pacto y diplomacia, y que yo creo que es mucho más importante que la otra.

Cambiamos tropas de élite por diplomáticos.

Sí. Al final, si estás completamente rodeado de enemigos que no quieren más que destruirte y que además son mucho más poderosos y numerosos que tú, si te dan a elegir entre pacto o guerra, elegirás el pacto seguro. Pues el pacto en el mundo de los microbios se llama microbiota.

Durante cada día tu sistema inmune te protege de cosas muy serias, no solo del catarrillo invernal de turno

Pactar es una función de la inmunidad. Y cuando falla el pacto y surge el conflicto, tenemos una infección. Pero durante la inmensa mayoría de nuestra vida, el sistema inmunitario funciona más a través del pacto que de la agresión.

Defensas bajas y enfermedades autoinmunes

A veces cuando nos sentimos flojos, cansados, o que enfermamos con asiduidad no es extraño acudir al lugar común de “igual es que tienes las defensas bajas”, como si los ejércitos de nuestros sistemas inmunes hubiesen dimitido. Usted explica que ese “tener las defensas bajas” es casi imposible.

Es que no existe como tal. Por desgracia estamos volviendo a tener casos de hambruna en el mundo. La gente que realmente se desnutre tiene que alcanzar grados de desnutrición realmente gravísimos para empezar a tener infecciones.

El sistema inmune es el último bastión, resiste hasta el último momento, tienes que estar horrorosamente desnutrido para que falle. Así que, hablar de defensas bajas en personas normales porque durante el invierno nos hemos pillado tres resfriados…

Se habla mucho también del impacto del estrés y de la falta de sueño sobre el sistema inmune y las probabilidades, por ejemplo, de desarrollar un cáncer. Usted, sin embargo, matiza un poco estas aseveraciones.

Sucede un fenómeno: existe una cierta base empírica o racional y de ahí ya se extraen unas consecuencias muy grandes. Es verdad que el estrés, medido en condiciones de laboratorio, puede dar lugar a cierto déficit en algunas variables que tú puedes medir. De ahí a que eso tenga alguna consecuencia en tu vida real, hay un mundo. La inmunidad es como el amor de tu madre: tienes que portarte horrorosamente mal con ella durante muchísimo tiempo para que te abandone (risas).

Durante la inmensa mayoría de nuestra vida, el sistema inmunitario funciona más a través del pacto que de la agresión

Al final, cuando hablamos de cosas que afectan a la inmunidad, hablamos de hábitos que casi con toda seguridad afectan realmente al sistema cardiovascular, que es la primera causa de muerte en los países ricos. Así que deberíamos dormir bien, alimentarnos bien, hacer ejercicio y vivir lo menos estresados posible por la primera posibilidad de morirnos, que es un ictus o un infarto. Si además eso beneficia a la inmunidad, pues fenomenal.

Existen pautas para mejorar la salud del corazón, del cerebro, del riñón, del hígado… Dado que es difícil tener las defensas bajas, ¿se puede realmente mejorar la salud del sistema inmune?

Yo creo que si hay que preocuparse por algo es por la epidemia que vivimos en las sociedades urbanas y ricas de enfermedades autoinmunes (asma, alergias, muchas formas de diabetes, etcétera). Y probablemente esto tenga mucho que ver con un empobrecimiento de nuestra microbiota y con la ruptura del antiguo pacto que teníamos como especie con los microbios, sobre todo durante la época de la infancia: es decir, a un exceso de antibióticos, de jabones y productos de limpieza antisépticos, a que ya nadie se atreva a comerse una manzana sin lavarla… Eso a la larga muy probablemente se esté pagando en forma de enfermedades autoinmunes, que no se producen por exceso de defensas, sino porque éstas están desreguladas y empiezan a confundirse.

¿A qué se debe el empobrecimiento de la microbiota?

Estamos empezando a saber de microbiota. Ya tenemos bastantes datos y da la sensación de que su funcionamiento tiene mucho que ver con aquello de lo que “te vas contagiando” de tu entorno. La primera carga de microbiota la recibimos de nuestras madres, y luego se va enriqueciendo con la familia, con los vecinos, con los compañeros de colegio, en el centro de trabajo, etcétera.

El sistema inmune es el último bastión, resiste hasta el último momento, tienes que estar horrorosamente desnutrido para que falle

Si esas relaciones cada vez son más distantes y pobres (más teletrabajo, menos apretones de manos, menos reuniones presenciales) y a eso añadimos un alto consumo de antibióticos y un mundo aséptico, a la larga tenemos microbiotas mucho más pobres que a lo mejor la que tiene un campesino de Perú. Que también es verdad que él tiene más probabilidades de morirse de una disentería. Creo que, entre medias, entre una cosa y otra, debe haber algún punto dulce (risas).

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