10 millones de personas podrían morir por ictus cada año hasta 2050

Un nuevo informe revela un significativo aumento de los casos de ictus, incluso en menores de 60 años, y alerta de que de aquí a 2050 pueden morir 10 millones de personas al año por accidente cerebrovascular si no se adoptan medidas urgentes.
Manos sosteniendo una cabeza de papel con un corazón como cerebro

10/10/2023

La carga de mortalidad y discapacidad causada por los accidentes cerebrovasculares está aumentando rápidamente en todo el mundo, particularmente en los países donde los recursos para hacer frente a esta carga son escasos. Solo en España, alrededor de 110.000 personas sufren un ictus cada día, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), que también indica que esta enfermedad es “la primera causa de discapacidad, la segunda causa de muerte y la segunda causa deterioro cognitivo en la población adulta”. Ahora, un informe de la Comisión de Neurología de la New World Stroke Organization y The Lancet ha estimado que las muertes por accidentes cerebrovasculares aumentarán en un 50% hasta alcanzar 9,7 millones en 2050.

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Las consecuencias también serán económicas, ya que el análisis ha revelado que el tratamiento, la rehabilitación y los costes indirectos de los ictus se duplicarían, pasando de 891.000 millones de dólares en 2020 a una cifra cercana a los 2,3 billones de dólares en 2050. Además, los impactos económicos y de salud por accidente cerebrovascular entre 2020 y 2050 afectarán de manera desproporcionada a los países de bajos y medianos ingresos, y por ello señalan la necesidad de adoptar medidas urgentes para reducir la carga global de este problema de salud pública.

Las previsiones de los expertos que han realizado el estudio indican que el número de muertes por accidentes cerebrovasculares en los países de bajos y medianos ingresos aumentará significativamente y pasará de 5,7 millones en 2020 a 8,8 millones en 2050. Sin embargo, en los países de ingresos altos el número de fallecidos por ictus se mantendrá prácticamente sin cambios, en alrededor de 900.000, entre 2020 y 2050.

“Es primordial mejorar las condiciones socioeconómicas y reducir la pobreza, favorecer la cobertura sanitaria universal y realizar periódicamente campañas de salud pública para crear conciencia sobre el ictus”

Asia representa con diferencia la mayor proporción de muertes por accidentes cerebrovasculares a nivel mundial en 2020 (61%, alrededor de 4,1 millones de muertes) y se prevé que aumente a alrededor del 69% para 2050 (alrededor de 6,6 millones de muertes). Aunque es menor en relación con Asia, el número anual de muertes por ictus que se producen en los países del África subsahariana aumentará del 6% en 2020 (403.000) al 8% (765.000) en 2050. Tenemos que examinar de cerca qué está causando este aumento, incluyendo cómo está influyendo la creciente carga de factores de riesgo no controlados, especialmente la presión arterial alta, y la falta de servicios de prevención y atención de accidentes cerebrovasculares en estas regiones. Sin una acción urgente, las muertes por accidentes cerebrovasculares en el Sudeste Asiático, Asia Oriental y Oceanía podrían aumentar en casi 2 millones, de 3,1 millones en 2020 a potencialmente 4,9 millones en 2050”, advierte el profesor Jeyaraj Pandian, presidente electo de la Organización Mundial de Accidentes Cerebrovasculares, uno de los autores principales de la Comisión que ha participado en la redacción del informe.

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Factores de riesgo de ictus que se pueden modificar

Los autores de la Comisión han encontrado una menor reducción de la tasa de mortalidad por ictus entre las personas más jóvenes, y consideran que esto podría estar relacionado con los altos niveles de obesidad y diabetes en este grupo de edad. Así, mientras se prevé que la tasa de mortalidad mundial entre los mayores de 60 años disminuya un 36% (de 566 muertes por 100.000 en 2020 a 362 por 100.000 en 2050), entre los menores de 60 años se prevé que caiga menos del 25% (13 por 100.000 en 2020 a 10 por 100.000 en 2050).

Por ello, aunque la edad sea el factor de riesgo de ictus más importante –a partir de los 55 años hay muchas más probabilidades de sufrirlo–, controlar los factores de riesgo que sí se pueden modificar es la manera más eficaz de prevenir los accidentes cerebrovasculares y sus complicaciones asociadas. Las condiciones que pueden contribuir al ictus son la hipertensión, los altos niveles de colesterol, la diabetes, la obesidad, una dieta poco saludable, la falta de actividad física y el tabaquismo.

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Reducir la mortalidad y la discapacidad por accidente cerebrovascular

En el informe publicado en The Lancet, los autores recogen una serie de recomendaciones clave basadas en la evidencia para reducir las muertes por ictus y el impacto social y económico de este problema de salud, entre las que destacan:

Medidas de prevención:

  • Establecer medidas preventivas que se centren en mejorar los hábitos de vida en personas con cualquier factor de riesgo cardiovascular. Los servicios de prevención primaria y secundaria del ictus deben ser de libre acceso y estar respaldados por una cobertura sanitaria universal, con acceso a medicamentos asequibles para el tratamiento de la hipertensión, la dislipidemia, la diabetes y los trastornos de la coagulación.
  • Aumentar la conciencia pública y tomar medidas para fomentar un estilo de vida saludable y prevenir los accidentes cerebrovasculares mediante el uso de tecnologías digitales en toda la población, como vídeos y aplicaciones y con la detección de enfermedades cardiovasculares y factores de riesgo modificables.
  • Facilitar intervenciones primarias de prevención de accidentes cerebrovasculares en toda la población. en entornos rurales y urbanos.

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Medidas de atención urgente:

  • Priorizar la planificación eficaz de los servicios de atención de accidentes cerebrovasculares agudos mediante el desarrollo de capacidades, capacitación y certificación de un equipo de profesionales sanitarios multidisciplinar, el suministro de equipos basados ​​en evidencia y medicamentos asequibles, y la asignación de los recursos necesarios a nivel nacional y regional.
  • Establecer redes regionales y servicios impulsados ​​por protocolos, incluidas campañas de concientización en toda la comunidad para que sea posible detectar precozmente un accidente cerebrovascular, tratar todos los casos de accidente cerebrovascular agudo y facilitar el acceso a la terapia de reperfusión, incluida la trombólisis intravenosa o la trombectomía mecánica para el accidente cerebrovascular isquémico.

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Estrategias de rehabilitación:

  • Establecer servicios de rehabilitación multidisciplinarios y adaptar recomendaciones basadas en evidencia al contexto local.
  • Invertir en investigación para generar intervenciones innovadoras de bajo coste, en concienciación de la población para mejorar la demanda de servicios de rehabilitación y en destinar recursos y soluciones financieras para la rehabilitación multidisciplinaria, especialmente en países de ingresos bajos y medios.
  • Promover la formación de profesionales de rehabilitación del ictus y las medidas de calidad de vida para evaluar el deterioro funcional y monitorear la recuperación.

“Uno de los problemas más comunes a la hora de implementar las recomendaciones de prevención y atención del ictus es la falta de financiación. Nuestra Comisión recomienda que todos y cada uno de los gobiernos del mundo introduzcan regulaciones legislativas e impuestos a los productos no saludables (como la sal, el alcohol, las bebidas azucaradas y las grasas trans). Dichos impuestos no sólo reducirían el consumo de estos productos (y, por lo tanto, conducirían a la reducción de la carga derivada de los accidentes cerebrovasculares y otras importantes enfermedades no transmisibles), sino que también generarían grandes ingresos suficientes para financiar no sólo programas y servicios de prevención de accidentes cerebrovasculares y otros trastornos importantes, también para reducir la pobreza, la desigualdad en la prestación de servicios de salud y mejorar el bienestar de la población”, ha afirmado el profesor Valery L. Feigin, de la Universidad Tecnológica de Auckland (Nueva Zelanda) y copresidente de la Comisión.

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“El ictus condiciona secuelas a largo plazo que implican una importante carga económica en cuidados. Los costes directos (es decir, tratamiento y rehabilitación) e indirectos (teniendo en cuenta la pérdida de productividad) del ictus a nivel mundial se calculan en más de 891.000 millones de dólares anuales. El ictus también es una de las principales causas de depresión y demencia, que son otros síntomas comunes de enfermedades no transmisibles (ENT)”, ha explicado Elena López-Cancio, miembro del departamento de Neurología, Unidad de Ictus del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y profesora asociada Ciencias de la Salud Universidad Oviedo, en declaraciones a SMC España.

Y añade: “Es muy relevante entender que los agentes implicados para condicionar cambios en la devastadora realidad del ictus a nivel global no son solo los proveedores de servicios de salud sino también las comunidades, las organizaciones no gubernamentales y, especialmente, los responsables políticos a nivel gubernamental. Así, por ejemplo, deben establecerse, entre otras, políticas encaminadas a la reducción de la contaminación ambiental, siendo este uno de los factores cada vez más asociados a la incidencia del ictus, al igual que políticas que se encaminan a reducir el consumo de productos poco saludables, como las bebidas azucaradas y los productos procesados, el alcohol y el tabaco. Es primordial mejorar las condiciones socioeconómicas y reducir la pobreza, favorecer la cobertura sanitaria universal y realizar periódicamente campañas de salud pública para crear conciencia sobre el ictus y los factores de riesgo asociados”.

Actualizado: 10 de octubre de 2023

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