Las crisis epilépticas provocan miedo y rechazo, y los pacientes que sufren epilepsia se ven a menudo discriminados social y laboralmente, a pesar de que esta enfermedad no implica ninguna deficiencia intelectual o un trastorno psicológico.

Las crisis epilépticas, el síntoma más importante de esta patología crónica, son más frecuentes en los niños –debido a que su cerebro aún no está maduro– y en los mayores de 65 años, y las crisis también pueden ser un signo de otras enfermedades de tipo neurológico o metabólico, como la hipoglucemia.

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Existe un gran desconocimiento de la epilepsia, lo que unido a la desagradable experiencia que supone observar a alguien que está sufriendo una crisis epiléptica generalizada, ha creado una ‘leyenda negra’ en torno a esta enfermedad, y ha hecho que los pacientes estén injustamente estigmatizados.

Las crisis epilépticas son más frecuentes en los niños –debido a que su cerebro aún no está maduro– y en los mayores de 65 años

Con el tratamiento adecuado la mayoría de los pacientes se ven libres de las crisis, y algunas, de hecho, son muy leves, y consisten únicamente en que el afectado, sin llegar a perder la conciencia, permanece quieto con la mirada perdida durante uno o dos minutos, o hace algunos movimientos con un dedo de la mano o con la boca.

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Si una persona sufre una crisis epiléptica en nuestra presencia, los especialistas aconsejan no perder la calma, apartar del paciente cualquier objeto con el que pudiera golpearse, y esperar a que el episodio finalice. Cuando esté tranquilo, conviene colocarle de lado para evitar que se le obstruyan las vías respiratorias, y en cuanto se recupere acudir a urgencias si se trata de la primera vez que sufre un ataque. En caso de que ya tenga diagnosticada la epilepsia y no sea la primera crisis, el paciente debe acudir a su neurólogo para informarle de lo ocurrido.

Alrededor del 80% de los enfermos responden bien a la medicación, pero para aquellos en los que los fármacos antiepilépticos no resultan efectivos existen otras alternativas como estimular el nervio vago mediante electrodos o la cirugía, en los casos en que se pueda aislar y eliminar el foco que genera las crisis. En cualquier caso, se trata de tratamientos individualizados que deben ser valorados por un equipo de especialistas integrado por neurólogos, neurocirujanos y neurofisiólogos.

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Actualizado: 30 de enero de 2017

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