Cirrosis
No abusar del alcohol y protegerse contra la hepatitis son las medidas más efectivas para evitar la cirrosis, una afección que supone un daño progresivo e irreversible para el hígado, que compromete sus funciones.

Qué es la cirrosis

Por: María Alba Jiménez

Licenciada en Medicina por la Universidad de Alcalá de Henares y pediatría en el Hospital General de Villalba

Actualizado: 3 de octubre de 2022

La cirrosis refleja un daño progresivo e irreversible en el hígado. Esta lesión provoca que se cicatrice el tejido hepático (fibrosis) y se formen estructuras anómalas, como los nódulos de regeneración. Todo esto conlleva un fallo en las funciones hepáticas y un bloqueo en el flujo sanguíneo, que dificulta que su hígado haga su trabajo. Así, no será capaz de filtrar toxinas o ayudar a descomponer nutrientes y fármacos. Además, tampoco podrá producir proteínas y otras sustancias lo suficientemente rápido como para satisfacer las necesidades del organismo. A largo plazo, puede derivar en un >pronóstico grave.

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El concepto de cirrosis implica tanto la presencia de fibrosis, como la de los nódulos de regeneración. La presencia única de fibrosis no permite establecer el diagnóstico de cirrosis, ya que esta se puede encontrar también en otras enfermedades del hígado diferentes.

Funcionamiento del hígado

El hígado es el órgano individual más grande –en cuanto a peso– y complejo del cuerpo humano. Se encarga de muchas funciones esenciales para el buen funcionamiento del organismo. Entre otras cosas, el hígado procesa la mayoría de los nutrientes que se absorben en la digestión. Elabora muchas sustancias como el colesterol, los factores de coagulación y la bilis, que es un líquido que facilita la digestión de las grasas. Además, este órgano se encarga de limpiar la sangre eliminando aquellas sustancias que puedan ser lesivas para el cuerpo humano.

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Ilustración hígado con cirrosis e hígado sano
Diferencia entre un hígado sano y un hígado afectado por cirrosis. *Triada portal: vena, arteria y conducto biliar

Dada su complejidad y exposición a sustancias dañinas, el hígado es especialmente vulnerable. Sin embargo, este órgano es capaz de regenerarse, reparando o reemplazando el tejido dañado; si una zona queda deteriorada, puede ser sustituida por otra de manera indefinida, o hasta que se repare el daño.

Cirrosis, una evolución de la hepatitis crónica

La hepatitis es una enfermedad del hígado que se caracteriza por la presencia de inflamación y daño de las células de este órgano (hepatocitos). Cuando esta inflamación persiste más de seis meses, se habla entonces de hepatitis crónica.

En esta situación, el paciente no suele presentar síntomas, por lo que el diagnóstico puede ser accidental, y detectarse al realizarle una analítica o una prueba de imagen que manifieste el daño hepático. El enfermo puede permanecer sin clínica muchos años, sin darse cuenta de su problema. En otras ocasiones, la inflamación crónica del hígado provoca la formación de tejido cicatricial. Esto es lo que se conoce como cirrosis, que es la situación final de la mayoría de las hepatitis crónicas evolucionadas.

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La hepatitis crónica puede seguir diversos caminos: progresar con gran lentitud y causar un daño limitado; o bien avanzar con rapidez ocasionando un daño hepático extenso.

Para diagnosticar una hepatitis, tanto la historia clínica, como la exploración del paciente son herramientas muy útiles. No obstante, es posible que sea necesario realizar una biopsia del hígado (tomar una muestra del órgano para estudiarla) para identificar el tipo de hepatitis y conocer el grado de evolución de esta.

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