Como eje fundamental del tratamiento de la resistencia a la insulina se deben tratar las posibles causas que estén desencadenando el proceso. Así, es imprescindible que se lleve a cabo una modificación del estilo de vida, enfatizando en la realización de ejercicio físico y pérdida de peso. Esto conlleva una modificación en la dieta, recomendándose una dieta equilibrada, como la dieta mediterránea, y un menor consumo de grasas saturadas.
Por otro lado, se debe ejercer un control estricto sobre la hipertensión arterial y la hipercolesterolemia, recurriendo a los fármacos específicos si las medidas físicas y dietéticas no han sido eficaces.
En cuanto al tratamiento farmacológico dirigido específicamente al síndrome de resistencia a la insulina, podemos describir detalladamente los siguientes:
- Metformina. Es un fármaco que ha demostrado disminuir un 30% el riesgo de desarrollar diabetes en aquellas personas que tienen una intolerancia a la glucosa ya demostrada. Su acción radica fundamentalmente en que aumenta la sensibilidad a la insulina de los órganos afectados, y provoca una mejor utilización de la glucosa. También es capaz de disminuir la producción de glucosa por el hígado, mejorando así el perfil lipídico en general (colesterol y triglicéridos). Algunos estudios han demostrado incluso un efecto beneficioso en las arterias, disminuyendo el riesgo cardiovascular. La metformina también es utilizada en el síndrome de ovario poliquístico para mejorar la distribución grasa y combatir la resistencia insulínica y las alteraciones hormonales.
- Glitazonas. Son fármacos utilizados en el tratamiento de la diabetes, pero con un efecto demostrado sobre la resistencia a la insulina. Destacan la rosiglitazona y la pioglitazona. Mejoran la utilización de glucosa sin aumentar las concentraciones de insulina, y tampoco provocan hipoglucemias. También tienen un efecto beneficioso sobre las arterias y las concentraciones de colesterol y triglicéridos, mejorando así el riesgo cardiovascular.
- Exenatida y liraglutide. Son fármacos más recientes, con un perfil llamado incretínico, que mejoran la sensibilidad a la insulina aunque aumentan sus niveles por un estímulo directo sobre las células beta pancreáticas. Su utilidad en este síndrome radica en el efecto beneficioso sobre el índice de masa corporal (IMC), disminuyendo el peso y mejorando las cifras de glucosa en sangre.
Existen nuevos proyectos sobre terapias que incidirán directamente en la señalización de la insulina, es decir, en la mejora de las conexiones entre la insulina y sus receptores a nivel de los distintos órganos donde se produce la resistencia.