Marta de Prado García
10/12/2020
El tipo de relaciones sentimentales que establecemos dependen de nuestra personalidad, pero también de la clase de apego que hemos experimentado durante la infancia. Marta de Prado García, doctora en psicología, psicoterapeuta, terapeuta familiar y psicóloga sanitaria y forense, ha escrito Cómo te relacionas en pareja (Loquenoexiste), un libro en el que explica qué nos motiva a elegir las parejas que elegimos –que no siempre es el amor, sino que se basa en factores instrumentales–, cuáles son las claves para establecer y mantener vínculos afectivos sanos y cómo identificar aquellos aspectos "que conviene trabajar para que las relaciones sean una fuente de felicidad y no de desgracias”. En base a su experiencia como psicoterapeuta, Marta también nos habla de lo que ha supuesto la crisis del coronavirus y el confinamiento para las relaciones de pareja, cómo prevenir el maltrato, y los problemas sentimentales más habituales que se tratan en terapia de pareja.
¿Cuál ha sido tu objetivo al escribir ‘Cómo te relacionas en pareja’ y a quién va dirigido?
La idea surge porque hice mi tesis doctoral sobre las relaciones de pareja que establecían las víctimas de trata de seres humanos al salir de las redes. Habitualmente las que a mí me llegaban habían interpuesto denuncia, porque yo era forense en la fiscalía de Madrid, y empezaban a hacer terapia conmigo. A partir de ahí, empiezo a ver que hay unos estilos de funcionamiento en las relaciones que establecen, y me doy cuenta de que no hay demasiadas relaciones de vínculo, sino que hay un fundamento instrumental, buscando un “para qué” de la relación, que puede ser “para salir de la asociación donde estoy”, “para que me mantenga económicamente”, “para que me proteja por si vienen los malos otra vez a por mí”…
Y yo, que entonces también tenía consulta privada, me doy cuenta de que eso que observo en las víctimas de trata puedo llevarlo también a personas que no tienen ningún trauma de este calibre. Y empiezo a desarrollar esta teoría de qué es lo importante en las relaciones de vínculo, de amor de verdad, y aquellas que se establecen a partir de un “para qué”, y se me ocurre la idea de escribir el libro a partir de esa tesis y de mi experiencia como terapeuta de familia y de pareja.
Entonces, ese tipo de relación instrumental está más extendida de lo que parece. ¿Es algo que ya se da, por ejemplo, en las primeras relaciones sentimentales de la gente joven, o es más habitual en personas algo más mayores?
Se da también en chavales jóvenes. Por ejemplo, “quiero ligarme a la más guapa del instituto porque así me voy a volver más popular”; eso es un “para qué”. Sin lugar a dudas, en las relaciones de amor también hay “para qué” asociado con un estilo de vida común, un crecer común, pero no, la relación no está solo fundamentada en eso, sino que está el amor que les une, el deseo de estar juntos, de hacer equipo.
Aunque las consultas de psicoterapia se han llenado de parejas en crisis, algunas personas me han dicho: “la pandemia nos ha recordado por qué nos enamoramos el uno del otro”
Lo otro es puramente instrumento, aunque también sucede que relaciones que al empezar son de carácter instrumental, se vuelven de vínculo. Recuerdo a una señora de mi pueblo cuando yo era chiquitita que decía “a mí me obligaron a casarme con este señor, pero al final le he ido cogiendo cariño”. Y por eso yo siempre tengo esa mirada positiva sobre la capacidad de las relaciones.
¿Y puede ocurrir también al revés, que algo que empieza con carácter vinculante al final se instrumentalice?
Sí, por supuesto, puede ocurrir porque uno deja de fijarse en aquellos motivos que te vinculaban. Por eso digo que la pandemia nos ha traído lo mejor y lo peor de las parejas, porque relaciones que parecían estar instrumentalizadas porque sus miembros se han dejado llevar por la velocidad del día a día y se han convertido en compañeros de piso, de repente se han visto encerrados en casa y se han dado cuenta de que pueden ser un equipo y se han reencontrado. Yo he tenido parejas que me han dicho “la pandemia nos ha recordado por qué nos enamoramos el uno del otro”.
En las relaciones que han sido de vínculo y se han instrumentalizado los miembros de la pareja pueden darse cuenta de ello y trabajar para volver a ser un equipo
Aunque con el problema del coronavirus y el confinamiento también ha salido lo peor porque el mayor tiempo de convivencia y el incremento de los niveles de estrés y ansiedad que ha provocado esta situación han puesto de manifiesto conflictos y carencias emocionales que ya existían en muchas relaciones, pero que ya es imposible disimular, y aunque algunas parejas han decidido intentar remediarlo, en otros casos han decidido separarse, porque las estadísticas hablan y las consultas de psicoterapia se nos han llenado de parejas en crisis, los servicios de mediación han atendido a un montón de parejas que necesitan resolución de conflictos, llegar a acuerdos con respecto a los hijos…
Sin embargo, lo que sucede en las relaciones que han sido de vínculo y se han instrumentalizado es que pueden darse cuenta de ello. A veces uno dice “¿qué nos ha pasado? Tenemos que empezar a trabajar para volver a ser equipo”. Y se puede recuperar ese vínculo. Las que considero irrecuperables son aquellas que no son equilibradas, donde hay un abuso de poder por parte de uno de sus miembros. Es el caso de aquellas en las que hay violencia de género, donde no hay posibilidad de hacer pareja porque hay un desequilibrio.
Claves para que una pareja perdure
¿Cuáles consideras que son los factores indispensables para que una relación de pareja se mantenga en el tiempo?
En el libro lo explico, y en mi opinión hay cinco factores fundamentales. Los dos primeros, que van unidos, son la pasión y la intimidad. Mantener pasión por el otro, y no solo pasión sexual, sino esa sensación de que buscamos un espacio común, que a la pareja la encuentro apetecible, y debo hacer un esfuerzo para que mi pareja me vea apetecible en cualquier momento, porque en el inicio de las relaciones jugamos mucho a la seducción, pero con los años de convivencia la vamos perdiendo y es fundamental que trabajemos en ella, no solo a nivel físico, sino emocional e intelectualmente. Eso nos obliga a ver la parte positiva del otro y a buscar lo que somos capaces de hacer juntos: cuánto nos unimos a nivel emocional, intelectual, corporal…, y eso genera complicidad y una comunicación especial.
Las parejas que considero irrecuperables son aquellas que no son equilibradas, donde hay un abuso de poder por parte de uno de sus miembros
La admiración y el interés son otros dos factores que hay que sumar a los anteriores. Admiro a mi pareja y me interesan las cosas que hace, que siente, que proyecta, que sueña…, y tengo la sensación de que yo sumo, apoyo, promuevo, crezco al lado de. No tengo la sensación de que paralizo al otro, ni de que mi pareja me paraliza a mí.
Y, por último, lo que más está costando, que es el compromiso de permanencia afectiva. Esto que antes se decía de que te casas para toda la vida no digo que haya que hacerlo, pero sí tiene que haber un compromiso de estar juntos; de que ante las dificultades nos unimos y vamos a luchar juntos. Y si hay que separarse, nos separaremos, pero hay parejas que a menudo dicen “no lo soporto más, lo dejo”, y se pasan dejándolo cada mes. Eso no genera estabilidad, ni una perspectiva de futuro juntos, ni un proyecto donde los dos puedan crecer como equipo.
Propones “adoptar una nueva perspectiva sobre los vínculos que establecemos, e identificar aquellos aspectos que conviene trabajar para que las relaciones sean una fuente de felicidad y no de desgracias”. ¿Cuáles son esos aspectos sobre los que debemos trabajar para establecer relaciones sentimentales satisfactorias?
Los cinco factores que he mencionado son los motivadores al éxito a nivel de pareja, pero luego, efectivamente, están las cuestiones personales, y si tú a nivel madurativo tienes unos buenos pilares resilientes y eres una persona fuerte, es mucho más fácil tener una actitud positiva en pareja.
Una buena autoestima, la sensación de que tengo el control sobre mi vida y puedo influir en los resultados de las cosas que hago, que pongo el foco en percibir la realidad tal y como es, son aspectos que nos tendríamos que trabajar a nivel personal, aunque también se puede trabajar en pareja, porque si cada uno de los miembros de la pareja tiene una buena autoestima, estupendo, pero si además sentimos que siendo un equipo nuestra autoestima en conjunto mejora todavía más, la sensación de bienestar se multiplica.
Prevenir el maltrato en la relación de pareja
En el caso de los maltratadores, ¿has tenido experiencias como psicoterapeuta sobre la posibilidad de recuperarlos para una relación y vida normales?
He tenido pacientes maltratadores que han hecho años de terapia y han conseguido establecer buenas relaciones de vínculo, pero tienen que trabajar mucho –durante mucho tiempo y muy duro–, y para eso deben encontrar el sentido a hacerlo, porque hay muchos maltratadores que hacen terapia porque sus parejas les dicen “si no vas a terapia, te dejo”, y entonces instrumentalizan también la psicoterapia: “vengo para que no me deje, no para trabajar y porque me sale”.
Tiene que haber un compromiso de permanencia afectiva, de que ante las dificultades nos unimos y vamos a luchar juntos
Yo llevo 21 años con la consulta abierta y aunque no son muchísimos los hombres que han venido a hacer terapia, entre los que han pasado años haciendo psicoterapia sí tengo pacientes que están en relaciones de pareja estables, y son conscientes de que tienen que revisarse y vienen cada varios meses. No se fían mucho de sí mismos, porque se dan cuenta de que les puede salir esa parte más impulsiva de su personalidad.
La violencia en las relaciones es una lacra que se mantiene incluso en las sociedades más cultas, pero los maltratadores fueron niños y no siempre se criaron en un hogar desestructurado, ¿qué se puede hacer en el ámbito educativo y familiar para acabar con el maltrato?
En primer lugar tenemos que estar vigilantes a los apegos seguros en los primeros años de vida, y asegurarnos de que los niños crecen en un entorno alegre, optimista, que genera curiosidad y creatividad. Y esto también ha de hacerse en los espacios escolares, en los colegios, comprobando que haya sintonías emocionales, que se escuchen los sentimientos, que se potencie una buena autoestima, no un sistema rígido donde todo sea un “deber ser” y donde el menor no pueda explorar, porque con ello se cohíbe mucho el desarrollo de la autoestima infantil.
Es más fácil que las personas fuertes y resilientes tengan una actitud positiva en pareja
Es importante que los pequeños sientan que pueden confiar en las personas que les rodean. A lo largo de la historia de mis hijos, e incluso de la mía, he tenido contacto con magníficos profesores que han dejado huella en mí, pero también hubo otros con los que sentía una distancia emocional tremenda. Por eso creo que es fundamental que los profes también estén formados en inteligencia emocional, porque esas criaturas pasan muchas horas con ellos y el entorno ha de ser de confianza.
Es conveniente, además, enseñar técnicas de manejo de la ansiedad y fomentar las relaciones sociales, porque creo que nuestra sociedad es muy individualista –se habla de la ‘sociedad líquida’, en la que hay muchos afectos que no se están consolidando–, y las relaciones estables, algo fundamental en un buen desarrollo evolutivo y en un desarrollo adulto también, como tener a varios amigos a los que puedes llamar en cualquier momento. Esa seguridad las personas que maltratan no la tienen.
Para prevenir el maltrato es clave la educación en la igualdad, donde uno aprenda a protegerse de cualquier tipo de abuso de poder, y el opresor aprenda a detectar que sus conductas son inadecuadas
Para prevenir el maltrato es clave la educación en la igualdad, en esos valores donde uno aprenda a protegerse de aquel que intente cualquier tipo de abuso de poder, y el opresor aprenda a detectar que está teniendo conductas inadecuadas. Ahora, por ejemplo, en los institutos hay un día para enseñar a evitar ciertos comportamientos como “no vigiles el wassap de tu pareja, ni su Instagram”, “no le pidas las contraseñas de sus redes sociales”…
Por eso es tan importante ayudar a pensar, porque hay una parte emocional que tiene que ver con el desarrollo de la seguridad en uno mismo, pero hay otra que tiene que ver con lo racional –con lo que se puede pensar, discutir, leer–, y que es fácil que los chavales entiendan si hay personas lo suficientemente preparadas para hablar de ello en los centros educativos.
Los apegos en la infancia marcan las relaciones sentimentales. De hecho, destacas la importancia que tiene haber desarrollado un vínculo de apego sano en los dos primeros años de vida pero, en caso de que esto no haya sido así, ¿eso impide mantener una buena relación sentimental durante la edad adulta?
No, eso lo que implica es que hay que hacer un trabajo personal para aprender, que depende de cómo hayan sido esos apegos en la infancia. Hay tres tipos de apego que no facilitan las buenas relaciones, y en primer lugar es necesario ser consciente de ello, y trabajárselo. Para conseguirlo yo vendo mucho la psicoterapia, porque es fundamental consultar cuando uno siente que no está llegando a la mejor versión de sí mismo.
Los niños que han sufrido apego desorganizado suelen tener bloqueos emocionales y al llegar a la edad adulta eso les provoca incapacidad para generar vínculos estables y seguros
Dependiendo de cómo hayan sido esos apegos, el problema será más o menos grave. Los niños que han sufrido trauma, que han vivido situaciones de negligencia en las que han sufrido abuso, agresividad, o maltrato físico, experimentan lo que los psicólogos denominamos apego desorganizado. Suelen tener bloqueos emocionales y se quedan paralizados e indefensos porque piensan que no hay otro escenario. Eso provoca incapacidad para generar vínculos estables y seguros porque si el mundo no es bueno, no se pueden fiar de los que hay fuera. Estos casos son los más graves y necesitan acompañamiento terapéutico.
Otro tipo de apego es el evitativo, que consiste en que el bebé ha crecido en un entorno donde los padres son muy inseguros y los niños no son atendidos con regularidad y no sienten que tienen a alguien que les protege. Cuando llegan a adultos son personas muy autosuficientes. Ahora, de hecho, hay un tipo de personas que se aíslan en casa con el ordenador, y yo tuve un caso de una persona que solo se relacionaba a través del ordenador porque trabajaba como informático desde casa, vivía solo y pedía la comida a domicilio.
Estos individuos tienden a la minimización de sus afectos y, por supuesto, tampoco reconocen los de los demás. Es un perfil muy solitario y que tiende a instrumentalizar mucho las relaciones porque no se han sentido queridos ni acompañados y no saben quererse ni querer, de forma que no detectan sus emociones, ni tampoco las del otro, y suelen vivir en desilusión.
Hay quien vienen a terapia de pareja para que tratemos al otro, para que el otro sea consciente de sus errores, y eso no funciona, porque solo funciona si cada uno de ellos se involucra al 50%
Y está el apego ambivalente o ansioso, que es el de los niños que son atendidos a veces sí, y a veces no. Esta situación les genera dependencia, son muy desconfiados e inseguros y no reconocen sus emociones positivas, y eso llevado al mundo adulto se traduce en personas ansiosas que no se fían del compromiso de las relaciones y sienten que en cualquier momento se les puede abandonar. Tienen mucho miedo al rechazo y para intentar tranquilizarse generan vínculos muy adhesivos, muy pegatina, del tipo “estoy tranquilo si estoy a tu lado”, “no hacemos nada separados porque si no entro en angustia vital”.
En estos dos últimos casos, si establecen buenas relaciones con una pareja cuidadora pueden salir adelante. Necesitan una persona que adquiera un papel un poquito más fuerte en el aspecto del vínculo. Yo siempre digo que las parejas tienen que ser como los pares de zapatos: los dos del mismo tamaño. Si soy una persona muy insegura y mi pareja me da seguridad, en ese porcentaje del equilibrio a lo mejor yo le tengo que aportar otras fortalezas que él o ella no tiene. Por eso, si tienen al lado a una persona que les comprenda y les vaya tranquilizando poco a poco es posible que no necesiten terapia, aunque tienen que entender que deben hacer un trabajo personal para librarse de esa inseguridad, ese vivir con ansiedad permanente.
Terapia de pareja: problemas más frecuentes
En tu experiencia como psicoterapeuta, ¿cuáles son los problemas sentimentales más frecuentes que tienen las personas que acuden a tu consulta?
Los casos que más acuden a terapia son los relacionados con problemas a nivel de los espacios sociales; si los quiero compartir o no los quiero compartir, cómo vivo el hecho de compartir espacio social y, sobre todo, el de no compartirlo: “es que mi pareja quiere salir mucho con sus amigos y nunca me lleva con él o ella”. Eso, por ejemplo, es muy habitual, porque hay quien necesita mucho espacio y la otra persona puede no entenderlo, o no apoyarlo, o sufrir con ello. Eso se da sobre todo en las relaciones de mucha dependencia.
Las infidelidades son relativamente frecuentes, en la búsqueda de intentar perdonar. Cómo puedo perdonar esto con lo que le quiero. Es decir, quiero perdonar, pero me cuesta perdonar. En psicoterapia no hay un porcentaje que indique que son más infieles los hombres que las mujeres, sino que es un porcentaje bastante equilibrado. Aunque a veces no viene la pareja, sino la mujer sola, o el hombre solo, pero creo que hay que romper un poco ese estereotipo.
También es muy habitual que consulten por cosas que tienen que ver con la educación de los hijos, sobre si tienen el mismo criterio o no, y sobre todo quién es la autoridad, porque en muchísimas parejas uno de los dos quiere ostentar la autoridad, y aquí la cuestión es cómo hacer equipo, que es lo que caracteriza a las relaciones vinculares.
¿Suele funcionar la terapia de pareja para solucionar al menos los problemas más habituales?
Yo creo que la terapia de pareja da buenos resultados si la pareja viene a trabajar, a hacer el esfuerzo que supone una psicoterapia, que es ahondar en cuestiones profundas, fomentar ese cambio, creértelo. Sin embargo, hay personas que vienen para que tratemos al otro, para que el otro sea consciente de sus errores, y eso no funciona, porque solo funciona si cada uno de ellos se involucra al 50%.
En los casos en los que la pareja no es recuperable, la terapia ayuda a hacer bien la ruptura, porque dentro del trauma que supone la separación, es mucho mejor hacerlo de una manera elegante. Que no peguemos gritos, que se alcance un consenso. Hay parejas que rompen y al cabo de un año y medio o dos años pueden quedar para tomarse un café, e incluso ser amigos, porque compartieron cosas importantes en algún momento. Poder hacer eso, en psicoterapia o en mediación familiar, ayuda mucho.
Supongo que, además, sufrirán menos por la ruptura.
Claro, sufren menos porque es un proceso que se hace negociando, en el que se entiende el porqué. Y si encima hay hijos, es mucho más importante todavía, porque se favorece la comunicación, y en ese caso es imprescindible hacerlo por el bien de los pequeños.