Rafa Guerrero

Doctor en Educación, psicólogo y autor de ‘El cerebro infantil y adolescente: claves y secretos de la neuroeducación’
La infancia y la adolescencia son dos etapas clave para el desarrollo del cerebro. Rafa Guerrero, psicólogo y experto en neuroeducación, nos explica qué deben hacer padres, madres y docentes para favorecer este desarrollo.
Rafa Guerrero, psicólogo
“Si somos capaces de comprender como padres cómo es el cerebro de un adolescente y cómo funciona, estoy seguro de que también seremos capaces de interpretar y comprender sus conductas”

21/10/2021

Rafa Guerrero es uno de los grandes referentes españoles en el ámbito del desarrollo del cerebro durante la infancia y la adolescencia. Doctor en educación, profesor universitario, formador de profesores, conferenciante, colaborador habitual en distintos medios y director de Darwin Psicólogos, acaba de publicar El cerebro infantil y adolescente: claves y secretos de la neuroeducación (Libros Cúpula), un extenso y documentado manual que acerca de forma amena y sencilla a padres, madres y docentes los secretos del desarrollo cerebral durante las primeras etapas de la vida. No en vano, como adultos, y sobre todo como educadores, ese conocimiento resulta básico ya que, como asegura el experto, tenemos que ser conscientes de que el desarrollo cerebral de los menores depende a todas luces de los adultos que los acompañan: “Tenemos en nuestras manos el futuro y el presente de nuestros niños”. Una responsabilidad para la que conviene estar bien informado. Para ayudar a los pequeños en su desarrollo y para entender mejor sus comportamientos: “Es muy importante que madres y padres comprendan cómo funciona, por ejemplo, el cerebro de un adolescente, porque podrán hacer atribuciones más sensatas al comportamiento de sus hijos y plantear expectativas más alcanzables”.

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Rafa Guerrero, autor de El cerebro infantil y adolescente

Aunque como dice en el primer capítulo del libro, “al humano siempre le ha suscitado interés saber qué había dentro del cráneo”, lo cierto es que el estudio del cerebro es algo relativamente reciente. Pese a todos los avances en la materia, ¿podemos decir que el cerebro (y su funcionamiento) sigue siendo un órgano lleno de secretos por descubrir?

Totalmente. Es cierto que en las últimas décadas las técnicas de neuroimagen nos han permitido descubrir muchas cosas que hasta hace poco no se conocían, pero no me cabe duda de que el cerebro sigue guardando muchos secretos. Nos queda mucho por conocer todavía de este órgano tan secreto, extraordinario y sorpresivo.

Esos avances, entre ellos la neuroeducación, han permitido aplicar el conocimiento del cerebro a la forma en que se educa (en casa y en la escuela). Ya se sabe, aquello de “sin emoción, no hay aprendizaje”. En ese sentido, ¿podríamos decir que pedagogas como Maria Montessori fueron unas avanzadas a su tiempo, una especie de visionarias?

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Desde luego. Y con todo mi respeto y admiración hacia Maria Montessori, de la que me considero un absoluto seguidor, me gustaría poner el foco en otras personas anónimas. Cuando hago formaciones en relación al funcionamiento del cerebro y hablo con profesoras de infantil que llevan toda su vida trabajando con niños pequeños, se me acercan y me dicen que eso que yo les cuento que dice la neurociencia ellas ya lo sabían (risas). La neuroeducación, al final, lo que hace es aportar una serie de conocimientos procedentes de diferentes ciencias que nos permiten optimizar el proceso de enseñanza-aprendizaje, hacerlo más efectivo y agradable de lo que muchas veces es habitual.

En las últimas décadas las técnicas de neuroimagen nos han permitido descubrir muchas cosas, pero no me cabe duda de que el cerebro sigue guardando muchos secretos

En el prólogo del libro, Joaquín Fuster habla del aprendizaje activo. Las metodologías educativas activas, ¿son las que mejor se adaptan al cerebro de niños y adolescentes?

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Sí. Y esto es algo que siempre dice Joaquín: hay que apostar por el aprendizaje con estrategias activas que primen lo cooperativo frente a lo competitivo. Vivimos en una sociedad tremendamente competitiva, muy estresante, con muchas exigencias a todos los niveles. Estamos constantemente compitiendo. El aprendizaje cooperativo no quiere decir que no existan situaciones competitivas, pero en la escuela tiene que haber cooperación, tenemos que hacer equipo, tribu.

Cerebro infantil

La vulnerabilidad del cerebro infantil a los traumas

Como bien explica en el libro, el cerebro no alcanza su completo desarrollo hasta los 25 años de edad, aproximadamente. En todo ese tiempo previo de desarrollo, ¿es el cerebro más vulnerable a experiencias traumáticas como pérdidas, maltrato, abusos, etcétera?

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Sin lugar a duda. El trauma es normativo en la infancia y la adolescencia. Es decir, lo normal es que hayamos sufrido al menos un acontecimiento traumático en esas etapas vitales. Cuanto más pequeños seamos, eso sí, más vulnerables seremos. Y esto tiene una buena y una mala noticia. La buena es que, cuanto más vulnerable es el cerebro, más posibilidades potenciales tenemos de crear un buen ser humano con una buena crianza. La mala noticia es que el precio que tenemos que pagar para ese gran proyecto de ser humano es la inmadurez y la vulnerabilidad, lo fácilmente que podemos hacer daño a un niño. Por eso es tan importante proteger a la infancia.

Hay que apostar por el aprendizaje con estrategias activas que primen lo cooperativo frente a lo competitivo

A nivel cerebral, ¿cómo pueden manifestarse esas experiencias traumáticas en el comportamiento de los menores?

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Se puede manifestar de muchas maneras, pero la forma que tiene un niño de comportarse es solo la punta del iceberg. Un niño puede ser muy desafiante, ser tremendamente impulsivo para su edad, no concentrarse, no socializar, dormir mal, mostrarse hiperactivo… Puede tener muchos síntomas a nivel conductual, pero estos, muchas veces, pueden ser una manifestación de algo más grande. La hiperactividad, precisamente, es bastante ilustrativa en ese sentido. Tendemos enseguida a catalogar a los niños de TDAH, pero igual esa hiperactividad solo es la punta del iceberg, ya que hay muchas circunstancias y patologías que cursan con los mismos síntomas del TDAH. ¿Cuántos de esos niños están viviendo una situación de trauma? ¿Cuántos de ellos están siendo abusados sexualmente? ¿Cuántos estarán viviendo una situación en casa poco favorable?

Durante el desarrollo cerebral adolescente las partes del neocórtex responsables del autogobierno quedan inoperativas. Por eso el adolescente es impulsivo, instintivo e irracional

A propósito de esto me gustaría hablar del tema de la genética y el ambiente, la conocida como epigenética. La pregunta del millón sería: ¿es más importante la genética o el ambiente en el desarrollo cerebral?

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El psicólogo canadiense Donald Hebb planteaba un problema: para calcular la superficie de un rectángulo necesitamos saber cuánto mide, es decir, su altura y su base. Si hay una modificación en alguno de esos dos parámetros, sin embargo, el rectángulo será diferente. ¿Qué es más importante entonces: la altura o la base? La respuesta es las dos y eso lo podemos aplicar a la genética y el ambiente. Los dos son importantes, y si modificamos uno de los dos, para bien o para mal, el resultado va a ser distinto.

Cuanto más vulnerable es el cerebro, más posibilidades potenciales tenemos de crear un buen ser humano con una buena crianza, pero también es más fácil hacer daño a ese cerebro

Cuando hablamos de educación y crianza a mí me gusta decir que no hay nada que no afecte al desarrollo del niño. Todo afecta. Algunas cosas más que otras, algunas para bien y otras para mal, pero no hay nada que sea inocuo. La genética nos predispone, pero que nos predisponga a algo, bueno, malo o regular, no quiere decir que tenga que ser así. Me gusta ver la genética como unos interruptores que están apagados, mientras que el ambiente lo que hace es encenderlos o no. Es decir, podemos tener una persona que tiene unas papeletas muy altas para desarrollar esquizofrenia (muchos interruptores), pero que se desarrolla en un ambiente sano y, por tanto, no se encienden. Y, por otro lado, podemos tener a alguien que solo tiene un gen (interruptor) para desarrollar esquizofrenia, pero que se desarrolla en un ambiente completamente hostil que activa ese interruptor.

¿Qué es lo más importante para intentar asegurar en la medida de lo posible que el ambiente facilite un correcto desarrollo del cerebro durante la infancia?

Podríamos hablar de muchas cosas, pero una de las más básicas e importantes es ser consciente de que ese desarrollo depende a todas luces del adulto. El adulto, afortunadamente, tiene la capacidad de hacer de un recién nacido un adulto con una gran capacidad a todos los niveles. Eso para mí es lo fundamental: tenemos en nuestras manos el futuro y el presente de nuestros niños.

Tendemos enseguida a catalogar a los niños de TDAH, pero igual esa hiperactividad solo es la punta del iceberg, ya que muchas circunstancias y patologías cursan con los mismos síntomas del TDAH

Luego hay muchas cosas que podemos hacer para ayudar a un desarrollo cerebral sano, como tener una buena alimentación, descansar bien, ofrecer espacios para la desconexión, etcétera, pero tomar consciencia de nuestro papel es fundamental.

Comprender el cerebro adolescente, clave para entender su conducta

Comenta en el libro que las dos grandes ventanas de desarrollo cerebral se dan desde el nacimiento hasta los tres años, y desde los 10 a los 15 años, coincidiendo con la adolescencia. A esta segunda ventana se la conoce como “la segunda oportunidad”. ¿Por qué?

Es un concepto muy poético. Y además verdadero, porque literalmente es una segunda oportunidad. ¿Por qué? Porque a aquellos adolescentes que no tuvieron la suerte de tener una infancia suficientemente buena, el cerebro les permite volver a subirse al tren. En la etapa adolescente se produce un segundo proceso de reconexión cerebral. Me gusta compararlo con la actualización del software de un móvil. Cuando tú decides dar ok a esa actualización, el móvil se queda inoperativo. Algo así pasa en el cerebro en la etapa adolescente, sobre todo en el neocórtex, que se actualiza durante esta etapa para que luego rinda mejor.

Cuando hablamos de educación y crianza, no hay nada que no afecte al desarrollo del niño. Algunas cosas más que otras, algunas para bien y otras para mal, pero no hay nada que sea inocuo

Esa actualización, sin embargo, tiene un precio a pagar, y es que las regiones del neocórtex, que son las del pensamiento, el razonamiento, la consciencia, la concentración, el control de impulsos y, en definitiva, las de autogobierno, quedan inoperativas. Por eso el adolescente es impulsivo, es instintivo, es irracional, es de necesidades físicas y emocionales. Y por eso es tan habitual en esta etapa el “¿es que no piensas?” de los padres.

Debido a ese precio a pagar, ¿cuáles son los riesgos para el adolescente de esta etapa de desarrollo cerebral?

No hay nada en la vida que sea gratis y con el cerebro pasa exactamente lo mismo. Sí, el cerebro te permite una actualización, pero el precio a pagar es el incremento de riesgos como las adicciones o las conductas de riesgo, desde el consumo de drogas hasta la práctica de sexo sin precaución. Al final, como la parte superior del cerebro, que es la que se encarga de razonar y pensar, está inhibida porque se está actualizando, lo que domina todo es el impulso.

Muchas cosas pueden ayudar a un desarrollo cerebral sano, como una buena alimentación, descansar bien…, pero es fundamental tomar consciencia de que ese desarrollo depende a todas luces del adulto

Además, en la etapa adolescente hay una necesidad muy acusada de pertenecer a la manada. La necesidad de pertenecer es muy potente y eso hace que los niños desafíen más a sus padres. Pero esto es parte del desarrollo evolutivo.

¿Qué consejos daría a padres y madres para acompañar a los hijos en esta etapa de su desarrollo cerebral?

El mejor consejo que podría darles sería que trataran de sumergirse, aunque sea un poquito y de manera básica, en su cerebro. Si somos capaces de comprender como padres cómo es el cerebro de un adolescente y cómo funciona, estoy seguro de que también seremos capaces de interpretar y comprender sus conductas. Nos gustarán más o menos, pero las entenderemos. Es decir, a mí no me parece bien que 25.000 jóvenes se hayan juntado en Ciudad Universitaria para un macro botellón en mitad de una pandemia, pero entendiendo la pandemia, el confinamiento, y el cerebro del adolescente, puedo comprender lo que ha ocurrido. No les aplaudiría, porque me parece una salvajada, pero puedo entenderlos. Por eso es tan importante que madres y padres comprendan cómo funciona el cerebro de un adolescente, porque podrán hacer atribuciones más sensatas al comportamiento de sus hijos y plantear expectativas más alcanzables.

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