Tais Pérez Domínguez y Sergio García Morilla

Psicólogos clínicos del gabinete de psicología Psicosalud de Tenerife y coautores de ‘Tu ansiedad bajo control’
La ansiedad es una emoción normal hasta que se convierte en un trastorno que limita el día a día de las personas. Los psicólogos Tais Pérez y Sergio García ofrecen estrategias y consejos para gestionar y reducir la ansiedad.
Sergio García Morilla y Tais Pérez Dominguez, psicólogos
“Ser una persona con un neuroticismo alto, o con mucha empatía, o que ha sido criada con estilos paternales sobreprotectores, o que ha crecido con un padre o una madre con ansiedad predispone en mayor medida a sufrir ansiedad”

07/10/2022

“Qué ansiedad tengo todo el día”, “Es que no puedo más con esta ansiedad”… El concepto de ansiedad se ha apoderado de nuestras vidas en estos tiempos pandémicos marcados por el temor, la incertidumbre, la precariedad, la crisis económica y un ritmo vital vertiginoso que parece hacernos vivir con la lengua fuera, siempre con la sensación de estar a todo y a nada. “Podríamos decir que la ansiedad es una respuesta de lucha o huida ante un peligro que puede ser real o no. Es una emoción normal y a veces hasta deseable”, afirman Tais Pérez y Sergio García, psicólogos clínicos y directores del gabinete de psicología Psicosalud de Tenerife (400k seguidores en Instagram), que acaban de publicar Tu ansiedad bajo control (Zenith), una guía para entender la ansiedad y, en la medida de lo posible, intentar domarla para que no nos domine. En esa capacidad para controlarla seguramente está la clave entre solo sentir ansiedad o sufrirla, que es también la frontera entre la normalidad y el trastorno psicológico. En Webconsultas hemos hablado con ambos para empaparnos de su discurso optimista (“De la ansiedad siempre se sale”), pero también crítico con el abordaje farmacológico que muchas veces se hace del trastorno.

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El concepto ansiedad debe de ser uno de los más utilizados en este mundo loco en el que vivimos, pero como pasa muchas veces con estos términos que se usan tanto, al final acaban perdiendo su significado. ¿Cómo definiríais la ansiedad?

Tu ansiedad bajo control, libro de Tais Pérez y Sergio García

De una forma muy concisa podríamos decir que la ansiedad es una respuesta de lucha o huida ante un peligro que puede ser real o no. Es una emoción normal, y a veces hasta deseable.

Que se utilice tanto el concepto de ansiedad, ¿se puede deber en parte a que tendemos a confundir sentir ansiedad con sufrir ansiedad?

Totalmente. Esa es la clave. Porque sentir ansiedad la sentimos todos, es una emoción natural de nuestro organismo ante un evento concreto. Pero cuando hablamos de sufrir ansiedad ya cambia la cosa, porque cuando uno sufre, la ansiedad ya le limita en su día a día, en sus actividades o en sus interacciones, y le genera un sufrimiento subjetivo importante. Ese malestar subjetivo, que puede llegar un punto en que se convierta en insoportable para la persona, podríamos decir que es la frontera que separa sentir de sufrir ansiedad.

Sentir ansiedad la sentimos todos, es una emoción natural… Pero cuando hablamos de sufrir ansiedad ya cambia la cosa, porque cuando uno sufre, la ansiedad ya le limita en su día a día y le genera un sufrimiento subjetivo importante

Por vuestra experiencia, ¿diríais que la incidencia tanto de sentir como de sufrir ansiedad se ha disparado en los últimos años?

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En el caso de sentir ansiedad no, porque es algo que todos siempre sentimos. En todo caso lo que se ha disparado al respecto es el hablar de ello, la normalización. El hecho de sufrir ansiedad sí que ha crecido exponencialmente, sobre todo debido a un elemento contextual como la pandemia, que ha sido un detonante. Y como eso parecía que no era suficiente, pues ahora le sumamos una guerra, la inflación, la precariedad… Son contextos que ya de primeras no pintan un escenario favorable a la tranquilidad.

El hecho de sufrir ansiedad ha crecido exponencialmente, sobre todo debido a un elemento contextual como la pandemia, que ha sido un detonante. Y ahora le sumamos una guerra, la inflación, la precariedad… 

¿La tecnología, esa casi obligación de tener que estar siempre conectados, también ha podido influir en ese repunte del sufrimiento de ansiedad?

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El estar siempre al día, el tener que ver el último capítulo de tu serie favorita que se comentará al día siguiente, el tener que escuchar el último disco que se ha publicado en la infinita biblioteca de Spotify… Esa tendencia a vivir tan aceleradamente y con una cantidad tan grande de información y de cosas por hacer, hace imposible no sentir ansiedad por estar al día.

La ansiedad no es una enfermedad y no se cura con fármacos

Aunque la ansiedad ha tendido a ser abordada con medicamentos (ansiolíticos y antidepresivos), vosotros defendéis en el libro que la ansiedad (sufrir ansiedad) no es una enfermedad propiamente dicha.

Es que la ansiedad no tiene nada que ver con una enfermedad de carácter fisiopatológico, que desgraciadamente es como se entiende normalmente. No es lo mismo sufrir una hepatitis C que agorafobia. En la hepatitis C, por ejemplo, existe un agente causal, pero no hay un agente causal unívoco que provoque pánico. Tú y yo nos podemos enfrentar a la misma situación y yo desarrollar un problema psicológico y tú no, porque hay múltiples factores, una serie de aprendizajes, unas características personales determinadas, unas habilidades de afrontamiento, etcétera, que marcan la diferencia.

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Por otra parte, no hay biomarcadores, no hay un análisis de sangre que nos pueda determinar que una persona tiene un trastorno de pánico. Sin embargo, sí que hay análisis de sangre que pueden invitar a pensar que hay una enfermedad de fondo, una hepatitis C, por seguir con el ejemplo.

La ansiedad no tiene nada que ver con una enfermedad de carácter fisiopatológico, tampoco hay un órgano afectado

Y, por último, en el caso de la ansiedad tampoco hay un órgano afectado. La gente tiende a pensar que en un trastorno de ansiedad el cerebro es el órgano afectado, pero si tú haces un mapeo de un cerebro de una persona con ansiedad no encontrarás nada distinto fisiopatológicamente respecto a un cerebro de una persona “sana”.

¿Esto explica qué los fármacos por sí solos no sean un remedio efectivo contra la ansiedad?

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Es que los fármacos solo quitan la sintomatología de la ansiedad, los síntomas físicos del trastorno, pero no eliminan el problema de base, que es la relación que nosotros tenemos con nuestro entorno y con nosotros mismos. Un medicamento no va a hacer que yo interprete las cosas de otra manera, ni va a conseguir que cambie mi manera de afrontar determinadas situaciones.

Los fármacos solo quitan los síntomas físicos de la ansiedad, pero no eliminan el problema de base, que es la relación que tenemos con nuestro entorno y con nosotros mismos

Por tanto, si nosotros no aprendemos estrategias y herramientas para afrontar esa ansiedad y, además, no hacemos cambios estructurales en nuestra vida, al retirar el fármaco el problema psicológico volverá a aparecer seguro.

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Digamos que es más efectiva la terapia psicológica.

A veces hace falta un trabajo conjunto con el psiquiatra. A veces, al principio de la terapia, esos ansiolíticos o antidepresivos son la muleta para empezar a trabajar en terapia. Pero las muletas luego hay que ir dejándolas a medida que nos vamos rehabilitando.

Uno de los medicamentos habitualmente recetados para hacer frente a la ansiedad son las benzodiacepinas. España es el país con más consumo de este fármaco en el mundo. ¿Se ha creado un problema intentando solucionar otro?

Seguramente. Y el problema no es solo la adicción a la sustancia, sino la dependencia de la misma. Hay personas que piensan que no van a poder hacer determinadas cosas si no llevan su Trankimazin en el bolsillo, aunque no lo usen.

A veces los ansiolíticos o antidepresivos pueden ser las ‘muletas’ para empezar a trabajar en terapia, pero las ‘muletas’ hay que ir dejándolas a medida que nos vamos rehabilitando

Y la pena también es que una vez que te recetan estos fármacos, al reducirte la sintomatología y el sufrimiento, tú dejas de pedir ayuda, así que ya no hay un proceso terapéutico que pueda ayudarte a superar la ansiedad, por lo que ésta tiende a la cronificación.

Estrategias para gestionar la ansiedad

“No es posible vivir sin ansiedad. Si esperas esto siento defraudarte, es imposible. La ansiedad estará contigo toda tu vida. Pero lo que sí es posible es no sufrir por ella”, os parafrasea en el prólogo Lucía Galán. ¿Qué hace que unas personas sepan gestionarla y no sufrir por ella y otras no?

Hay un caldo de cultivo previo, en el sentido de que existe una cierta predisposición genética, pero también es una historia de aprendizaje en la que influyen los estilos parentales que hayamos tenido, las experiencias que hayamos vivido, etcétera. Y esos aprendizajes no salen solo de nuestras propias experiencias, sino también de las que hayamos visto vivir a otras personas. Es decir, que podemos tener un aprendizaje vicario porque hemos visto a nuestra madre sufrir ansiedad. Nosotros también aprendemos de la forma en que ella se enfrentó al trastorno y se relacionó con su entorno.

Hay personas que piensan que no van a poder hacer determinadas cosas si no llevan su Trankimazin en el bolsillo, aunque no lo usen

Al final, el origen de estos problemas es multifactorial, hay muchos aspectos que entran en juego, de forma que es imposible predecir si una persona va a desarrollar o no un trastorno psicológico. No obstante, sí se sabe que hay unas variables que te predisponen en mayor medida. Por ejemplo, ser una persona con un neuroticismo alto, o con mucha empatía, o que ha sido criada con estilos paternales sobreprotectores, o que ha crecido con un padre o una madre con ansiedad… Eso predispone, pero luego uno tiene que vivir determinados eventos que actúen como desencadenantes.

¿De la ansiedad se sale?

Sí, de los problemas de ansiedad siempre se sale. Siempre. La ansiedad es seguramente uno de los problemas psicológicos con más investigación a sus espaldas, hay protocolos estandarizados de intervención bien establecidos y con mucha evidencia para trastornos muy concretos.

En el libro abordáis una serie de estrategias para gestionar y reducir la ansiedad: practicar técnicas de relajación, cuidar la calidad del sueño, dedicar tiempo al ocio y al deporte, o cuidar la alimentación ¿Qué estrategia nos suele costar más?

Eliminar los hábitos no saludables que tienes interiorizados en tu día a día, seguro. Porque además es que son hábitos que muchas veces dependen en gran medida de tu forma de vida. Por ejemplo, mejorar la calidad del sueño es difícil si tienes un bebé o trabajas en un turno de noche. O comer bien es difícil cuando tienes jornadas laborales de diez horas.

Mientras leía las estrategias, no dejaba de pensar que una de las explicaciones al repunte de la ansiedad puede encontrarse precisamente en que hoy parecemos disponer de muy poco tiempo para poner en práctica esas estrategias. Incluso antes de tener ansiedad. Dormimos poco, cocinamos como podemos, nunca tenemos tiempo para nada...

Es que vivimos estresados. Por eso una parte importante del libro la dedicamos a la necesidad de conectar con nuestros valores, de recordarnos siempre lo que es importante para nosotros para en el día a día tener siempre presente qué cosas son prioritarias. Es decir, ¿prima esta entrevista, o prima que vaya a comer con mi mujer con la que a lo mejor estoy atravesando una crisis de pareja? Esas cosas nos las tenemos que recordar continuamente porque se nos olvidan con la prisa con la que vivimos. Es un esfuerzo diario necesario.

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