Ampollas
Cuando estrenamos zapatos, tras hacer ejercicio, o cuando nos quemamos la piel, pueden salirnos ampollas pero, ¿sabías que están ahí para protegernos? Te decimos qué hacer, y qué no hacer, si aparecen.

Qué son las ampollas y por qué se producen

Ampollas

Las ampollas son molestas, pero contribuyen a que la piel se recupere de una lesión.

Por: Alicia Díaz

Enfermera, experta en Primeros Auxilios

Actualizado: 6 de noviembre de 2025

Las ampollas, o flictenas según la terminología médica, son unas lesiones en forma de burbuja que aparecen en la piel. Esta vesícula está llena de líquido que normalmente es transparente o claro (plasma), pero que también puede contener sangre si hay daño vascular o inflamación intensa, o purulento si hay infección secundaria.

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Aunque sean muy molestas, las ampollas aparecen cuando se detecta una lesión en la piel, es entonces cuando nuestro organismo pone en marcha un mecanismo de protección mediante la aparición de estas pequeñas vesículas (de más de 5 mm). La piel dañada queda en la superficie, la sangre lleva los líquidos con los nutrientes necesarios para crear una nueva capa y, si la curación se lleva a cabo de manera correcta, la ampolla desaparece dando paso a la piel recién sanada.

Por tanto, si la ampolla es por fricción y está intacta, ¡no la revientes! La piel sobre ella actúa como apósito natural. Si se rompe, hay que cubrirla para evitar infección.

Causas de las ampollas

Las ampollas pueden aparecer por muchas causas, pero en el día a día casi siempre se deben a factores físicos o irritantes que lesionan la capa superficial de la piel. Reconocer el origen ayuda a tratarlas correctamente y a prevenir que vuelvan a aparecer. Entre las causas más comunes son:

  • Rozamiento: es la causa más frecuente. Por ejemplo, al usar herramientas sin guantes, estrenar unos zapatos o al hacer largas caminatas es normal que al final de la jornada haya zonas del pie donde el zapato haya causado más fricción de la cuenta, y como resultado la piel se lesiona. Y es que, al producirse ese roce constante la capa más superficial de la piel (epidermis) se separa de la capa inmediatamente inferior. El organismo reacciona enviando líquido (suero) a esa zona para amortiguar el daño y proteger los tejidos subyacentes. Las zonas más afectadas suelen ser pies, talones, dedos, manos y hombros (por las correas o mochilas).
  • Quemaduras solares: al exponernos al sol (o incluso al frío intenso) demasiado tiempo se producen quemaduras tras dañarse las células de la piel que, si son graves, pueden llegar a originar una ampolla. Se forman en quemaduras de segundo grado, cuando la piel no llega a carbonizarse pero sí se lesiona lo suficiente como para separarse y acumular líquido.
  • Quemaduras químicas: son las provocadas por productos químicos como ácidos o desengrasantes (como los usados en baños o cocinas), limpiadores con lejía o amoníaco, o algunas plantas irritantes, como la hiedra venenosa o ciertas ortigas. 

    Estos agentes químicos provocan una reacción inflamatoria que destruye parte de la epidermis, y el cuerpo responde formando la ampolla como mecanismo de defensa. Si ocurre, hay que lavar de inmediato la zona con abundante agua y acudir a un centro médico, sobre todo si la sustancia es corrosiva.

  • Escaldaduras: se trata de las quemaduras causadas al entrar la piel en contacto con un líquido muy caliente como agua, aceite, sopas, leche o incluso el vapor de una olla a presión. A diferencia de las quemaduras por fuego directo, las escaldaduras suelen afectar zonas más extensas y con una temperatura menos intensa, pero lo suficiente para dañar las capas superficiales de la piel. Las ampollas por escaldadura suelen ser transparentes o ligeramente amarillentas, estar rodeadas de piel enrojecida, sensible y caliente, y causar dolor intenso al tacto.
  • Procesos de congelamiento graves: las ampollas en una congelación aparecen durante el proceso de recalentamiento (cuando la piel vuelve a recuperar la temperatura normal). En ese momento, los vasos sanguíneos dañados empiezan a filtrar líquido al espacio entre las capas de la piel, formando las ampollas serosas o hemorrágicas, según la profundidad del daño. Estas ampollas cumplen una función protectora, igual que en las quemaduras térmicas, pero su presencia indica una lesión más seria y requiere valoración médica.
  • Enfermedades como la dermatitis de contacto en ocasiones también originan la aparición de flictenas.
  • Aunque menos frecuentes, algunas infecciones víricas o bacterianas de la piel también producen ampollas, es el caso de la varicela y herpes zóster (causan grupos de vesículas sobre la piel, a menudo acompañadas de picor o dolor), el herpes simple (genera pequeñas ampollas dolorosas en los labios o la zona genital), o el impétigo (infección bacteriana muy contagiosa, común en niños, que forma ampollas que luego se rompen y dejan costras amarillentas). En estos casos, el líquido de la ampolla contiene virus o bacterias, por lo que nunca deben manipularse ni pincharse.
  • Reacciones alérgicas o irritativas que se manifiestan en la piel: el contacto con ciertos productos o materiales —como cosméticos, detergentes, látex o metales— puede causar dermatitis por contacto, que en casos más severos forma pequeñas ampollas. Aquí, el problema no es el daño físico, sino una respuesta inmunitaria exagerada de la piel ante una sustancia que el cuerpo considera peligrosa. Suelen ir acompañadas de picor, enrojecimiento y escozor. Para tratarlas, lo primero es identificar y evitar el agente causante.

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Creado: 18 de mayo de 2015

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