Ataxia
El principal síntoma de la ataxia es la dificultad para coordinar los movimientos. Aunque rara vez se cura, identificar las causas tratables permite aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente.

Tratamiento de la ataxia: opciones y prevención

Por: Dr. Miguel Vacas Córdoba

Especialista en Medicina Interna del Hospital Universitario Príncipe de Asturias

Actualizado: 25 de septiembre de 2025

La ataxia es un trastorno del movimiento que se manifiesta sobre todo en la pérdida de coordinación y el equilibrio. No se trata de una sola enfermedad, sino de un síntoma que puede tener muchas causas: desde alteraciones genéticas hasta un ictus, déficits de vitaminas o incluso el consumo excesivo de alcohol. Por eso, es fundamental identificar de forma temprana todas las causas potencialmente tratables de la ataxia para poder adecuar el tratamiento necesario. 

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Así, si la ataxia se debe, por ejemplo, a un déficit de vitamina E o B12, la simple reposición de ese nutriente puede frenar los síntomas e incluso mejorar la coordinación. Si la causa es un fármaco o una intoxicación, retirarlo marca la diferencia. En otros contextos, como los tumores cerebelosos o los ictus, el abordaje pasa por la cirugía, los anticoagulantes o la rehabilitación neurológica.

Cuando no es posible eliminar la raíz del problema —como sucede en muchas ataxias hereditarias—, la estrategia cambia y se centra en mejorar la calidad de vida y potenciar al máximo la autonomía de la persona.

Opciones para tratar los síntomas de la ataxia

Por tanto, aunque rara vez es curable, el tratamiento de la ataxia está dirigido a aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente. Aquí entra en juego un conjunto de terapias que trabajan de la mano: la fisioterapia, para entrenar fuerza y equilibrio; la terapia ocupacional, que enseña trucos y adapta el entorno para facilitar las tareas cotidianas; y la logopedia, que resulta esencial cuando la ataxia afecta al habla o a la deglución. 

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Para tratar los problemas de coordinación y equilibrio se pueden utilizar dispositivos como bastones, muletas, andadores o sillas de ruedas, los cuales permiten al paciente alcanzar una mayor seguridad, independencia y autonomía, mejorando así su calidad de vida.

Los síntomas como el temblor, la rigidez, la espasticidad (aumento del tono muscular que provoca que algunos músculos se mantengan permanentemente contraídos), la debilidad muscular, u otras manifestaciones, pueden necesitar tratamiento farmacológico, quirúrgico, terapia física dirigida, terapia del habla o un asesoramiento adecuado:

  • Fármacos: existen medicamentos específicos para disminuir la repercusión clínica que producen algunos síntomas. En los casos en los que se sospeche o demuestre una causa infecciosa de origen bacteriano, deberá iniciarse la antibioterapia específica. En los últimos años se han probado medicamentos capaces de modular la excitabilidad neuronal y mejorar los síntomas en algunos tipos concretos.
  • Cirugía: en los trastornos paraneoplásicos, generalmente refractarios al tratamiento, la extirpación del tumor mejora los síntomas neurológicos en algunos pacientes.
  • Suplementos y nutrición: en la enfermedad celíaca, la dieta sin gluten puede mejorar la ataxia asociada. Lo mismo sucede al administrar vitamina E en pacientes con ataxia de Friedreich e hipovitaminosis E, o al iniciar tratamiento con vitaminas B1 y B12 u hormona tiroidea si son deficitarias.
  • Terapia física (fisioterapia): ayuda a mantener el tono muscular, y la fuerza y a mejorar la movilidad.
  • La terapia del habla: ayuda al paciente a mejorar problemas como la deglución y la dificultad para el habla y la comunicación.
  • Terapia ocupacional: el terapeuta puede ayudar al paciente a controlar su entorno diario (hogar, trabajo) de una forma más adecuada, práctica y autónoma. Esto puede implicar adaptaciones en el hogar y en el mobiliario (mejora de instalaciones, uso de silla de ruedas, etcétera).
  • Terapia génica: este campo está cobrando protagonismo, se exploran técnicas para corregir o silenciar genes defectuosos responsables de las ataxias hereditarias, especialmente en las espinocerebelosas y la de Friedreich. Incluso la edición genética con CRISPR se perfila como una esperanza, aunque todavía está en fases muy iniciales.
  • Asesoramiento: los pacientes con ataxia comúnmente se pueden sentir frustrados y más deprimidos, debido a los problemas de movilidad y coordinación que afectan a su rutina diaria y a sus relaciones sociales y personales. Hablar con un psicoterapeuta y personal cualificado puede ser útil a la hora de afrontar y superar estos problemas y limitaciones.
  • Neuroestimulación no invasiva: se trata de otro frente prometedor, como la estimulación magnética transcraneal o la estimulación por corriente directa buscan entrenar al cerebro para que genere nuevas conexiones y compense la disfunción motora del cerebelo. 
  • Realidad virtual: junto a la tecnología, aparece también la realidad virtual, que convierte la rehabilitación en una experiencia inmersiva y motivadora para entrenar la coordinación y el equilibrio en entornos simulados.

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Tratamiento de la ataxia, ejercicios para potenciar la cordinación

Prevención de la ataxia

No siempre se puede prevenir la ataxia. Cuando hablamos de formas hereditarias, la genética tiene un peso determinante. Por tanto, aquellas parejas con antecedentes familiares de ataxia pueden solicitar asesoramiento genético antes de tener hijos para valorar el riesgo de que éstos padezcan la enfermedad.  

Por otro lado, será labor del médico de Atención Primaria prevenir, mediante técnicas de educación para la salud, el desarrollo o el empeoramiento de síndromes atáxicos en pacientes con problemas de alcoholismo.

Sin embargo, en otras muchas situaciones sí podemos reducir el riesgo. Cuidar la salud del cerebro es fundamental: mantener a raya la hipertensión, el colesterol y la diabetes ayuda a evitar ictus que dañen el cerebelo. También es importante protegerse de los traumatismos craneales con medidas tan sencillas como usar casco en deportes de riesgo o cinturón de seguridad en el coche.

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El estilo de vida juega un papel decisivo. Un consumo moderado o nulo de alcohol, una dieta equilibrada rica en vitaminas y antioxidantes, y la práctica de ejercicio físico regular no solo ayudan a mantener un buen equilibrio y coordinación, sino que también fortalecen la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del sistema nervioso para adaptarse y compensar posibles lesiones.

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