Alicia Banderas

Experta en Psicología Clínica, autora de ‘Niños sobreestimulados, cómo educarlos con calma'
Los niños necesitan desarrollar su innato espíritu creativo y que respeten sus ritmos. Alicia Banderas, autora de 'Niños sobreestimulados', explica cómo educarles con calma en un entorno intoxicado de estímulos tecnológicos.
Alicia Banderas
“El afán obsesivo de crear 'superniños' lleva a algunos padres a mantener a sus hijos ocupados permanentemente en actividades programadas, pensando que si no es de esta manera pierden el tiempo, o no es productivo para su desarrollo”

22/06/2017

Hace tan solo veinte o treinta años la sobreestimulación de los niños no era algo que preocupara a los padres. Hoy, sin embargo, es uno de sus quebraderos de cabeza. Y es que la tecnología ha impuesto un entorno digital que incluye un bombardeo constante de información al que es difícil escapar si no queremos encerrar a nuestros hijos, y a nosotros mismos, en una burbuja. También ha cambiado la manera en la que vivimos la maternidad y la paternidad, el ocio familiar, y las actividades extraescolares. Alicia Banderas, psicóloga especializada en Psicología Clínica y de la Salud, nos propone una serie de pautas y estrategias para ayudar a los padres a desenvolverse mejor en este entorno intoxicado de estímulos y de fuertes cambios sociales. Página a página a través de su último libro, 'Niños sobreestimulados' (Libros Cúpula, 2017), invita a los progenitores a analizar su día a día y valorar si es posible introducir algún cambio que permita prevenir los riesgos de la sobreestimulación infantil, sin dejar por ello de aprovechar las numerosas ventajas que proporcionan la nuevas tecnologías. Eso sí, nos recuerda que su intención al escribir el libro no ha sido convertir sus consejos en dogma para los padres, sino en una guía, porque solo ellos conocen a su hijo y saben lo que es mejor para él, y “lo que es positivo para unos niños, puede no serlo para otros”.

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Portada 'Niños sobreestimulados'

En 'Niños sobreestimulados' abordas con ejemplos problemas a los que se suelen enfrentar los padres, y les ofreces recomendaciones para solucionarlos. Cuéntanos qué más van a encontrar tus lectores y cuáles eran tus objetivos al escribir este libro.

Es un libro que invita a la reflexión y aporta pautas y consejos prácticos a través de casos reales para ayudar a educar en la paciencia, con calma, y a fuego lento…, sin aniquilar la curiosidad innata de los niños, ni agobiarlos o desmotivarlos en su aprendizaje. Se trata de evitar que el ímpetu de muchos padres por estimular en exceso a sus hijos, llenando sus agendas de actividades para que sean más inteligentes o no pasen tanto tiempo solos, acabe por generar familias estresadas.

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Pretende ser también una guía de buenas prácticas a la hora de convivir con las tecnologías, dado que su uso irresponsable tiene un impacto en el cerebro del menor. Las nuevas formas de leer a través de la Red de forma superficial y urgente, que impiden una lectura profunda, la capacidad de la multitarea (hacer mil cosas a la vez), que fomenta la desatención y dificulta la concentración, el exceso de tiempo que se dedica a las redes sociales, en las que los adolescentes están solos aunque conectados en la época de los millones de amigos, o el uso abusivo de los videojuegos, son algunos de los ejemplos de la nueva intoxicación tecnológica que sufren los nativos digitales.

¿Cómo defines el término sobreestimulación, y qué acciones son las que pueden conducir a los niños a ser 'etiquetados' en esa condición?

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La sobreestimulación consiste en exponer a los niños a estímulos de manera excesiva o precoz como, por ejemplo, a tareas demasiado complejas antes de que su cerebro esté preparado para comprenderlas, lo cual produce deficiencias en su capacidad de aprender; o se les apunta permanentemente a actividades, que muchas veces ni siquiera desean o han elegido. La excesiva estimulación, o la estimulación precoz a la que sometemos actualmente a los niños, exponiéndoles tanto a un sinfín de actividades excesivamente guiadas y planificadas, como apuntándoles a clases extraescolares (ballet, deportes, estimulación musical, idiomas (inglés y chino), pintura, natación…), se ve claramente en las “agendas de ejecutivos” que ya poseen niños que ni siquiera han cumplido los dos años de vida; sin apenas tiempo, en mucho casos, para estar solos, disfrutar del juego libre, y aprender jugando.

El conocimiento se origina desde dentro hacia fuera, y estimular precozmente sin que los niños hayan desarrollado determinadas capacidades solo conduce al bloqueo y a dificultar su aprendizaje

Me preocupa la poca presencia de los padres en casa, y el afán obsesivo de crear superniños, que lleva a algunos adultos a mantener a los niños ocupados permanentemente en actividades programadas, estructuradas, pensando que si no es de esta manera sus hijos pierden el tiempo o no es productivo para su desarrollo. La comparación equivocada de que los niños son como esponjas les somete a una presión en su aprendizaje que acaba por saturarles. En el libro explico que esta idea de la “esponja” es errónea, porque las esponjas no pueden absorber el agua de forma indefinida: tienen su propio límite, y no pueden recoger más líquido que el que su propia capacidad permite; con un excesivo uso se desbordan y se degradan. Y de forma similar esto es lo que les sucede a nuestros hijos. El conocimiento se origina desde dentro hacia fuera, y estimular precozmente sin que los niños hayan desarrollado determinadas capacidades solo conduce al bloqueo y a dificultar su aprendizaje. Y, por último, no podemos olvidar que en la adolescencia prefieren el uso de las pantallas a estar junto a sus amigos, como demuestran las llamadas “reuniones silenciosas”, en las que se juntan físicamente, pero hablan más por los pulgares con su smartphone que 'por los codos' con sus amigos, como correspondería en esta etapa.

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Dices que no podemos saber a ciencia cierta las consecuencias que tiene la excesiva estimulación a la que se somete a los niños. ¿Qué riesgos crees que puede tener en el desarrollo de nuestros hijos?

Existen varias investigaciones científicas que apoyan esta hipótesis: la estimulación en exceso o precoz puede generar bloqueo, estrés, falta de motivación, y aniquila la innata curiosidad de los niños. Se ha observado que con el excesivo uso de los dispositivos electrónicos fomentamos su pasividad, sedentarismo, aislamiento y vagancia intelectual; son veloces en el procesamiento de la información, pero tienen dificultades en la comprensión lectora y en leer un texto con profundidad y de forma íntegra; se cansan, les cuesta focalizar la atención y la concentración, y presentan dificultades en la abstracción y el razonamiento.

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La cualidad cognitiva más característica de los nativos digitales es el aumento de la capacidad de ejecutar la multitarea pero, sin embargo, tienen dificultades en planificar y secuenciar esas tareas. Esto les lleva a no acabarlas, y les genera una gran sensación de frustración por no haber cumplido sus objetivos. Además, se han acostumbrado a adquirir recompensas de manera inmediata, por lo que no saben esperar; por ejemplo, ni siquiera pueden esperar a descargarse de Internet algo que tarde más de cinco segundos.

En general, ¿ves una excesiva estimulación en los niños que acuden a tu consulta?

Observo una estimulación excesiva tanto en mi consulta, como en mi entorno profesional y en el personal. Encuentro a familias enteras estresadas, que debido a su autoexigencia y a la presión social, acaban por tener permanentemente a los niños ocupados en actividades que ni eligen ni desean. Observamos niños y adolescentes con dificultades de aprendizaje, ansiedad, estrés, desmotivación, y estado de ánimo deprimido. Antes los niños me decían que querían que sus padres estuvieran más tiempo en casa, y ahora me dicen que son ellos los que quieren permanecer más tiempo en casa y estar tranquilos. Los niños necesitan unos padres o cuidadores que les permitan explorar y desarrollar su innato espíritu creativo y respeten su ritmo, sin quemar etapas.

Los padres tendemos a acoplar a los hijos a nuestro ritmo de vida porque tampoco queremos dejar de disfrutar de nuestro ocio

En el libro señalas que los maestros se quejan porque perciben que los niños no descansan lo suficiente. ¿Crees que es consecuencia del ritmo social actual, o se debe a una mayor exigencia por parte de los padres?

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Vivimos a un ritmo acelerado y frenético en el que a los padres les cuesta pararse y reflexionar. El hecho de que los padres pasen gran parte del tiempo trabajando hace que el resto del tiempo quieran estar disfrutando de sus hijos, pero a veces tampoco quieren renunciar a sus aficiones, o a una vida social intensa como la que tenían anteriormente. Tendemos a acoplarlos a nuestro ritmo, porque tampoco queremos dejar de disfrutar de la vida y de nuestro ocio; eso conlleva que en ocasiones no se respeten las necesidades, el sueño, y las rutinas de los niños. Pero es cierto que tampoco es positiva la rigidez, ya que veo a madres y padres que cuando no cumplen con los horarios se agobian y se sienten culpables; es importante que también exista cierta flexibilidad.

Respetar los ritmos de los niños

Explicas que “se aprende peor si se enseña empleando técnicas complejas antes de que el cerebro se haya formado adecuadamente”. ¿Qué ocurre si los niños reciben una estimulación excesiva a edades tempranas?

Estimular excesivamente de forma externa y precoz a los hijos menoscaba su innata curiosidad, su gusto por explorar, y aniquila sus ganas de aprender. No sustituyamos su capacidad de descubrir por dárselo todo hecho, porque el conocimiento se origina desde dentro. El bombardeo de estímulos constante no lo pueden procesar, su cerebro hace un gran esfuerzo por filtrar la información que le llega, pero les puede saturar y bloquearse. El uso abusivo de las tecnologías, además, ha agravado el problema. Su exposición a las pantallas desde edades tan tempranas, y especialmente a ciertos estímulos frenéticos y de gran impacto visual, fomenta la inatención y las dificultades de concentración, y terminan por perder el interés hacia cosas más naturales, ya que estas se desarrollan a un ritmo más lento del que están acostumbrados. Para seguir saciando su interés y que no se aburran –lo que realmente sería una experiencia positiva para los menores– se tiende a exponerlos más aún a estos estímulos nocivos durante tiempos prolongados. Se ha incrementado la alergia a la paciencia, a la soledad, y al aburrimiento.

La exposición a las pantallas desde temprana edad, a estímulos frenéticos y de gran impacto visual, fomenta la inatención y las dificultades de concentración en los niños

¿Por qué es importante respetar el ritmo natural de los niños?

Como dice Hoffman, “los árboles no crecen tirando de las hojas”. El niño necesita aprender a su ritmo para desarrollarse adaptativamente. El amor incondicional y no orientado al logro sería una parte muy importante de la educación. También respetar sus rutinas les proporciona seguridad. Respetar su ritmo de aprendizaje genera confianza en sí mismo y sana autoestima, porque el niño es capaz de lograr resolver problemas y de enfrentarse a retos cuando está preparado. La creatividad, tan ansiada hoy día, ocurre entre dos estados, el de aburrimiento y el de la ansiedad al enfrentarse a una tarea, y el niño por sí solo es capaz de buscar naturalmente este equilibrio.

La creatividad ocurre entre dos estados: el de aburrimiento y el de la ansiedad al enfrentarse a una tarea, y el niño por sí solo es capaz de buscar naturalmente este equilibrio

Disponemos de mucha más información que nuestros padres. ¿Tenemos la oportunidad de ser una generación de “mejores” padres gracias a todo lo que sabemos en la actualidad?

Considero que podemos evolucionar mucho más, pero solo si este conocimiento lo sabemos manejar. En algunos casos es un arma de doble filo, porque adquirimos demasiados conocimientos que no empleamos de manera positiva. La autoexigencia y el hecho de que hayamos profesionalizado tanto la maternidad y la paternidad (somos los pediatras, psicólogos, y educadores de nuestros hijos), hace que aumente la hipereducación e hiperpresencia de los padres, restando autonomía a los hijos. De ahí mi interés por hacer este libro para invitar a una reflexión, y ayudar con algunas pautas y consejos prácticos sobre los casos que he tratado en mi consulta durante todos estos años en los que he vivido estos cambios sociales.

La autoexigencia y el hecho de que hayamos profesionalizado tanto la maternidad y la paternidad (somos pediatras, psicólogos, y educadores) aumenta la hipereducación e hiperpresencia de los padres, restando autonomía  a los hijos

No saber gestionar esa información, o no seleccionarla de manera adecuada, genera un ruido informativo que puede incluso llevar a muchos padres a perjudicar más que ayudar a sus hijos. ¿Cómo podemos evitar este error?

Debemos ser críticos con lo que leemos y con los divulgadores, entre los cuales me incluyo. Tenemos que mirar a nuestro hijo y conocerle para saber actuar, porque lo que es positivo para unos niños puede no serlo para otros. Que nadie te diga lo que tienes que hacer. Es importante actuar de acuerdo a uno mismo y su propia experiencia. He visto como muchas madres se sentían culpables por haber seguido unas pautas de no abrazar a su hijo para no “acostumbrarle a los brazos”, y a otras que optaron por dar el pecho hasta los tres años y se sintieron esclavizadas. Que cada uno decida aunque se equivoque.

Sobreestimulación a base de pantallas

La tecnología nos facilita mucho la vida pero su uso incorrecto puede ser muy negativo para los niños. ¿Cómo utilizar la tecnología de manera más responsable en un entorno tan intoxicado?

El primer ejemplo lo tienen que realizar los padres. Existe una hiperpresencia de los dispositivos electrónicos en los hogares y un uso irresponsable por parte de los adultos. Es importante que los niños no los estén viendo permanentemente, y que no estén todos abiertos y a la vez. Es importante que los padres dosifiquen su uso, y que cuando sus hijos les preguntan algo les miren a la cara para escucharles, y no a una pantalla. Cuando se realice una actividad de juego no hay que tenerlos encendidos, y tampoco es necesario llevarlos permanentemente, ni al colegio, ni a las actividades extraordinarias, ni a las reuniones familiares. Estos espacios deberían ser libres de tecnología en la adolescencia.

No recomiendo su primer teléfono móvil antes de los catorce años. Es la fortaleza y reflexión de los padres las que les llevarán a decir no ante la presión social y la de sus amigos, de la misma manera que no le proporcionarían un cigarrillo o una bebida alcohólica porque los demás ya hayan iniciado estas prácticas

Hay que pactar y negociar los momentos en los que los niños pueden tener acceso a un smartphone o tableta y, por ejemplo, pueden disponer de ellos si ya han cumplido con sus obligaciones y responsabilidades. Y no recomiendo su primer teléfono móvil antes de los catorce años. Es la fortaleza y reflexión de los padres las que les llevarán a decir no ante la presión social y la de sus amigos, de la misma manera que no le proporcionarían a su hijo un cigarrillo o una bebida alcohólica porque los demás ya hayan iniciado estas prácticas. Es aconsejable reemplazar o convivir tanto con los videojuegos, como con el deporte y juegos al aire libre, y otros juguetes más tradicionales. No pretendo ser ni cavernícola ni demente digital.

¿Y qué opinas sobre la típica escena de restaurante en la que los padres dejan a su hijo el móvil o la tableta para que pase la comida entretenido?

Los padres que sucumben tan pronto a la tentación de estimular a sus hijos de esta forma disminuyen momentos de contacto, de complicidad y reciprocidad, apego y sincronía, aparcando a los niños para que no molesten, o con el fin de que coman. No hay que introducirles la cuchara en la boca para distraerles; tienen que aprender el hábito saludable de comer y atender a la sensación de saciedad para aprender cuáles son sus límites. Probar diferentes texturas, sabores, centrarse en el gusto de los alimentos y su riqueza, en la variedad. Cuando comes contemplando una pantalla ingieres más comida de la que posiblemente quieres o necesitas; no controlas, te controla un dispositivo electrónico. El hecho de mantenerles entretenidos en un restaurante expuestos ante una pantalla genera que los niños no toleren el aburrimiento o, lo que es peor, que no sepan buscar alternativas para salir de él. Pueden llevar pinturas y rotuladores, papeles de colores como alternativa, pero los padres buscan la comodidad y que no les molesten. Lo que hoy es comodidad en el futuro será un quebradero de cabeza.

El hecho de mantenerles entretenidos en un restaurante expuestos ante una pantalla genera que los niños no toleren el aburrimiento o, lo que es peor, que no sepan buscar alternativas para salir de él

Muchas abuelas recientes opinan que sus hijos (generaciones de los 70, 80, 90) veían la televisión para comer y “mira qué bien les han salido los niños”. ¿Qué decirle a esas abuelas? Y, sobre todo, ¿cómo luchar contra ello?

Todo el mundo tiende a pensar “lo bien que ha salido”, y me parece perfecto, pero hay que hacer autocrítica. Muchos niños que han vivido pegados frente al televisor de forma excesiva lo siguen haciendo de adultos pegados a las pantallas. Otra cuestión es el esfuerzo titánico que hacen los abuelos por ayudar a sus hijos y nietos, y esto hay que agradecérselo enormemente. Muchos abuelos y abuelas me dicen que no tienen energía, y que su único momento para que sus nietos estén tranquilos es dejarles la tableta o su smartphone. En estos casos habría que dosificar muy bien su uso.

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