Tras recibir un riñón, el sistema inmunológico del paciente rechaza el órgano ajeno y lo daña progresivamente, por lo que para evitar en lo posible el deterioro del injerto renal, y conseguir alargar su supervivencia al máximo, es necesario administrar al receptor una terapia inmunosupresora, que actúa bloqueando el funcionamiento del sistema inmune. Los fármacos que se utilizan habitualmente son la ciclosporina y el tacrólimus, pero tienen efectos secundarios y, con el tiempo, resultan tóxicos y conducen a la insuficiencia renal.

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Para tratar de resolver el grave problema que supone el rechazo crónico en el trasplante renal, un grupo de científicos de la Universidad de Xiamen (China) ha realizado una investigación para comprobar si es posible mejorar la supervivencia y función del órgano trasplantado modificando la terapia tradicional, y han empleado para ello células mesenquimales –que son un tipo de células madre–, obtenidas de la médula ósea del receptor del injerto. Los investigadores administraron al paciente estas células en dos ocasiones, diez minutos antes del trasplante, y dos semanas después del mismo.

Los pacientes que recibieron las células mesenquimales recuperaron la función renal con mayor rapidez y tuvieron un riesgo menor de sufrir infecciones oportunistas

Para llevar a cabo el estudio, cuyos datos recoge la revista Journal of American Medical Association, los investigadores dividieron en tres grupos a pacientes que iban a recibir un riñón de alguno de sus familiares. Al primer grupo –compuesto por 53 pacientes– les extrajeron células madre de su propia médula ósea y se las suministraron junto a la medicación clásica (ciclosporina o tacrólimus). Al segundo grupo –de 52 pacientes– le administraron una terapia similar, con la diferencia de que la dosis de fármacos era un 20% menor de la habitual. Y en el caso del tercer grupo –51 pacientes– fueron tratados únicamente con la terapia inmunosupresora habitual, y sin células madre.

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Los pacientes que recibieron las células mesenquimales recuperaron la función renal con mayor rapidez y tuvieron un riesgo menor de sufrir infecciones oportunistas. Además, disminuyó la frecuencia del rechazo agudo. Aunque queda verificar su seguridad a largo plazo, la nueva terapia aumenta las posibilidades de tratamiento a los receptores de injerto renal, disminuyendo los efectos adversos que inevitablemente provoca la medicación inmunosupresora.

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Actualizado: 19 de junio de 2018

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