Eider Unamuno
04/08/2021
Eider Unamuno se define a sí misma en su cuenta de Instagram como “la dentista inconformista”. No es un eslogan de marketing; ni mucho menos. La prueba es que Eider no se ha conformado con los preceptos más clásicos de la odontología, que proponen esperar y luego curar, sino que ha apostado decididamente por la prevención desde la más tierna infancia. No es de extrañar, por tanto, que se haya ganado el apodo de “la sin aparatos”, ya que gracias a esa prevención ha conseguido que muchos niños y niñas hayan evitado el uso de brackets y que sus padres, de paso, se hayan ahorrado un buen puñado de euros. “Tenemos que cuidar los dientes de leche como si fuesen oro”, dice sin dudar la odontóloga, que asegura que la prevención en salud bucodental desde la infancia puede evitar que los niños necesiten aparato, pero también que cuando sean mayores desarrollen enfermedad periodontal o sufran disfunciones temporomandibulares. “Si actuásemos antes desde la prevención temprana, dando consejos, un niño no necesitaría nunca que le anestesiemos o que le empastemos una muela, así que, a diferencia de lo que suele ocurrir, iría feliz al dentista”, afirma Unamuno, que acaba de publicar Cuida los dientes de tu hijo (Amat Editorial), una guía para que padres y madres con hijos de entre 0 y 6 años aprendan a mantener sana y equilibrada la boca de sus hijos y, de paso, le eviten la ortodoncia.
“Sueño con un mundo en el que trabajemos desde una medicina desde la salud y no desde una medicina para la enfermedad, en la que vivimos ahora”, escribes en la introducción. Ese es un reto para todo el sistema sanitario, ¿pero podríamos decir que la odontología va un poco a la cola en ese sentido?
Te diría que toda la medicina tradicional va a la cola. No nos enseñan cuáles son los hábitos para mantener la salud, sino que acudimos al médico cuando estamos enfermos, cuando tenemos un síntoma, cuando algo no va bien, así que ya partimos de una base no adecuada, porque lo que vamos a hacer generalmente es tratar ese síntoma sin investigar qué es lo que está pasando en profundidad. Aunque mi área es la bucodental, que es la que conozco más a fondo, por lo que me ha tocado a mí como paciente puedo decir que en toda la medicina general vamos por detrás y que es necesario darle un vuelco entero para promover la prevención en materia de salud: la nutrición, el ejercicio físico, el descanso…
¿Por qué crees que cuesta tanto en este campo actuar “antes de” y no “después de”?
Simplemente porque no nos enseñan a hacerlo. Muchas veces en mis formaciones explico que para saber qué es lo patológico, tenemos que saber qué es lo normal. Y en la carrera, tristemente, nos enseñan mucho de patología, pero muy poco de fisiología. No sabemos qué es lo normal para cada edad, así que no podemos compararlo. De esta forma, cuando nos damos cuenta de que algo va mal, es que realmente ese algo va muy mal, así que hemos perdido unos años preciosos para poder comenzar a trabajar antes, cuando el problema era incipiente y se podía corregir fácilmente.
No nos enseñan cuáles son los hábitos para mantener la salud, sino que acudimos al médico cuando estamos enfermos o tenemos un síntoma, así que ya partimos de una base no adecuada
No deja de sorprenderme que sea así porque, como explicas en tu libro, la salud bucal, por ejemplo, tiene una gran relación con muchos aspectos de la salud general. ¿Nos cuesta ver y asimilar esa relación?
Es que hemos perdido totalmente la capacidad de relacionar una parte del cuerpo con otra. Es lo más lógico del mundo pensar, por ejemplo, que la boca es el primer paso del sistema digestivo. Sin embargo, nos sigue costando relacionar que, si por ejemplo no masticamos lo suficiente, el estómago tendrá que hacer un trabajo extra. Nos hemos desconectado tanto del cuerpo que lo vemos por áreas de especialidad médica y no somos capaces de unir lo que la medicina más alopática ha dividido.
El cepillado de los dientes de nuestros hijos tenemos que hacerlo y supervisarlo los padres hasta que ellos tengan la suficiente destreza manual
El cuerpo no entiende de fronteras y no nos queda más que verlo como una unidad, porque lo que afecta a una parte del cuerpo, afectará al resto. Es así de simple.
Cuidar la salud dental del niño para evitar la ortodoncia
El primer capítulo del libro se titula “La moda de los aparatos”. Tú te has ganado precisamente el apodo de ‘La sin aparatos’. Dices en el libro que más que los aparatos, lo que está de moda es la estética. ¿Priorizamos muchas veces esa estética, el lucir en este caso unos dientes blancos y alineados, a la salud?
La estética está ahí y es lícito que tenga su importancia, por supuesto, pero yo creo que deberíamos priorizar la salud. Todos los padres queremos que nuestros hijos estén sanos, pero muchas veces, porque no somos expertos y, además, no nos lo explican bien, priorizamos la estética.
El cuerpo no entiende de fronteras y no nos queda más que verlo como una unidad, si por ejemplo no masticamos lo suficiente, el estómago tendrá que hacer un trabajo extra
Yo siempre digo cuando comienzo un tratamiento, sobre todo cuando un paciente te viene ya con alguna patología, que el objetivo de nuestros tratamientos no es conseguir una buena estética, sino lograr que el niño se pueda desarrollar bien. De la mano de ese buen desarrollo, suele venir una buena estética, pero es algo que no buscamos directamente, sino que viene por añadidura, porque normalmente una buena salud viene acompañada de una buena estética.
Tu receta para evitar aparatos pasa por la prevención, pero por una prevención que va más allá del tradicional cepillado de dientes. ¿Cuáles son las claves de esa prevención?
Es vital entender que es responsabilidad nuestra como padres mantener la salud de nuestros hijos. ¿Y cómo se mantiene esa salud? Pues entendiendo a su vez que no todo es inamovible, que estamos vivos, que no todo depende de los genes. Tenemos un factor clave en cada cosa que hacemos para que nuestra salud en cada momento sea mejor o peor. Entre esas cosas, por ejemplo y de forma más concreta, estarían: que los niños tomen pecho en vez de biberón todo lo que puedan y todo lo que quieran sus madres, que no usen chupetes ni dedo, que coman alimentos lo más reales, duros, sin azúcares añadidos y saludables posibles, que respiren por la nariz en vez de por la boca, o que puedan estar en el suelo para que cojan un buen control de su psicomotricidad, de su postura, de la posición del cuello y de su mandíbula, para que integren bien los reflejos primitivos que luego evitarán que desarrollen problemas de deglución infantil, etcétera.
El objetivo de un tratamiento bucodental no debe ser conseguir una buena estética, sino lograr que el niño se pueda desarrollar bien
¿Qué beneficios tiene esa prevención más allá de evitar que un niño o una niña tengan que ponerse aparato?
El beneficio fundamental es que estaremos sanos. Eso, evidentemente, conlleva que no necesitemos aparato, pero también que cuando seamos mayores no tengamos enfermedad periodontal o que no suframos disfunciones temporomandibulares. Es decir, no tendremos molestias asociadas al aparato masticatorio que pueden traducirse en dolores de cabeza, de cuello, en la zona de delante de los oídos, etcétera.
Mitos sobre la salud bucodental infantil y errores a corregir
Lo que me sorprende más leyendo tu libro es que muchas veces sean los propios dentistas los que te animen a esperar a que le salgan los dientes definitivos para actuar, para decidir si ponerles brackets o no.
Es que esa información yo tampoco la he recibido en la carrera. Todo ha sido a base de investigar, de hacer muchos cursos. Cuando fui madre aprendí mucho de cómo afectan las leyes que explico en el libro de la masticación lateral al devenir del cráneo. Si no se actúa pronto, podemos tener niños con los dientes rectos, pero con los huesos del cráneo torcidos por una mala masticación. Una vez que sabes eso ya no hay vuelta atrás, ya no puedes decirle a nadie que espere.
La prevención en salud bucodental desde la infancia puede evitar que necesitemos aparato, pero también que desarrollemos una enfermedad periodontal o suframos disfunciones temporomandibulares
Todavía, no obstante, muchos dentistas no saben esto y yo me encuentro cada día en la consulta con pacientes que vienen a por una segunda opinión, pacientes a los que, ante una mordida cruzada, anterior o lo que sea, sus dentistas de referencia les han dicho que esperen a que sus hijos tengan los dientes definitivos. ¿Por qué? Porque no conocemos la importancia y la diferencia que tiene actuar antes o después, por ejemplo, sobre el desarrollo del cráneo.
Lo de esperar, como señalas en el libro, es uno de los grandes mitos a derribar en la salud bucodental. Por tu experiencia, si tuvieses que hacer un ranking de mitos en relación a los dientes de los niños, ¿cuáles serían los tres primeros?
El que la leche materna provoca caries, por ejemplo, es un gran mito. Otro que también trato en el libro es que los dientes de leche no importan mucho. No se puede decir que los dientes de leche sean menos importantes que los otros, porque con esa afirmación nos olvidamos de que el cráneo crece sobre todo durante una época en la que tenemos los dientes de leche, así que lo que crezca y cómo crezca el cráneo depende de cómo trabajemos con los dientes de leche. Por eso tenemos que cuidar los dientes de leche como si fuesen oro.
Si no se actúa pronto, podemos tener niños con los dientes rectos, pero con los huesos del cráneo torcidos por una mala masticación
Otro mito aún generalizado, muy en relación con el de esperar, es que las primeras revisiones deben ser tardías, a los seis o siete años. Si actuásemos antes desde la prevención temprana, dando consejos, un niño no necesitaría nunca que le anestesiemos o que le empastemos una muela, así que, a diferencia de lo que suele ocurrir, iría feliz al dentista.
Como escribes en el libro, fuiste dentista antes de ser madre, pero desde que nació tu primera hija ya no eres la misma persona, ni la misma dentista. Tu libro, quizás por eso, tiene mucho de manual de crianza. A mí, en ese sentido, me ha gustado especialmente un consejo que seguramente no es el más importante del libro, pero creo que tiene mucha carga “política”. Dices: “Los adultos debemos cepillar los dientes a nuestros hijos hasta más o menos los 8 o 10 años”. Y está bien que lo digas, porque en este mundo que busca la independencia prematura de los niños, muchas veces con 4-5 años ya pretendemos que se laven los dientes solos….
A veces me encuentro con situaciones en las que ves la boca del niño y observas que está sucia. Cuando se lo haces ver a los padres, lo que pasa es que estos descargan la culpa en los niños. Eso no puede ser. No podemos cargar esa responsabilidad y esa culpa en los niños. Somos los padres los que tenemos que supervisar que nuestro hijo lo está haciendo bien. Cepillarse los dientes es un trabajo complicado de hacer bien. Es más, entre tú y yo, a veces me dan ganas de cepillarle los dientes a mi marido y ya tiene más de cuarenta años (risas).
Si actuásemos antes desde la prevención temprana un niño no necesitaría nunca que le anestesiemos o que le empastemos una muela, así que iría feliz al dentista
El cepillado de los dientes de nuestros hijos tenemos que hacerlo y supervisarlo nosotros hasta que ellos tengan la suficiente destreza manual. De la misma forma en que no dejamos que nuestros hijos hagan la compra y elijan qué alimentos entran en nuestra casa, tampoco podemos trasladarles a ellos la responsabilidad del cuidado de su boca.