Diana Oliver
02/12/2020
Diana Oliver (@Diana_Oliver) es periodista y madre de dos hijos de 7 y 4 años. La maternidad y sus hijos, precisamente, la impulsaron a entrar de lleno en el ámbito de la salud y la nutrición, temas en los que se ha especializado profesionalmente y a los que ha dedicado múltiples reportajes y entrevistas en diferentes medios de comunicación. “Nuestros hábitos y nuestra salud futura están en parte condicionados por lo que vemos, lo que hacemos y lo que aprendemos en la infancia”, afirma Diana, que acaba de lanzar al mercado el primer álbum ilustrado informativo dedicado a divulgar la importancia de una alimentación saludable desde la infancia, ¡Ñam! Sobre lo que comemos (Andana Editorial). En el álbum se abordan con sencillez, rigor y un gran atractivo visual (gracias a las ilustraciones de Carmen Saldaña), aspectos como la importancia vital y cultural de la comida, los grupos de alimentos básicos para una nutrición saludable o los riesgos de consumir en exceso sales, azúcares y carnes procesadas. Además, de forma muy gráfica, se ofrecen también consejos para desenmascarar a los productos ultraprocesados y se comparten recetas fáciles y saludables para desayunos y meriendas, las dos comidas en las que normalmente se cuelan más alimentos no saludables. “Queremos que este libro sea una vacuna contra la pandemia de la obesidad infantil”, no ha dudado en afirmar Ricard Peris, editor de Andana. Una opinión que corrobora la periodista, que recuerda que tener información y saber interpretar esa información hará “más libres” a los niños y niñas en sus elecciones; también en las alimentarias.
'¡Ñam! Sobre lo que comemos' es el primer álbum ilustrado dedicado a transmitir a niños, adolescentes y familias la importancia de una alimentación saludable. ¿Cómo es posible que hayamos tenido que esperar a 2020 para ver un libro así?
Bueno, yo creo que es un poco la consecuencia de la evolución del propio contexto. Cada vez tenemos más información a nuestro alcance y, en paralelo, nos preocupamos más (o nos hemos concienciado más) por lo que comemos, cómo lo comemos, con quién lo comemos, o cuándo lo comemos. Al final nuestra alimentación no es solo una parte de nuestra supervivencia, sino que también es algo cultural, emocional y social. Incluso está muy relacionado con nuestros propios recursos materiales y personales. Aprender todo esto desde la infancia, en familia, creo que es poner las bases para intentar dejar de comer un poco menos mal de lo que lo hacemos.
Comer sano también es comer la menor cantidad de alimentos insanos posible
Te lo preguntaba porque el potencial del álbum ilustrado informativo sí que se está explotando en muchos otros campos y temáticas. ¿Qué puede aportar un álbum como este, que mezcla información rigurosa y preciosas y simbólicas ilustraciones, en la búsqueda de un estilo de vida más saludable?
El libro intenta organizar una información que puede ser compleja (e inabarcable) de forma que niños, niñas y jóvenes puedan tener claros conceptos básicos de lo que es una alimentación saludable. Y todo ello poniendo a la alimentación en un contexto, porque no es fácil saber lo que es comer sano, qué consecuencias tienen nuestras elecciones alimentarias, qué podemos hacer para desenmascarar productos que nos venden fenomenal, pero que quizás no son tan magníficos…
No vivimos en burbujas, y por mucho que en casa practiquemos unos hábitos saludables, hay vida fuera de ella, y no siempre es tan saludable como nos gustaría
Que esto sea reflejado con un lenguaje sencillo –sin que llegue a “infantilizar” o a ser “tonto”–, y que vaya acompañado de ilustraciones atractivas (Carmen Saldaña ha hecho un trabajo estupendo) creo que puede servir a los lectores para no aburrirse con el libro, incluso para motivarse y seguir haciendo preguntas.
Que esté dedicado a niños y familias me parece fundamental. ¿Es la infancia el momento ideal para empezar a instaurar hábitos de alimentación saludables?
Lo es. Nuestra infancia es un momento crucial para lo bueno y para lo malo. Al final las bases de quienes seremos en el futuro se asientan en esta etapa (aunque luego siempre pueda cambiar). Y no solo de quienes seremos, también nuestros hábitos y nuestra salud futura están en parte condicionados por lo que vemos, lo que hacemos y lo que aprendemos en este periodo. En estos años he entrevistado a muchos nutricionistas y todos insisten en una misma idea: un niño o una niña con obesidad o sobrepeso llegará a la adultez con obesidad o sobrepeso, y con complicaciones de salud derivadas de ello. A menudo se va a poder volver atrás, pero eso es más difícil que asentar unos hábitos de vida saludables desde la infancia.
Comer sano desde la infancia para frenar la pandemia de obesidad
Escribe en el prólogo el dietista-nutricionista Julio Basulto que “nuestra dieta se está 'kitkatizando', 'macdonalizando' y 'cocacolizando' a marchas forzadas”. ¿Qué impacto está teniendo eso en nuestra salud y en la de nuestros hijos?
Comer mal tiene consecuencias en todos los grupos de edad, y las tiene a corto, medio y largo plazo. Yo creo que de esto no hay ninguna duda a estas alturas. Lo sabemos, sobre todo, por las cifras que se manejan: las tasas de mortalidad por factores evitables, las tasas de patologías asociadas a la mala alimentación –como son la diabetes o las cardiopatías–, etcétera. Los últimos datos del 'Estudio Nutricional de la Población Española' (ENPE), publicado por la Sociedad Española de Cardiología (SEC), reflejaban que cuatro de cada 10 niños tienen sobrepeso u obesidad. El último informe Aladino también hace referencia a las elevadas cifras en este sentido (un 23% tenían sobrepeso y un 17% obesidad) y lo achaca a los malos hábitos alimentarios y a la falta de ejercicio físico en los niños.
Nuestros hábitos y nuestra salud futura están en parte condicionados por lo que vemos, lo que hacemos y lo que aprendemos en la infancia
Para luchar contra ese impacto, este libro es una apuesta por comer sano. Pero, ¿qué es comer sano?
Pues comer sano podría definirse como aquella alimentación que nos aporta los nutrientes que necesitamos a partir de alimentos saludables como las frutas y verduras, los cereales integrales, los frutos secos o las proteínas vegetales o animales. Comer sano también es comer la menor cantifad de alimentos insanos posible.
Una de las recetas para comer sano es identificar a esos alimentos que muy simpáticamente aparecen representado en '¡Ñam!' con el carné de alimento saludable: frutas, verduras, hortalizas, legumbres, frutos secos, cereales integrales. Sabiendo como sabemos que esos son los ingredientes básicos de una dieta saludable, ¿por qué crees que nos cuesta tanto basar nuestra alimentación y la de nuestros hijos en ellos?
Yo creo que son muchos factores. Y hablo no solo como periodista apasionada por la alimentación, sino también como madre. Por un lado, nuestra alimentación tiene mucho de cultural y de emocional y es fácil restar importancia con pensamientos del tipo “siempre se ha hecho así” o “en mi casa mis padres lo hacían así”. La cuestión aquí no es tanto un cambio radical, sino pararnos a pensar si podemos mejorar ese “así” un poquito más, aunque sea lo mínimo, y cómo podríamos hacerlo. A veces son cambios muy pequeños.
Tener información y saber interpretar esa información nos hace más libres en nuestras elecciones. Y no solo en cuanto a la alimentación
Luego está también el entorno. No vivimos en burbujas, y por mucho que en casa practiquemos unos hábitos saludables, hay vida fuera de ella, y no siempre es tan saludable como nos gustaría. Eso que llaman ambiente “obsesogénico” está ahí, es una realidad, solo hay que entrar en un hipermercado o en una gasolinera Y muchas veces no me extraña que digamos “de perdidos, al río”, porque luchar contra esto es muy difícil. Luego está la cuestión de que se sigue asociando que comer de forma saludable es aburrido, insulso y trabajoso, cuando en realidad no lo es. Si en casa padres y madres no disfrutamos de otro tipo de alimentación, es muy difícil que lo hagan nuestros hijos e hijas.
Como el entorno no lo podemos cambiar, es más fácil empezar por lo que hacemos en casa: replantearnos otras formas de desayuno para todos, aprender a cocinar o preparar otros alimentos…
Y por último está la cuestión de lo difícil que es muchas veces saber si lo que comemos es saludable o no. Es difícil por lo bien que lo hace el marketing alimentario, pero también porque en el mercado encontramos una cantidad inabarcable de productos de todo tipo. Tenemos que sacar nuestro radar para no caer una y otra vez en sus trampas.
La otra receta precisamente para comer sano, tan o más importante que la anterior, es ese aprender a desenmascarar a los villanos de la alimentación, a los productos procesados y ultraprocesados. ¿Cómo dar con ellos sin que nos la cuelen?
En el libro se recogen de forma visual y divertida algunas ideas para desenmascarar esos productos. Lo principal es saber leer las etiquetas, y aprender a hacerlo desde que somos pequeños: qué ingredientes, en qué cantidades, qué energía aportan, qué tipo de grasas contienen, qué cantidad de sal o azúcar tienen, etcétera. También es importante tomar conciencia de que la publicidad es una forma de comunicar la existencia de un producto, pero que no siempre es inofensiva: también puede enmascarar los productos no saludables con un montón de mensajes atrayentes, regalos, paquetes vistosos… Tener información y saber interpretar esa información nos hace más libres en nuestras elecciones. Y no solo en cuanto a la alimentación.
Cada vez tenemos más información a nuestro alcance y, en paralelo, nos preocupamos más por lo que comemos, cómo lo comemos, con quién lo comemos y cuándo lo comemos
El 'agujero negro' de desayunos y meriendas
Dedicas un capítulo específico a desayunos y meriendas. ¿Dirías que son las dos comidas del día en las que más alimentos no recomendables se cuelan?
Sí, yo creo que son los momentos del día más complicados. Si pensamos en nuestra propia infancia seguro que recordamos desayunos y meriendas en los que no faltaban la leche chocolateada, las magdalenas o las galletas, los bollos industriales, los zumos… Los patrones han cambiado muy poco en estas décadas: seguimos repitiendo con nuestros hijos lo que nosotros mismos hicimos en nuestra infancia, y esto tiene mucho de hábito aprendido, de emocional, de cultural… Cambiarlo no es nada fácil; primero, porque requiere cierto entrenamiento para hacer este cambio, segundo, porque no siempre el entorno acompaña. Si vamos al parque a pasar la tarde y la merienda que ofrecemos es una deliciosa fruta, muchas veces no puede competir con el atractivo bollo del amigo o la amiga.
No sé si también muchas familias acaban recurriendo en estas comidas a alimentos poco saludables (zumos, yogures bebidos o dulces y bollería) porque tradicionalmente muchos de esos productos se nos han vendido como saludables…
Por supuesto. Esto viene un poco a lo que comentaba de la publicidad y el lío que nos hemos acabado haciendo todos con lo que es comer sano y lo que no. Creo que puede ser interesante replantearnos si realmente esos alimentos que hemos normalizado serían adecuados si queremos practicar una alimentación saludable, y si podemos hacer esos desayunos y meriendas más saludables sin renunciar a que estén buenos. Como el entorno no lo podemos cambiar (no al menos inmediatamente), es más fácil empezar por lo que hacemos en casa: replantearnos otras formas de desayuno para todos, aprender a cocinar o preparar otros alimentos (gachas de avena, manzana al micro con canela, tortitas de avena, pan con tomate rallado y aceite…), o aprovechar las meriendas sin el ruido del entorno para hacer otras propuestas.
¿Qué consejos darías a padres y madres sin tiempo para cambiar la tradicional bollería, los cereales azucarados o las tostadas con mermelada por alternativas más saludables? ¿Por dónde empezar a cambiar nuestros desayunos y meriendas?
Pues yo creo que empezaría normalizando que comer saludable no es cosa de un día o de dos, ni es cosa sólo de los niños y niñas. Es un hábito de vida. Una filosofía. Comer saludable debe empezar por nosotros mismos, que somos quienes les ofrecemos la alimentación.
Hay que normalizar que comer saludable no es cosa de un día o de dos, ni es cosa solo de los niños y niñas. Es un hábito de vida. Una filosofía
Lo de la falta de tiempo es una cuestión peliaguda. Decirle a una familia que siempre hay tiempo para preparar esto o lo otro lo único que les puede generar es culpabilidad y rechazo. Puede que no es que no quieran, sino que realmente no exista ese tiempo de ninguna de las maneras. O puede que se agobien muchísimo porque no sepan cómo mejorar las cosas con el tiempo del que disponen. A veces basta con ir poco a poco, introduciendo cambios que no llevan nada de tiempo como, por ejemplo, cortar una manzana y espolvorear algo de canela y ponerlo en la mesa del desayuno y esperar a ver qué pasa… O con cambiar un día a la semana la merienda: se tarda lo mismo en poner un bollo en la mochila que un plátano.