Papel del logopeda en las secuelas del COVID-19
Actualizado: 5 de septiembre de 2022
La COVID-19 es una enfermedad infecciosa respiratoria aguda causada por el coronavirus SARS-CoV-2, que emerge en el este asiático a finales del 2019 y que ha dejado hasta la fecha más de 12 millones de personas contagiadas y 550.000 mil fallecidos en todo el mundo. Pero además de los diversos síntomas y consecuencias inmediatas de la infección, para muchos de los cuales aún se buscan tratamientos y vacuna, no hay que perder de vista las diferentes secuelas (pulmonares, neurológicas, psicológicas…) que, a pesar del poco tiempo que ha transcurrido desde el inicio de la pandemia, ya empiezan a aflorar en muchos pacientes que han superado la enfermedad. En estos casos, el logopeda tiene un papel importante en su recuperación y en la evitación de futuras complicaciones.
Con un alto contagio exponencial entre humanos, la infección por coronavirus se caracteriza por tener síntomas como fiebre, tos, disnea, producción de esputos, dolor de cabeza, hiposmia (reducción de la capacidad para percibir olores) o disgeusia (trastornos del gusto). En el 80 % de los casos se presenta con cuadros leves, pudiendo variar súbitamente en ciertos pacientes, que parecen ser aquellos que presentan afecciones subyacentes graves, desencadenando una respuesta inflamatoria donde la interleucina-6 (IL-6) produce una reacción inmunitaria que pueden llevar a la persona a un estado de shock sufriendo daños permanentes en sus órganos o incluso la muerte.
La media de estancia hospitalaria en los pacientes es de alrededor 22 días y son muchas las investigaciones que apuntan a que las secuelas del SARS-CoV-2 perduran una vez el paciente recibe el alta. La gravedad de la enfermedad obliga en muchos casos a permanecer largos periodos de tiempo conectados a respiradores provocando alteraciones en la deglución (disfagia), además de lesiones en músculo esquelético, problemas de salud mental, como trastorno de estrés postraumático o depresión.
Cómo puede ayudar el logopeda a superar las secuelas del COVID-19
A esto debemos sumar posibles secuelas o problemas en sistema nervioso, cardiovascular o digestivo que implicarán el trabajo multidisciplinar de profesionales sanitarios como el logopeda.
Se demuestra, pues, la vinculación directa entre logopedia y COVID-19 en aquellos pacientes que se encuentran en situaciones tales, como:
Neuropatologías secundarias al virus como pudiera ser un accidente cerebrovascular: las principales secuelas o síntomas que podemos encontrar son la reducción o privación comunicativa (en todas sus variables), muscular o funcional del paciente por una agresión en las estructuras del sistema nervioso central o por la afectación de los procesos de control motor.
Alteraciones sensitivas, motoras o polineuropatías que afecte a cualquier función oral. Podemos citar entre otras parestesias, debilidad muscular o parálisis, en las cuales el logopeda deberá recuperar la funcionalidad con tratamientos tales como electroestimulación, kinesiotaping (vendaje neuromuscular) o terapia manual.
Alteraciones en la alimentación en pacientes post UCI y que pueden derivar en una mayor incidencia en neumonías aspirativas, infecciones respiratorias o deshidratación. De hecho, se calcula que más de la mitad de los pacientes intubados sufren disfagia y tienen dificultades para tragar y alimentarse adecuadamente. Es por ello quizás uno de los tratamientos más prioritarios a nivel de logopedia, pues compromete la seguridad y nutrición del paciente. Para ello, se establecerán conjuntamente con nutricionista dietas adaptadas y se trabajará con maniobras y posturas corporales.
Alteraciones vocales secundarias por intubación prolongada del infectado y que en muchas ocasiones produce un trauma en la mucosa laríngea por contacto que desencadena en pérdidas de alguna de las cualidades de la voz, limitando su comunicación oral. Destaca la disfonía.
El logopeda debe evitar complicaciones… y riesgos de contagio
El objetivo del logopeda no solo será la de rehabilitar, sino también la de prevenir posibles complicaciones que afecten a las actividades de la vida diaria de la persona que ha superado el COVID-19. Para ello, un primer paso es hacer una valoración objetiva del paciente con recogida de información que evidencie sus antecedentes y situación actual, permitiendo diseñar y establecer una terapia individualizada acorde a su estado.
Por último, debemos tener en cuenta que el contacto con el paciente COVID-19 debe realizarse con las medidas de seguridad oportunas, salvaguardando la seguridad del profesional y del afectado, por lo que se debe llevar un EPI que será desechado al finalizar cada sesión.
Creado: 10 de julio de 2020