Hiperfagia, peligros de un apetito insaciable

Las personas con hiperfagia no consiguen saciarse por más que coman.
Actualizado: 23 de abril de 2025
Comer sin control, sin hambre real, como respuesta al estrés, la tristeza o incluso al aburrimiento. Comer hasta sentir culpa, hasta que duele el estómago, pero sin poder parar. Estas escenas no son simples atracones esporádicos: pueden ser señales de hiperfagia, un trastorno alimentario muchas veces confundido con la gula o la falta de voluntad, pero que esconde mecanismos psicológicos y biológicos complejos.
La hiperfagia no solo afecta al cuerpo, también erosiona el bienestar emocional y social de quienes la padecen. En este artículo, exploraremos qué es exactamente la hiperfagia, cómo reconocer sus síntomas, qué la provoca, y cuáles son las claves para tratarla y prevenirla desde una perspectiva médica y compasiva. Porque entender que comer en exceso puede ser una forma de pedir ayuda silenciosamente, es el primer paso para responder con soluciones, no con juicios.
Qué es la hiperfagia y cómo se manifiesta
La hiperfagia consiste en el aumento exagerado del apetito por parte de la persona afectada que hace que consuma una mayor cantidad de alimentos de la que necesita. Las personas que sufren este trastorno alimentario ingieren enormes platos de alimentos, incluso justo después de haber realizado una comida considerada normal. Y esto sucede de forma continuada, no es un proceso puntual sino mantenido en el tiempo y de manera repetida.
Además de la ingesta desmedida de alimentos, las comidas se prolongan mucho en el tiempo, sin darlas por finalizadas en un tiempo moderado. La ingestión de comida se suele realizar con poca masticación, de manera rápida y sin una clara preferencia de alimentos con alguna composición concreta, siendo habitual la toma de productos grasos y azucarados.
Las personas con hiperfagia, además, tienen la sensación de no controlar este proceso y sentirse a merced de su trastorno, ya que no consiguen saciarse por más que coman. Es decir, la ingesta de alimentos no está vinculada a las señales fisiológicas de hambre, sino que puede ser una respuesta a señales emocionales o situacionales.
Igualmente, suelen mostrar un nerviosismo excesivo, e incluso vergüenza si les miran por no poder controlar este apetito voraz, por lo que tienden a aislarse a la hora de la comida y tener un sentimiento de culpa e inseguridad patentes.
Por otro lado, el aumento de peso excesivo y la ingesta descontrolada de alimentos pueden llevar a problemas de salud, como la obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, y otros trastornos metabólicos.
Por todo ello, es importante abordar la hiperfagia con un enfoque multidisciplinario que incluya atención médica, apoyo psicológico, y posiblemente cambios en el estilo de vida, dependiendo de las causas subyacentes y los síntomas específicos de la persona.

Causas de la hiperfagia y factores de riesgo
La hiperfagia no se considera una enfermedad en sí misma, sino más bien, una alteración provocada por otra patología subyacente que es la verdadera causante de este deseo compulsivo por la comida. Lo más probable es que esté originada por enfermedades metabólicas como la diabetes mellitus o la hipoglucemia; por otras patologías con componente psiquiátrico como la bulimia, depresión, estrés o ansiedad o por alteraciones hormonales como el hipertiroidismo o el síndrome de Cushing. Algunas enfermedades genéticas, como el síndrome de Prader-Willi, se caracterizan por un hambre insaciable y la incapacidad de sentirse saciado. Así que, como síntoma de otras enfermedades, la prevención y tratamiento deberán ir encaminados hacia la enfermedad de base, solo así se podrá controlar este trastorno alimentario.
Asimismo, existen algunos fármacos, como algunos antidepresivos, antipsicóticos, y esteroides, que pueden ocasionar este problema al aumentar el apetito como efecto secundario a su toma. Parece ser que la hiperfagia está motivada por la inactividad de una sustancia denominada leptina que es la hormona encargada de controlar la sensación de hambre/saciedad y producir esta última para frenar la ingesta. Si esta hormona no realiza de forma efectiva su función, la persona no se sacia de manera habitual y realiza ingestas muy superiores.
Las personas susceptibles de padecer hiperfagia son aquellas que padecen las patologías de base y, habitualmente, están mal controladas. Así, por ejemplo, la obesidad puede ser tanto una causa como un resultado de la hiperfagia, creando un ciclo difícil de romper sin intervención. Además, debe tener la alteración genética que provoca la formación de leptina de manera ineficaz.
Las personas con antecedentes de problemas de salud mental, especialmente trastornos de la alimentación, depresión, o trastorno de estrés postraumático, tienen un mayor riesgo de sufrir esta condición. Igualmente, tener un estilo de vida sedentario, junto con hábitos alimentarios poco saludables, puede aumentar el riesgo de desarrollar hiperfagia.
Identificarlo a tiempo e intentar poner las medidas oportunas en lo que se refiere a pautas de control alimentario y tener un apoyo psicológico o psiquiátrico, ayudará a estos pacientes a mejorar su evolución.
Consecuencias y síntomas de la hiperfagia
La hiperfagia, o el aumento excesivo del apetito y la ingesta de alimentos, puede tener una amplia gama de consecuencias tanto físicas como psicológicas y sociales, que pueden afectar de manera significativa la calidad de vida de una persona, su salud y su bienestar general. Estas son algunas de estas consecuencias y sus correspondientes síntomas asociados.
La principal consecuencia que produce la hiperfagia es el aumento en el consumo de kilocalorías diarias. Por este motivo, se produce un desajuste en el balance energético de la persona que lo padece provocando aumento de peso y generando sobrepeso y obesidad en distintos grados. Además, el incremento de peso implica principalmente el acrecentamiento de grasa corporal, siendo esta más elevada de lo considerado como normal según la edad y características propias.
Asimismo, esta alteración empeora la propia imagen corporal que suele agravar el problema debido a la inseguridad y baja autoestima que produce en quien lo sufre, así como sentimiento de culpa que puede derivar en depresión, cuando no es la propia causa del problema. Incluso puede aparecer un cierto aislamiento social, ya que los individuos pueden retirarse de actividades sociales por vergüenza o incomodidad con su apariencia o por miedo al juicio externo.
De forma contraria a lo que sucede en la bulimia, tras los atracones de comida, la persona con hiperfagia no se provoca el vómito, ni utiliza laxantes, así que el total de la ingesta se digiere y absorbe.

El sobrepeso y obesidad están relacionados con otras enfermedades, como son la hipertensión, patología cardiovascular, diabetes y síndrome metabólico, entre otros. A nivel plasmático, padecer hiperfagia puede aumentar los valores de colesterol, especialmente el malo o más perjudicial a nivel cardiovascular, triglicéridos o componentes grasos o el azúcar, produciendo desajustes en el control de la glucemia.
A nivel digestivo, la ingestión de grandes cantidades de alimento de manera rápida y desordenada, provoca en muchas ocasiones digestiones pesadas, lentas que terminan ocasionando ardor y malestar gástrico. Las manifestaciones digestivas también pueden avanzar hasta porciones de intestino, alterando de absorción de nutrientes y provocando diarreas y, con ellas, malabsorción de ciertos nutrientes. Además, si las diarreas se mantienen en el tiempo y son intensas, el paciente deberá mantener un correcto estado de hidratación, ya que el riesgo de deshidratación es mucho más elevado.
Además, el exceso de peso puede ejercer una presión adicional sobre las articulaciones y músculos, causando dolor y disminución de la movilidad.
Por otro lado, al consumir durante mayor periodo de tiempo alimentos y alargar la digestión, se puede producir una sensación de somnolencia muy intensa, que puede disminuir el rendimiento laboral o académico, afectando por tanto a otras áreas de su vida.
Por todo ello es crucial abordar la hiperfagia de manera integral, teniendo en cuenta sus múltiples facetas y consecuencias. El tratamiento puede incluir apoyo psicológico, asesoramiento nutricional, actividad física regular y, en algunos casos, medicación. El objetivo es mejorar la calidad de vida de la persona afectada, promoviendo hábitos de vida más saludables y un bienestar psicológico mejorado.

Contar con compañía a la hora de comer y preparar comidas saludables puede ayudar en este trastorno.
Prevención y tratamiento de la hiperfagia
En numerosas ocasiones, la hiperfagia viene motivada por trastornos psicológicos o psiquiátricos. En estos casos, el tratamiento integral dirigido por un psiquiatra o un psicólogo es condición indispensable para el control de estos momentos. Evaluar la gravedad del proceso y el tiempo de evolución determina también un mejor o peor pronóstico de curación. Igualmente, la familia o amigos son claves a la hora de ayudar a identificar y diagnosticar el problema con su testimonio, al presenciar los atracones desmesurados de comida del afectado.
Estas son algunas pautas claves para tratar y prevenir la hiperfagia:
Es importante abordar la hiperfagia de manera integral, trabajando no solo para controlar la ingesta de alimentos sino también para tratar las causas subyacentes y mejorar el bienestar emocional del individuo. El éxito a largo plazo en el tratamiento de la hiperfagia a menudo requiere cambios sostenidos en el estilo de vida, apoyo continuo y, en algunos casos, terapia a largo plazo.
Creado: 30 de diciembre de 2015