Mar Gómez

Doctora en Ciencias Físicas, meteoróloga, presentadora del tiempo y autora de ‘Meteorosensibles’
La meteoróloga Mar Gómez, autora de ‘Meteorosensibles’ nos explica por qué entre un 30% y un 60% de la población mundial es sensible a los cambios de tiempo, y cómo influye la temperatura en nuestra salud física y mental.
Mar Gómez
“Debido al cambio climático muchas personas se van a tener que enfrentar a condiciones climáticas extremas que pueden afectar a su salud física y mental”

09/02/2023

¿Quién no conoce a alguien que casi es capaz de predecir que se avecinan días de lluvia por las molestias que sufre en la rodilla, o a alguien que se muestra abatido y apático los días nublados? ¿Quién no se ha sulfurado más de la cuenta en un día de calor extremo sin saber que el calor podría ser la explicación? Se estima que entre un 30% y un 60% de la población mundial es sensible a los cambios de tiempo. Todos ellos (sepan que lo son o no) y también todas y todos los que alguna vez han atribuido estas asociaciones al pensamiento mágico, disfrutarán de la lectura de Meteorosensibles (Península), el último libro de la meteoróloga Mar Gómez (responsable de meteorología de eltiempo.es), que partiendo de su experiencia personal realiza un exhaustivo trabajo de investigación para acercar con rigurosidad a los lectores toda la evidencia científica sobre una relación que preocupa al ser humano desde la Antigüedad. “Hipócrates, que es el padre de la Medicina, ya hablaba de esa relación entre la salud y los cambios de tiempo”, afirma Gómez.

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Todos hemos escuchado a alguien con dolor de articulaciones que achaca esas molestias al cambio de tiempo, pero nunca he sabido si atribuir esto al pensamiento mágico. Creo que ‘Meteorosensibles’ va a despejar las dudas de mucha gente como yo…

Portada "Meteoro-sensibles"

Sí, la verdad es que el objetivo del libro es que la gente descubra si son meteorosensibles o no, y también dar respuesta a ese tipo de preguntas de si existe un fundamento científico detrás del dolor de las articulaciones asociado a los cambios de temperatura, si el viento realmente puede hacernos enloquecer, si las altas temperaturas pueden afectar a nuestro comportamiento, etcétera.

Relacionado con tu pregunta de los dolores articulares, lo que más se ha investigado es la artritis reumatoide y la artrosis. En ambos casos se ve que existe una relación entre los cambios de presión y los dolores articulares. También existe un factor a tener en cuenta, y es que cuando baja la presión, tenemos un cielo encapotado, hace más frío fuera y más humedad, tendemos a quedarnos más en casa y eso hace que nuestras articulaciones no se muevan, estén más rígidas, y que las personas experimenten un agravamiento en la percepción de los síntomas. No es tanto que una enfermedad se agrave, como que los síntomas empeoren cuando sufrimos unos cambios de presión importantes.

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Cuentas en el libro que tu tobillo derecho suele dar buena cuenta de los cambios de tiempo. ¿Es esto el colmo de una meteoróloga?

Yo digo que es una ventaja para mí (risas). Es verdad que este dolor lo solía notar más cuando estaba recién operada. Por eso me propuse investigar si realmente había un fundamento científico detrás o era solo una percepción mía.

Entre el 30% y el 60% de la población mundial es sensible a los cambios de tiempo

Tu tobillo fue, digamos, una de tus puertas de acceso al concepto de meteorosensibilidad. Me ha fascinado ver en tu libro que es un tema que se ha estudiado desde la antigüedad.

Sí, sí. Nos podemos remontar a los filósofos griegos, a Hipócrates, que es el padre de la medicina, que ya hablaba de esa relación entre la salud y los cambios de tiempo. Durante el siglo XVIII ya se empezó a aceptar que los cambios de tiempo podían agravar los síntomas de enfermedades ya existentes. Y fue en 1938 cuando el profesor universitario alemán Bernhard de Rudder acuñó el concepto de meteorosensibilidad o meteorotropismo, que hace referencia a la sensibilidad a los cambios de tiempo.

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Teniendo en cuenta que el tiempo cambia igual para todos, con lo que se sabe hasta ahora, ¿podríamos decir que hay unas personas que tienen una predisposición a tener reacciones físicas y psíquicas asociadas a los cambios de tiempo?

Sí, hay personas que son más sensibles a estos cambios de tiempo. Hablamos de entre el 30% y el 60% de la población de la Tierra. En algunos países esta prevalencia puede ser mayor, sobre todo entre las mujeres y los grupos de población de edad avanzada.

No es tanto que una enfermedad se agrave, como que los síntomas empeoren cuando sufrimos unos cambios de presión importantes

Y también depende del tipo de variable meteorológica: puede que seamos sensibles a los cambios de presión, pero que no sintamos que las rachas de viento afecten a nuestro estado de ánimo o a nuestros dolores de cabeza.

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Cambio climático y meteorosensibilidad

Escribes que el número de personas ‘meteorosensibles’ está creciendo constantemente. ¿A qué se debe esto?

Va un poco vinculado con el estilo de vida que llevamos. Cada vez tenemos más microclimas artificiales y esto hace que también reaccionemos de una forma más drástica a los cambios de tiempo. Si viviésemos en un entorno natural y conviviéramos con los fenómenos de la naturaleza y los fenómenos meteorológicos, este cambio no sería tan drástico, pero como vivimos en microclimas, aislados y muy estresados, todo esto se puede acentuar.

Teniendo en cuenta que nos encontramos en un contexto de cambio climático y de incremento de las temperaturas en todo el mundo, ¿nos espera una ‘pandemia de metereosensibilidad’?

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Pues igual no tanto de meteorosensibilidad, porque eso dependerá un poco de cómo nos adaptemos en los próximos años a los cambios climáticos que están por llegar, pero sí por ejemplo pueden hacer su aparición enfermedades que no esperábamos. El calentamiento global, por ejemplo, está haciendo que se expandan los trópicos y esa expansión da lugar a temperaturas cálidas en zonas que hasta hace no tanto no las padecían. En ese contexto, algunos mosquitos pueden encontrar hábitats en zonas en las que hasta hace no tanto eso era impensable.

Cada vez tenemos más microclimas artificiales y esto hace que también reaccionemos de una forma más drástica a los cambios de tiempo

La fusión del permafrost, por otra parte, ha permitido encontrar animales extintos, pero también algunos virus. Cuando deforestamos el terreno los animales que viven en una zona tienen que emigrar y pueden entrar en contacto con otros animales y personas y transmitir enfermedades zoonóticas. Así que, bueno, podemos esperar un cambio en la transmisión de enfermedades. Y también en los problemas de salud mental, porque muchas personas se van a tener que enfrentar a condiciones climáticas extremas que pueden afectar a su salud física y mental.

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Calor y viento: cómo impactan en nuestro estado de ánimo

Leyendo tu libro me he dado cuenta de que sufro muchos de los impactos de carácter más psíquico que comentas derivados de los cambios de temperatura. Me entristecen los días oscuros, los días largos de primavera me dan vida, pero a la vez me agotan inexplicablemente, el calor extremo saca lo peor de mí… ¿Nos cuesta más ver esa relación entre temperatura y salud mental?

Yo creo que sí. Y por eso, precisamente, creo que es una de las cosas que más va a sorprender a los lectores, porque las temperaturas extremas, aparte de producirnos calambres, vómitos, dolores de cabeza, náuseas, golpes de calor, etcétera, también despiertan la irritabilidad y el enfado.

Podemos tener estados de ánimo mucho más apáticos. Y en el caso de las personas que tengan una tendencia a la agresividad, el calor la puede incrementar. Es un ingrediente más que predispone al enfado y la ira.

Las temperaturas extremas despiertan la irritabilidad y el enfado. En personas que tengan una tendencia a la agresividad, el calor extremo la puede incrementar

Cuentas en el libro que hay estudios que demuestran un incremento de urgencias hospitalarias psiquiátricas e ingresos psiquiátricos en días de mucho calor y humedad. ¿El calor lastra nuestro bienestar?

Principalmente el calor extremo. En España, si hablamos de un calor de 28º-30ºC, es algo normal. Un calor extremo, el propio de una ola de calor, merma nuestra posibilidad de relacionarnos socialmente –porque tendemos a quedarnos más en casa– y posibilita que estemos más irritados y enfadados, lo que empeora nuestra calidad de vida.

Teniendo en cuenta que cada vez sufrimos más olas de calor, no sé si es como para preocuparse…

Desde luego, porque además entran en juego muchos efectos colaterales. En un mundo que cada vez se calienta más y en un país como España, que va a ser de los más afectados por el cambio climático en Europa, la tendencia en los próximos años es que las temperaturas sigan al alza y que las precipitaciones disminuyan. Si tenemos menos lluvia, tendremos menos agua, así que muchas personas nos vamos a ver afectadas. Todo esto tendrá un impacto en nuestra salud física, pero también en nuestra salud mental a todos los niveles.

El viento y el aire también se han asociado tradicionalmente con la locura. ¿Cuánto de cierto hay en ello?

Hay expresiones que todos hemos escuchado como “a este le ha dado una ventolera” y que realmente tienen un fundamento. No ocurre con todos los vientos, pero los vientos cálidos, resecos, racheados y con una carga eléctrica con un exceso de iones positivos en al aire, pueden influirnos negativamente provocándonos cefaleas, insomnio, irritabilidad, estados de ansiedad, depresión. Incluso se ha visto una relación muy clara de un tipo de viento con las tasas de suicidio.

Los vientos cálidos, resecos, racheados y con una carga eléctrica con un exceso de iones positivos en al aire, pueden influirnos negativamente provocándonos cefaleas, insomnio, irritabilidad, estados de ansiedad y depresión

Hablas también en el libro del trastorno afectivo estacional, que nos puede afectar sobre todo en los cambios de estaciones (por el aumento/descenso de horas de sol y los cambios de temperatura que traen aparejadas). ¿Se puede combatir de alguna forma?

Sí. Lo importante con el trastorno afectivo estacional es que sabemos que ocurre principalmente en los meses de otoño e invierno, cuando la radiación solar disminuye, los días son más cortos y contamos con menos luz solar.

Sabiendo esto, y que es algo que sucede todos los años, deberíamos intentar en la medida de lo posible exponernos a la luz solar en las horas diurnas para poder sintetizar esa vitamina D que al final se traduce en una mayor producción de serotonina y un mejor estado de ánimo.

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