¿Necesitan las mujeres orinar con más frecuencia? La respuesta es compleja

Las colas del baño de sitios públicos pueden hacer parecer que la respuesta es evidente, pero en realidad es sorprendentemente compleja. Descubre cómo la anatomía, las hormonas y los hábitos influyen en ir más o menos al baño.
Baño público con los símbolos de hombres y mujeres

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The Conversation

Actualizado: 31 de julio de 2025

"¿Ya paramos otra vez?" Es una queja común en los viajes familiares por carretera, y suele dirigirse a las mujeres. Desde comedias hasta monólogos, la idea de que las mujeres tienen vejigas más pequeñas se ha convertido en un chiste cultural. Pero ¿es anatómicamente correcta?

¿La respuesta corta? No, no. El panorama completo revela una interacción más compleja, y mucho más interesante, entre anatomía, fisiología y condicionamiento social. Las mujeres pueden sentir la necesidad de orinar con más frecuencia, pero el tamaño real de su vejiga no es significativamente diferente.

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La vejiga es un globo muscular diseñado para ser flexible. Dos características clave lo hacen posible: el músculo detrusor y el epitelio de transición.

El detrusor es una capa de músculo liso que forma la pared de la vejiga. Su elasticidad inusual, conocida como compliancia, le permite estirarse sin generar señales constantes de "llenura". Cuando la naturaleza llama, se contrae con fuerza para vaciar la vejiga.

Un revestimiento interno, el epitelio de transición, se comporta como un origami biológico: se estira y se aplana para acomodar el volumen en expansión, al mismo tiempo que protege los tejidos subyacentes de los contenidos tóxicos de la orina almacenada.

Gracias a este diseño inteligente, su vejiga puede expandirse y contraerse durante toda la vida sin desgarrarse, perder tono o dar falsas alarmas, la mayor parte del tiempo.

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Entonces, ¿dónde encaja el sexo en todo esto?

En términos estructurales, las vejigas masculina y femenina presentan más similitudes que diferencias. Ambas contienen cómodamente entre 400 y 600 mililitros de orina. El entorno de la vejiga puede influir en la sensibilidad y la urgencia urinaria, y aquí es donde comienzan las diferencias.

En los hombres, la vejiga se encuentra encima de la próstata y delante del recto. En las mujeres, se encuentra en un compartimento pélvico más concurrido, compartiendo espacio con el útero y la vagina. Durante el embarazo, el crecimiento del útero puede comprimir la vejiga; de ahí la necesidad de ir al baño cada 20 minutos durante el tercer trimestre.

Incluso fuera del embarazo, las limitaciones de espacio pueden provocar que la vejiga despierte una sensación de urgencia antes. Algunos estudios sugieren que las mujeres son más propensas a sentir la vejiga llena con volúmenes más bajos, posiblemente debido a influencias hormonales, un mayor estímulo sensorial o la relación dinámica entre el soporte del suelo pélvico y el estiramiento vesical.

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El suelo pélvico, un conjunto de músculos que sostienen la vejiga, el útero y los intestinos, es crucial. En las mujeres, puede debilitarse por el parto, los cambios hormonales o simplemente el paso del tiempo, alterando la coordinación entre la retención y la liberación.

Gran parte de ese control depende del esfínter uretral externo, un anillo de músculo voluntario que actúa como guardián de la vejiga y nos ayuda a esperar el momento socialmente conveniente para orinar.

Forma parte del complejo del suelo pélvico y, como cualquier músculo, puede perder tono o reeducarse. Por otro lado, las infecciones del tracto urinario (más comunes en mujeres debido a una uretra más corta) pueden provocar hipersensibilidad en la vejiga, aumentando la frecuencia urinaria incluso después de la infección.

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La anatomía es solo la mitad de la historia

Los hábitos para ir al baño varían según la cultura. Pero desde pequeñas, a muchas niñas se les enseña a ir al baño por si acaso o a evitar los baños públicos. Estos hábitos pueden provocar que la vejiga se vacíe prematuramente, reduciendo su capacidad de estiramiento.

Mientras tanto, a los niños se les suele dar más margen de maniobra o se les anima a esperar. Cualquiera que haya estado alguna vez "revoloteando" sobre el asiento del inodoro también reconocerá que las preocupaciones por la higiene influyen en el comportamiento. Con el tiempo, la vejiga aprende. No se puede cambiar su tamaño, pero sí se puede entrenar su tolerancia.

El entrenamiento vesical, una técnica impulsada por el NHS y la Asociación Británica de Cirujanos Urológicos, consiste en aumentar gradualmente el tiempo entre las idas al baño. Esto ayuda a restablecer la retroalimentación entre la vejiga y el cerebro, restaurando su capacidad y reduciendo la sensación de urgencia.

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A menudo combinado con ejercicios del suelo pélvico, es una forma eficaz y no invasiva de recuperar el control, especialmente para aquellos con síndrome de vejiga hiperactiva o incontinencia de esfuerzo.

Así que las mujeres pueden no tener vejigas más pequeñas, pero sí pueden tener menos espacio para moverse, tanto anatómica como socialmente. La próxima vez que alguien ponga los ojos en blanco al ir al baño, recuérdale: no se trata de poca fuerza de voluntad ni de tanques pequeños. Se trata de anatomía, hábitos y hormonas.

Creado: 31 de julio de 2025

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