Antojos de grasa y azúcar se deberían a problemas en el cableado neuronal

Revelan cómo los circuitos de recompensa que se activan en el cerebro y el papel que cumplen las células intestinales son culpables de los antojos alimentarios que nos hacen preferir alimentos ricos en grasas y azúcares y dificultan seguir una dieta.
Un hombre dándole un mordisco a una hamburguesa con deseo

19/01/2024

Comer es una necesidad, pero también es un placer y precisamente los alimentos poco saludables y ricos en grasas y azúcares son los que nos resultan más apetecibles, un misterio que todavía no se ha resuelto. Ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores del instituto científico Monell Chemical Senses Center (EE.UU.) puede ayudar a explicar esta preferencia. Sus autores analizaron el cableado neuronal interno, revelando vías separadas para el ansia de grasa y azúcar, así como un hallazgo preocupante: la combinación excesiva de estas vías desencadena nuestro deseo de comer más de lo habitual.

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El sabor de los alimentos influye en nuestras elecciones, pero no está claro cuáles son los circuitos precisos de nuestro cerebro que intervienen en la decisión. El nervio vago envía información sensorial interna desde el intestino al cerebro sobre el valor nutricional de los alimentos, pero la base molecular de la recompensa en el cerebro asociada con lo que comemos no se comprende del todo.

“La comida es el refuerzo definitivo de la naturaleza”, ha señalado Guillaume de Lartigue, autor principal del estudio. “Pero ha sido un enigma por qué las grasas y los azúcares son particularmente atractivos. Ahora hemos identificado que las células nerviosas del intestino, en lugar de las células gustativas de la boca, son un factor clave. Descubrimos que las grasas y los azúcares reclutan distintas vías intestino-cerebro, lo que explica por qué ese donut puede ser tan irresistible”.

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En última instancia, esta investigación proporciona información sobre los factores que controlan la conducta alimentaria “motivada”, lo que sugiere que un deseo interno subconsciente de consumir una dieta rica en grasas y azúcar tiene el potencial de contrarrestar los esfuerzos por hacer dieta. Los resultados se han publicado en Cell Metabolism.

Combinar grasas y azúcares aumenta la liberación de dopamina

Los investigadores utilizaron una avanzada tecnología para manipular directamente las neuronas de grasa o azúcar en el sistema nervioso vago y demostraron que ambos tipos de neuronas provocan una liberación de dopamina en el centro de recompensa del cerebro en ratones. Descubrieron dos vías del nervio vago destinadas a ello: una para las grasas y otra para los azúcares. Estos circuitos, que se originan en el intestino, transmiten información al cerebro sobre lo que hemos comido, preparando el terreno para los antojos alimentarios o food craving.

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Para determinar cómo las grasas y los azúcares afectan al cerebro, estimularon los nervios vagos intestinales con luz. Esto, a su vez, indujo a los ratones a buscar activamente estímulos, en este caso comida, que activen estos circuitos. Los resultados indicaron que el azúcar y la grasa son detectados por discretas neuronas del nervio vago y activan circuitos de recompensa paralelos pero distintos para controlar el refuerzo de nutrientes específicos.

“Descubrimos que las grasas y los azúcares reclutan distintas vías intestino-cerebro, lo que explica por qué ese donut puede ser tan irresistible”

Y no solo eso, sino que también descubrieron que la activación simultánea de los circuitos de grasas y azúcares crea una poderosa sinergia. “Es como un doble golpe al sistema de recompensa del cerebro”, dijo de Lartigue. “Incluso si el total de calorías consumidas en azúcar y grasas sigue siendo el mismo, la combinación de grasas y azúcares conduce a una liberación significativamente mayor de dopamina y, en última instancia, a comer en exceso en los ratones”.

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Este hallazgo ayuda a explicar por qué hacer dieta puede convertirse en un reto. Los cerebros humanos pueden estar sutilmente programados para buscar combinaciones ricas en grasas y azúcares, independientemente de los esfuerzos conscientes por resistirse. “La comunicación entre nuestro intestino y nuestro cerebro ocurre por debajo del nivel de conciencia”, ha explicado Lartigue, y añade: “Es posible que tengamos antojos de este tipo de alimentos sin siquiera darnos cuenta”.

En opinión del equipo esta línea de investigación puede contribuir al futuro desarrollo de estrategias y tratamientos contra la obesidad. Dirigirse y regular los circuitos de recompensa intestino-cerebro podría constituir un enfoque novedoso para evitar los hábitos alimentarios poco saludables. “Comprender el diagrama de cableado de nuestra motivación innata para consumir grasas y azúcares es el primer paso para reconfigurarlo”, afirma Lartigue. “Esta investigación abre posibilidades interesantes para intervenciones personalizadas que podrían ayudar a las personas a tomar decisiones más saludables, incluso cuando se enfrentan a golosinas tentadoras”, concluye.

Actualizado: 19 de enero de 2024

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