Cuando se produce un aborto espontáneo, es conveniente examinar el tejido expulsado para determinar si se trataba de un feto o una mola hidatiforme, así como comprobar si aún queda algún tejido fetal en el interior del útero.
Si el tejido del embarazo no se expulsa totalmente de forma natural, es necesario realizar un seguimiento de la paciente durante un tiempo, y es posible que se precise cirugía (legrado), o administración de medicamentos, para eliminar los restos.
Tras el aborto, la mujer generalmente reanuda su ciclo menstrual normal en unas cuantas semanas.
Complicaciones de un aborto espontáneo
Los abortos completos no suelen dejar secuelas físicas, salvo el impacto psicológico que supone para la pareja.
El aborto séptico es la principal complicación, y se origina cuando quedan restos de la concepción tras el aborto espontáneo, y estos residuos, o el propio útero, se infectan. Los síntomas que revelan que se ha producido una infección, además de fiebre, incluyen dolor, hemorragia vaginal persistente y un flujo vaginal fétido. Por eso es necesario comprobar, tras un aborto espontáneo, que no queda tejido fetal dentro del útero. La infección precisa atención médica inmediata.
Si el feto se pierde transcurridas más de 20 semanas, el pronóstico es peor y requiere asistencia médica, pero no se considera un aborto, sino un parto prematuro con resultado de muerte fetal.