Alcohol en el embarazo: por qué no debes beber

Existe, en general, una baja percepción del peligro de tomar alcohol durante el embarazo. Sin embargo, éste puede provocar daños irreversibles en el desarrollo físico y mental de tu bebé. Toma nota de por qué debes evitarlo.
Prohibido el alcohol en el embarazo
Incluso una exposición baja o moderada al alcohol durante el embarazo puede alterar de forma permanente diversos neurotransmisores.
Alhelí Quintanilla, periodista

Por: Alhelí Quintanilla

Periodista especializada en bienestar, embarazo e infancia

Dr. Oscar García Algar

Revisado: Dr. Oscar García Algar

Jefe de Servicio de Neonatología del Hospital Clínic-Maternitat

Actualizado: 10 de enero de 2024

Por qué no puedes beber alcohol en el embarazo

“El consumo de bebidas alcohólicas durante el embarazo, incluso en cantidades pequeñas, puede tener consecuencias graves para la salud del bebé”. Así reza la advertencia que, por ley desde octubre de 2007, deben llevar todas las botellas de alcohol en Francia y que acompaña a un pictograma con una mujer embarazada que bebe de una copa, imagen que aparece tachada y que imita a una señal de prohibido.

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Las autoridades francesas decidieron poner en marcha esta iniciativa al comprobar que existía poca información sobre un problema no muy visible, pero cierto, que puede llegar a tener consecuencias nefastas para el bebé, ya que el alcohol es un teratógeno, es decir, un agente que produce malformaciones en el embrión o feto y que van desde la más grave –aborto, muerte fetal– a malformaciones cráneo-faciales, retraso en el crecimiento y alteraciones cognitivas y de la conducta. Incluso hay evidencias científicas que señalan que puede llegar a alterar el ADN del futuro bebé. Y un estudio también revela que las mujeres que toman alcohol tienen menos probabilidades de quedarse embarazadas.

Los expertos alertan de que los niveles de consumo de bebidas alcohólicas entre hombres y mujeres se están equiparando en todo el mundo, sobre todo entre las jóvenes, poco conscientes del peligro que entraña el abuso de alcohol, sobre todo durante el embarazo. Los datos están ahí: en Estados Unidos, una de cada diez embarazadas afirmó haber bebido en los últimos treinta días según un reciente estudio llevado a cabo por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés); en Argentina, segundo país de América Latina donde más se bebe después de Chile, una investigación realizada en la región de Santa Fe arrojó que una de cada seis embarazadas (15,2%) tomó alcohol en exceso al menos una vez durante la gestación.

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Y en España, una de cada cinco gestantes toma alcohol, según informó la Asociación Española de Ginecología y Obstetricia en su campaña ‘Un embarazo sin’ a la que han seguido otras del Ministerio de Salud. Todas persiguen el mismo objetivo: concienciar a una sociedad, en general permisiva con el alcohol, a las mujeres embarazadas y a su entorno, de que se abstengan totalmente de ingerirlo durante el embarazo y la lactancia.

Alcohol en el embarazo

Entonces, ¿ni una copita en el embarazo?

Está claro que abusar del alcohol, como del tabaco, las drogas o los medicamentos, durante el embarazo es peligroso. Pero, ¿y si sólo me tomo una copa de vez en cuándo? ¿Ocurre algo o existe una cantidad razonable, un umbral seguro de ingesta? Lo cierto es que resulta imposible de determinar científicamente qué cantidad exacta puede  desencadenar alguna anomalía en bebé que se está gestando, ya que cada mujer metaboliza el alcohol de forma distinta. A eso se deben sumar otras razones: la edad de la madre, su pauta de consumo –ocasional, moderado, habitual–, si se toma con las comidas, etcétera.

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Lo que sí han probado los estudios en animales y en grupos de células es que incluso una exposición baja o moderada al alcohol puede alterar de forma permanente diversos neurotransmisores –moléculas que transmiten información de una neurona a otra– en el feto, provocándole alteraciones que no tienen por qué ser evidentes o manifestarse nada más nacer, sino que pueden aparecer con el paso de los años: retraso en el desarrollo, hiperactividad, agresividad, trastornos del lenguaje…

Además, otro estudio publicado en la revista The Lancet descubrió que las madres que fumaban y bebían más allá del primer mes de embarazo hacían que sus hijos tuvieran hasta 12 veces más riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) y aumentaban cuatro veces más si también se consumía alcohol en el segundo y tercer trimestre de la gestación, en comparación con las mujeres que no probaban una gota de esta sustancia.

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Y es que el  alcohol es uno de los tóxicos más peligrosos capaces de atravesar la placenta: el feto, un organismo en formación, tiene mucha dificultad para procesarlo y eliminarlo, sobre todo durante el primer trimestre, que es cuando se está desarrollando su cerebro y el sistema nervioso central. ¿El problema? Muchas veces las mujeres beben alcohol sin saber que están embarazadas, por esos los expertos insisten tanto en la necesidad de planificar la gestación y desterrarlo antes para evitar justamente esta posibilidad. Una exclusión que se debe extender durante toda la gestación y durante el periodo de lactancia.

Problemas asociados al Síndrome de Alcoholismo Fetal

En las primeras visitas a la matrona o al ginecólogo, estos siempre preguntan –y así lo estipulan los protocolos– por los hábitos de consumo de tóxicos de la gestante. Si se detecta un caso de posible alcoholismo, la embarazada es clasificada de riesgo y se deriva a un servicio especializado donde tratan de minimizar las posibles consecuencias. De no ser así, y al no existir ninguna prueba de diagnóstico prenatal a menos que el daño sea muy grave, los problemas se descubren cuando nace el niño o incluso más tarde, y el mal ya está hecho.

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El gran abanico de alteraciones asociadas a la exposición fetal al alcohol se engloban bajo el acrónimo TEAF (Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal), y constituyen un amplio rango de anomalías físicas, mentales, conductuales y cognitivas crónicas, recogidas en un informe del Ministerio de Sanidad publicado en 2021. Su manifestación más grave es el Síndrome de Alcoholismo Fetal (SAF), un término acuñado hace sólo cuarenta años, en 1973, y que afecta a entre 0,5 y 5 de cada mil nacidos vivos en el mundo occidental. Los niños que lo sufren presentan estos problemas y características físicas y mentales:

  • Morfología particular: bajo peso en el nacimiento, cráneo más pequeño, rasgos faciales anómalos. Sufren problemas de crecimiento.
  • Malformaciones y displasias de corazón, huesos, riñones, de la vista y el sistema auditivo.
  • Tienen problemas de aprendizaje: desde poca capacidad memorística, a incapacidad para comprender conceptos básicos como el tiempo o el dinero, dificultades en la comprensión lingüística y reducida capacidad para resolver problemas.
  • Presentan escasas habilidades sociales, son niños con dificultad para establecer y mantener vínculos de amistad y para relacionarse en grupo.
  • Tienen problemas de conducta, como por ejemplo hiperactividad, imposibilidad para concentrarse, retraimiento social, suelen ser testarudos, impulsivos y con tendencia a sufrir trastornos de ansiedad.

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Todas estas complicaciones muchas veces se intensifican a medida que los niños crecen: desarrollan problemas de salud mental, son incapaces de vivir de forma independiente y están más inclinados al abuso del alcohol y otras drogas.

Alcohol en el embarazo

Los pequeños que tienen los mismo síntomas, pero en menor grado, resultan más difíciles de detectar, sobre todo cuando se desconocen o se esconden los antecedentes alcohólicos de la madre, como ocurre a veces con los niños adoptados o en acogida.

¿Qué se puede hacer por ellos? Aunque no existe cura para los niños con Síndrome de Alcoholismo Fetal, se puede mejorar su calidad de vida –sobre todo si son diagnosticados antes de los seis años–, si son atendidos por los profesionales adecuados y tratados con terapias personalizadas que, en algunos casos, incluyen medicación para aliviar alguno de sus síntomas. En este proceso deben estar comprometidos y bien informados los padres, los profesores y su entorno, ofreciéndoles todo el apoyo, el cariño y la estabilidad posibles, así como las atenciones y cuidados que puedan necesitar.

Alcohol durante el embarazo: qué actitud adoptar

Los expertos insisten una y otra vez en lanzar el mismo mensaje, la única manera de evitar un problema motivado por la ingesta de alcohol durante el embarazo es no consumir nada de nada, ni una copita ni una cerveza ni un vino, porque una vez hecho el daño, éste es definitivo. Además conviene que te prepares desde el principio y seas consciente de los riesgos que supone para que tu actitud ante este hecho sea tajante. Para ello, te damos las siguientes pautas:

  • Planificar el embarazo con al menos tres meses de antelación: eso incluye adoptar un estilo de vida saludable antes de quedarse embarazada, para que no haya sorpresas, lo que implica renunciar por completo al alcohol y otras sustancias tóxicas, como el cigarrillo, con una cierta anticipación. Se acabó irse de vinos o cervezas, mejor decantarse por beber agua, zumos o bebidas sin gas. Las cervezas 0,0 (sin alcohol) también pueden ser una opción. Recuerda siempre que lo que tú tomes, lo tomará también el bebé.
  • Concienciar a tu pareja de la importancia de este tema. Hablad de ello e intentad que seáis los dos los que renunciéis al alcohol, así te resultará más fácil no caer en la tentación. Ved qué costumbres –si las teníais– podéis cambiar. Quizás no sea momento de hacer turismo enológico o probar la última marca de ginebra.
  • Los brindis ‘sin’ alcohol. También es necesario hablar con la familia y el entorno más cercano y que se abstengan de incitaros a beber con el argumento de que “por una copita no pasa nada”. Las celebraciones y actos sociales son muy propicias para beber, pero también se puede brindar con cualquier bebida que no contenga alcohol.
  • Sé sincera cuando acudas a tu ginecólogo o matrona cuando te pregunte por el tema: a lo mejor nuestra percepción de lo que consumimos es muy baja y, sin embargo, nos estamos pasando claramente de la raya. O no sabías que estabas embarazada y te emborrachaste. Si tienes alguna duda o crees que tienes un problema con la bebida, lo mejor es acudir a los servicios médicos, ellos sabrán atender tu caso y orientarte sobre qué debes hacer.
  • Si sospechas, por algún motivo, que tu hijo recién nacido sufre algún trastorno alcohólico fetal, consúltalo con tu pediatra y que te derive a un especialista en el caso de ser necesario. Esto es especialmente importante en el caso de que el niño o niña haya sido adoptado y se desconozca si la madre pudo haber consumido alcohol durante la gestación.

Creado: 5 de octubre de 2015

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