El licopeno, un pigmento vegetal que otorga al tomate y otras hortalizas y frutas el color rojo que las caracteriza, y que tiene una importante acción antioxidante es, además, un eficaz agente anticancerígeno, según revelan los datos de un reciente estudio realizado en Reino Unido por un grupo de investigadores de la Universidad de Portsmouth, que demuestran que el licopeno interfiere en la actividad de las células cancerosas, impidiendo que estas realicen un proceso conocido como angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguíneos a partir de los existentes), que les resulta imprescindible para crecer y multiplicarse.

Los tejidos de la próstata tienden a acumular licopeno y, si la cantidad es suficiente, las células cancerosas no pueden desarrollarse

La concentración de licopeno necesaria para que se produzca la reacción química que detiene o destruye la actividad de las células invasoras se alcanza mejor cuando se cocina el tomate y, especialmente, cuando se le añade un poco de aceite, porque esta sustancia es soluble en grasa y así resulta más fácil de asimilar (en 100 gramos de tomate frito hay unos 25 miligramos de licopeno, y solo 2 en 100 gramos de tomate crudo).

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Los tejidos de la próstata tienden a acumular licopeno y, si la cantidad es suficiente, las células cancerosas no pueden desarrollarse. En el experimento realizado en laboratorio, los científicos observaron que los niveles de licopeno necesarios para neutralizar a estas células se podrían conseguir con facilidad consumiendo tomate cocinado. Ahora quieren realizar nuevos estudios con el fin de comprobar si la acción del licopeno evidenciada en los tubos de ensayo también se produce en el organismo humano.

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Actualizado: 3 de julio de 2017

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