Recordar una infancia feliz favorece una mejor salud en la edad adulta

Las personas que tienen recuerdos de una infancia feliz y rodeada de amor, especialmente el de sus madres, disfrutan de una mejor salud física y mental, y tienen menos riesgo de desarrollar depresión o enfermedades crónicas.
Recordar la infancia con fotos antiguas

08/11/2018

Los buenos recuerdos de la infancia pueden ser un salvoconducto para llegar con una salud más aceptable a la edad adulta, incluso aunque esos recuerdos no sucedieran realmente. Esta es la conclusión a la que han llegado los autores de un estudio de la Universidad Estatal de Michigan (MSU), que durante 18 años ha analizado la vida de unas 22.000 personas que hoy tienen entre 40 y 50 años, y que se ha publicado en Health Psycology.

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Según esta investigación recordar una infancia feliz tiene un impacto positivo sobre la salud, y lo que más sorprendió a los investigadores fue que los participantes intentaban rememorar hechos acaecidos 50 años atrás, lo que hacía prever que los efectos positivos sobre la salud se habrían disipado. Sin embargo, no fue así, y esos recuerdos pronosticaban un bienestar físico y mental en la edad adulta.

En una investigación anterior ya se había comprobado que los jóvenes que guardaban buenos recuerdos de su infancia presentaban de media una mejor salud, tenían buenos trabajos y satisfactorias relaciones personales, un menor consumo de drogas y menos depresión. Pero los autores de este estudio, los profesores de la Universidad de Michigan William J. Chopik y Robien Edelstein, querían ver cómo influían en los adultos las gratas evocaciones de la niñez.

Las personas que recordaban haber recibido mucho cariño de sus madres en la primera infancia presentaban una mejor salud y menos síntomas de depresión

Para ello, los investigadores usaron datos de dos encuestas estadounidenses que se realizan en todo el país: la Encuesta Nacional de Desarrollo de la Mediana Edad en los EE.UU. y el Estudio de Salud y Jubilación. En el primero se investigó a 7.100 adultos de 40 años durante 18 años (desde 1995 hasta 2014), y en el segundo a 15.200 adultos de 50 años o más, durante seis años. En esas encuestas se incluían preguntas sobre la percepción que tenían del afecto recibido de sus padres, la apreciación que tenían de su propia salud general, las enfermedades crónicas que padecían y los síntomas de depresión.

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El amor de una madre “cura” cuerpo y alma

Las personas que recordaban haber recibido mucho cariño de sus madres en la primera infancia presentaban una mejor salud de adultos y menos síntomas de depresión. Ocurría lo mismo con los participantes que evocaban el apoyo recibido de sus padres varones, pero de una forma más atenuada. Hay que tener en cuenta el contexto social en el que se realiza este estudio: en los años en los que los padres no participaban tanto como ahora en la crianza de los hijos, que estaba a cargo de las madres casi en su totalidad. Por eso, es fácil que en futuros estudios con personas que han nacido ya en décadas cercanas a la actual, los padres estén más integrados en sus recuerdos sobre el afecto que recibieron de niños.

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Los investigadores también encontraron que los participantes del primer estudio con buenos recuerdos de su infancia tenían menos enfermedades crónicas. En cambio, esta circunstancia no se dio en el segundo grupo. Los autores han atribuido esta diferencia a que la diabetes, la hipertensión y la patología tiroidea, apenas se dan en ambas muestras.

“Las personas con recuerdos no tan felices son las personas que encontramos que estaban más enfermas. Esto incluye una percepción peor de su salud, y enfermedad crónica y depresión. Describieron recuerdos más fríos y más negligentes de sus padres”, concluye William Chopik, autor principal del estudio y profesor de psicología de la MSU.

Actualizado: 4 de mayo de 2023

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